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Archivo por Marzo 2013

Nunca deja de sorprender el bajo nivel de “debate” político en que incurre el gobierno venezolano y sus aliados. A un par de semanas de elecciones presidenciales la propaganda oficial ha intensificado, como era de esperar. En el Cato Institute, nos acabamos de enterar de un caso que nos concierne a nosotros.

Esta semana, un diputado nacional y ex-dirigente del movimiento estudiantil del año 2009, Ricardo Sánchez, anuncio que retiraba su apoyo al candidato presidencial de la oposición en un aparente giro a las filas del chavismo. Cuando Yon Goicoechea, ex-líder del movimiento estudiantil, lamento el hecho que Sánchez se presentó a la juramentación de Maduro como presidente, Sánchez le respondió por Twitter: “Es una lástima que tu hayas recibido un cheque de US$ 500.000 de la ChevronTexaco y FedEx en nombre de los estudiantes”. Goicoechea respondió “yo recibí un premio, tú un soborno. He ahí la diferencia”. De allí, se desató un intercambio por Twitter entre los dos, básicamente repitiendo las acusaciones.

Los $500,000 mencionados son en realidad una referencia al Premio Milton Friedman por la Libertad que otorga el Cato Institute cada dos años y que lo ganó Goicoechea en el 2008. Dado que Sánchez ahora está propagando información falsa al respecto, muy parecida a la que el gobierno venezolano difundió en 2008 (y fue entonces desmentida), vale la pena volver a aclarar los hechos.

Tal como lo describe el Instituto, “El Premio Milton Friedman por la Libertad, nombrado en honor de uno de los Grandes Paladines de la Libertad del siglo veinte, es presentado cada dos años a un individuo que haya realizado una contribución significativa al avance de la libertad humana”. Los ganadores de tal premio en el pasado han incluido pensadores y líderes distinguidos a nivel internacional incluyendo a el economista británico experto en desarrollo Peter Bauer; el economista peruano Hernando de Soto; el ex-Primer Ministro estoniano Mart Laar; el escritor y periodista iraní Akbar Ganji; y el intelectual y activista chino Mao Yushi.

En 2008, se otorgó el premio a Yon Goicoechea por su papel clave como líder del movimiento estudiantil en derrotar “la reforma constitucional que le habría otorgado al presidente Hugo Chávez amplios poderes dictatoriales” y reconoció “su compromiso por una Venezuela moderna”.

El Instituto Cato, que otorga el premio, es un centro de investigación independiente y sin fines de lucro que no acepta dinero de ningún gobierno o partido político. El prestigio y la integridad del premio son reconocidos a nivel global y el galardón goza del apoyo de destacadas personalidades internacionales como son los miembros del comité que seleccionan al ganador del premio. El premio Nobel en literatura, Mario Vargas Llosa, por ejemplo, asistió la ceremonia en que se galardonó a Goicoechea y grabó palabras de apoyo al recipiente.

Es así que las declaraciones de Sánchez acerca del premio son risibles y ridículas, así como los eran en 2008 cuando el gobierno estrenó tales acusaciones. Son simplemente falsas. Y respecto a dinero de Chevron o Texaco, ni en el 2008 ni ahora ha recibido Cato financiamiento de tales empresas.

Los venezolanos son capaces de usar su propio buen criterio a la hora de formar su opinión respecto a la actitud de Sánchez y de Goicoechea. El propósito de esta nota es únicamente para desmentir la propaganda actual e informar mejor a los ciudadanos venezolanos.

En una visita a Chile la semana pasada invitado por la Fundación para el Progreso, tuve la oportunidad de conversar con el Diario Financiero sobre el récord del presidente Sebastián Piñera, quien entra a su último año en el Palacio de La Moneda. La entrevista salió publicada aquí.

A pesar de un sólido ritmo de crecimiento económico, muy baja inflación y desempleo a un nivel históricamente bajo, el presidente Piñera es altamente impopular. Lamentablemente, como explico en la entrevista, su obsesión por ser querido por la gente lo ha llevado a tomar posiciones y proponer políticas económicas y sociales que no son propias de un gobierno de centro-derecha.

