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Archivo por Julio 2010

Marxismo y religión

Publicado por Alberto Benegas Lynch

El camino más efectivo para la penetración de las ideas colectivistas es a través de la religión ya que la feligresía en general se encuentra con las defensas bajas y dispuesta a aceptar lo que le digan desde el púlpito aunque sea de contrabando y en dirección contraria a todos los preceptos religiosos estudiados hasta el momento. En este sentido, referido al marxismo, como ha escrito el gran teólogo católico Miguel Poradowski “Karl Marx, quien tiene que disfrazar su afán de esclavizar al hombre mediante un lenguaje de liberación”. Los llamados “teólogos de la liberación” como Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, Juan Luis Segundo, Hugo Assman, Rolando Muñoz, Pablo Richard, James Cone, Jermiah Wright y Jim Wallis usan la religión al efecto de penetrar con el totalitarismo marxista. Muy paradójico es por cierto que, en estos ámbitos, se recurra a un sujeto que sostenía que “la religión es el opio de los pueblos” (aunque también hay líderes religiosos que entusiastamente han deglutido todos los preceptos marxistas, salvo su ateísmo).

Estos sucesos que ahora parecen reverdecer después de haber sido eclipsados por un tiempo van para los ingenuos que, a partir de la caída del Muro de la Vergüenza en Berlín, piensan con Fukuyama que la postura liberal es inexorable y el marxismo ha muerto. Nada hay inexorable en los asuntos humanos, las cosas ocurrirán en un sentido u otro según lo que cada uno de nosotros seamos capaces de hacer. Esta inexorabilidad es una manifestación de marxismo al revés. La historia está plagada de muertes y resurrecciones. Paul Johnson bien ha escrito que “Una de las lecciones de la historia que uno debe aprender, aunque resulte muy desagradable, es que ninguna civilización puede considerarse garantizada. Su permanencia nunca puede darse por sentada; siempre habrá una era oscura esperando a la vuelta de cada esquina”.

Es curioso, pero el primer trabajo en colaboración de Marx con Engels titulado La sagrada familia (en referencia peyorativa a la familia de los hermanos Bauer o los jóvenes hegelianos) la embiste contra el libre albedrío al sostener el más crudo determinismo, es decir, la embiste contra la columna vertebral de la condición humana tan proclamada por todas las religiones monoteístas y en el Manifiesto comunista resumen toda su filosofía con la “abolición de la propiedad privada” a pesar de que dos de los Mandamientos enfatizan el valor de la propiedad: “no robar” y “no codiciar los bienes ajenos”.

Debido a que la mencionada teología de la liberación tiene lugar principalmente en las diversas denominaciones cristianas, es de interés repasar algunos pasajes bíblicos con esto en mira. En Deuteronomio (viii-18) “acuérdate que Javeh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (v-8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (v-3) “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” fustigando al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas xii-21), lo cual aclara la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P. Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona): “fuerzan a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de espíritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento”  y que “ la clara fórmula de Mateo —bienaventurados los pobres de espíritu— da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11-18) “quien confía en su riqueza, ese caerá”. En Salmos (62-11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón”. Este es también el sentido de la parábola del joven rico (Marcos x, 24-25) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo vi-24).

Como expresé en la conferencia inaugural que pronuncié en el CELAM —Consejo Episcopal Latinoamericano— el 30 de junio de 1998, en Tegucigalpa  (invitado por Monseñor Cristián Precht Bañados y la Fundación Adenauer de Argentina): “si de acuerdo a la retorcida interpretación que le atribuyen los teólogos de la liberación, sacerdotes para el tercer mundo y sus compañeros de ruta, la pobreza de espíritu fuera en verdad la pobreza material, esto de plano resultaría en una fulminante condena a la caridad ya que al entregar recursos al prójimo lo estaríamos contaminando, entonces, para ser consistentes con esta versión degradada del antedicho precepto bíblico, habría que patrocinar las hambrunas, las pestes y la miseria generalizada”. Por eso es que la referida enciclopedia subraya que “la propiedad, concepto jurídico derivado del legítimo domino, aparece en la Biblia como inherente al hombre” (tomo v, pág.1294) y que “los Hechos de los Apóstoles refieren en la que los fieles vendían sus haciendas para provecho de todos, pero no hacen de tal conducta —que en sus consecuencias fue catastrófica, ya que hizo de la Iglesia Madre una carga para las demás iglesias— una norma, ni menos pretende condenar la propiedad particular” (ibid.), lo cual, de más está decir, en nada se contrapone con voluntarios votos de pobreza material.

