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Esta semana seguramente se calentará la discusión en torno al cambio climático y la primera víctima será la sensatez de muchos. Por eso vale la pena leer este artículo del historiador español Serafín Fanjul, donde señala, entre otras cosas:

"Sabemos que los volcanes arrojan a la atmósfera muchos más gases que todos los vehículos de motor del planeta, pero también sabemos que los llamados «Ciclos de Milankovitch» establecen claramente que la órbita terrestre (más elíptica o puramente circular, en ciclos que oscilan entre los 100.000 y los 400.000 años), la inclinación del eje de giro -que cambia un par de grados cada 40.000 años- y la precesión del eje de rotación (también entre 19.000 y 24.000 años), son factores que determinan y regulan las radiaciones solares y por tanto las cantidades de hielo acumulado, que merman o aumentan según esa intensidad. No estoy descubriendo nada: éstos sí son datos bien conocidos por los científicos del ramo y me limito a recordarlos, ya que innúmeros políticos, periodistas y aficionados a la jarana parecen desconocerlos".

Así se dice "quien manda hace la ley" en italiano. El abogado italiano Bruno Leoni en su libro La libertad y la ley dice lo siguiente:

"En mi país, los ciudadanos a menudo distinguen entre el punto de vista legal y otros puntos de vista. Siempre he admirado los países en los que el punto de vista legal coincide en lo posible con cualquier otro punto de vista, y estoy convencido de que sus grandes logros políticos se deben fundamentalmente a esta coincidencia. Aún sigo convencido de esto, pero me pregunto si esta virtud no se puede transformar en un vicio cuando el punto de vista legal da lugar a una aceptación ciega de decisiones inadecuadas. Un dicho de mi país puede explicar por qué nuestros teóricos políticos, desde Maquiavelo a Pareto, Mosca y Roberto Michels, apenas prestaban atención al punto de vista legal, sino que trataban de ir más allá de él para ver lo que ocurría a sus espaldas. No creo que los pueblos de habla germánica o inglesa tengan un dicho similar: Chi comanda fa la legge, esto es, 'quien manda hace la ley'".

Algo similar parece haber predominado en gran parte de América Latina y a pesar de eso es ubicuo en la profesión legal un legalismo que está reñido con lo que ocurre en la práctica. Leoni continúa:

"Mis compatriotas están convencidos, lo digo casi por instinto, de que las leyes y constituciones escritas no constituyen la última palabra del drama político. No sólo cambian, incluso con bastante frecuencia, sino que no siempre corresponden a la ley escrita en tablas vivientes, como diría lord Bacon. Me atrevo a decir que hay una especie de sistema de derecho consuetudinario cínico que subyace al sistema de la ley escrita de mi país, y que difiere del sistema de derecho consuetudinario inglés, no solo por no estar escrito, sino por carecer de reconocimiento oficial". 

"Además, me inclino a pensar que algo similar ocurre, y ocurrirá quizá cada vez más en el futuro, en otros países en que la coincidencia entre el punto de vista legal y otros puntos de vista ha sido casi perfecta hasta los tiempos más recientes. La aceptación ciega del punto de vista legal contemporáneo conducirá a la destrucción gradual de la libertad individual de elección, ya que el punto de vista legal contemporáneo supone la creciente sustitución de la elección individual por las decisiones de grupo y la progresiva eliminación de los ajustes espontáneos no sólo entre las demandas individuales y ofertas individuales de bienes y servicios, sino de todo tipo de comportamiento, por procedimientos tan rígidos y coactivos como el de la regla de la mayoría". 

"Para resumir mis puntos de vista sobre esta cuestión: hay mucha más legislación, hay muchas más decisiones de grupo, muchas más elecciones rígidas, y muchas menos 'leyes vivas', muchas menos decisiones individuales, muchas menos elecciones libres en todos los sistemas políticos contemporáneos de lo que sería necesario para preservar la libertad individual de elección".

No estaba proponiendo Leoni que se abandone toda legislación y ni que se descarte totalmente el mecanismo de decisiones por mayoría, sino que se resistan los impulsos de resolver cualquier mal vía legislación y asumiendo que la ley puede ser más eficaz que otros medios para resolver los problemas en cuestión:

"...deberíamos recordar siempre que, cuando se sustituye innecesariamente la elección individual por la regla de la mayoría, la democracia entra en conflicto con la libertad individual. Es este tipo particular de democracia el que debería mantenerse a un nivel mínimo, para preservar el máximo de democracia compatible con la libertad individual".

En un mundo que padece de inflación legislativa y en una América Latina donde todavía varios países coquetean con reformas constitucionales en la eterna búsqueda de la constitución ideal, vale la pena tener en cuenta que no todo lo legal obedece al Derecho, como explicaba Hayek. Derecho y legislación no son sinónimos. Muchas veces, quien manda hace la ley. Y pprecisamente en sistemas democráticos donde crece cada vez más la esfera de lo que se decide a través del proceso político y disminuye aquella de lo que se decide vía arbitrajes privados, la legislación suele estar en contradicción con el Derecho.