En particular, no me preocupa tanto el impacto macroeconómico de las que sin duda son políticas clientelistas y asistencialistas de Piñera. Sí, el llamado “bono marzo” (la entrega de un bono único por aproximadamente $85 a cada familia de bajos recursos porque marzo es un mes donde “hay muchos gastos”) se comerá un 25% de lo recaudado en el último paquete tributario, el cual supuestamente era necesario para financiar la reforma educativa del gobierno. O el aumento del salario mínimo al equivalente de $423 probablemente tenga un efecto negativo marginal sobre el desempleo juvenil, que no ha disminuido tanto como el desempleo general.

Mi mayor preocupación es el impacto que este clientelismo tendrá en la discusión política chilena en el mediano plazo. El presidente Piñera ha querido robarle el flanco izquierdo a la Concertación en políticas sociales, con el único resultado que la Concertación se ha movido más a la izquierda en estos temas. En lugar de aplaudirle el bono marzo, ha pedido que sea más grande y cubra más familias. En lugar de apoyar el aumento del salario mínimo, ha dicho que debe ser significativamente mayor. Cuando Piñera aumentó (innecesariamente diría yo) de manera temporal los impuestos a las empresas para financiar la reconstrucción del terremoto y tsunami del 2010, la Concertación pidió que el aumento fuera permanente. Cuando Piñera propuso hacerlo permanente, la centro-izquierda pidió tasas impositivas mayores. Es un juego de gato y ratón donde el asistencialismo y el populismo siempre ganan.

Parte del temor que palpé por parte de mis amigos en la centro-derecha chilena sobre el regreso de Michelle Bachelet y su muy probable triunfo en las próximas elecciones presidenciales es que esta será una Bachelet más tirada a la izquierda que la que gobernó en el 2006-2010. Creo que eso es, en parte, responsabilidad de Sebastián Piñera. Me es difícil no hacer paralelos con lo ocurrido en EE.UU. bajo la administración de George W. Bush, quien llegó al poder con un discurso de “compassionate conservatism” que en realidad se tradujo en “big government conservatism”. Bush intentó robarle el flanco izquierdo al Partido Demócrata en temas como la educación y el gasto gubernamental, con el único resultado que movió a los demócratas más a la izquierda. Hoy, el Partido Demócrata de Barack Obama es mucho más populista que el de Bill Clinton.

Esto no quiere decir que todo sea negativo en la adminitración Piñera. En la versión impresa de la entrevista (que no está disponible en la electrónica), destaco tres grandes iniciativas del gobierno que me parecen extraordinarias:

  • El impulso a la Alianza el Pacífico: Esta unión comercial y económica entre México, Perú, Colombia y Chile, países que, en mayor o menor medida, han apostado a ser democracias con economías de mercado, en contraposición con la creciente autarquía y autoritarismo de los países del ALBA. La Alianza del Pacífico es el futuro de América Latina, y en buena hora países como Panamá y Costa Rica también están interesados en unirse cuanto antes.
  • Abolir todos los aranceles para el 2015: Chile se convertirá en el único país del cual tengo conocimiento en abolir todos los impuestos a sus importaciones. Ya el arancel promedio chileno es bastante bajo, así que el impacto económico será poco. Sin embargo el simbolismo de un país que declara apertura unilateral absoluta al comercio internacional es poderoso y constituye un ejemplo para todo el mundo.
  • Implementar la regla de que para abrir un negocio solo se requiera un día de trámites: En América Latina nos hemos hecho expertos en ponernos la soga al cuello en regulaciones y trabas al emprendimiento. En promedio se requiere de 56 días para poder abrir un negocio en la región —el más alto del mundo. Siguiendo el ejemplo de Nueva Zelanda, la administración Piñera ha impulsado legislación para que abrir un negocio tome únicamente un día. Otro ejemplo a seguir en la región.