Por todo ello es que la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana ha consignado el 30 de junio de 1977 que “De por sí, la teología es incapaz de deducir de sus principios específicos normas concretas de acción política; del mismo modo, el teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Las teorías sociológicas se reducen de hecho a simples conjeturas y no es raro que contengan elementos ideológicos, explícitos o implícitos, fundados sobre presupuestos filosóficos discutibles o sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.

Es que, independientemente de las religiones, la superlativa confusión sobre la noción de la riqueza y la propiedad se encuentra hoy en día extendida en prácticamente todas las manifestaciones de la vida cultural. Debido a que los bienes no aparecen en los árboles y, por ende, no hay de todo para todos todo el tiempo, la propiedad privada permite asignar los escasos recursos para que sean administrados por las manos más eficientes para producir lo que demanda la gente. De este modo, el empresario, para mejorar su situación patrimonial, no tiene más remedio que servir a su prójimo, sea en la venta de zapatos, alimentos o equipos de computación. Esta asignación de recursos no significa posiciones irrevocables sino que van cambiando según la capacidad de cada cual para atender los requerimientos de los demás. El que acierta gana, el que se equivoca incurre en quebrantos. Por supuesto que esto ocurre si el mercado es libre y competitivo. Si los empresarios se convierten en cazadores de privilegios que en alianza con gobernantes —los amigos del poder— hacen negocios en los despachos oficiales, se convierten en ladrones de guantes blancos que explotan miserablemente a sus congéneres vendiendo a precios más elevados, calidad inferior o ambas cosas a la vez.

Por otra parte, en los mercados libres, al incrementarse las inversiones los salarios e ingresos en términos reales aumentan puesto que con ello la productividad se multiplica. Esa es la diferencia medular entre Uganda y Canadá: los salarios no son más elevado en el segundo lugar porque allí los empresarios son más generosos, se debe a que las tasas de capitalización son mayores, lo cual fuerza los salarios a la suba. La capitalización se concreta en equipos, maquinarias, instalaciones, nuevos procedimientos y más conocimiento aplicados que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar su rendimiento. Esta es la razón por la que en países donde prevalecen grandes dosis de inversión no puede contratarse lo que se conoce como “servicio doméstico”; no es que el ama de casa en EE.UU. no le gustaría contar con ayuda, es que los salarios son muy elevados de personas ubicadas en otras labores consideradas más productivas y, por ende, no permiten afrontar ni justifican esas tareas. No es cuestión de decretos gubernamentales, si fuera así seríamos todos millonarios. Se trata de ahorro interno y externo que permite inversiones mayores en un contexto de marcos institucionales civilizados que respeten derechos. En economía no hay alquimias posibles, ni siquiera son relevantes las intenciones, lo importante son los resultados y éstos, tal como lo señalan numerosos autores como por ejemplo Imad-ad-Dean Ahmad, solo se logran donde tienen lugar los mercados libres y el imperio del derecho para todas las personas.

La riqueza o la pobreza de las diversas regiones nada tiene que ver con etnias (a menos que se sea racista), ni con altitudes ni latitudes geográficas, ni con los recursos naturales disponibles. Japón es un cascote cuyo territorio es habitable solo en un veinte por ciento, mientras África concentra la mayor parte de los recursos naturales del orbe. El asunto es de los sistemas que se adoptan, tal como se ha podido verificar en el pasado al comparar la situación de Alemania de Este con Alemania del Oeste o la comparación actual entre los niveles de vida entre Corea del Norte y Corea del Sur.

En otras latitudes, Argentina era la admiración del mundo mientras regia la Constitución liberal de 1853, período en que los inmigrantes iban a esas tierras para “hacerse la América” hasta que nos volvimos fascistas en la década del treinta y más autoritarios y estatistas aún a partir de la década siguiente, situación en la que el país pasó a integrar el conglomerado de naciones poco creíbles. Juan Bautista Alberdi —el inspirador de aquella Constitución liberal— resumía su filosofía al preguntarse y responder de esta manera “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra” y también escribió que nosotros (y en otros lares latinoamericanos) “Después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco nacional: he aquí toda la diferencia. Después de ser colonos de España lo hemos sido de nuestro gobiernos patrios: siempre Estados fiscales, siempre máquinas serviles de rentas, que jamás llegan porque la miseria y el atraso nada pueden redituar”. Sería cómico si no fuera dramático que en los aniversarios de “la independencia” una buena parte de la gente se envuelve en banderas y escarapelas sin tener idea de que significa la independencia y las consiguientes autonomías individuales.