Volviendo a lo llamativo que es que entre los abogados predominen criterios legalistas cuando históricamente ha reinado en nuestras sociedades la actitud de "acato pero no obedezco": ¿Por qué la obsesión con cambiar leyes y constituciones que en el día a día muchos ignoran o violan abiertamente? ¿Por qué se le sigue dando tanta importancia a las constituciones y leyes como instrumentos de cambio político? Sorprende que sea así dado que este fue el continente donde hubo una auténtica euforia de constituciones liberales que luego quedaron en letra muerta sepultadas bajo proyectos autoritarios. En algunos casos, desde el poder legislativo o ejecutivo, surgieron leyes que contradijeron el espíritu de esos modelos liberales de gobiernos limitados y los vaciaron de contenido. En otros casos, ¿será que el problema surgió de la contradicción entre las constituciones liberales y la legislación estatista heredada del imperio español en su época de declive? Esta era la opinión de algunos como, por ejemplo, el prócer argentino Juan Bautista Alberdi. 

Lo primero que quiero marcar es mi amistad y coincidencias con José Luis Espert. Hemos participado los dos en varios actos pero destaco muy especialmente en uno invitados ambos por la Fundación Alberdi donde elaboramos sobre el tema “La batalla cultural”, de modo que queda clara su preocupación por estudiar y difundir las ideas de fondo sobre la tradición de pensamiento liberal que nos une.

Cuando también estuvimos juntos en la fiesta de liberales en La City, me comentó su proyecto de lanzamiento como candidato a presidente a lo que le respondí que a mi modo de ver estamos tan atrasados en el debate de ideas que aun no hay un plafón suficiente como para captar un número razonable de votos y que su propuesta me trae a colación el interrogante de que hubiera sido del mundo si Einstein en lugar  de dedicarse a la física hubiera sido intendente de Chivilcoy (sin desmedro de Chivilcoy), a lo que me dijo que le halagaba el correlato pero que pensaba que había un número de personas (especialmente jóvenes) que podían beneficiarse con el proyecto.

Esta conjetura de José Luis fue correcta pues como he señalado públicamente realizó con mucho provecho una formidable campaña de difusión muy apreciada por los liberales que en verdad priorizan las ideas y no se dejan arrastrar por mezquindades, envidias y bajezas de igual tenor.

A este cuadro de situación agrego con mucho énfasis la suerte que tiene José Luis de tener una socia de características extraordinarias, no solo personales sino de una notable profesionalidad para manejar relaciones humanas. Me refiero naturalmente a Mechi González, que está imbuida también de conocimientos sólidos en las materias que trata con mucha solvencia su marido.

También dejo constancia de la inteligencia de José Luis de contribuir a que se lo elija a Luis Rosales como candidato a vicepresidente, lo cual constituye un gran acierto no solo por sus condiciones excepcionales de periodista brillante con mucha experiencia en los medios, sino por sus características descollantes como persona de bien y como un liberal de fuste. Hace mucho tiempo participamos juntos en una mesa redonda, oportunidad en la que me regaló uno de sus libros con una muy afectuosa dedicatoria (Otra oportunidad. La Argentina en un mundo multipolar).

Habiendo dicho todo esto, ahora dadas las peligrosas circunstancias por las que atravesamos estimo que la fórmula de lujo a la que me referí debiera considerar la posibilidad de bajarse, fortalecer los cargos legislativos y juntar fuerzas para una futura contienda electoral. Digo esto puesto que los sucesos que son del dominio público son de tal magnitud en sus amenazas concretas que no puede restarse votos a la lamentable inoperancia que nos gobierna.

Me detengo un minuto en lo obvio: la actual gestión ha comenzado con un bailecito impropio de un republicano con la banda presidencial en la Casa Rosada y sus primeras medidas fueron aumentar los ministerios y la pretensión de designar dos miembros de la Corte por decreto, a lo que se agrega incrementos en lo valores absolutos del gato público consolidado,  en el aumento sideral en el neto tributario, en la disparada inaudita de la deuda estatal, en la consiguiente trepada del déficit total y en una inflación mensual equivalente a la anual que tiene lugar en países normales.

Como también he consignado públicamente, estamos en la desgraciada situación que nos lleva a elegir entre la inoperancia y el abismo, inoperancia que nos da tiempo para eventualmente rectificar o, por lo menos, juntar fuerzas para operar en otras direcciones en un futuro electoral sin estar acogotados por candidatos que nos están gritando que destrozarán lo que queda y se concentrarán en implantar modelos totalitarios a pesar de algún disimulo bastante burdo por cierto.

