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Archivo por Marzo 2010

El presidente ecuatoriano Rafael Correa desde hace mucho ha considerado a la prensa su “mayor adversario”. Desafortunadamente esta actitud ha resultado en la intolerancia oficial de individuos críticos del gobierno.

El último ejemplo de esto es aquel de Emilio Palacio, editor de la página de opinión de El Universo—el periódico con la mayor circulación en el país—quien fue sentenciado el viernes a tres años de cárcel por una columna que escribió en agosto de 2009. Palacio acusó a Camilo Samán, director de un banco estatal, de haber enviado manifestantes a las oficinas de El Universo luego de que el diario reportó posibles actos de corrupción en este banco. El Presidente varias veces ha dicho que Palacio debería ser castigado por lo que escribió. En un país donde todos sabemos que las cortes no son independientes del poder político, no sorprende que la decisión del caso haya sido en contra del editor.

He conocido a Palacio desde que empecé a escribir artículos para El Universo a fines de 2006. Aunque casi nunca hemos estado de acuerdo en cuestiones de políticas públicas, seguramente no creo que él (o cualquier otra persona) se merece ir a la cárcel y posiblemente pagar una multa de $3 millones por expresar una opinión (La corte de hecho lo declaró a Palacio culpable de “injuria calumniosa”, pero incluso si creyese en esa decisión, el castigo seguramente no corresponde al delito).

El gobierno de Correa ha acusado a por lo menos 31 personas de ofender “la majestad de la presidencia”, encarcelando muchas de ellas por cortos periodos de tiempo. Para hacerlo, el Presidente ha revivido una ley de la primera dictadura militar de los setentas que hacía de tal ofensa un crimen y que nunca fue derogada.

El gobierno regularmente vilifica a sus críticos incluyendo a periodistas, estudiantes universitarios, empresarios y líderes indígenas. Por ejemplo, durante sus cadenas radiales de los sábados, el Presidente ha atacado a Carlos Vera y Jorge Ortiz, los dos conductores de noticias más populares del país. Las frecuentes cadenas nacionales del gobierno usualmente tienen el único propósito de atacar a personas o grupos que se oponen a la política oficial. Algunas veces estas cadenas fueron transmitidas durante los programas de Vera y Ortiz, prohibiéndole a sus respectivos televidentes de ver sus programas. En 2008 Correa tomó el control de varios canales de señal abierta y radios privados. El año pasado, aparentemente su blanco era Teleamazonas, otro canal de señal abierta. En diciembre, el gobierno sacó del aire a Teleamazonas por tres días y ahora tiene un caso legal frívolo pendiente en contra del canal.

Es penoso que Correa esté siguiendo los pasos de su aliado populista Hugo Chávez en restringir la libertad de expresión y que lo esté haciendo acarreando poco escrutinio internacional.

Costa Rica, mi terruño, se ha visto involucrada inesperadamente en el debate sobre la reforma de salud en EE.UU. luego de que el polémico comentarista de radio Rush Limbaugh dijera que él se iría a vivir a Costa Rica por atención médica si la reforma impulsada por el presidente Obama era aprobada por el Congreso el gobierno federal se entrometía demasiado en el sector salud en los próximos años.

Poco después de que la Cámara de Representantes votara por la reforma el domingo pasado, un sitio web fue creado para comprarle a Limbaugh un tiquete de ida en primera clase a Costa Rica. Los socialdemócratas en EE.UU. rápidamente señalaron que mi país cuenta con un sistema de salud estatal que se encuentra entre los mejores de América Latina.

La gente afirma que en Costa Rica la salud es un derecho, no un producto. El problema sale a relucir cuando uno de hecho necesita ejercer dicho “derecho”.

Para muestra un botón: En julio pasado, el matutino costarricense La Nación reportó que tan solo en un hospital de la Caja Costarricense de Seguro Social —la institución encargada del sistema de salud en el país— había 5.000 personas en listas de espera para una cirugía, algunos de ellos esperando hasta un año por una operación. Entre éstos, 900 pacientes esperaban por una cirugía que les removiera tumores posiblemente cancerígenos. Como lo indica el jefe del departamento de Oncología en dicho hospital, “un 85% a un 90% serán cánceres confirmados por lo que dicen sus exámenes previos”. Para muchos de estos pacientes, esperar meses para que les remuevan un tumor cancerígeno representa una sentencia de muerte.

