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Archivo por Octubre 2012

Una carrera decisiva

Publicado por Alberto Benegas Lynch

No resulta necesario detenerse a detallar todos los prodigiosos adelantos tecnológicos que se han ido acumulando en nuestra era en los campos más diversos. No se necesita ser un observador avezado para constatar tanto adelanto de magnitudes colosales. Pero este importantísimo fenómeno es solo un contendiente en la carrera en el inmenso teatro de la civilización.

Hay otros dos participantes que revisten una inmensa importancia y son decisivos para el éxito final del primer contendiente mencionado. Se trata en primer lugar del calado espiritual de los seres humanos, antes que nada referido a la comprensión moral de sus actos, en otros términos, de la vital distinción entre lo que está bien y lo que está mal en sus conductas para proceder en consecuencia. El hombre es la única especie a la que pude aplicarse la idea moral puesto que está dotado de libre albedrío, es decir, de psique, mente o estado de conciencia.

Observamos con preocupación que con pequeños espacios de libertad la energía creativa produce inventos de extraordinaria valía pero si se pierde la brújula moral aquellos progresos se emplearán para el mal y terminarán extinguiendo la misma capacidad productiva en todos los órdenes.

El eje central de la moralidad consiste en el respeto por las autonomías individuales de lo cual el resto se sigue. Esto está directamente vinculado a la gran mayoría de lo que se dice hoy día en cuanto a las concepciones colectivistas que degluten al individuo. A título de ejemplo, pensemos en la degradada noción del derecho para convertirlo en una especie de carta blanca para saquear al prójimo. Consideremos las propuestas de los integrantes de aparatos estatales en lo referente al manejo prepotente de las vidas y haciendas ajenas en una carrera desenfrenada por regular todos los espacios de las acciones libres y voluntarias de las personas. Veamos la imposibilidad de contratar tal como las partes estiman pertinente sin lesionar derechos de terceros. Miremos el cuadro lamentable de la llamada educación en la que los gobernantes se inmiscuyen sin reparo alguno. Constatemos la caterva de disposiciones y cortapisas para concretar transacciones con personas ubicadas más allá de las fronteras. Verifiquemos las legislaciones sindicales que contradicen de manera grotesca la libertad de asociación. Hay que percatarse de los atropellos del Leviatán al manipular los activos monetarios con que se realizan intercambios pacíficos. Comprobemos las burdas estratagemas que utilizan megalómanos para cercenar la libertad de expresión. Examinemos la catarata de imposiciones desde el vértice del poder que estrangulan todo tipo de decisiones privadas.

En mis escritos he incluido en repetidas ocasiones la maravillosa cita de Tocqueville que resume el aspecto medular que estamos señalando: “De hecho, aquellos que valoran la libertad por los beneficios que ofrece, nunca la han mantenido por mucho tiempo […] El hombre que le pide a la libertad más que ella misma, ha nacido para ser esclavo”. Nada se gana con disponer de todo lo imaginable si no se es libre para elegir el destino de lo que se tiene. Es lo mismo que aquel fulano del cuento que vendió su libertad por millones y millones sin percibir que de nada le sirve un ingreso extraordinario si no puede usar y disponer, características que son la esencia de la propiedad, precisamente el derecho que le es primeramente conculcado en estos contextos.

Una vez, hace mucho tiempo, escribí una columna titulada “La civilización es frágil” para destacar que el largo, difícil y azaroso proceso en el que se forma la civilización siempre basada en normas de respeto recíproco, pero es fácil y rápida su destrucción. Entonces, hoy somos espectadores de una carrera suicida en la que la conducta moral queda grandemente rezagada con lo que los cimientos del progreso se encuentran severamente amenazados, lo cual, en definitiva, convierte en inútil y hasta contraproducente el avance tecnológico que será irremediablemente empleado para acelerar la decadencia.

El tercer competidor está conformado por los enemigos declarados de todo vestigio civilizado. Son los que representan las distintas vertientes del totalitarismo. Comparado con la antes mencionada degradación moral, este competidor no resulta tan peligroso ni devastador. Más aún estaría anulado y neutralizado en sus pretensiones si la fuerza moral en que descansa la civilización estuviera en su plenitud en otros ámbitos.

Estas mentes totalitarias no siempre comienzan con la idea de arrasar con todo, son muchas veces procesos escalonados, incluso hay quienes se quedan en las primeras instancias sin prever el ímpetu que desatan ya que en estas lides una cosa conduce a la otra hasta que resulta tarde para revertir la situación cuando se vislumbran las consabidas purgas, primero incruentas y luego cruentas. En esta caracterización todo parte de la arrogancia superlativa de mandones que cobijan la peregrina noción de que es posible manejar el universo desde el poder. Y no solo no tienen consideración alguna por la fabulosa presunción del conocimiento que ello significa con lo que la desarticulación es completa, sino que no tienen el menor respeto por los gustos, preferencias e inclinaciones de los súbditos en medio de extenuantes discursos donde ni siquiera cabe una inflexión para no trasmitir inseguridad.