Y no se trata –como en otras oportunidades– de estar atentos a fulanos que “llevan el cuchillo bajo el poncho”, sino que reiteradamente han manifestado los titulares y sus múltiples adlateres y compinches que lo tienen arriba del poncho y anuncian que nos lo clavarán varias veces en el pecho en un contexto de alarmante impunidad y atropello a la prensa y a la Justicia.

Hay ingenuos que proponen con entusiasmo infantil que probemos la gimnasia en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) a votar por el candidato liberal y luego en la contienda definitiva habrá tiempo de votar por la inoperancia, o el menos malo. Si nos guiamos por lo escrito por diversos consultores locales y, sobre todo, internacionales, con esta política se corre el fenomenal riesgo de que en esas pruebas de precalentamiento se adelanten de un modo significativo los impresentables de un modo tal que repercuta como efecto catarata en los mercados de forma que las corridas bancarias dado el empapelamiento de las carteras bancarias con títulos públicos, la cotización del dólar, el riesgo país y demás indicadores incidan tan negativamente en la actual administración que el triunfo del totalitarismo se haga inevitable en el acto electoral definitivo. Entre nosotros tal vez quien mejor expresó con gran claridad y contundencia esta catástrofe fue Alfredo Leuco en el programa de Luis Majul en el que resumió su preocupación de lo que puede suceder en las PASO por ensayar el referido ejercicio tremebundo con las palabras: “agarrate Catalina”.

Hay entusiastas de buena fe que opinan que debe seguirse hasta el final con la fórmula liberal sin percatarse que podemos no salir vivos de esta experiencia. Hay otros, en general partidarios del menemanto –cuyo balance ha sido, la corrupción, el aumento desenfrenado del gasto público y  la deuda– desaforados que sostienen que la actual gestión es igual a la que se vislumbra en la vereda de enfrente en base a lo actuado por el gobierno anterior. Esto no es aceptable ni razonable si usamos la materia gris con algún cuidado, puesto que no resulta seria la pretendida equivalencia. Se podrá decir mucho sobre la ineptitud pero, entre otros puntos centrales, la prensa independiente y sin persecuciones criminales no es poca cosa que debe valorarse de esta administración.

Reitero que es un error garrafal confundir el plano político con el académico. El político es un cazador de votos, si formula propuestas que la opinión pública o el sector al que se dirige no comparte ni comprende está perdido como político. Al contrario, si antes de su clase el profesor intenta averiguar que mensaje quieren recibir sus alumnos, está perdido como profesor. Siempre me ha disgustado que intelectuales la jueguen de políticos en lugar de apuntar al óptimo y dejar que las negociaciones las realicen los políticos.

En nuestro caso, hay jóvenes que con la mejor de las intenciones confunden los planos políticos con los intelectuales y no parecen percatarse de la grave situación en la que estamos sumidos por lo que no podemos correr el riesgo de colocarnos al filo del abismo pues será un punto de no retorno.

Comprendo que haya muchos resentidos con este gobierno debido a las trapisondas horribles y zancadillas que han pretendido hacerle a José Luis y al frente electoral, pero lo relevante no es detenerse en mengano o zutano sino que está en juego el futuro de todos los que necesitamos vivir en libertad en base al respeto recíproco que es inherente a lo que demandamos tenga lugar después de siete décadas de estatismo bajo diferentes denominaciones al efecto de ser, como alguna vez fuimos, la vanguardia de los países más progresistas del orbe.

Creo que en definitiva un renunciamiento por estos motivos de la fórmula de marras en pos de un reaseguro para nuestro futuro inmediato será muy apreciado y valorado por todas las personas sensatas y prudentes que priorizan la sociedad abierta.

Como una nota al pie vuelvo a decir que no comparto con José Luis su posición respecto al llamado “aborto” (sobre lo que he escrito mucho, la última vez en Infobae en un texto extenso titulado “¿Es aborto el aborto?”). Creo que esta postura es una pena pero aliento la esperanza de convencerlo en una próxima reunión, puesto que la amistad incluye el intercambio de ideas. He visto con tristeza las rencillas entre liberales en las que se recurre a ofensas personales en lugar de argumentar puesto que como nos ha enseñado Karl Popper el conocimiento es provisional abierto a refutaciones, entre liberales no se trata para nada de renunciar a valores, principios y propuestas que cada cual estime conveniente, se trata de intercambios en base a argumentos y civilizadamente como siempre hemos hecho con José Luis.

Bad bunny y el liberalismo

Publicado por Anderson Riverol

La cultura actualmente no ha sido adecuadamente atendida por gran parte de los defensores de la libertad, en todos lados del continente existen obras de teatro, canciones, grupos musicales, bailarines, entre otros, llevando el mensaje del colectivismo y con ello captando a incautos bajo el mensaje del marxismo cultural, o como lo denominaremos, colectivismo cultural.

