El conocido disidente cubano Oswaldo Payá murió en un accidente de carro en Cuba el domingo. También murió otro crítico del régimen, Harold Cepero, un amigo de mi actual pasante cubano, Yuri Pérez-Vásquez. Muchos disidentes creen que las muertes llegaron de la mano del régimen de Castro. Si es así, el incidente podría representar un escalofriante endurecimiento de la dictadura de Raúl Castro en un momento en que los problemas sociales y económicos están acumulándose y se está volviendo cada vez más evidente que las débiles reformas anunciadas hasta ahora harán poco para resolverlos.
Aquí abajo, Yuri describe la importancia de Payá y la vida de su amigo Harold, quien, como Yuri, fue expulsado de su universidad por criticar al régimen. Hay, de hecho, toda una generación de activistas e intelectuales cubanos jóvenes que a pesar de la represión están fomentando un debate serio, fuera de los círculos oficiales, acerca de los problemas de su país y acerca de cómo resolverlos (dos sitios Web cubanos que recomiendo son Desde Cuba y Estado de SATS. A todos en Cato nos inspira la dedicación de Yuri y de sus compatriotas por lograr una Cuba libre.
La pérdida de dos hermanos
El 22 de julio, el destacado líder cubano pro-democracia, Oswaldo Payá y el activista Harold Cepero murieron en un accidente automovilístico mientras viajaban hacia el Oriente de Cuba. Según la bloggera Yoani Sánchez, les acompañaban dos extranjeros, el español Angel Carromero y el sueco Aron Moding, quienes resultaron heridos.
Se sospecha que no se trató de un accidente. Rosa María, hija de Payá, declaró en un clip de audio que un segundo carro provocó el accidente que cobró la vida de su padre.
Hemos perdido un gran líder y un querido amigo, hermanos en la larga lucha por la libertad. Tuve el privilegio de conocer a Oswaldo Payá en su casa años atrás, donde él y su familia vivían de un modo ejemplar los valores cristianos, que eventualmente condujeron a Payá a reclamar públicamente derechos fundamentales para los cubanos. Trabajó sin descanso por un país mejor, como otro gran patriota, José Martí dijo: “Con todos y para el bien de todos”. Payá fue un pacífico buscador de justicia que encontró con una muerte violenta bajo un régimen vicioso.
Harold Cepero era un joven lleno de buenas intenciones y un firme compromiso hacia los demás. Lo conocí porque teníamos mucho en común, pero algo marcó nuestras vidas para siempre. Como sucede con muchos jóvenes idealistas cubanos, fuimos expulsados de la universidad debido a nuestra pasión por la libertad. Aunque solo queríamos divertirnos, avanzar nuestras carreras y contribuir con nuestra patria, nos enfrentamos a la tiranía intolerante de los hermanos Castro, el Partido Comunista, y la acción encubierta de la policía secreta. Varios pedidos dirigidos a las autoridades cubanas, la UNESCO y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA no tuvieron éxito en restituir nuestro derecho a volver a la universidad. De hecho, las autoridades cubanas se mantuvieron firmes en su política discriminatoria contra los “no-revolucionarios”. La UNESCO, a pesar de reconocer las violaciones de derechos humanos, falló a favor del gobierno cubano y todavía estamos esperando el pronunciamiento de la CIDH (ver aquí y aquí).
En un país donde los jóvenes son obligados a adorar la revolución de los Castro, se les prohíbe pensar, y si piensan, no pueden hablar y actuar consecuentemente, tomamos la decisión correcta. Harold tenía una encantadora novia, jugaba fútbol y luchaba por un mejor futuro. Él recolectó firmas para el Proyecto Varela, una iniciativa ciudadana liderada por Payá para promover una transición pacífica a la democracia que ganó el respaldo de miles de nuestros conciudadanos. Después de ser expulsado de la universidad, decidió entregarse al servicio de los demás y se convirtió en un seminarista católico. Sin embargo, esa no era su vocación y Harold pagó el precio más alto por la libertad: terminó sacrificando su vida en el altar de la patria.
En este momento trágico recuerdo a sus queridas familias. La esposa de Oswaldo Payá, Ofelia, y sus hijos; así como también los padres y el hermano de Harold Cepero. El inmenso sufrimiento por la pérdida de estos grandes cubanos no es solamente suyo, sino que también le pertenece a todos los que amamos la libertad. Como dijo Jesucristo, Maestro de Payá y Harold, “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.
Que en paz descansen.
Yuri Pérez-Vásquez
Washington, DC