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Archivo por Mayo 2011

La ministra de Comercio Exterior, Anabelle González, firmó ayer un nuevo tratado de “libre comercio”, esta vez con Perú, en lo que será el segundo acuerdo de este tipo que tendremos con una nación sudamericana (Chile fue el primero). Pero que el nombre no lo engañe. Al igual que los otros TLCs que se han negociado recientemente con la Unión Europea, Singapur y China, este acuerdo tiene poco de liberalización comercial y mucho de protección a los grupos económicos poderosos del país.

Nuevamente, y a pesar de los deseos del equipo comercial de Perú de lograr la mayor liberalización comercial posible entre ambas naciones, el equipo de Comex llegó con la misión de “defender” a los consumidores costarricenses de productos peruanos más baratos. Pero no de todos los productos incas. Si Ud es un consumidor de clase alta o media alta y frecuenta AutoMercado o Saretto, gracias a este TLC Ud podrá comprar espárragos, aceitunas, uvas, pasta de cacao y cacao en polvo más baratos provenientes de Perú, puesto que se eliminarán los aranceles sobre estos productos. También podrá adquirir joyas y metales preciosos más baratos.

Sin embargo, si Ud es un consumidor de clase baja o media, este TLC no es para Ud ya que Comex se aseguró de excluir del acuerdo productos como el café, la papa, la cebolla, el tomate, la cerveza, el arroz, la pasta y algunas líneas de productos cárnicos y lácteos. Todo para proteger a los horticultores nacionales (cuyo ingreso promedio es 2,5 veces superior al ingreso promedio nacional), a los “pobrecitos” arroceros de Conarroz, y a emporios como Coopemontecillos (a quien el gobierno le regaló además USD$2,6 millones recientemente) y la Dos Pinos (que compite activamente en Centroamérica, México y el Caribe).

De tal forma, este TLC se asemeja mucho al negociado con la UE, donde Comex “nos defendió” de hortalizas y leche barata europeas, pero sí permitió la libre importación de licores finos, manzanas, cerezas, uvas, pasas, aceitunas, aceite de oliva, pastas rellenas y perfumes del Viejo Continente. Al final de cuentas, como dijera el ministro de dicha cartera en ese entonces, “¿y quien dice q los pobres no toman vino de vez en cuando?

Es sabido los graves problemas que engendrados por el endeudamiento estatal, el gasto público y los gravámenes fiscales que año tras año arrastra el Leviatán con renovadas energías y promesas vacías e imposibles de cumplir. En estas líneas me quiero referir a otro plano de discusión, relacionado con el anterior pero que tiene vida propia y, en gran medida, es el causante original de lo demás.

Acabo de preparar una nota para otro medio periodístico en la que detallo los antecedentes y los efectos de los sucesos de estos días en España de modo que no quiero repetirme, pero destaco que resulta en verdad paradójico que “el movimiento de los indignados” proclame en su Manifiesto de 16 puntos la necesidad de adoptar más de lo mismo en lugar de ir al fondo del asunto y demandar una sociedad abierta. Independientemente de que en las elecciones municipales y comunales del pasado domingo el partido gobernante perdió por más de diez puntos pero con un record de votos en blanco, el sistema estatista español y en buena parte del mundo está quebrado por los cuatro costados. No resulta posible ni lógico reclamar más intromisiones en las vidas y las haciendas de los demás alegando “derechos” sobre el fruto del trabajo ajeno. Se torna intolerable vivir en una sociedad que se concibe como un inmenso círculo en el que cada uno tiene metidas las manos en el bolsillo ajeno.

Tampoco es aceptable que se siga pensando que instituciones nefastas como el Fondo Monetario Internacional responden al capitalismo cuando en verdad son expresiones cabales de la prepotencia de burócratas que recetan sandeces y consolidan gobiernos corruptos y estatistas con recursos compulsivamente detraídos de los contribuyentes. Hay quienes se sienten alarmados debido a que el jefe supremo del FMI está ahora detenido por violar una mucama en un hotel de Manhattan, sin reparar en el hecho que el, sus colegas y antecesores venían haciendo lo propio ininterrumpidamente a todos los contribuyentes de los diversos países miembros en un sentido muy próximo al literal, con un entusiasmo, una constancia y una energía dignas de mejor causa. No en vano es que el sujeto de referencia se postulaba para presidente en Francia por el Partido Socialista.

En esta oportunidad quiero circunscribir mi atención en las legislaciones sindicales y en los regimenes de la mal llamada “seguridad social” que han conducido a la quiebra de muchos países. En el primer caso, no se trata del indiscutible derecho de asociación para todo lo que los asociados consideren pertinente. No se trata ni siquiera de la figura de la “personería jurídica” sino de la “personería gremial”, es decir, la formación de una banda, de una asociación ilícita que fuerza a la representatividad de un sindicato por rama de actividad y fuerza a realizar aportes e incluso, a veces, fuerza a la afiliación.