En estos debates, se ha popularizado el “Dogma Montaigne” lo cual significa que la pobreza de los pobres es debida a la riqueza de los ricos sin ver que no se trata de un proceso estático de suma cero sino de características eminentemente dinámicas de creación de riqueza. Este dogma proviene de la peregrina idea de que el que vende se enriquece a costa del que compra puesto que se transfiere al primero la suma de dinero correspondiente, sin comprender que el que entrega dinero a cambio de un bien es porque prefiere ese bien al dinero entregado. No debe verse un solo lado de la transacción. Un comerciante puede tener muy poco dinero en caja y un gran patrimonio y otro contar con mucha liquidez y estar en quiebra. Por otra parte, es menester destacar que todos somos pobres o ricos según con quien nos comparemos. Por momentos parecería que se usa a los pobres para fines subalternos puesto que cuando estos logran salir de esa condición se los vitupera como si se quisiera que volvieran a la situación de pobreza para poder usarlos en arengas vacías de contenido al efecto de justificar puestos de trabajo de quienes vociferan aparentando la defensa de los más necesitados.

Desafortunadamente en muchas cátedras que se imparten en diversos institutos religiosos y no pocos sermones se analiza mal la idea de la solidaridad y las obras filantrópicas en el contexto de erradas concepciones sociales. La sagrada noción de la caridad que, por definición, significa el uso de recursos propios, realizado voluntariamente y, si fuera posible, de modo anónimo, se pervierte con la idea del uso compulsivo del fruto del trabajo ajeno. Así se habla de la “redistribución de ingresos” lo cual significa volver a distribuir por la fuerza lo que libre y pacíficamente se distribuyó diariamente en el supermercado y similares. Cuando el Leviatán se apropia de recursos para entregarlos a otros, no está llevando a cabo un acto de solidaridad sino que se trata de un atraco. En esta misma línea argumental se recurre a la “justicia social” que en el mejor de los casos es una grotesca redundancia puesto que los minerales y vegetales no son sujetos de derecho y, en el peor, constituye una afrenta a la clásica definición de Ulpiano de “dar a cada uno lo suyo” ya que significa sacarles a unos sus propiedades  para entregar a otros lo que no les pertenece.

He sido testigo directo de cátedras que, muchas veces sin proponérselo, apuntaban a lo que la teología de la liberación no hizo más que llevarlo a sus últimas consecuencias. Esto me ocurrió en repetidas ocasiones en clases que recibí en la Universidad Católica Argentina en la carrera de grado de economía y luego en el doctorado que aprobé en la misma disciplina en esa casa de estudios. Incluso se ha machacado hasta el cansancio que la noción de que la salvación cristiana es colectiva y grupal, en lugar de enfatizar la relación personal con Dios y la consecuente responsabilidad por lo que cada uno hizo o dejó de hacer, tal como lo explica magníficamente, entre muchos otros, el Pastor Stephen Broden principalmente en base a las enseñanzas de San Pablo. El deber primero es la salvación de la propia alma. Por esto es que Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica apunta respecto al amor al prójimo que “por lo que se ve que el amor del hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a otro. Pero el modelo es mejor que lo moldeado. Luego el hombre por caridad debe amarse más a si mismo que al prójimo” (2da. 2da, q.xxvi, art.iii). Por otra parte, quien se odia a si mismo es incapaz de amar a otro puesto que el amor proporciona satisfacción personal.

También en mi caso, destaco al margen que los alimentos intelectuales de mayor calado los recibí en estudios fuera de la Facultad de la Universidad Católica Argentina por parte de judíos de origen o practicantes (“nuestros hermanos mayores” para recurrir a una expresión de Juan Pablo II) tales como Ludwig von Mises, Israel M. Kirzner, Murray N. Rothbard, Milton Friedman y Friedrich A. Hayek, lo cual, de más está decir, no significa que la religión tenga algo que ver con la ciencia, son dos planos independientes y, por otro lado, la religión debe estar absolutamente separada del poder político según indica el sabio principio jeffersoniano que se ilustra en la “doctrina de la muralla”.