Finalmente, quiero aclarar un punto de la entrevista que se presta para malentendidos. Cuando afirmo que no hay un debate en la centro-derecha chilena sobre la necesidad de una defensa abierta y sin complejos de los principios de libre mercado, me refiero exclusivamente a nivel político. A nivel intelectual hay un vibrante debate al respecto, que empezó con fuerza en el 2009 con el libro La fatal ignorancia de mi amigo Axel Kaiser, ahora director ejecutivo de la Fundación para el Progreso y que solo en los últimos meses ha visto la publicación de tres libros como El regreso del modelo de Luis Larraín, director ejecutivo de Libertad y Desarrollo, Con la fuerza de la libertad del ex senador de la UDI Jovino Novoa, y Gobernar con principios de Pablo Ortuzar y Francisco Javier Urbina.

Sí hay una fuerte crítica desde la centro-derecha chilena a lo que ha sido la debilidad de Sebastián Piñera por el populismo y el aplauso fácil. Mi preocupación es que esa firmeza intelectual parece no verse reflejada en los partidos políticos, especialmente en los dos aspirantes presidenciales de la centro-derecha.

Piñera llegó al poder diciendo que “solo con principios no se ganan elecciones”. Lamentablemente esa máxima también la aplicó a la hora de gobernar. Se han hecho cosas muy buenas. Pero la adopción de políticas populistas y la claudicación del relato político a la izquierda podrían tener consecuencias negativas que no se medirán en cifras macroeconómicas, sino en cómo podrían haber movido el péndulo de la discusión política lejos de las ideas liberales que han hecho de Chile el país más desarrollado de América Latina.

ACTUALIZACIÓN: Me ha informado mi amigo Pedro Larach de Chile que la propuesta del presidente Piñera de abolir todos los aranceles para el 2015 fue desechada como parte de las negociaciones con la Concertación para alcanzar una reforma tributaria. Este editorial de El Mercurio explica dicha situación así como el impacto negativo que el alza en los impuestos a las empresas tendría en las PYMES chilenas.

La libertad de disentir

Publicado por Cristina Lopez

¡Qué fuerza más poderosa es la del disenso! Despierta argumentos, abre mentalidades o refuerza las opiniones propias y lo más importante: sirve en innumerables casos para mantenerle cortas las riendas del poder a los gobernantes de turno.

La libertad para disentir y contra-argumentar, tan saludable para las democracias y tan habitual para muchas sociedades, es en Cuba un pájaro tan exótico y tan extinto como el legendario dodo. Por décadas, quienes para llegar al poder usaron un formato tan poderoso del disenso como es la revolución, ahora lo coartan y lo impiden a toda costa, pues le temen por su capacidad para erosionar la concentración de poder.

En Cuba se ha intentado impedir las voces opositoras (no necesariamente orquestadas o armoniosas entre sí) a base de mantener un dominio monopólico de la información. Navegar la web en Cuba ha implicado acostumbrarse al odioso mensaje de “Lo sentimos, está página no está disponible en su país”. De lo anterior son también cómplices gobiernos internacionales y páginas extranjeras, que por la etiqueta de lo políticamente correcto aceptan estas condiciones de censura sin pensar en las implicaciones de dejar sedientos a miles que se encuentran deshidratados de información. Pero la necesidad, madre de toda inventiva, ha llevado a que los cubanos se ingenien para que sus mensajes pasen todo filtro informativo y es así como tirando botellas con mensajes al mar cibernético, han logrado levantar conciencia en el extranjero sobre la censura digital. Es por el optimismo y la esperanza de que alguien haría eco de estos mensajes, que diferentes voces cubanas como la de Orlando Luis Pardo o Yoani Sánchez han encontrado micrófonos abiertos y una audiencia global dispuesta a escucharlos, independientemente de si se concuerda o no con ellos.

No hace falta estar de acuerdo con sus mensajes o coincidir en las convicciones que se tengan sobre el rol que debe jugar un gobierno en la vida de los ciudadanos para concordar en que la falta de libertad de expresión en Cuba, más allá de una cuestión ideológica es una violación a los derechos humanos. Por eso es irónico que muchos políticos latinoamericanos simpatizantes con el régimen cubano aprovechen en sus países las tecnologías que el régimen censura y hagan uso de la libertad de expresión que se oprime en Cuba para enaltecer a los opresores y hacer campañas que buscan volver las ideas trasnochadas del régimen en políticas públicas en sus países.