Esta figura esencialmente fascista, copiada de la Carta del Lavoro de Mussolini está estrechamente vinculada a la huelga, entendida no como el derecho a no trabajar que lo debe tener cualquiera, sino con los procedimientos violentos de impedir que los que quieran trabajar lo puedan hacer. Pretenden estar y no estar al mismo tiempo en sus puestos de trabajo: no se presentan a sus labores pero retienen coactivamente su puesto y, como queda dicho, no permiten que otros ocupen esos lugares de trabajo. Lo curioso del caso es que los gobiernos, en vista de esta situación, se arrogan la facultad de decretar si la huelga es legal o ilegal según convenga a sus intereses partidarios. Esto es, semejante atropello a la propiedad de terceros es frecuentemente decretada “legal” por el organismo supuestamente encargado de velar por los derechos de todos.

Estos dislates se basan en la peregrina teoría de que los salarios se pueden establecer a través de decretos y medidas de fuerza en lugar de comprender que son el exclusivo resultado de las tasas de capitalización. Si fuera correcta esta absurda teoría, sería cuestión de mantener huelgas del tipo de las señaladas al efecto de enriquecer a la gente. Los gobiernos adhieren a la tesis que subyace a estas medidas de fuerza y convocan a los tragicómicos Consejos de Salarios con la participación de sindicalistas, burócratas y llamados empresarios que se toman en serio el rol de dictaminar en la “puja de ingresos” como si la asignación de factores productivos pudiera manejarse con voluntarismo de espaldas al mercado.

Los sindicalistas al frente de sus gremios tienen todo tipo de prebendas y se alzan con fortunas al manejar discrecionalmente “obras sociales” compulsivas (que están arruinando severamente la medicina) y demás “prestaciones” que administran monopólicamente sin posibilidad de que entren competidores. Lo verdaderamente gracioso es que aparecen en programas televisivos mal vestidos para impresionar al distraído mientras los espera a la salida su Mercedes Benz o equivalente con chofer y guardaespaldas que los conducen a sus mansiones o a la de sus amantes financiadas generosamente por ellos con recursos de los trabajadores.

Las movilizaciones sindicales así concebidas paralizan cualquier intento de poner orden en las finanzas públicas o en las decisiones de empresas privadas que se consideran un coto de caza de los jefes gremiales y sus secuaces.

El segundo pilar pésimamente construido y peor concebido y en verdad el motivo del derrumbe social es la “seguridad social” basada en descuentos obligatorios para engrosar cajas negras y las blancas operan sobre un sistema de reparto que desde cualquier perspectiva y proyección actuarial está en ruinas desde el momento mismo en que se lanza al ruedo. Es decir, una gigantesca estafa fogoneada con promesas de imposible cumplimiento y que cada gobierno intenta posponer agravando la situación financiera de la siguiente administración.
Como he apuntado en otra oportunidad, este sistema de inseguridad antisocial se recuesta en la peregrina noción de que los pobres no preverán su futuro si no se los obliga al aporte de marras, lo cual subestima a las personas de menores recursos sin detenerse a considerar que esto constituye un insulto a nuestro ancestros ya que todos provenimos de la miseria y las cavernas y no por ello puede sostenerse que descendemos de irresponsables. Por otra parte, casos como el argentino ponen al descubierto el error garrafal del aserto ya que los inmigrantes llegaban a las costas de ese país sin nada y ni bien comenzaban a trabajar ahorraban para invertir en terrenos y luego departamentos que fueron aviesamente confiscados a través de otras “conquistas sociales” como las nefastas leyes de alquileres y desalojos que arruinaron a millones de familias. Además, si se fuera consistente con la mencionada (falsa) premisa de la irresponsabilidad, habría que destinar un oficial de policía para cada uno que reciba su pensión para verificar que no gaste los montos obtenidos en menesteres inconvenientes con lo que se cierra el círculo del Gran Hermano.

No hace falta más que preguntar al azar en las calles de cualquier ciudad cuanto se recibe de las pensiones estatales para percibir que el monto no guarda relación con lo que hubiera obtenido si se hubiera colocado en el mercado. No se necesita ser un experto en interés compuesto para percatarse de la estafa. Pero aunque los montos percibidos estuvieran a la altura de las rentas percibidas en competencia, no se justifica la imposición ya que el fruto del trabajo ajeno debiera considerarse como algo sagrado e intocable. En última instancia no se trata ni siquiera de confrontar sistemas de reparto y de capitalización ni de sistemas estatales o privados, el tema central es la libertad de usar y disponer de lo propio. En este contexto es tan oportuna la reflexión que ha escrito Anthony de Jasay en cuanto a que “Amamos la retórica y la palabrería de la libertad a la que damos rienda suelta más allá de la sobriedad y el buen gusto, pero está abierto a serias dudas si realmente aceptamos el contenido sustantivo de la libertad”.

