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Archivo por Mayo 2012

En realidad, salvando ciertas distancias, lo que ocurre en buena parte Europa y EE.UU., no difiere en el fondo de las causas ni las consecuencias de lo que viene sucediendo en tierras griegas. Las deudas públicas astronómicas, los gastos siderales, el déficit superlativo, las regulaciones asfixiantes que incluyen disposiciones laborales que expulsan a trabajadores del mercado, desmedida presión tributaria y reiteradas manipulaciones monetarias en el contexto de un sistema bancario insolvente de reserva fraccionaria, han hecho crujir las economías. Los barquinazos que primero sobresalen son en colosos industriales, comerciales y bancarios que amenazan con despidos masivos, convocatorias de acreedores y quiebras. Luego viene el pánico que pretende ocultarse con “salvatajes”, es decir, como los recursos no vienen del aire, con transferencias coactivas sustraídas a las actividades económicas que no cuentan con poder de lobby. Entonces irrumpen los “indignados” que sufren los efectos encarne propia, pero, paradójicamente, como en su mayoría provienen de sistemas educativos sumamente deficientes, reclaman  más de lo mismo.

Simultáneamente a lo consignado, aparecen en la vidriera calurosos debates que presentan dos variantes de igual genealogía: ajustar o continuar con el derroche y las promesas de imposible cumplimiento. Naturalmente, tarde o temprano, igual que en una familia, esto último agrava la situación puesto que, como ha indicado Einstein, no pueden obtenerse resultados distintos insistiendo en las mismas causas.

Respecto a lo primero, la batalla por equilibrar las cuentas sin importar el nivel de succión de recursos de la población también agrava el problema, especialmente cuando viene acoplado a medidas absurdas como la postergación de la edad jubilatoria (como si el esquema actuarial se resolviera postergando el problema), la congelación de sueldos en la administración pública (a sabiendas que los burócratas tarde o temprano revertirán la situación para subsistir) y la poda de funciones (que como en la jardinería, la planta crece con mayor vigor, en lugar de eliminar reparticiones inútiles y contraproducentes).

Sin duda que la eliminación de ministerios, secretarias y direcciones son objetadas por intereses creados y los antedichos “salvatajes” son apoyados enfáticamente, no solo por los gobiernos que adoptan las medidas sino por rentistas que desean mantener sus ingresos sin importarle las mermas en el fruto del trabajo ajeno, las propias empresas beneficiadas con los subsidios, los “compañeros de ruta” que repiten lo del riesgo sistémico sin percatarse del agravamiento de la crisis y buena parte de los administradores de carteras que temen perder clientes.

El caso de Grecia tiene características propias que se pusieron de manifiesto en el comienzo mismo de la eurozona al ingresar en base a estadísticas en su mayoría falsas y ahora se descubren dislates como que por cada maseta en jurisdicción de la administración pública hay cincuenta jardineros. Por más eurobonos emitidos, se teme el efecto arrastre de un default total decidido en Atenas, especialmente en España, Irlanda y Portugal pero que afectará también a Italia y Francia y, si esto fuera así, repercutiría en la vacilante economía estadounidense debido a su vinculación comercial con Europa.

Como ha reiterado Ron Paul, el candidato a la presidencia por el Partido Republicano (junto al delantero Mitt Romney), tal vez haya llegado el momento de prestar debida atención a la tradición de la Escuela Autríaca de Economía iniciada por Carl Menger y continuada por Eugen Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises y el premio Nobel en economía Frriedrich Hayek, en el sentido de reconsiderar toda la política financiera y monetaria junto con severas limitaciones a los aparatos estatales en oposición a las recetas keynesianas.

Publicado originalmente en Ámbito Financiero (Argentina) el 25 de mayo de 2012.

Danilo Medina, del oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD), venció al ex presidente Hipólito Mejía este domingo para convertirse en el nuevo presidente de la República Dominicana.

La elección se vio empañada por algunas irregularidades, como el uso de recursos públicos a favor de Medina, lo cual ha sido confirmado por la Organización de Estados Americanos (OEA). No obstante, el ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez, jefe de la delegación observadora de la OEA, dijo que el número de irregularidades no afectó el resultado de las elecciones. Además, el margen de victoria de Medina (51,2% frente al 46,9% de Mejía) se encuentra dentro de lo que vaticinaban las encuestas en las semanas previas a la elección.

