Es cierto que el pensamiento liberal reconoce el profundo valor que tienen los empresarios y emprendedores para el desarrollo económico. Esto de ninguna manera quiere decir que los liberales idealicemos al sector empresarial. Como ejemplo, cito a Adam Smith, quien en La riqueza de las naciones (libro I cap. XI, conclusiones) escribió lo siguiente: “Ampliar el mercado y limitar la competencia está en el interés de los comerciantes. Ampliar el mercado es frecuentemente conveniente al interés público; pero limitar la competencia siempre va en contra, y solo sirve para permitir a los comerciantes incrementar sus ganancias por encima de lo que naturalmente serían, a costa del resto de sus conciudadanos. La propuesta de cualquier ley o regulación comercial que venga de esta casta, siempre debe ser escuchada con la mayor precaución, y nunca ser adoptada hasta que se haya examinado largamente y con el mayor escrúpulo y cuidado. Esta proviene de una clase de personas cuyo interés nunca es exactamente igual al del público y que en general tiene un interés de engañar y oprimir al público”.
Ludwig von Mises, otro renombrado liberal en su libro Liberalismo escribió: “La argumentación con la que la demagogia antiliberal llega a adosar todas las distorsiones y las consecuencias negativas típicas de la política antiliberal precisamente al liberalismo y al capitalismo, es la siguiente: empieza afirmando que los principios liberales tienen como objetivo favorecer los intereses capitalistas y de los empresarios contra los intereses de los demás estratos sociales, de suerte que el liberalismo estaría a favor de los ricos contra los pobres; luego observa que muchos empresarios y capitalistas, sobre la base de ciertas premisas, se baten a favor de los aranceles protectores y otros a su vez incluso a favor de los armamentos —y ahí los tenemos, listos para declarar que todo esto es política capitalista—. La realidad es totalmente diferente. El liberalismo no es una política que fomente los intereses de esta o aquella clase social, sino una política a favor de los intereses de la colectividad. No es pues, que los empresarios y capitalistas tengan particular interés en preferir el liberalismo. Su interés en preferir el liberalismo es idéntico al de cualquier otro individuo. Es posible que el interés particular de algunos empresarios o capitalistas coincida con el programa del liberalismo en algún caso particular, pero los intereses particulares de otros empresarios o capitalistas se le oponen siempre”.