Malos tratos a los usuarios. Falta eterna de camas. Filas interminables hasta para renovar el carné de asegurado. Historias como estas son cosa de todos los días en la prensa costarricense.

Desdichadamente, el actual sistema estatal de salud sumado al monopolio estatal en seguros médicos han impedido el desarrollo de un sector de salud privado dinámico y accesible. Por lo tanto, muchos costarricenses no se pueden imaginar una vida sin salud “gratuita”. Es una lástima puesto que no hay nada gratuito acerca de las contribuciones obligatorias mensuales que pagan todos los trabajadores en el país, ni hay nada de justo en que a los costarricenses se les obligue pagar por demoras mortales en su atención médica.

Narcoviolencia en México

Los asesinatos de los empleados consulares de los EE.UU. en Ciudad Juárez, México, aparentemente por narcotraficantes este fin de semana, son un sangriento recordatorio de que el Presidente Obama está involucrando a EE.UU. en otra guerra que no puede ganar. Los asesinatos provocados por pandillas relacionadas con el tráfico de drogas también ocurrieron en Acapulco, sumando un total de 50 víctimas a nivel nacional durante el fin de semana.

Lamentablemente Obama ha respondido a este último incidente siguiendo la misma fallida estrategia de sus predecesores cuando se enfrentaron a fracasos en la guerra contra las drogas: una lucha aun más fuerte contra las drogas.Aunque las muertes en Juárez aparentan ser las primeras tan descaradamente planificadas por parte los cárteles mexicanos para matar a personas vinculadas al gobierno de EE.UU, la violencia asociada con el comercio ilícito de drogas ha causado la muerte de alrededor de 18.000 personas en México desde que el presidente Calderón llegó al poder en diciembre de 2006, más que triplicando el número de muertes del personal militar estadounidense en la guerras de Irak y Afganistán combinadas.

La matanza sólo se desató después de que Calderón declaró una guerra total en contra del narcotráfico al asumir el cargo. Después de más de tres años, la política para reducir el tráfico y producción de drogas ha fracasado y está debilitando las instituciones de la democracia mexicana y a la sociedad civil a través de la corrupción y el derramamiento de sangre, que son los productos previsibles de la prohibición.

Las 29 muertes asociadas con la violencia en contra del narcotráfico este fin de semana, en un período de 24 horas en el estado de Guerrero, establece un récord para un estado mexicano. Y un número creciente de mexicanos, incluyendo al ex canciller mexicano Jorge Castañeda, está pidiendo un profundo replanteamiento de la política antidroga en México y EE.UU. que incluye la legalización. La legalización reduciría de manera significativa los ingresos de los carteles del narcotráfico y pondría fin a un mercado negro enorme y las patologías sociales que este crea.

Lula y los Castro

Vergonzoso como el presidente brasileño Lula da Silva y otros líderes democráticos latinoamericanos cortejan a la dictadura cubana mientras que el régimen mata, tortura y maltrata a los cubanos que solo piden democracia y respeto a los derechos humanos. Acá Mario Vargas Llosa lo dice todo al respecto.

Hoy por el Día de la Mujer corresponde reconocer la contribución a la causa de la libertad que realizaron estas tres mujeres: Isabel Paterson, Ayn Rand y Rose Wilder Lane. Ellas defendieron los principios de una sociedad libre bajo un ambiente más hostil a esas ideas que el que hay hoy. Era el mundo de la Alemania Nazi, la Italia fascista, el EE.UU. del New Deal y de la Unión Soviética. A pesar de todo eso, el pesimismo no las invadió y continuaron articulando una defensa de la libertad individual que todavía inspira a muchos.

Arrogancia progresista

Cuando Hayek se planteó resumir el socialismo en una sola palabra, dijo "arrogancia". Fue una idea acertada, porque lo característico de los enemigos de la libertad es suponer que son seres superiores. ¿Cómo, si no, justificarían arrebatarnos la libertad y la propiedad?

Un ejemplo es don Jesús Caldera, que describió en El País el famoso "nuevo modelo productivo por el que hay que apostar". Lógicamente, cuando habla de apostar se refiere a apostar con nuestro dinero, no con el suyo. Lo que él despliega de verdad no es su dinero sino su arrogancia, que le lleva a señalar los sectores de futuro –dice "estratégicos", igual que en el franquismo– que garantizarán la sostenibilidad económica, social y medioambiental. Nada menos. No habla de la sostenibilidad política, que es la que posiblemente le interesa.