¿Habría sido tan activo el difunto comandante Chávez en su cuenta de Twitter si hubiera tenido que pedir que desde el extranjero recargaran su teléfono para enviar cada tuit en formato de mensaje de texto? ¿Harían campañas tan fuertes a favor del “buen vivir” los políticos salvadoreños si en vez de hacer planeaciones estratégicas en hoteles de lujo tuvieran que limitarse a consumir lo que ordena una libreta de racionamiento? Las anteriores faltas de consistencia no dejan de ser una ironía interesante.

Publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 24 de marzo de 2013.

Hace poco más de un año Alberto Benegas Lynch (h), académico asociado del Cato Institute, escribió un artículo en el que describía la visión económica del entonces Arzobispo de Buenos Aires. Vale la pena destacar este revelador fragmento, donde se detectan en el pensamiento del nuevo Papa algunas populares confusiones en cuanto a conceptos de economía y derecho:

Dijo el Cardenal Bergoglio en la referida alocución que “La crisis económico-social y el consiguiente aumento de la pobreza tiene sus causas en políticas inspiradas en formas de neoliberalismo que consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad de las personas y de los pueblos. En este contexto, reiteramos la convicción de que la pérdida del sentido de la justicia y la falta de respeto hacia los demás se han agudizado y nos han llevado a una situación de inequidad”. Más adelante subrayó la importancia de la “justicia social”, la “igualdad de oportunidades”, el daño de las “transferencias de capitales al extranjero”, que debe exigirse la “distribución de la riqueza”, señaló los perjuicios de las desigualdades patrimoniales y la necesidad de “evitar que el empleo de recursos financieros esté moldeado por la especulación”, todo en el contexto de que la “deuda social” —que a su juicio reviste carácter eminentemente “moral”— consiste en reformar “las estructuras económicas” en el sentido antes expresado.

El resto del artículo de Benegas Lynch (h) hace un buen trabajo despejando varias de estas confusiones. Él reconoce que "No cabe duda de las buenas intenciones del Arzobispo y de su genuino interés por resolver el tema angustiante de la pobreza, lo cual es compartido por toda persona de bien. Desafortunadamente, lo que propone y los andariveles de sus razonamientos, lejos de mitigar el problema, lo agravan en grado sumo. En estas materias y en muchas otras, las intenciones más puras resultan irrelevantes, lo que importa son los resultados".

Aunque Hugo Chávez Frías, el presidente de Venezuela, fue superado por la enfermedad que le aquejaba, deja otro paciente cuya salud comenzó a deteriorarse en las últimas semanas: la moneda del país, el bolívar fuerte, que probablemente necesite pronto reanimación cardiopulmonar.

El bolívar ha ingresado en lo que pudiera catalogarse de espiral de la muerte, que se ha acelerado con las noticias sobre la defunción de Chávez.

Poco antes de su deceso, el gobierno de Chávez reconoció que el bolívar presentaba problemas y devaluó la moneda en 32%, llevando la tasa de cambio oficial a 6,30 bolívares desde 4,30 bolívares. Aun así, el bolívar continúa "sobrevaluado" en 74% frente a la tasa de cambio libre.

Desde 2005, la tasa de cambio en el mercado paralelo difiere ostensiblemente del tipo de cambio oficial.

Al asumir el hecho de que Venezuela emplea un régimen múltiple de tipo de cambio, la devaluación más bien simbólica del mes pasado demuestra que el gobierno de Chávez lleva todas las de perder con la moneda venezolana.

Efectivamente, esta ha sido la séptima vez que se devalúa la moneda desde que Chávez asumió el poder. La devaluación anterior a esta tuvo lugar en 2007, cuando la moneda de curso legal fue rebautizada como "bolívar fuerte". Digamos que fue una denominación irónica.