En el tema de la seguridad social, independientemente del sistema que se adopte, es oportuno señalar que en las familias bien constituidas primero los padres se dedican a los hijos cuando son pequeños y adolescentes hasta la madurez y luego los hijos se ocupan de sus padres cuando estos tienen edad avanzada. En el primer caso, cuando los padres se ocupan de sus hijos, simultáneamente deben ocuparse de sus propios padres cuando ancianos. Es cierto que la vida es complicada pero esto va para todas la generaciones, este tema medular no solo alude a una obligación moral en respuesta a lo mismo que hicieron los progenitores sino que se trata principalmente de una tarea de cariño, afecto y consideración.

Hoy en día por todas partes se pone en evidencia la quiebra de diversos países a raíz de esta operación pinza que estrangula toda posibilidad de mejora y aniquila muy especialmente a los más débiles que se dice se desea proteger. La demagogia ha sido infernal durante décadas y décadas y ahora la situación se torna insoportable. Lamentablemente las propuestas en general revelan un alto grado de inmadurez, ponen al descubierto el “síndrome de Peter Pan”: se niegan a crecer. Dichas propuestas se limitan a estirar la edad de futuros pensionados para endosar la crisis a gobiernos posteriores, se congelan salarios de la administración pública, se recortan gastos sin ir al fondo de la función (es decir, se poda en lugar de eliminar el problema con lo que, igual que con las plantas, crece con más fuerza) o se libran interminables batallas para evitar el déficit como si el problema no fuera el peso del Leviatán. Con todo esto y sandeces similares se crean falsas expectativas y se incentiva a las resultas sociales que solo agravan la situación.

Alguien alguna vez tendrá que reconocer que los gobiernos han engañado miserablemente a la gente y ha explotado su llamativa candidez, al tiempo que declararán las propias quiebras con lo que es de esperar que nadie le preste sus ahorros a los gobiernos y nadie acepte la intimidación sindical y el fraudulento esquema Ponzi para sus ingresos futuros.

Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de América (EE.UU.) el 26 de mayo de 2011.

FMI después de DSK

Tras la dimisión de Dominique Strauss-Kahn se habla de quién ha de dirigir el Fondo Monetario Internacional y, lamentablemente, no del cambio en la política que DSK había impreso al FMI. El antiguo economista jefe del Fondo, Raghuram Rajan, escribió en el Financial Times que la solución pasaría por impedir que un político, europeo o no, se instale en Washington al frente del FMI; él prefiere a “tecnócratas carismáticos”. No estoy seguro de que sea un argumento válido porque el FMI es una organización política, donde mandan (mal, por cierto) los políticos y pagan (fortunas, por cierto) los contribuyentes.

Más seguro estoy de que el debate sobre si hay que acabar con la designación del director-gerente a cargo de Europa, y entregar el testigo a los gobiernos de los países emergentes, oscurece la cuestión fundamental: ¿debe el FMI continuar con la dinámica DSK? El socialista francés, avalado, no se olvide, por la equívoca tropa del G-20, propició el incremento de los recursos de la institución y también su intervencionismo rampante en los rescates recientes, respaldando el irresponsable aumento del gasto público que ha tenido lugar a partir de la crisis y apoyando aún más controles y regulaciones. Este es el punto crucial, y los nombres sólo importan en la medida en que lo aclaren. Por ejemplo, si es nombrada Christine Lagarde, ello podría indicar que el FMI seguiría igual después que antes de DSK. O sea, mal.

¡Qué buena noticia nos dio el presidente Obama esta semana! Osama Bin Laden está muerto—“el líder y símbolo de Al Qaeda”, como lo denominó el presidente.

Bin Laden fue el fundador de la red Al Qaeda, la cual ejecutó los devastadores ataques del 11 de septiembre hace poco menos de una década. Miles de estadounidenses perdieron sus vidas en esos ataques y los estadounidenses en general perdieron la sensación de seguridad y paz mental que había caracterizado la era de la posguerra. Los ataques del 11 de septiembre provocaron dos guerras, a un costo de decenas de miles de vidas y más de un billón de dólares en gastos. Personalmente, Bin Laden me dio una década más oscura de la que hubiera tenido, tanto a nivel profesional como personal.