En muchos lugares se hace una parodia bastante patética de la democracia ya que las mayorías arrasan sin la menor consideración por los derechos de las minorías contrariando las bases elementales del sistema a que tanto aluden maestros como Giovanni Sartori, por ejemplo, en su obra en dos tomos titulada Teoría de la democracia. Igual que antes Hitler y ahora los Chávez del momento, los votos con la pretensión del poder ilimitado no se condicen con la democracia sino con los demagogos de la kleptocracia, es decir, el gobierno de ladrones de propiedades a través de impuestos expropiatorios y deudas insostenibles, ladrones de libertades y ladrones de vidas que se destruyen debido a los reiterados arrebatos estatales, por lo que las funciones gubernamentales de “proteger la vida, la propiedad y la libertad” se convierten en completas quimeras.  

Es indispensable revisar los fundamentos de una sociedad abierta y entender la compatibilidad con la libertad y la responsabilidad individual presente en las religiones más difundidas en nuestro planeta, si es que deseamos el progreso de los más débiles lo cual solo puede lograrse en un marco de  estricto respeto recíproco como eje central de la cooperación social y la conducta digna.

Este artículo fue publicado originalmente en el Diario de América (EE.UU.) el 22 de julio de 2010.

Desde que Hugo Chávez prometió cerrar Globovisión el año pasado —el último canal independiente que queda en Venezuela— solo ha sido cuestión de cuándo y cómo intentaría cumplir con su promesa. Un dictador no puede tolerar una prensa libre y la cobertura crítica e independiente de Globovisión desde hace mucho tiempo ha sido una espina en el costado de Chávez.

Sin embargo, cerrar Globovisión constituiría una medida brusca que sería condenada a nivel internacional y le hubiese dificultado la vida a aquellos líderes internacionales que todavía dicen que Venezuela es una democracia, entre ellos el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, y el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza. Aún así, Chávez no podía permitir tener un canal de televisión independiente en Venezuela en el contexto de una marcada caída de su popularidad en las encuestas, un creciente descontento social y una importante elección en septiembre que determinará la composición de la nueva Asamblea Nacional y que podría conducir a que su partido pierda el control sobre esta.

Es por esto que Chávez ha iniciado una estrategia de toma de Globovisión, la cual se volvió evidente ayer con su anuncio de que el gobierno venezolano confiscará casi la mitad de las acciones de Globovisión y nombrará representantes en la Junta Directiva del canal. Su plan consiste en confiscar las acciones de un banco cuyo dueño también es un propietario parcial de Globovisión, así como en tomar el control de las acciones de un accionista del canal que murió recientemente. Esto le daría al gobierno 45,8% de las acciones del canal. Esta medida ha sido calificada como “legalmente absurda” por Guillermo Zuloaga, presidente de Globovisión, quien se escapó de Venezuela el mes pasado luego de que una corte controlada por el gobierno emitió una orden de captura para él y su hijo por “acaparamiento de carros”.

Chávez también anunció que elegiría a Mario Silva, el Goebbels de Venezuela, como representante en la Junta Directiva de Globovisión. Esto también sería totalmente ilegal.

Si Chávez continúa con su plan de tomar una participación minoritaria en Globovisión, a pesar de la naturaleza burdamente ilegal de su estrategia, el caso probablemente terminará en las cortes, las cuales son controladas por el régimen. También es fácil prever que tarde o temprano Chávez intentará tomar control de las acciones de Zuloaga en el canal, afirmando que es un “fugitivo de la justicia”. Cuando eso pase, Globovisión estará completamente en manos del gobierno y el último canal independiente en Venezuela dejará de existir.

Mi amigo y colega Juan Ramón Rallo escribió una réplica el día de hoy a un artículo que publicara el 15 de julio proponiendo a los países miembros de la zona euro, abandonar el monopolio de la moneda en manos del Banco Central Europeo y recuperar las monedas nacionales en competencia, esto es eliminando el curso forzoso.

La réplica no sorprende si uno considera los riesgos de la implementación de mi propuesta —en línea con la de Richard Ebeling— según describiera al final de mi artículo. Mi objetivo aquí, sin embargo, es dar respuesta a los argumentos expuestos y citar la posición de Hayek al respecto.