¿Cómo puede Venezuela aplazar una crisis y colocar su economía de nuevo sobre una sólida base monetaria? La solución es sencilla: hay que reemplazar el bolívar por el dólar estadounidense. Esta opción, conocida como "dolarización", fue la que le presenté al presidente Rafael Caldera cuando era su asesor allá por el año 1995. El modelo ha tenido bastante éxito en Ecuador, donde fui asesor para el ministro de economía y finanzas y partidario, ya para aquel entonces, de la dolarización.

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha mantenido sabiamente el dólar estadounidense como la moneda del país. El dólar ha anclado la economía ecuatoriana (y el régimen de Correa), a la vez que ha aislado a Ecuador de los males que plagan a las economías de muchos países vecinos.

Venezolanos, ¿están escuchando?

Publicado originalmente en El Universal (Venezuela) el 13 de marzo de 2013.

El récord de Chavez

Hugo Chávez está muerto. Deja un país arruinado por políticas populistas a las que él se refería como “Socialismo del Siglo XXI”. Venezuela, durante los 14 años de liderazgo de Chávez, se benefició de alrededor de $1 billón en ingresos debido a la bonanza petrolera pero tiene poco que mostrar como resultado. En cambio, el país ha seguido en gran medida el camino descrito por Rudi Dornbusch y Sebastian Edwards en su clásico de 1991, La macroeconomía del populismo en América Latina.

Una y otra vez, en distintos países, los políticos han adoptado programas económicos que dependen altamente de políticas fiscales y crediticias expansivas y de una moneda sobrevaluada para acelerar el crecimiento y redistribuir el ingreso. Al implementar estas políticas, usualmente no ha habido preocupación por los límites fiscales y de tipo de cambio. Luego de un periodo breve de crecimiento económico y recuperación, los cuellos de botella se desarrollan provocando presiones macroeconómicas insostenibles que, al final, resultan en un colapso de los salarios reales y severas dificultades en la balanza de pagos. El resultado final de estos experimentos generalmente ha sido una inflación galopante, crisis, y el colapso del sistema económico.

La economía venezolana, mantenida a flote durante la larga bonanza de productos primarios, todavía no ha colapsado. Pero se encamina hacia una crisis. Una devaluación de más de 30% este año ha llevado al tipo de cambio oficial a 6,3 bolívares por dólar. El tipo de cambio en el mercado negro —alrededor de 26 bolívares por dólar— muestra qué tan lejos le falta caer. La inflación en 2012 llegó a 20%. El gasto descontrolado, las expropiaciones, los controles de precios, la expansión monetaria, los controles de capitales y otras políticas mal concebidas también han derivado en la escasez de productos básicos, recurrentes cortes de luz, racionamiento de agua, dependencia creciente de las importaciones y de las exportaciones de petróleo, y una creciente deuda pública y déficit fiscal.

Chávez también ha centralizado el poder político conforme obtuvo el control de l as principales instituciones de la sociedad venezolana—las fuerzas armadas, las cortes, el congreso, el banco central, el consejo electoral, los medios de comunicación más importantes, etc.—y lo hizo atropellando el debido proceso y libertades civiles y políticas básicas.

La vasta expansión del poder estatal derivó en la negligencia de las funciones tradicionales del gobierno como la seguridad o la infraestructura, y a un aumento en la corrupción. El crimen durante el gobierno de Chávez se disparó. Cuando llegó al poder en 1999, el país experimentaba menos de 6.000 homicidios al año; en 2012 ese número alcanzó alrededor de 21.700. Para 2012, el ranking de Venezuela en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional cayó a 165 de 174 países. La corrupción sistemática del régimen de Chávez que Gustavo Coronel documentó en un estudio de 2006 publicado por Cato solamente empeoró durante los siguientes años.

La economía si creció durante el gobierno de Chávez y la pobreza fue reducida como sucedió en gran parte de la región, pero el crecimiento anual en Venezuela tuvo un promedio de 3,3 por ciento entre 1999 y 2011, por debajo de las tasas de crecimiento que tuvieron Chile, Perú o Colombia —todas siendo democracias de mercado que no sacrificaron libertades básicas en el intento de lograr dicho progreso.