Sin embargo, las irregularidades electorales son un doloroso recordatorio de los principales problemas que hoy aquejan a la República Dominicana: la corrupción y el clientelismo político. República Dominicana se encuentra en el puesto 129 de 182 países en el índice de Transparencia Internacional sobre corrupción. Según el Foro Económico Mundial, la corrupción es el factor más problemático para hacer negocios en el país. El Estado dominicano es una máquina dispensadora de favores y de clientelismo político. Por ejemplo, el gobierno saliente del presidente Leonel Fernández cuenta con 334 viceministros repartidos entre 20 ministerios. El Ministerio de Agricultura tiene 37 viceministros, el de Salud Pública tiene 34. Cada viceministro goza de un buen salario más otros beneficios como tarjetas de crédito, gastos de representación, viáticos, vehículo con chofer, secretaria y asesores, etc. El Servicio Exterior dominicano cuenta con 113 embajadores y 1.163 diplomáticos a pesar de tener legaciones en solo 54 países y 6 organismos internacionales.

La gran interrogante entonces es si el presidente electo Medina romperá con el pasado o será más de lo mismo. Medina ha sido electo bajo la sombra del presidente saliente Leonel Fernández, quien ha estado en el poder durante 12 de los últimos 16 años. Medina fue dos veces Ministro de la Presidencia de Fernández, sin embargo, desafió al presidente en las primarias del PLD de 2007 (donde fue finalmente derrotado), lo que le valió una reputación de independencia. Por otro lado, su candidata a la vicepresidencia es Margarita Cedeño, esposa de Leonel Fernández y actual primera dama. El lema de campaña de Medina fue: “Continuar lo que está bien, corregir lo que está mal y hacer lo que nunca se ha hecho”.

En marzo pasé una semana en República Dominicana, a invitación de CREES, un instituto de política pública local, y pude percibir de primera mano el descontento que la mayoría de los dominicanos siente hacia su clase política. Un amigo exiliado de Venezuela incluso estableció paralelismos entre la República Dominicana de hoy y su país a finales de la década de los noventa, cuando una población venezolana harta de sus políticos corruptos escogió a un caudillo no tradicional como presidente. Aún así, no se vislumbra ninguna figura fuerte en el horizonte político dominicano. Sin embargo, sí hay una sensación creciente de que el país necesita un cambio dramático.

Tal vez el sentimiento se expresa de mejor forma en la canción “Apaga y vamonos” del reconocido cantautor dominicano Juan Luis Guerra, que dice:

La misma promesa, el mismo cd
La misma mentira, el mismo café
El mismo discurso, el mismo cliché
La historia recicla, nos queda la fé!

Apaga y vámonos
Que yo no sé
Los hombres buenos
¿Dónde se ven?

La economía italiana se contrajo por tercer cuarto consecutivo, profundizando la recesión del país y echándole fuego a la crisis del euro. Italia es la tercera economía más grande de la Eurozona, y muchos la ven como el jaque mate de un eventual colapso de la moneda común, ya que es demasiado grande para quebrar. Ni la UE ni el FMI tienen suficientes recursos para rescatarla. Si Italia cae, probablemente signifique el fin del euro.

Hoy muchos acusan a la austeridad de los problemas económicos de Italia. Chiara Corsa, una economista en UniCredit, escribió que “el elemento clave es la austeridad, que constituye una pesada carga sobre el consumo y la inversión”. Las recientes elecciones municipales vieron el surgimiento de partidos anti-austeridad. Paul Krugman lo advirtió en diciembre pasado, cuándo describió al plan de austeridad del primer ministro Mario Monti como “contraproducente” y “delirante”.

No obstante, como ocurre en los casos de Gran Bretaña, Francia y Grecia, los expertos no aclaran qué implica la austeridad en Italia, a pesar de que muchos parecen referirse a recortes de gasto. Por ejemplo, si la crítica de Krugman sobre la austeridad italiana es consistente con sus críticas sobre la austeridad en otras partes de Europa, sabemos que se refiere a recortes de gasto. Así que veamos si se ha dado alguno:

Gasto público en Italia

* Usando Deflator del PIB.
Fuente: Comisión Europea, Asuntos Económicos y Financieros.