El éxito del colectivismo, con respecto a la cultura es tal, que ha logrado persuadir a algunos defensores de la libertad, los cuales se han plegado a ciertas agendas que están muy lejos de los valores occidentales, el individualismo o el respeto a la vida en toda su integridad.

Sin embargo resulta necesario identificar con precisión lo que es la cultura, para lo que es preciso traer a colación desde el área de la antropología a Bronislaw Malinowski quien expresa: “La cultura es un compuesto integral de instituciones, en parte autónomas y en parte coordinadas. Está constituida por una serie de principios tales como la comunidad de sangre a través de la descendencia; la contigüidad en el espacio, relacionada con la cooperación; las actividades especializadas; y el último, pero no menos importante principio del uso del poder en la organización política” (Una teoría científica de la cultura. Madrid. 1984, p. 3). Ahora, lo que el colectivismo logró fue apoderarse de los principios, los cuales la cultura está constituida y se les otorgó valor a ciertas premisas en contraposición a otras, de esta forma la igualdad se toma como un valor más importante que el éxito, y el éxito es condenado, al punto de que ansiarlo es tomado como un acto vil, cuando la realidad es que no existe mayor perversidad que lo que la igualdad de hecho logra, cuando es confundida con la única igualdad posible, que es igualdad ante la ley.

No puede pasar desapercibida la profunda inteligencia que el colectivismo para llegar cada espacio de la cultura de muchos de nuestros países, y como el continente va cambiando hacia una peligrosa dirección, la cual es, la destrucción del individualismo y la negación de la realidad tal como es, donde reina la incertidumbre, el victimismo y la ausencia de moralidad. Ante esta situación, los actores de Hollywood, los famosos premios Oscar, los premios Goya en España, artistas como Calle 13, Maradona en argentina, Winston Vallenilla en Venezuela, entre muchos otros, son parte de esta colectivización de la cultura.

Sin embargo resulta interesante que actualmente hay un artista que hasta ahora, pareciera tener elementos muy diferentes a los que busca y promueve el colectivismo cultural, ese artista es Benito Antonio Martínez Ocasio, o como todos los conocen, Bad Bunny. Este, es un cantante puertorriqueño de trap (un estilo de hip hop latino que se originó en Puerto Rico), y que en muchas ocasiones, tanto sus letras como sus entrevistas posee un contenido individualista y pro capitalista.   

Si bien, el contenido que el artista genera es enfocado en un público mayor de edad, ya que en ocasiones posee un contenido sexual y violento alto, se pueden rescatar de sus puestas en escena elementos como en su última canción "Caro":

“¿Por qué no puede ser así?
¿En qué te hago daño a ti?
¿En qué te hago daño a ti?
Yo solamente soy feliz".

En esta parte podemos identificar elementos del individualismo, como lo es el derecho que cada persona tiene a su proyecto de vida, siempre y cuando no afecte la libertad individual de los demás miembros de la sociedad. Incluso, antes de cantar esta rola en el festival Viña del Mar, El cantante expresa que cantara esa canción porque sus seguidores son caro, y aclaró que era por que valen mucho. El hecho de reconocer el valor individual del artista a sus seguidores apelando a esto es muy curioso y contrasta con el común de los artistas.

También podemos hacer referencia a la canción "Solo de mí", la cual dice:

“No me vuelvas a decir Bebé
Yo no soy tuyo ni de nadie, yo soy solo de mí”.

En esta canción, podemos identificar como el artista habla de que la vida es un valor personal, el cual no puede transferirse, si a otra persona, ni a un grupo. Incluso podemos decir que esta parte de la canción es cónsona con la premisa de la filósofa Ayn Rand que dice: “La existencia existe”.

Bad Bunny puede efectivamente cambiar con el tiempo, y rendirse ante el colectivismo, sin embargo, hasta ahora, los elementos colectivistas que se pueden ver son casi imperceptibles, por lo que podemos decir, que a pesar que el material que ofrece el cántate pueda parecer ofensivo, es un artista que contiene muchos elementos liberales, pueda ser de nuestro agrado o no.

En conclusión, la cultura es muy importante para la sociedad, será determinante para el futuro y el de muchas generaciones si el colectivismo cultural logra la hegemonía, los defensores de la libertad no debemos abandonar este campo de batalla, la libertad siempre es victoriosa, pero también depende de sus defensores su éxito o no, por lo que en el campo de las ideas debemos apostar por general el contenido adecuado, para que así, estas también influyan en los que aportan en la cultura. Soló de esa forma la libertad seguirá siendo victoriosa.

Artículo dedicado a mi compañera Edmaly Maucó, que la libertad continúe llenando la cultura y con esto llegue más felicidad. 