El récord económico completo del gobierno de Chávez tomará en cuenta el declive en los salarios y el ingreso per cápita que resultará de cualquier crisis futura que sus políticas engendraron. Solamente en ese momento podrán los venezolanos determinar completamente hasta qué punto fueron irresponsablemente desperdiciados los últimos 14 años, y ojalá se aparten del modelo de desarrollo dominado por el Estado que ha afligido a la sociedad venezolana por décadas.

Entre los países de América Latina y el Caribe, Ecuador no está entre los destinos preferidos para la inversión extranjera directa (IED), tampoco lo estaba antes de tiempos revolucionarios pero en lugar de avanzar hemos retrocedido. Vale la pena colocar en perspectiva la evolución de nuestra captación de inversión extranjera directa en relación a la región y, particularmente, en relación a unos cuantos países con condiciones similares a las nuestras pero con políticas públicas muy distintas. Es importante analizar esto dado que en economías pequeñas y en desarrollo como la ecuatoriana, la IED puede jugar un papel muy importante.

Ecuador ha captado menos ingresos netos de IED durante los últimos cinco años que en los cinco años previos a la “revolución”, y no solo en términos absolutos. Entre 2002 y 2006 América Latina y el Caribe recibió $357.589 millones en ingresos netos de IED (dólares corrientes). De esa cantidad, Ecuador captó apenas $3.256 millones o el 0,9%. Entre 2007 y 2011 la región recibió $733.267 millones en ingresos netos de IED. Una verdadera bonanza. De esta cantidad, lamentablemente captamos incluso una porción más pequeña que en el quinquenio anterior: 0,3% ($2.247 millones). Mientras nosotros captábamos cada vez una porción menor de la IED neta que ingresaba a la región países como Chile (de 7,9% a 10%) y Perú (de 3,1% a 4,8%) vieron su porción crecer, Colombia cayó ligeramente aunque se mantiene captando 6,3%. Por supuesto podríamos haber sufrido una peor caída, como la que sufrió Venezuela pasando del 2% a 0,8%.

El ingreso neto de IED también ha caído si consideramos la relación de estos flujos con el producto interno bruto. Ecuador tuvo un ingreso neto de IED equivalente a 2,18% del PIB entre 2002 y 2006 mientras que la misma relación para el periodo 2007-2011 cayó a 0,82% del PIB. En este aspecto han mejorado notablemente Chile (de 5,3% a 7,4%) y Perú (de 3,1% a 5,2%), Colombia ligeramente (de 3,5% a 3,6%).

Cuando se trata de captación de inversión extranjera, la competencia importante es con otros países. Pero como al gobierno de la “Revolución Ciudadana” le gusta compararse con gobiernos anteriores, vale la pena mencionar aquí que entre 2007 y 2011 el ingreso neto de IED experimentó una caída en términos absolutos de 30% (2002-2006: $3.256,5 millones; 2007-2011: $2.247,9 millones).

Imaginemos que el ingreso neto de IED fue recibido en partes iguales por cada ciudadano. Entre 2002 y 2006 cada ecuatoriano recibía en promedio $49 al año, entre 2007 y 2011 esa cantidad bajó a $21. Mientras cada chileno pasó de recibir en promedio $354 a $863 por año, cada colombiano de captar un promedio $110 a $205 y cada peruano de un promedio de $81 a $246.

Las cifras anteriores nos ilustran los cuantiosos recursos que podrían haber sido utilizados por el sector privado para impulsar en un mayor grado el crecimiento económico y aumentos en la productividad. Este crecimiento económico, basado en la inversión privada antes que en la inversión pública, no nos hubiese dejado en la vulnerable posición actual de depender de un nivel alto del gasto público y del precio del petróleo, que no es sostenible.

Referencia

Todas las cifras son tomadas de la base de datos World Development Indicators del Banco Mundial.

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