El gasto en términos nominales aumentó en un promedio anual del 4,1% entre 2000 y 2009, y luego descendió ligeramente el año siguiente. En 2011 el gasto público fue solamente 0,14% menor al nivel de 2009. En cuanto al gasto en términos reales, no existió ningún recorte en lo absoluto. Como proporción de la economía, el gasto total alcanzó un máximo en 2009 de 51,6% del PIB, y luego cayó al 49,6% el año pasado, una caída que no es muy significativa si se toma en cuenta que el Estado italiano todavía consume casi la mitad de la producción nacional.

Entonces, ¿en qué ha consistido la austeridad de Italia hasta el momento? Según The Financial Times, el “paquete de austeridad del gobierno de €30.000 millones aprobado en diciembre estaba fuertemente orientado hacia el aumento de impuestos más que a recortar gastos, un énfasis que los ministros ahora reconocen ampliamente contribuyó a que Italia entrara en una recesión más profunda”. El diario añade que el gobierno de Monti enfrenta “una intensa presión de las empresas, los políticos y el público para desplazar la carga de la austeridad lejos de los fuertes aumentos de impuestos y dirigirla hacia recortes en el gasto público”. Como resultado, el primer ministro italiano anunció recortes en el gasto a partir de junio por €4.200 millones, pero aún así eso es menos del 1% del gasto público total. Para mí, está lejos de ser un recorte salvaje.

Sin embargo, es fascinante ver la histeria que rodea a los recortes de gasto inexistentes y su supuesto efecto negativo en el crecimiento económico. Por ejemplo, en diciembre pasado The Economist advirtió:

“Pero un énfasis excesivo en la austeridad a corto plazo amenaza con enviar a la economía del continente a una profunda recesión; los últimos datos sobre la producción industrial italiana mostraron una caída anual del 4,1% en octubre, incluso antes de que los recortes presupuestarios fuesen introducidos por el nuevo gobierno”.

Curiosamente, The Economist parece afirmar que los recortes de gasto fueron responsables de alguna manera por una disminución en la producción italiana ¡aún antes de su implementación!

Si la austeridad es culpable por la recesión de Italia, tenemos que ser claros que por austeridad nos referimos a aumentos de impuestos, con casi ninguna reducción en el gasto del gobierno.

...como veía que resistía fue a llamar a un congresista más. Y así sigue el canto hasta que hay tantos congresistas que la tela de araña no aguanta su peso y todos caen por los suelos.

El cantito infantil es una buena metáfora para entender la tentación regulatoria en épocas de vacas gordas.

Las economías, como las telas de araña, son frágiles. Su equilibrio es siempre inestable y está en riesgo.

Las buenas épocas generan la impresión de que pueden aguantar más peso. Los gobiernos, y en especial los congresistas, sienten que una regulación más no importa.

Pero cada regulación añade algo de peso a la capacidad de la tela de araña económica de soportarla. Y lo malo de la solidez de la economía es que genera la sensación de que nos podemos seguir colgando. Y entonces cada congresista no ve el costo que genera, pero sí ve el dividendo político que obtiene. Ninguna medida, por sí sola, se tumba al país. Pero cada una se va sumando a la anterior, y la anterior a la que le precedió. Y así hasta que el resultado es el colapso.

Entonces subimos el sueldo mínimo, empujamos el control de fusiones empresariales, creamos impuestos a la comida chatarra, forzamos a implementar libros de reclamaciones, damos Códigos de Protección al Consumidor, obligamos a editar libros reutilizables, ponemos límites a la extensión de la tierra o la gravamos con más impuestos, obligamos a todas las empresas a tener estados financieros auditados, regulamos el precio del arroz comprando la sobreproducción con impuestos, empujamos la Ley General del Trabajo, elevamos las exigencias ambientales, etc., etc., etc.

La economía está bien y es productiva. Ponen la regulación y, como veían que resistía, fueron a poner una regulación más. Y así hasta que la tela de araña económica no puede más.

Lo malo de las épocas buenas es que no nos permiten darnos cuenta de lo que nos cuesta hacer estupideces. Lo bueno de las crisis es que nos hace conscientes de nuestros errores. Allí sí descubrimos que no nos queda más que desregular, aliviar costos y liberar al sector privado para que empuje el crecimiento.