Según un interesante ensayo de Fernando Falcon, la primera traducción (parcial) al castellano de una obra del filósofo escocés Adam Ferguson la habría realizado Miguel José Sanz, uno de los ideólogos de la independencia venezolana. Falcon documenta la similitud casi textual entre artículos de Sanz publicados en el Semanario de Caracas entre 1810 y 1811 con fragmentos de Un ensayo sobre la historia de la sociedad civil de Adam Ferguson, obra publicada en 1767 en Edimburgo, Escocia. El distinguido historiador Pedro Grases consideraba estos ensayos de Sanz como "un verdadero tratado" y que "no hay en toda la literatura de este periodo de Venezuela una exposición, orgánica, metódica, de los principios teóricos y de conducta dirigida a los ciudadanos libres comparable a la obra del Licenciado Miguel José Sanz". Falcon indica que lo que Grases no se había percatado es que Sanz estaba divulgando el pensamiento del escocés. 

Falcon indica que la primera traducción completa al castellano de Un ensayo sobre la historia de la sociedad civil no se publicaría hasta 1974, aunque sus ideas fueron ampliamente difundidas por el muy influyente Sanz más de un siglo antes y esto nos da pistas acerca de los orígenes de la tradición liberal en Venezuela. Sanz fue el equivalente al representante legal del joven Simón Bolívar, fue profesor de Juan German Roscio en la Real y Pontificia Universidad de Caracas (la actual Universidad Central de Venezuela). 

El sexto elemento

Publicado por Víctor Maldonado C.

Creo que debemos a Giovanni Sartori la formulación de una pregunta crucial: ¿Cómo luchar en democracia, por la libertad y contra la corrupción? La respuesta apropiada es todo un desafío, sobre todo porque en el camino se puede perder la democracia, y con ella, toda ilusión y capacidad. Ha sido, obviamente, el caso venezolano. La democracia se derrumbó y cayó víctima del atroz populismo, de la fatal ignorancia de sus élites, del caudillo arquetipal y de un inconsciente colectivo que nos escora hacia un socialismo silvestre, un sistema errado de presupuestos y convicciones que operan como puerta franca a los autoritarismos, y en el caso que nos atañe, al totalitarismo más perverso.

Nuestro totalitarismo es híbrido. Es una mezcla caótica de ideología marxista, con sus aplicaciones castristas, y  el peor de los pragmatismos imaginable, porque se reduce a hacer todos lo posible para sobrevivir en el poder, sin importar costos sociales o cualquier tipo de violación a los derechos y libertades. Además, debido a ese mismo pragmatismo, totalmente abierto a constituir las alianzas más espeluznantes, bien sea con carteles de la delincuencia organizada, o con grupos terroristas que terminan apoderándose indebidamente, pero con cierta complacencia oficial, de porciones de territorio sobre el cual ejercen potestad e incluso soberanía. Parece inaudito, pero la única lógica que sobrevive dentro de un experimento socialista es que “todo vale” para mantenerse en el poder.

Por eso mismo esta descripción taxonómica queda muy incompleta si no describimos su funcionamiento, y calibramos las consecuencias de su permanencia. Debe quedarnos claro que este tipo de regímenes solo tiene como interés el retener el poder, porque sus objetivos se concentran en el saqueo sistemático de los recursos, y en combatir a sus enemigos de clase: el mundo libre, el mercado y la propiedad. Son sus enemigos porque no toleran nada que les haga sombra a sus propias tinieblas. Cualquier contraste los derrumba. Ellos, para sobrevivir necesitan ser el único argumento, la narrativa absoluta y la única versión imaginable, sin que haya posibilidad de contrastes. De allí el encierro, la censura, y la propensión a sustituir el conocimiento y el sentido común por teorías “conspiparanoicas” donde las consecuencias se cercenan de las causas, y el sentido común naufraga en el mar tempestuoso de una avasallante propaganda oficial. Todo este esfuerzo necesita afanosamente simplificar al individuo, despojarlo de criterio, obligarlo a pensar de acuerdo con la conveniencia del régimen. Requiere de la degradación del ciudadano hasta el sujeto idiotizado, elemental, conforme, dependiente y servil que no es capaz de imaginar la libertad.

No ocuparse del país los muestra a los ojos de los incautos como sumamente ineficientes. Pero es otra cosa, no es solo que no saben hacer, es que además no les importa. Lo de ellos no es atender las demandas ciudadanas, prestar el servicio eléctrico, garantizar el agua potable, suministrar alimentos o hacer viable el sistema de salud. Para ellos gobernar es solo la excusa para instrumentar sistemas sofisticados de saqueo de las finanzas públicas. Y lo hacen aun a costa de destruir la moneda, vaciar las reservas internacionales, arruinar la empresa petrolera estatal y devastar los recursos del país. Ellos, los supuestos constructores de un futuro perfecto, son la única causa de que no haya posibilidad de futuro alguno.  