En el primer párrafo del artículo Rallo explica que socialistas, economistas de Chicago y economistas bien intencionados liberales han alzado voces en contra de la moneda única europea. Vincular mi propuesta con la de los socialistas, algunos economistas de Chicago o incluso la de Paul Krugman, quien ha pedido en los últimos días abandonar el euro para poder devaluar, pienso que puede confundir a un lector distraído. Las propuestas difieren porque los argumentos difieren. Meter todo en una misma bolsa es tan equívoco como suponer que la Banca Simons y la propuesta de Jesús Huerta de Soto en defensa de un coeficiente de caja del 100 por cien, son iguales. Con esto quiero dejar claro que —al igual que Rallo— me opongo a los argumentos expuestos por otros teóricos que critican al euro.

En un segundo paso, tras resumir mis argumentos contra el euro, Rallo señala los motivos por los cuales él ha defendido moderadamente este monopolio. Su argumento central es que el euro se asemeja al Patrón Oro, quizás deslizando que tal sistema sería su ideal. Mi contra-argumento es que el sistema de competencia de monedas nacionales —con eliminación de curso forzoso— se asemeja más a un sistema de banca libre en donde cada individuo puede elegir entre una cantidad de monedas diferentes. Demás está decir que el sistema que Hayek tenía en mente con “la desnacionalización del dinero” (1973) era además abrir la posibilidad de emisión privada de dinero, lo cual habría representado un límite mayor a las políticas inflacionistas de los bancos centrales europeos.

Pero quisiera detenerme aquí un momento porque esto constituye quizás el punto central del debate. La experiencia de España, previa a su ingreso a la zona euro no ha sido buena. El Banco Central de España ha manipulado la moneda, condenado a España a continuas devaluaciones, a una política inflacionaria y al predominio de altas tasas de interés que impedían el desarrollo de inversiones que hiciera posible un continuo y genuino crecimiento económico. El Banco Central Europeo cambió este estado de cosas. Con el euro España emprendió un crecimiento económico sin precedentes, se terminó la inflación y la devaluación, y los tipos de interés convergieron hacia abajo, hacia el promedio europeo o incluso menor.

Si dichos tipos de interés se redujeron a valores históricos por tanto tiempo, esto obedece sin embargo a la política monetaria practicada por el Banco Central Europeo, algo que dejó a España sumergida en la peor burbuja inmobiliaria de su historia, con un desempleo del orden del 20 por ciento, lo cual ha condenado al país en una situación que sufrirá por varios años más.

Desde luego, España cuenta hoy con un PIB per cápita que la coloca entre los países desarrollados, pero eso obedece —a mi juicio— a cuestiones diferentes, esto es, a la política de integración y apertura económica que emprendió bastante antes de integrarse a la zona euro.

Vale también aclarar que este debate no se debe circunscribir a comparar la situación de los miembros de la Unión Europea previa y post-euro. La propuesta señalada en mí artículo no propone volver a la situación previa al ingreso a la zona euro. No se trata simplemente de recuperar las monedas nacionales. Se trata además de que los países miembros recuperen las monedas locales y permitan a los individuos demandar y establecer contratos denominados en las otras monedas europeas, algo que entiendo no ocurrió en la etapa previa al euro.

Rallo se adelanta también a otro argumento central. Hoy toda Europa está condenada a la crisis económica cuya causa encontramos en el Banco Central Europeo. En un sistema de competencia de monedas nacionales tal cosa no hubiera ocurrido ya que algunos bancos centrales prudentes habrían esquivado tales consecuencias. El contra-argumento de Rallo es que tal cosa es sólo aparente, porque un banco central aislado no habría podido escapar a la expansión del crédito concertada por los otros bancos centrales. En otras palabras, Rallo afirma que aun con monedas nacionales competitivas, los miembros de la Unión Europea no habrían podido evitar la burbuja inmobiliaria.

Este es —a mi juicio— posiblemente el argumento más débil de la réplica. ¿Acaso hay alguna experiencia europea en la que todos los países hayan caído en una crisis económica generalizada causada por la política crediticia concertada por todos los bancos centrales? No soy experto en historia económica europea, pero me temo que no.

