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Archivo por Septiembre 2019

Esta semana seguramente se calentará la discusión en torno al cambio climático y la primera víctima será la sensatez de muchos. Por eso vale la pena leer este artículo del historiador español Serafín Fanjul, donde señala, entre otras cosas:

"Sabemos que los volcanes arrojan a la atmósfera muchos más gases que todos los vehículos de motor del planeta, pero también sabemos que los llamados «Ciclos de Milankovitch» establecen claramente que la órbita terrestre (más elíptica o puramente circular, en ciclos que oscilan entre los 100.000 y los 400.000 años), la inclinación del eje de giro -que cambia un par de grados cada 40.000 años- y la precesión del eje de rotación (también entre 19.000 y 24.000 años), son factores que determinan y regulan las radiaciones solares y por tanto las cantidades de hielo acumulado, que merman o aumentan según esa intensidad. No estoy descubriendo nada: éstos sí son datos bien conocidos por los científicos del ramo y me limito a recordarlos, ya que innúmeros políticos, periodistas y aficionados a la jarana parecen desconocerlos".

Así se dice "quien manda hace la ley" en italiano. El abogado italiano Bruno Leoni en su libro La libertad y la ley dice lo siguiente:

"En mi país, los ciudadanos a menudo distinguen entre el punto de vista legal y otros puntos de vista. Siempre he admirado los países en los que el punto de vista legal coincide en lo posible con cualquier otro punto de vista, y estoy convencido de que sus grandes logros políticos se deben fundamentalmente a esta coincidencia. Aún sigo convencido de esto, pero me pregunto si esta virtud no se puede transformar en un vicio cuando el punto de vista legal da lugar a una aceptación ciega de decisiones inadecuadas. Un dicho de mi país puede explicar por qué nuestros teóricos políticos, desde Maquiavelo a Pareto, Mosca y Roberto Michels, apenas prestaban atención al punto de vista legal, sino que trataban de ir más allá de él para ver lo que ocurría a sus espaldas. No creo que los pueblos de habla germánica o inglesa tengan un dicho similar: Chi comanda fa la legge, esto es, 'quien manda hace la ley'".

Algo similar parece haber predominado en gran parte de América Latina y a pesar de eso es ubicuo en la profesión legal un legalismo que está reñido con lo que ocurre en la práctica. Leoni continúa:

"Mis compatriotas están convencidos, lo digo casi por instinto, de que las leyes y constituciones escritas no constituyen la última palabra del drama político. No sólo cambian, incluso con bastante frecuencia, sino que no siempre corresponden a la ley escrita en tablas vivientes, como diría lord Bacon. Me atrevo a decir que hay una especie de sistema de derecho consuetudinario cínico que subyace al sistema de la ley escrita de mi país, y que difiere del sistema de derecho consuetudinario inglés, no solo por no estar escrito, sino por carecer de reconocimiento oficial". 

"Además, me inclino a pensar que algo similar ocurre, y ocurrirá quizá cada vez más en el futuro, en otros países en que la coincidencia entre el punto de vista legal y otros puntos de vista ha sido casi perfecta hasta los tiempos más recientes. La aceptación ciega del punto de vista legal contemporáneo conducirá a la destrucción gradual de la libertad individual de elección, ya que el punto de vista legal contemporáneo supone la creciente sustitución de la elección individual por las decisiones de grupo y la progresiva eliminación de los ajustes espontáneos no sólo entre las demandas individuales y ofertas individuales de bienes y servicios, sino de todo tipo de comportamiento, por procedimientos tan rígidos y coactivos como el de la regla de la mayoría". 

"Para resumir mis puntos de vista sobre esta cuestión: hay mucha más legislación, hay muchas más decisiones de grupo, muchas más elecciones rígidas, y muchas menos 'leyes vivas', muchas menos decisiones individuales, muchas menos elecciones libres en todos los sistemas políticos contemporáneos de lo que sería necesario para preservar la libertad individual de elección".

No estaba proponiendo Leoni que se abandone toda legislación y ni que se descarte totalmente el mecanismo de decisiones por mayoría, sino que se resistan los impulsos de resolver cualquier mal vía legislación y asumiendo que la ley puede ser más eficaz que otros medios para resolver los problemas en cuestión:

"...deberíamos recordar siempre que, cuando se sustituye innecesariamente la elección individual por la regla de la mayoría, la democracia entra en conflicto con la libertad individual. Es este tipo particular de democracia el que debería mantenerse a un nivel mínimo, para preservar el máximo de democracia compatible con la libertad individual".

En un mundo que padece de inflación legislativa y en una América Latina donde todavía varios países coquetean con reformas constitucionales en la eterna búsqueda de la constitución ideal, vale la pena tener en cuenta que no todo lo legal obedece al Derecho, como explicaba Hayek. Derecho y legislación no son sinónimos. Muchas veces, quien manda hace la ley. Y pprecisamente en sistemas democráticos donde crece cada vez más la esfera de lo que se decide a través del proceso político y disminuye aquella de lo que se decide vía arbitrajes privados, la legislación suele estar en contradicción con el Derecho.

Volviendo a lo llamativo que es que entre los abogados predominen criterios legalistas cuando históricamente ha reinado en nuestras sociedades la actitud de "acato pero no obedezco": ¿Por qué la obsesión con cambiar leyes y constituciones que en el día a día muchos ignoran o violan abiertamente? ¿Por qué se le sigue dando tanta importancia a las constituciones y leyes como instrumentos de cambio político? Sorprende que sea así dado que este fue el continente donde hubo una auténtica euforia de constituciones liberales que luego quedaron en letra muerta sepultadas bajo proyectos autoritarios. En algunos casos, desde el poder legislativo o ejecutivo, surgieron leyes que contradijeron el espíritu de esos modelos liberales de gobiernos limitados y los vaciaron de contenido. En otros casos, ¿será que el problema surgió de la contradicción entre las constituciones liberales y la legislación estatista heredada del imperio español en su época de declive? Esta era la opinión de algunos como, por ejemplo, el prócer argentino Juan Bautista Alberdi. 

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