La paradoja de las buenas épocas es que hace fácil cometer errores y acumularlos. Hugo Chávez, Evo Morales y Cristina Kirchner no hubieran podido sobrevivir haciendo tanta tontería sin precios internacionales que soporten los costos absurdos que imponen a la sociedad. El crecimiento de China e India ha generado una externalidad positiva que tarde o temprano pagaran con su caída.

Los indignados en Europa y Estados Unidos reaccionan a la caída de la tela de araña, culpando a la araña que la tejió (la actividad privada) por no hacerla lo suficientemente fuerte para aguantar todos los elefantes que le cargaron una y otra vez bajo el cantito de “como veían que resistía”. Pero ¿quién es el verdadero culpable? La tela de araña se rompe no porque está mal tejida, sino porque populismo, el subsidio fácil y la sobrerregulación la sobrecargan.

Finalmente, la crisis del 2008 y la última crisis europea son consecuencia del bendito cantito: una economía del bienestar que trata de brindar estándares y niveles de vida, por medio de subsidios y regulaciones, que la productividad real no está en capacidad de sostener.

El dinamismo de la economía peruana es una buena noticia. Pero también nos trae la mala noticia de la sobrerregulación y la intervención estatal. No permite advertir en toda su dimensión las consecuencias acumulativas de cada acto regulatorio absurdo y poco reflexivo originado en los congresistas, en los funcionarios gubernamentales y en la exigencia de la opinión pública.

Y ese efecto acumulativo genera una falsa sensación de bienestar, en la que nos mecemos todos asumiendo que la tela de araña económica siempre estará allí para soportar el buen momento.

Por eso requerimos de una institucionalidad que nos advierta sobre que no se puede sobrecargar el sistema económico porque “veían que resistía”. Reforzar el Indecopi y sus facultades de eliminación de barreras burocráticas, una mano firme del Tribunal Constitucional en proteger las libertades económicas, un correcto análisis costo-beneficio de las normas, sin algunas de las medidas necesarias para que los congresistas, sus iniciativas y el país en general no terminen regados por los suelos.

Desde 2009 Grecia ha estado en el epicentro de la crisis del euro, y tras las elecciones parlamentarias de la semana pasada, parece que su salida de la moneda común es inminente. Todos concuerdan en que Grecia no se metió en problemas por gastar muy poco, sino exactamente por lo contrario. Cuando George Papandreou asumió el cargo de primer ministro en octubre de 2009, descubrió que su predecesor conservador había manipulado las cuentas nacionales y le había dejado un enorme déficit fiscal del 12,7% del PIB. El socialista Papandreou se vio entonces forzado a archivar sus promesas de más beneficios sociales y a implementar un programa de austeridad fiscal a cambio de rescates multi-millonarios de la Unión Europea y el FMI.

Dos años y medio después, la situación en Grecia es aún más sombría, con una economía que sigue contrayéndose y un desempleo en continuo aumento. Hoy muchas personas afirman que, a pesar de que el despilfarro fue la causa de los problemas de Grecia, la austeridad está empeorando la situación al recortar el gasto público muy rápido y muy profundo. El editor de la revista Time, Fareed Zakaria, explicó la dinámica en su programa GPS de CNN el pasado domingo:

"El problema es que a medida que estos gobiernos reducen el gasto en economías sumamente deprimidas, esto ha causado que el crecimiento se desacelere aún más —considere que los trabajadores públicos que han sido despedidos tienden a comprar menos bienes y servicios, por ejemplo— y todo esto significa una caída de los ingresos fiscales y por lo tanto, un déficit aún mayor".

Zakaria no es el único que identifica a la austeridad con recortes en el gasto público e incluso algunos comentaristas dramatizan el término añadiendo adjetivos como “profunda”, “brutal”, “salvaje” o “contraproducente”. Veamos cuán brutales han sido estos recortes en Grecia:

Gasto público en Grecia
Fuente: Comisión Europea, Asuntos Económicos y Financieros.