Siguiendo el debate, pienso que el paso siguiente deberá consistir en estudiar las causas de la burbuja inmobiliaria, lo cual —a mi modo de ver— nos llevará necesariamente a estudiar la política crediticia del Banco Central Europeo.

Por lo demás, no comprendo el paralelismo que Rallo hace entre competencia de monedas y competencia arancelaria, pero coincido en que una apertura económica que integre a la Unión Europea con el mundo y no sólo con sus países miembros, será ventajosa en todo sentido.

Respecto a la disciplina fiscal, es cierto que algunos miembros incumplieron Maastricht. Pero aseverar que sin el euro, no habría tal disciplina, me parece un exceso. En todo caso, no veo una clara, o más bien, necesaria relación entre la existencia del euro y la disciplina fiscal.

Cierro con el punto que señala Rallo como “el germen del desacuerdo”, esto es, que un número mayor de monedas nacionales en reemplazo del euro, “no abre el mercado a la competencia, simplemente incrementa el número de gobiernos con capacidad para extorsionar a la población a través del manejo de su propia divisa”.

Si bien estoy de acuerdo que la administración de las distintas monedas nacionales no abre el mercado en el sentido austríaco del término, no veo cómo esto se ha convertido en “el germen del desacuerdo”. Entiendo que el debate se circunscribe a cuál es el “segundo mejor” que Europa debe aplicar para evitar que la crisis económica actual se repita en el futuro. De un lado tenemos el euro, monopolizado por el Banco Central Europeo. Del otro lado tenemos las monedas nacionales, administradas por distintas autoridades monetarias. En ninguno de los dos casos alcanzamos la competencia de monedas que Hayek propuso en 1973. Pero entiendo que en la competencia de monedas nacionales, eliminado el curso forzoso que impide hoy que los europeos hagan contratos denominados en cualquiera de esas monedas, se acerca un poco más al ideal en cuestión.

En palabras del mismo Hayek (1973):

 “Mi propuesta concreta para el futuro próximo, y la oportunidad de examinar un plan mucho más amplio, consisten en que los países del Mercado Común, preferiblemente juntos con los países neutrales de Europa (y es posible que más tarde los de Norteamérica), se comprometan mediante un tratado formal a no obstaculizar en manera alguna el libre comercio dentro de sus territorios de las monedas de cada país (incluidas las monedas de oro) o el libre ejercicio, por instituciones legalmente establecidas en cualquier de los aludidos territorios, de la actividad bancaria sin trabas. Tal supuesto conduciría en primer término a la supresión de todo tipo de control de cambios y de regulación del movimiento de dinero en estos países y también a la plena libertad de utilizar cualquiera de esas monedas tanto en la contratación como en la contabilidad. Aún más, significaría la oportunidad para cualquier banco radicado en tales países de abrir sucursales en cualquier otro en iguales condiciones que los ya existentes. […] Lo anterior me parece preferible y más práctico que el proyecto de introducir una nueva moneda europea, que en última instancia sólo tendría como efecto afirmar la fuente y raíz de todos los males monetarios: el monopolio gubernamental de emisión y control de la moneda. […] Aunque comparto el deseo de completar la unificación económica de Europa occidental liberalizando por completo la circulación del dinero en su interior, tengo mis dudas sobre la utilidad de hacerlo con la creación de una nueva moneda europea gobernada por una especie de autoridad supranacional. Aparte de que […] es inevitable que algún país vea empeorada (y no mejorada) su propia moneda, no parece tampoco probable que, incluso en las circunstancias más favorables, su administración fuera mejor que la de las actuales monedas nacionales. Además, en muchos sentidos, una única moneda internacional, si no está mejor administrada, es peor que una moneda nacional. Un país con un público financieramente más refinado no tendría ni siquiera la posibilidad de escapar a las consecuencias de los prejuicios que dominan las decisiones de otros. La existencia de una autoridad internacional implicaría fundamentalmente la ventaja de proteger a sus miembros de las dañosas medidas que cualquiera de ellos pudiera introducir sin obligarle a participar con sus locuras”.

Resumiendo, Hayek anticipó el fracaso del euro y pienso que —como seguidores de sus ideas— debemos ser radicales y categóricos en nuestra oposición al Banco Central Europeo.

Bibliografía:

Ebeling, Richard (2010), "Competitive Currencies Instead of the Euro Monopoly", Northwood University.