Todo es mentira, propaganda, humo, corrección política: "La lucha contra el cambio climático y la protección del medioambiente abren, además, nuevas oportunidades de empleo en la economía española". Ni una palabra de la libertad, de los recursos de las mujeres y hombres de un país libre. Aquí los socialistas nos dirán cuáles son los "sectores clave para el futuro". Dirá usted: no tendrán tanta cara. Pues sí que la tienen. Por un lado, agárrese: construcción, turismo y transporte. Y eso después de despotricar contra "la economía del ladrillo".

Y sigue Caldera. Siete "nuevos sectores": las energías renovables, las eco-industrias, las tecnologías de la información y comunicación, la biotecnología, la industria aeroespacial, las industrias culturales y los servicios sociales. Y más bobadas, y más "derechos de ciudadanía". Naturalmente, el resultado que prevén estos grandísimos creadores de paro es una gran subida de empleo, que además tienen la cara dura de cifrar en abanico: "Calculamos que podrían generarse entre 500.000 y 3,1 millones de nuevos empleos entre 2010 y 2025, en función del éxito relativo de las diferentes reformas".

Dirá usted: ¿cómo pueden caer en tamaños disparates? Pues una posibilidad está en el diagnóstico. Estos arrogantes que saben cómo organizar la economía y la sociedad, estos fenómenos afirman seriamente que la crisis económica mundial ha sido provocada por ¡los mercados!

Publicado originalmente en Libertad Digital el 7 de marzo de 2010.

Políticas de transición

Publicado por Alberto Benegas Lynch

Es de interés elaborar sobre los mecanismos idóneos para pasar de una situación de estatismo a una de libertad. Lo primero que en este contexto debe tenerse en cuenta es que el discurso y la ejecución del político están embretados en una franja de máxima y mínima que deriva del grado de compresión de la opinión pública de los diversos temas. El salirse de ese plafón se paga con menor apoyo electoral. Ahora bien, para correr el eje del debate y poder ampliar el discurso y la consiguiente ejecución es menester operar en el campo de las ideas. Son éstas, para bien o para mal, las que permiten convertir lo que al momento se considera políticamente imposible en políticamente posible.

Una vez que se cuenta con un número suficiente de personas que comprenden y comparten cierta idea, recién entonces es posible considerar la forma de llevarla a cabo. En esta línea argumental, lo que en esta nota quisiera plantear es si esa ejecución debe llevarse a cabo gradualmente para darle oportunidad a que ajusten sus conductas aquellos que se adaptaron a la legislación anterior de buena fe o si deben ejecutarse de una vez las medidas.

Estimo que es conveniente tener siempre presente que no hay tal cosa como derechos adquiridos contra el derecho. Es decir, para ilustrarlo con un ejemplo muy extremo, no podían otorgarse “derechos adquiridos” a los fabricantes de cámaras de gas en la época de los criminales nazis. Tampoco tiene sentido encaminar una política gradualista para las clínicas de abortos y permitir la exterminación de quienes son personas en el momento mismo de la fecundación del óvulo con toda la carga genética completa (a diferencia de los que adhieren a la magia primitiva de sostener que se produce una mutación en la especie en el instante del alumbramiento). Sin llegar a estos extremos donde está comprometida la vida de seres humanos de modo directo, podemos ejemplificar con empresarios que venden arena en el Sahara o helados en el Polo Norte. Estos últimos ejemplos pueden parecer ridículos pero en verdad equivalen y se ajustan a todos los casos en los que se presentan operaciones ruinosas como si fueran verdaderos negocios que solo benefician a los comerciantes prebendarios que fabrican componendas en la oscuridad de los despachos oficiales pero que literalmente arruinan la vida de millones de personas. Son como inmensos vampiros que succionan la sangre de sus congéneres. Vilfredo Pareto ya explicó que “El privilegio incluso si debe costar 100 a la masa y no producir más que 50 a los privilegiados, perdiéndose el resto en falsos costes, será en general bien aceptado, puesto que la masa no comprende que está siendo despojada, mientras que los privilegiados se dan perfecta cuenta de las ventajas de las que gozan”. Es imperioso cortar de raíz el cordón umbilical de estos privilegios inauditos y anti-económicos que consumen capital y, por ende, reducen salarios y así evitar desgastantes presiones y negociaciones por parte de los múltiples grupos de interés.