El gasto estatal se ha reducido a aproximadamente su nivel de 2007 en términos nominales, mientras que en términos reales mantiene una tendencia ascendente (al igual que en mis comentarios anteriores sobre Gran Bretaña y Francia, utilizo el deflator del PIB para calcular el gasto en términos reales). Por otro lado, el economista Tyler Cowen de George Mason University señala que en el corto plazo lo que importa es el gasto nominal, puesto que el PIB, la población y la inflación de estos países no están aumentando significativamente. Veamos entonces lo nominal: Entre el 2000 y 2009, el gasto público en Grecia creció a una tasa anual del 7,8%. Luego se redujo en 8,3% en 2010 y en 4,1% en 2011. Esto sin duda es un recorte de gasto, pero está lejos de ser brutal.

Algunos sostienen que no deberíamos ver los niveles absolutos de gasto cuando hablamos de austeridad, sino más bien ver el gasto público como proporción de la economía. En ese sentido, el gasto total del gobierno griego subió del 47,1% del PIB en el año 2000 al 53,8% en 2009 y bajó al 50,3% en 2011—alrededor del nivel que tenía en 2008. Sin embargo, yo no comparto este argumento. ¿Significa entonces que el Estado tiene que gastar una proporción cada vez mayor del PIB para mantener a flote a la economía? ¿No es suficiente con que el Estado consuma la mitad de la producción nacional?

¿Y qué sucede con el argumento de Zakaria acerca del efecto contraproducente que tiene despedir empleados públicos sobre el crecimiento económico? El pasado enero, The Economist estudió la situación de Grecia y señaló que “de los 470.000 personas que han perdido sus empleos desde 2008, ninguno provino del sector público. El servicio civil ha tenido un recorte en sus salarios del 13,5% y algunas reducciones de beneficios, pero no una pérdida neta de empleo”. En cuanto a lo que “austeridad” significa para la mayoría de los griegos, añadió la revista, “desde el primer rescate de Grecia en mayo de 2010, el gobierno ha impuesto la austeridad, aumentando los impuestos a tal nivel que las personas apenas los pueden sufragar”.

No solo The Economist señala la forma en que han subido los impuestos. Incluso el FMI lo ha hecho. En noviembre, Poul Thomsen, jefe de la misión del FMI en Grecia, dijo que el país “ha dependido demasiado de los impuestos y considero que una de las cosas que hemos visto en 2011 es que se alcanzó el límite de lo que se puede lograr por medio del aumento de impuestos”. Desde entonces, Grecia acordó eliminar 15.000 empleos públicos (apenas un 2% de la fuerza laboral del Estado) a cambio de un segundo rescate. Aún así, esa cifra palidece en comparación con el número de personas que han perdido su empleo en el sector privado.

Por lo tanto, la evidencia revela que en Grecia la austeridad ha consistido de aumentos significativos de los impuestos y tímidos recortes del gasto.

Continuemos con el estudio de las políticas de austeridad en Europa. Ayer escribí que en Gran Bretaña la austeridad hasta el momento ha consistido únicamente en alzas de impuestos, ya que el gasto público, en términos nominal y real, continúa aumentando a pesar de los anuncios de profundos recortes por parte del gobierno de David Cameron. ¿Qué sucede en Francia? El país acaba de inaugurar un presidente socialista quien, según Paul Krugman y algunos medios de comunicación, fue electo precisamente para luchar contra la austeridad.

Veamos si en realidad la austeridad en Francia ha involucrado recortes de gasto significativos:

Gasto público en Francia
Fuente: Comisión Europea, Asuntos Económicos y Financieros.

Una vez más, es bastante evidente que no ha habido ningún recorte de gasto en los últimos años, ni en términos nominales o reales. Si vemos el gasto total del gobierno como proporción de la economía, este subió del 51,6% en el año 2000 a 56,8% en 2009, y luego bajó un poco a 55,9% en 2011 —el más alto en toda la Unión Europea. Dudo que nadie, excepto tal vez Paul Krugman, pueda afirmar seriamente que una disminución de 0,9 puntos porcentuales en el gasto del gobierno como proporción del PIB represente una austeridad salvaje.