Hayek, Friedrich A. von (1973), "Denationalization of money. An analysis of the theory and practice of current currencies", The Institute of Economic Affairs, 1990.

Rallo, Juan Ramón (2010), "Una defensa moderada del euro", Cato Institute, 20 de julio de 2010.

Ravier, Adrián (2010), "¿Abandonar el euro?", Cato Institute, 15 de julio de 2010.

Ravier, Adrián (2010), "La burbuja inmobiliaria de España", GPS Económico, No. 1, marzo de 2010.

El tema de la semana en Costa Rica ha sido la autorización que el jueves pasado otorgó la Asamblea Legislativa para que 46 naves artilladas estadounidenses entren a aguas nacionales en los próximos 6 meses como parte (supuestamente) del convenio de patrullaje conjunto con el Servicio de Guardacostas de Estados Unidos. La polémica no tardó en estallar. Por un lado, varios sectores anuncian la ocupación del territorio nacional por parte de la potencia del Norte. La palabra "invasión" ha sido utilizada irresponsablemente. Por el otro lado, hay gente que argumenta que dicho apoyo es necesario y hasta crítico para combatir un flagelo --el narcotráfico-- que se ha convertido en el principal problema de seguridad nacional. A mi parecer, ninguno de los bandos lleva la razón.

Analicemos lo que sabemos:

1.- La autorización se da en el marco del Convenio de Patrullaje Conjunto aprobado por la Asamblea Legislativa en 1999 y que permite la navegación de embarcaciones del Servicio de Guardacostas estadounidense junto con autoridades nacionales con el fin de interceptar cargamentos de droga provenientes de Sudamérica con destino a Estados Unidos. Queda claro también que, si bien el número de embarcaciones recién autorizadas es similar al de años anteriores, su naturaleza es diferente a las que hasta ahora habían entrado a aguas nacionales dentro del marco de este convenio. Las naves recién autorizadas son de la Marina de Estados Unidos, y su naturaleza es eminentemente bélica.

2.- También sabemos que no todas las naves entrarán en aguas nacionales costarricenses al mismo tiempo, o que incluso vengan todas. Sin embargo el permiso es claro en cuanto a su naturaleza de "atraque y permanencia en puerto y desembarque de las tripulaciones de las embarcaciones". También la nota oficial de la Embajada estadounidense especifica que dicho personal "podrá disfrutar de libertad de movimiento y derecho de realizar las actividades que considere necesarias en el desempeño de su misión, lo cual incluye portar su uniforme mientras se encuentra ejerciendo sus funciones oficiales" [págs 33 y 42 de Acta Legislativa N° 39]. Por lo tanto, es mentira que tropas estadounidenses patrullarán las calles nacionales, pero tampoco es cierto que su presencia será imperceptible puesto que en los puertos de desembarqué sí se verán oficiales uniformados de Estados Unidos, los cuales estarán probablemente disfrutando de unos días de ocio en tierra firme mientras las naves cargan combustible y provisiones. Nada del otro mundo.

3.- El gobierno de Laura Chinchilla afirma que, si bien las naves artilladas son de la Marina de Estados Unidos, entrarán bajo el mando del Servicio de Guardacostas. Sin embargo mi colega Chris Preble, experto en el tema, director de Estudios de Política Exterior en el Cato Institute, y veterano de la Guerra del Golfo habiendo servido a bordo del USS Ticonderoga (CG-47), dice que eso es absurdo. Si bien tal vez alguien del Servicio de Guardacostas podría abordar las embarcaciones y permanecer en éstas durante su tránsito por aguas nacionales, las naves en todo momento serán de la Marina de Estados Unidos y permanecerán bajo el comando de ésta. Por lo tanto, se puede argumentar que su entrada a aguas nacionales contraviene la naturaleza del convenio de patrullaje conjunto de 1999. Se puede autorizar su entrada al país, pero de otra manera (una autorización a la vez por cada nave), y no dentro de un convenio que no corresponde a esta situación.

4.- La solicitud de autorización indica que dichos buques de la Marina de Estados Unidos vendrán en apoyo del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos para desarrollar operaciones antinarcóticos en aguas nacionales. Aquí es donde la situación se vuelve turbia. "Uno no persigue narcotraficantes con portaaviones", me dijo Preble esta mañana. La naturaleza de las embarcaciones no es propia para esta lucha. Según Preble, el paso y la llegada de estas naves más suena a una simple misión abastecimiento que a otra cosa. "No es nada para armar un escándalo al respecto", dice.