La perversidad, la mentira, las operaciones psicológicas y la propaganda son también parte de su saber hacer. Todo el aparato estatal se va especializando en la simulación. Necesitan garantizar la preeminencia de una ficción, la alienación a una falsa realidad, sembrar las dudas sobre lo que la gente realmente padece, jugar a la lotería social, hacerles ver incluso que algunos de ellos, los más fieles y leales, pueden llegar a ser partícipes de ese mágico milagro de estar “donde hayga”. Para ellos el saqueo del país es un privilegio reservado a “sus mejores”.

Pero para que toda esta trama funcione adecuadamente tiene que ir adornada de una lucha constante a favor de “nuevos derechos para las minorías”, mostrándose como puerta franca a cualquier exacerbación progresista. Los socialismos son, en ese sentido, paradójicos. Sus ciudadanos están muertos de hambre, pero muy orgullosos de los “derechos” que tienen “garantizadas” las minorías que ellos inventan y luego exacerban. No hay derechos humanos, pero dicen respetar a las minorías.  El “lenguaje inclusivo” opera como una trampa adicional: destruye el lenguaje, perturba los significados, y aplasta la verdad debajo de los nuevos convencionalismos. La realidad, ahora carente de la posibilidad de ser narrada con limpieza y claridad, termina siendo partícipe de ese caos que solo conviene al saqueo. La perversidad consiste en sembrar la confusión, evitar la reflexión unívoca, alejar la situación concreta, y colocar a la gente en una nebulosa montada a propósito para evitar la objetividad que necesita la disidencia para plantear el proceso de diferenciación.

El régimen juega a eso, a la paradoja constante, a remover las entrañas, extirpando lo poco o mucho de raigambre moral que le quede a un venezolano que tiene razones para estar amargado, que además está hambreado y sofocado por las terribles circunstancias que le ha tocado vivir. El ciudadano, expuesto a un circo psicodélico, no tiene demasiado claras sus opciones, porque el socialismo los somete a un bombardeo psíquico que los obliga a desconocer su propia condición humana para terminar siendo una comparsa. El régimen se ufana de un control eficaz de la población, pero se niega a cuantificar los costos. Esa receta es cubana. El poder defendido desde una trinchera. El poder transformado en su propia finalidad. No es control legítimo sino los resultados de vivir sin derechos, diezmada la esperanza, víctimas de las embestidas del régimen y de la desbandada de los que no soportan.

Lo cierto es que hay mucha impudicia al exhibir tanta destrucción. Pasearse por las calles del país es apreciar con dolor tanto tiempo perdido para el ciudadano. El estado en sus términos convencionales, tolerado porque está diseñado para proteger la vida, la propiedad y la soberanía, cuando se le confiere demasiado poder, comete traición y se convierte en un fin en si mismo. En los socialismos es todavía peor, porque se transforma en un depredador que también practica una indiferencia atroz. El ciudadano luce desvalido. Todo ha quedado de su mano. Las carreteras quedan abandonadas a su suerte, monumentos y estructuras lucen derruidos. La oscuridad es la única compañera de las noches en cualquiera de nuestras ciudades. Empresas cerradas dan cuenta de la imposibilidad de convivir con el destruccionismo por diseño. Las empresas públicas corrieron la única suerte que podían tener, el saqueo de su talento y de sus capacidades productivas. Hospitales y centros de salud dejan de funcionar. La moneda pierde su sentido. La economía estalla y ya no envía las señales pertinentes para poder hacer el cálculo económico. Una tormenta perfecta.

El socialismo, que se atribuye el remoquete de “científico”, reniega de la razón y el sentido común. Desvalija el sistema de mercado para colocar en su sustitución el régimen de controles, como si fuera posible manejar la sociedad a través de un sistema de planificación centralizada. Confunde soberbia con conocimiento. No es capaz de discernir entre capacidad y posibilidad. Abjura de la herencia civilizacional para reemplazarla por un misticismo ideológico y un odio sistemático, donde ellos operan como chamanes confabulados con la fuerza bruta del que ejerce la tiranía. El resentimiento los coloca en posición de devastar el régimen de propiedad y creer que lo pueden sustituir por el voluntarismo estatista. Los resultados están a la vista: La gente se está muriendo de hambre.