Sin embargo, los impuestos sí han subido. Mi colega Michael Tanner repasó algunos de ellos:

“Se introdujo un impuesto complementario del 3% sobre los ingresos mayores a €500,000, se aumentó en un punto porcentual la tasa máxima de renta (de 40% a 41%), y se puso fin a la indexación automática de las bandas impositivas en los tributos a la herencia, riqueza y renta. También hubo un aumento del 5% en el impuesto sobre la renta corporativa para las empresas con ingresos superiores a €250 millones, así como un aumento en el tributo a las ganancias de capital, y el cierre de varias exenciones en el impuesto de renta corporativo. Y a pesar de que la mayoría de estos aumentos impositivos estaban dirigidos a los ricos, la clase media también salió afectada. Hubo un aumento en el impuesto al valor agregado e impuestos especiales sobre el tabaco y el alcohol”.

Peor aún, todos los candidatos presidenciales, desde la extrema izquierda a la extrema derecha, prometieron aumentarlos aún más. Es por eso que

The Economist informó que, independientemente de quién ganara las elecciones, “las grandes compañías y las familias adineradas están buscando la manera de salir de Francia”.

Hay más: Francia no ha tenido un presupuesto balanceado desde 1973. Su deuda pública ha subido del 20,7% del PIB en 1980 a aproximadamente el 87% este año. Su déficit presupuestario en 2011, del 5,8% del PIB, se encuentra mucho más cercano al de España (6,5%) que al de Alemania (1%).

La pregunta entonces es ¿cúal es la austeridad contra la que prometió luchar François Hollande?

El debate sobre las políticas de austeridad en Europa está siendo seguido muy de cerca en América Latina, y muchas personas están sacando conclusiones equivocadas sobre cómo la austeridad está supuestamente estrangulando a las economías del Viejo Continente. Sin embargo, para entender mejor lo que ocurre al otro lado del Atlántico, tenemos que aclarar primero qué entendemos por “austeridad”.

Existen diferentes definiciones de austeridad allá afuera. El término podría referirse a la consolidación fiscal mediante recortes de gasto únicamente. También podría significar una mezcla de recortes de gastos y aumentos de impuestos (el llamado “enfoque equilibrado”), o podría tratarse solamente de aumentos de impuestos. De tal forma que cuando las personas culpan a la “austeridad” por los problemas económicos de Europa, podrían estar hablando de un conjunto de políticas muy diferente en cada país.

Echemos un vistazo a Gran Bretaña, país que acaba de entrar en una segunda recesión debido, según Paul Krugman del New York Times, al “fracaso evidente” de las políticas de austeridad. Si observamos los niveles de gasto gubernamental en Gran Bretaña, tanto en términos nominal como real, podemos ver que a pesar del anuncio de recortes profundos por parte del gobierno del primer ministro David Cameron, el gasto público sigue en aumento:

Gasto público de Gran Bretaña
Fuente: Comisión Europea, Asuntos Económicos y Financieros.

Si bien es cierto que, al menos en términos nominales, la tasa de crecimiento del gasto ha disminuido, eso está muy lejos de constituir recortes brutales, como Krugman y otros nos lo quieren hacer creer. Si observamos el gasto total del Estado como porcentaje de la economía, Gran Bretaña alcanzó un pico en 2009 del 51,5% que luego cayó al 49,9% en 2011. ¿Puede alguien afirmar seriamente que el país se encuentra en recesión por una caída tan pequeña del gasto público como porcentaje de la economía?

Ahora bien, recordemos que el gobierno de coalición conservador-liberal demócrata que llegó al poder en mayo de 2010 adoptó lo que The Economist catalogó un enfoque equilibrado de consolidación fiscal basado en £1 de aumento de impuestos por cada £3 en recortes de gastos. Para ser justos, la revista británica también dijo que si la recuperación económica se tornaba difícil de alcanzar, el gobierno debería considerar un aplazamiento en el aumento de impuestos, mas no en los recortes de gastos. Los aumentos de impuestos ya entraron en efecto (la tasa del IVA subió del 17,5% al 20%, por ejemplo). Pero, como podemos ver en la gráfica, los recortes de gasto no se han llevado a cabo en lo absoluto. Por lo tanto, la austeridad en Gran Bretaña ha consistido únicamente de aumento de impuestos.

Es difícil estimar el impacto del aumento de impuestos en la economía británica. Ciertamente la crisis económica en Europa Continental ha tenido un impacto en la recaída de Gran Bretaña. Sin embargo, aquellos que afirman que la “austeridad” es responsable por la segunda recesión británica deberían ser honestos y reconocer que por austeridad se refieren a aumentos de impuestos, no a recorte de gastos.

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