Como hemos dicho, es distinto si no se comprende ni se comparte la idea. En ese caso no se puede aplicar (eventualmente ni siquiera de forma gradual).  Se trata de proceder en consecuencia una vez que la idea es aceptada y, en ese caso, sugerimos evitar por todos los medios los gradualismos que, además, ponen en riesgo los mismos pasos  y etapas que se proponen. La política de ir al fondo de los problemas de una vez fue lo que, por ejemplo, llevó a cabo Ludwig Erhard quien en contra de las opiniones de todos los comandantes militares de posguerra y los empresarios alemanes (especialmente los del sector siderúrgico), sorpresivamente anunció la eliminación de todos los controles de precios y subsidios. El resultado fue el llamado “milagro alemán”. Como ha dicho Albert Einstein: “No podemos resolver problemas con el mismo pensamiento que usamos cuando los creamos”.

No pocos intelectuales, en lugar de esforzarse en correr el eje del debate en dirección a lo que saben es la meta optan por adaptarse a lo que al momento se considera políticamente posible con lo que comprometen severamente el logro de los objetivos finales. En lugar de asumir sus responsabilidades prefieren “jugar a la política” y abandonar las tareas propias de sus funciones. Son los políticos los que negociarán y ejecutarán lo que es posible según la comprensión de las ideas en el contexto de la situación imperante, pero si los intelectuales se suman a la faena de marras queda completamente abandonada la posibilidad de progreso. Generalmente los primeros en dejar de lado sus responsabilidades en la materia comentada son aquellos que se dicen liberales pero en verdad son conservadores recalcitrantes, son los que le dejan el campo abierto a socialistas que difícilmente abandonan su trabajo intelectual con lo que ofrecen un ejemplo de consistencia y perseverancia y, por tanto, son los que en definitiva producen corrimientos en los ejes del debate y, con ello, obligan a todo el arco de sus oponentes a empeorar sus propuestas, precisamente porque persisten en presentar lo políticamente posible en lugar de mostrar la indispensable honestidad y coraje intelectual.

Y esto no se circunscribe a desatar la infame maraña de regulaciones y disposiciones contraproducentes en el ámbito interno del país, sino habitualmente a la desactivación de políticas mal llamadas “proteccionistas” en el ámbito de las relaciones internacionales, medidas que protegen a los empresarios del privilegio pero que desprotegen a toda la comunidad que se ve obligada a comprar más caro, de peor calidad o ambas cosas a la vez. En este sentido, es de gran interés seguir el consejo del decimonónico Bastiat quien insistía en la conveniencia de prestar atención “a lo que se ve y a lo que no se ve”: en nuestro caso, se ven las empresas de los privilegiados trabajar pero lo que no se ve es el derroche que se traduce en empobrecimiento y la generalizada privación de adquirir los bienes y servicios que no existieron debido a los elefantes blancos instalados merced a la dádiva gubernamental. El propio Bastiat ilustra este tema con su característica ironía sugiriendo en su época que el gobierno obligue a tapiar todas las ventanas “para que los fabricantes de velas no se vean perjudicados por la competencia desleal del sol”.

Cabe añadir que, además de los intelectuales y los políticos, están quienes operan en “think tanks” entre los que básicamente  aparecen dos tipos: aquellos que difunden ideas (en esto se aproximan más a los trabajos de centros educativos) y los que se circunscriben a preparar políticas públicas (en esto son apéndices de las estructuras políticas). Y, por último, están los fantoches —que en buena medida engrosan las filas de los políticos— que lo único que les interesa es el protagonismo, la figuración y embolsarse alguna jugosa canonjía: persiguen la foto a cualquier costo y, consecuentemente, se venden al mejor postor y se acomodan a cualquier viento no importa para donde sople. Al decir de Borges “ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien, para que no se descubriera su condición de nadie”. Son los cortesanos, genuflexos y rastreros de todas las épocas, tal como refiere Erasmo: “¿Qué os puedo decir que ya no sepaís de los cortesanos? Los más sumisos, serviles, estúpidos y abyectos de los hombres y sin embargo quieren aparecer siempre en el candelero”.

En todo caso, lo que en esta columna intento demostrar muy telegráficamente es que, una vez comprendida y aceptada una idea, lo mejor es adoptarla cuanto antes de forma que no quede amputada a través de etapas y recortes de diversa naturaleza que abren las puertas a presiones de los grupos de intereses prebendarios siempre al acecho para reconquistar sus privilegios que tanto daño hacen, especialmente a las personas más indefensas y necesitadas.

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