En el transcurso ocurre un desmontaje atroz de la empresa privada. El fidelismo la estatizó completamente. La versión remozada de la vieja receta castrista abrió un dossier de posibilidades: estatización forzada, intervención de la autonomía de las empresas a través de controles, y “el modo Putin” de control económico: sofocar a los empresarios indóciles hasta obligarlos a la venta de sus empresas, que quedan así en manos de los amigos del régimen, los “enchufados”. Otra versión de la misma estrategia es la que permite el acceso preferido a privilegios cambiarios y de cualquier otro tipo a una cofradía limitada de empresarios que se dejan manosear a cambio de ser los testigos de “una economía sana”, llena de oportunidades, donde se pueden hacer alianzas con el gobierno, que resultan “favorables” para el país, que no aprecian la necesidad de mantener una visión holística del momento, y que por lo tanto dicen que es posible aislar la economía de cualquier cosa que ocurra en la política. Toda experiencia socialista tiene sus espacios para el ejercicio del cinismo. Por eso la justificación suele ser dramática y con tintes supuestamente heroicos. Los que se acercan a las vetas de la corrupción y se benefician de ellas dicen que ese resulta ser el precio que deben pagar para mantener la empresa abierta y los empleos asegurados. Una muy conveniente ceguera que llena sus bolsillos, al costo social de mantener la ilusión de un sector “privado” relativamente autónomo, alejado de la diatriba partidista, militante de las negociaciones y el diálogo, que “practica” un falso pluralismo y que propone una versión de la realidad donde la democracia está “ligeramente tutelada” por la ideología oficial. ¿Los identifica?

El poder totalitario se corrompe tanto como mantiene una obstinada vocación para corromperlo todo. Dicho de otra manera, el análisis no solamente tiene que considerar la descomposición progresiva del orden totalitario, sino sus efectos en el resto de la sociedad cuando se somete a la terrible circunstancia de vivir en la ilegalidad para poder sobrevivir. La sobrevivencia produce otra mirada, más complaciente, más resignada, o tal vez más ansiosa o alucinada. La consecuencia  es que reduce a la desolación y a la servidumbre, como si de un remolino se tratara.

Pero lo más grave no es la desolación que provoca un régimen corrupto. Es la capacidad tremendamente astringente para disolver la integridad de quienes estarían llamados a confrontarlo. El sexto elemento es ese, la corrupción como operadora política de alto nivel, la práctica del cinismo como cultura predominante y excusa perfecta, el abandono de los valores como referentes, la extraña liberalidad con la que se asume la vivencia del totalitarismo, y esa sospechosa forma como asumen los tiempos de resolución, sin apuro, con pausas, lleno de emboscadas, con infatuaciones coreográficas, dejando indemne al régimen que dicen combatir. Y de nuevo, fomentando la desolación de una ciudadanía que no puede o no quiere comprender.

¿Qué es lo que el ciudadano no quiere comprender? Que el régimen tiene muchas formas de preservarse en el poder. Pero entre las más clásicas está el estímulo de la corrupción como forma de practicar el chantaje, ablandar progresivamente las conciencias y bloquear cualquier estrategia de coraje. Eso es mucho más masivo y más económico que la represión pura y dura, reservada para los más irreductibles. El escándalo continental provocado por Odebrecht da cuenta de cómo operó el buque insignia de la política socialista de apaciguamiento y domesticación. Miles de millones de dólares repartidos entre comisionados y comisionistas para salvaguardar las bases de los socialismos reinantes. Grandes, pequeñas y medianas prebendas repartidas generosamente para aquietar los ánimos y hacerlos poco menos que comparsas negadoras de lo que verdaderamente está ocurriendo.

La lucha política está contaminada por quienes no asumen que el cambio es posible porque el statu quo les resulta el máximo conveniente de sus posibilidades políticas, bien sea porque solamente sobreviven en ausencia de competencia abierta, o porque han aprendido a vivir muy bien del rol que los ubica como eternos partidos de oposición light. Sobreviven porque son parte del decorado totalitario. Y lo peor, saben que no sobrevivirían ni un minuto a un proceso de transición democrática.

El totalitarismo del siglo XXI ha usado la corrupción como herramienta útil de sometimiento. Ha envilecido los “deberes posicionales” (Garzón Valdés, 2004), aquellos deberes que se adquieren a través de algún acto voluntario en virtud del cual alguien acepta asumir un papel dentro de un sistema normativo. Esos deberes se han convertido en privilegios. Le han dado la espalda al sentido republicano del ejercicio del poder. La corrupción es no cumplir con esa obligación que viene con el liderazgo y el poder, es la traición a la confianza social otorgada, es la falta de cooperación con las expectativas sociales.

Te dan un cargo, ofreces con altisonancia y luego aflojas al momento de las acciones. La corrupción se aprecia entre la contradicción brutal entre el discurso y la práctica. Opera a través de la participación en un grupo que intenta influenciar en el comportamiento de los otros a través de promesas, amenazas o prestaciones prohibidas por el sistema normativo relevante, para obtener algún beneficio o ganancia indebidas. Esta trama grupal, mafiosa, subterránea, nunca la vemos, pero la percibimos en la decepción que generan esos operadores institucionales.