5.- También Preble indica que en el mejor de los casos puede ser que se trate de un efecto disuasivo para los narcotraficantes que utilizan las aguas nacionales para transportar droga, en cuyo caso podría decirse generosamente que su misión cabe dentro del marco del convenio. Sin embargo las consecuencias no deseadas podrían ser bastante perjudiciales para la seguridad del país.

No hay nada más versátil y adaptable que el narcotráfico. El efecto "globo de aire" ha sido documentado una y otra vez: cuando las autoridades aprietan en algún lugar, los narcotraficantes simplemente se mueven a otro. De tal forma, vemos cómo el área sembrada de coca en Colombia ha caído en los últimos años, pero ha aumentado en Perú. ¿Resultado? En el 2007, último año con datos disponibles, el precio de minorista de la cocaína en las calles de Estados Unidos era el más bajo jamás registrado, y casi un 22% infrerior al de 1999 cuando se lanzó el Plan Colombia. Esto quiere decir que la oferta de la droga iba en aumento a pesar de los esfuerzos de las autoridades. De igual forma hemos visto cómo los narcotraficantes encuentran fácilmente rutas alternativas para el transporte de la droga. En los ochenta era el Caribe (¿se acuerdan de Miami Vice?) pero esfuerzos de patrullaje en dicha área hizo que los carteles se movieran a Centroamérica y México. Hemos visto que el actual convenio de patrullaje con el Servicio de Guardacostas de Estados Unidos no ha logrado contener el flujo de estuperfacientes, a pesar de uno que otro decomiso acá y alla. Nunca antes el país se ha sentido tan amenzadado por la presencia de los carteles. De tener éxito el efecto disuasivo de la presencia de embarcaciones de la Marina de Estados Unidos en aguas nacionales, muy probablemente los carteles fortalecerán su tráfico por tierra, poniendo más presión en la frontera con Panamá. ¿Qué haremos entonces?

Lo cual nos lleva a un tema recurrente: La guerra contra las drogas es un fracaso, y la estrategia de escalar la lucha contra el narcotráfico solo generará más violencia. Un informe reciente del International Centre for Science in Drug Policy de Canadá encontró que la estrategia de intensificar la lucha contra el narcotráfico resultaba en un aumento de la violencia relacionada con las drogas. Tan solo veamos lo que ocurre en México. Si los narcotraficantes en verdad se concentran en mover sus cargamentos por tierra, Costa Rica no está en capacidad de enfrentarlos. Su fuerza es demasiado poderosa, y la cantidad de dinero que mueven es espectacular.

¿Qué hacer entonces? Es claro que Costa Rica por sí sola no puede desafiar en la práctica la Guerra contra las Drogas ni la estrategia prohibicionista de Washington, pero sí puede denunciarla en foros internacionales como la ONU y la OEA. En el terreno del cumplimiento de la ley, tenemos que tener claro que los esfuerzos por recrudecer la lucha contra el narcotráfico generará más violencia y corrupción. ¿Queremos eso? Es una discusión nacional que debemos tener. ¿Qué tanta sangre y tesoro nacional estamos dispuestos a comprometer para evitar que los estadounidenses consuman drogas?

En resumen, no es cierto que las naves de la Marina estadounidense vendrán a Costa Rica en una misión de combate contra el narcotráfico. Lo que se aprobó es simplemente una autorización para que atraquen en nuestros puertos con fines de abastecimiento. En dicho caso, no se debió aprobar su ingreso en un solo paquete dentro de un convenio de patrullaje conjunto que no corresponde. La discusión radica en es si queremos que buques de guerra estadounidenses se abastezcan en nuestros puertos, algo que ocurre con naves artilladas de otras banderas de vez en cuando. Finalmente, tenemos que tener claro que si algún efecto tendrá esta presencia bélica estadounidense en nuestras costas podría ser la de disuadir a los carteles a mover aún más sus rutas de tránsito del mar a tierra, poniéndo presión en nuestras fronteras y en nuestros cuerpos policiales que, en lo absoluto, están preparados para esta lucha.

La guerra contra las drogas es un fracaso. Despertemos ante dicha realidad.

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