Cuando me enteré de la muerte de Bin Laden, lo primero que pensé fue qué implicaciones tendría esto para nuestra política exterior. Pronto, me di cuenta que simplemente estaba feliz por esto. Llevé algo de champán a casa de mis vecinos y disfrutamos viendo los reportajes en la televisión.

Mis colegas en Cato estarán analizando los detalles de este evento durante los próximos días. Entre los aspectos fascinantes estarán: el sustancial complejo en Abottabad (Pakistán) donde Bin Laden supuestamente estaba escondido; el rol del servicio de seguridad de Pakistán, el ISI; el éxito brillante del ataque sobre el complejo; la amenaza a corto plazo de que los afiliados de Al Qaeda puedan intentar vengar la muerte de Bin Laden.

Osama Bin Laden no logró realizar cualquiera de sus objetivos geopolíticos. No derrocó a algún dictador de Oriente Medio con el fin de establecer una teocracia musulmana. De hecho, la gente de Oriente Medio ha empezado a derrocar a sus respectivos dictadores con la finalidad (eso de verdad esperamos) de establecer sociedades más liberales. (Examinamos el rol del Internet en los movimientos por la libertad en Oriente Medio en un evento de Cato on Campus hace algunos meses).

Pocos de entre los jóvenes que fueron hasta la Casa Blanca la noche del domingo creen que la muerte de Bin Laden significa el fin de Al Qaeda y el terrorismo. De hecho, una pregunta clave es si la muerte de Bin Laden le dará a EE.UU. y sus aliados una ventaja frente al terrorismo y por cuánto tiempo.

En este sentido, los problemas son los mismos de siempre. Como indicamos en la introducción al libro de Cato, Terrorizing Ourselves (en inglés): “Los terroristas tienen motivos, hay una lógica estratégica en sus acciones y examinar estas cuestiones puede revelar estrategias que frustren y disipen sus esfuerzos”.

El asesinato de Bin Laden plantea esta pregunta: ¿Cómo, y qué tan bien, comunicará su muerte a los terroristas que estarán mejor desistiendo en sus ataques y escogiendo otros comportamientos?

Habrá muchas oportunidades en los próximos días y meses para que personalidades de la política y prensa estadounidense les comuniquen a los terroristas y a los potenciales terroristas que su causa es una causa perdida. La muerte de Bin Laden simplemente inicia ese esfuerzo.

Esta semana, vea las noticias acerca de la muerte de Bin Laden no sólo con su apreciación, alivio u otros sentimientos personales en mente. Considere cómo esto será percibido en comunidades alrededor del mundo, de las cuales han salido los terroristas.

Cómo varios grupos alrededor del mundo interpreten la muerte del “líder y símbolo de Al Qaeda” determinará nuestra seguridad frente al terrorismo de ahora en adelante.

Puede ver nuestras dos principales conferencias acerca de políticas para combatir el terrorismo aquí (en inglés) y aquí (en inglés).

Bin Laden está muerto

Publicado por Christopher Preble

Todos los estadounidenses celebramos la noticia que hemos estado esperando escuchar por más de 9 años y medio: Osama Bin Laden está muerto. La operación que resultó en su muerte es un crédito a favor de la destreza y profesionalismo de los hombres y mujeres de nuestras fuerzas armadas y de nuestras agencias de inteligencia y de la policía. Todos los estadounidenses —y el mundo entero—les debemos nuestra enorme gratitud.

La muerte de Bin Laden no acaba con la amenaza que representa Al Qaeda y sus organizaciones afiliadas, pero sí contribuye mucho a lograr justicia para las víctimas de los ataques del 11 de septiembre y de otros actos de terrorismo perpetrados por Al Qaeda. Es importante destacar que la operación parece tener similitudes con operaciones anteriores que capturaron a los planificadores del 11 de septiembre Khalid Sheik Mohammed y Ramzi Binalshibh. Los detalles nos deberían recordar que algunas de las técnicas más efectivas contra el terrorismo no dependen de decenas de miles de tropas ubicadas de manera indefinida en tierras lejanas.

Ahora queda claro que la presión incesante ha debilitado severamente a Al Qaeda. Su capacidad de lastimar a los estadounidenses ha sido degradada durante años y, sin embargo, seguimos dedicando decenas de miles de millones de dólares para combatir el terrorismo en todas sus formas. Esto lo escribo esperando que la buena noticia de ayer contribuya a una evolución de la estrategia de EE.UU. contra el terrorismo, la cual evite políticas costosas y contraproducentes y que, de ahora en adelante, mantenga siempre un balance entre nuestros esfuerzos para promover la seguridad de EE.UU. con la necesidad de preservar nuestros derechos y libertades fundamentales.

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