Ayer entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio entre EE.UU. y Panamá. EE.UU. cuenta ahora con acuerdos de libre comercio con Canadá y once países latinoamericanos que van desde México hasta Chile. Mi colega Bill Watson tiene una visión menos entusiasta del TLC con Panamá aquí.
La semana pasada, durante el tercer debate presidencial, Mitt Romney habló sobre cómo EE.UU. no ha aprovechado por completo las oportunidades comerciales con América Latina. Algunos expertos, como Ted Piccone del Brookings Institution, señalaron rápidamente que el llamado de Romney a expandir el comercio con América Latina no es muy realista considerando que Washington ya tiene tratados de libre comercio con todos los países latinoamericanos que desean un acuerdo comercial con EE.UU., mientras que aquellos que no tienen un TLC con EE.UU., como Brasil y Argentina, no están interesados en uno. Sin embargo, eso no significa que no haya espacio para promover una agenda comercial significativa en el hemisferio.
Como podemos ver en el cuadro de abajo, los países de las Américas con los que Washington tiene un TLC también tienen acuerdos similares entre ellos. Hay algunos eslabones que faltan por aquí y allá, pero en general, estos países ya han creado una versión fragmentada de un área de libre comercio de las Américas. Un problema con esto es lo que Jagdish Bhagwati ha denominado el “efecto del tazón de spaghetti”, ya que todos estos tratados de libre comercio cuentan con reglas de origen distintas, diferentes calendarios de eliminación de aranceles y distintas barreras no arancelarias, lo cual muchas veces más bien termina entorpeciendo el comercio internacional, no facilitándolo.
Se están llevando a cabo algunos esfuerzos para abordar este problema. Por ejemplo, México tiene TLCs individuales con cinco países centroamericanos, pero ahora está negociando con ellos para fusionar todos estos acuerdos en uno solo. México también ha anunciado la creación de la Alianza del Pacífico, un bloque comercial que incluirá a Colombia, Perú y Chile.
EE.UU. debería liderar un esfuerzo por fusionar todos estos TLCs regionales en una sola Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) para aquellas naciones que deseen ser parte de ella. Las negociaciones también podrían ayudar a completar esos eslabones que faltan en el complicado rompecabezas del comercio hemisférico. Una vez que se materialice el proyecto, esta ALCA podría dejar la puerta abierta a otros países latinoamericanos que quieran unirse en el futuro (los candidatos más probables serían Uruguay y Paraguay dado su creciente descontento con Mercosur).
Aunque EE.UU. no ganaría mucho en términos de acceso de mercado con un ALCA como este, armonizar las reglas comerciales a lo largo del continente ciertamente ayudaría a promover el comercio en las Américas. Además, el costo político sería mínimo dado que Washington ya tiene TLCs con todos estos países.
Bill Clinton propuso la idea de un Área de Libre Comercio de las Américas en 1994, aunque la abandonó rápidamente a pesar del amplio interés que había en ese entonces en América Latina. Las negociaciones finalmente se lanzaron en 2001 pero se desmoronaron en 2005 luego de que se volvió obvio que países como Brasil, Argentina y Venezuela ya no estaban interesados. Pero esto no significa que el objetivo de un área de libre comercio hemisférica no merezca ser promovido de una manera distinta. Hay buenos argumentos a favor de construir un ALCA con aquellos países que estén dispuestos a ser parte de ella.