La corrupción es una inmensa y extensa telaraña, que no puede dejar de presumirse. Lo trágico es que, en el socialismo del siglo XXI, es además el mismo sistema normativo que favorece, enaltece y propicia la impunidad y la corrupción, porque ellos proponen y ofrecen que “dentro de la revolución ¡todo es posible!”. Vivimos un sistema normativo de complicidades y de corrupción abierta. Ese sistema y sus pueriles expectativas es lo que se tiene que abolir, porque el sexto elemento sostiene al socialismo del siglo XXI a pesar de sus muy malos resultados.

Debo finalizar advirtiendo con las palabras de Santo Tomas Moro, patrono de la política, que esa telaraña de la corrupción es una trampa que no podemos seguir ignorando. Está más cerca de lo que imaginamos, no podemos seguir suponiendo que afecta a los otros, a los malos, solamente al régimen, porque “si los males y desgracias de aquellos que están lejos no nos llegaran a conmover y preocupar, muévanos, al menos, nuestro propio peligro. Pues razón de sobra tenemos para temer que la maldad destructora (la corrupción) no tardará en acercarse a donde estamos, de la misma manera que sabemos por experiencia cuán grande e impetuosa es la fuerza devastadora de un incendio, o cuán terrible el contagio de una peste al extenderse. Sin la ayuda de Dios para que desvíe el mal, inútil es todo refugio humano”. Hoy más que nunca es imprescindible la restauración moral de la república, que solamente se logrará con cualquier modalidad de ayuda que restaure el bien y destierre el mal. 

Entre los mejores libros que leí este año se encuentran los siguientes:

  • The Leveller Revolution: Radical Political Organisation in England, 1640-1650 de John Rees: Fascinante relato de cómo se empezó a formar la democracia inglesa en las tabernas. Se concentra en las vidas de hombres como John Lilburne, Richard Overton y otros que en busca de tolerancia religiosa empezaron a exigir límites a los monarcas.
  • The Infidel and the Professor: David Hume, Adam Smith, and the Friendship that Shaped Modern Thought de Dennis C. Rasmussen: Este libro es muy agradable y tiene un enfoque novedoso que es contar a través de la amistad entre dos gigantes de la filosofía cómo se fueron desarrollando las ideas de la modernidad. Podría ser un libro pesado al tratarse de cómo se fueron desarrollando las ideas de Smith y Hume pero al valerse de las cartas entre dos grandes amigos e incluir datos biográficos de ambos se vuelve una lectura entretenida.
  • Adam Smith: An Enlightened Life de Nicholas Phillipson: Una de las pocas y más recientes biografías de Adam Smith. Está escrita de una manera entretenida y también figura mucho su correspondencia con Hume.
  • El triunfo de la libertad sobre el despotismo de Juan Germán Roscio: Esta obra de 1821, publicada en Filadelfia y realizada por uno de los próceres de la independencia de Venezuela es singular en que justificaba la ruptura con la monarquía española basándose en textos tradicionales, más no, como solía ser el caso, en textos considerados revolucionarios para la época. Eran tiempos en que la monarquía española justifica su derecho sobre las colonias en el supuesto de que los reyes eran los representantes de Dios en la tierra y Juan German Roscio, un católico practicante, hace una lectura crítica de la Biblia--tanto en su Antiguo como en su Nuevo Testamento--para concluir que nada en la Biblia habla acerca de un gobierno con poderes ilimitados y que más bien esta tendería a favorecer las formas republicanas de gobierno.
  • La economía explicada a mis hijos de Martín Krause: Un libro muy entretenido para recordar cuentos clásicos y descubrir en ellos lecciones básicas acerca de economía.
  • "Carta dirigida a los españoles americanos" de Juan Pablo Viscardo y Guzmán: Este vendría a ser el panfleto que inspiró a muchos de los próceres de la independencia de América Latina y Viscardo y Guzmán vendría a ser el equivalente a Thomas Paine gracias a la influencia que tuvo este texto de inspiración liberal.
  • La paz y la dicha del nuevo siglo: una exhortación a todos los pueblos libres o que quieran serlo de Juan Pablo Viscardo y Guzmán: Esta es la obra que Viscardo y Guzmán consideraba más importante y se enfocaba en la importancia de limitar la voracidad fiscal de la corona española, del derecho a resistirse a la tributación que se imponía sin la debida consulta a los gobernados, y de la conveniencia de un comercio libre para fomentar la paz y la prosperidad.
  • Enlightenment Now: The Case for Reason, Science, Humanism, and Progress de Steven Pinker: Presenta un compendio impresionante de información acerca de cómo el mundo está cada vez mejor en torno a casi cualquier indicador de bienestar humano que se nos pueda ocurrir.

Espero leer el próximo año los siguientes libros:

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