En esta misma línea de pensamiento, los súbditos al principio se convierten en serviles cortesanos que aplauden todo lo que provenga del poder hasta que se dan cuenta en lo que se han metido, en cuyo caso hay algunos que atinan a reaccionar muy tardíamente mientras otros piden más castigos custodiados por los rufianes que hacen de comisarios a cambio de prebendas de gran envergadura.

Sin duda que la antiutopía de Orwell del Gran Hermano no es nada al lado de la de Huxley (especialmente en su versión revisitada) en cuanto a seres anestesiados que piden ser subyugados para mal de quienes mantienen su dignidad y sentido de autoestima, encandilamientos que tienen lugar siempre debido a la manera en que se van carcomiendo los cimientos morales, primero en lo chico y después en lo grande hasta que el olor a podrido envuelve los recovecos y finalmente cubre la totalidad del espectro social en el que quedan pequeños fragmentos de decencia que se debaten en un clima sumamente adverso y pervertido.

Hay quienes se ilusionan con salir de tanto excremento en base al mencionado primer contendiente, es decir, en base al ingenio creador que se traduce en la tecnología como es ahora la avanzada investigación de ciudades en el espacio para zafar del asfixiante Leviatán (al fin y al cabo nuestro planeta está suspendido en el espacio y gira en torno al sol a 1.700 kilómetros por hora sin piloto de carne y hueso) y también notables proyectos de ciudades en el mar (además de los denodados esfuerzos y dificultades para poder concretar “ciudades libres” en nuestro mapa). Indagar en aquello efectivamente trasmite grandes esperanzas, pero también fracasarán estrepitosamente si no se fortalece y alimenta al segundo competidor clave, cual es el contenido moral de los habitantes, lo cual no se modifica por la ubicación geográfica sea en la tierra, en el espacio o en el mar.

Decía al comienzo que el aspecto medular de la noción moral reside en el respeto irrestricto a las autonomías individuales. A título del ejemplo más chocante de la masacre que se infringe a esa noción vital, me refiero al mal llamado “aborto” que es en verdad homicidio en el seno materno puesto que, como han explicado tantos científicos, la microbiología muestra que desde el instante de la fecundación del ovulo hay un ser humano en acto con toda la carga genética completa que naturalmente está en potencia de muchas otras cosas como todos los humanos, independientemente de su edad. No hay una mutación de la especie entre una etapa y otra, la aniquilación física de una persona como una manifestación agresiva en cualquier circunstancia se traduce en un crimen pero en la mencionada constituye un acto de cobardía mayúsculo, el “síndrome Polonio” tal como lo describe Julián Marías al conectarlo con el drama shakespereano en el que se le atraviesa una espada por el cuerpo de una persona a través de una cortina sin mirarle la cara. Hay situaciones que son espantosamente monstruosas como la violación pero nada justifica descargar la furia contra un inocente. Luis F. Lejeune ha reafirmado que “aceptar el hecho de que con la fecundación comienza la vida de un nuevo ser humano no es ya materia opinable. La condición humana de un nuevo ser desde su concepción hasta el final de sus días no es una afirmación metafísica, es una sencilla evidencia experimental”. Es un chiste macabro el alardear de “derechos humanos” y al mismo tiempo suscribir los homicidios más espeluznantes y vergonzosos de nuestro tiempo. Si no se respeta el elemental derecho a la vida, la carrera está perdida de antemano.

Publicado originalmente en El Diario de América (EE.UU.) el 26 de octubre de 2012.

Economía y 'glamour'

Ariadne Artiles

Ariadne Artiles, la modelo española más internacional, declaró al "Magazine" de El Mundo:

Los ricos son cada vez más ricos y los pobres, aún más pobres. Y las ayudas siguen siendo para los ricos. Vivo en un mundo que no comparto y no puedo entender, y sufro y me siento impotente por no poder hacer nada al respecto.

Primero, los pobres no son cada vez más pobres. En las últimas décadas la pobreza, el hambre, la miseria y la enfermedad, a pesar de las constantes jeremiadas sobre su empeoramiento, no han empeorado. En segundo lugar, si los ricos son cada vez más ricos, no hay razón alguna para lamentarlo, salvo que lo hagan a expensas de los pobres, algo que solo puede suceder fuera del mercado, es decir, mediante la intervención política. La propia señora Artiles es una mujer rica, y no creo que ella piense que su enriquecimiento se ha debido al empobrecimiento ajeno, porque no ha habido en ese enriquecimiento intervención política apreciable. Esa misma intervención, por cierto, es la que se encarga de ayudar a los bancos, crítica implícita en la frase de doña Ariadne.

Es muy loable que la modelo admita que no entiende el mundo: mucho mejor nos iría si lo admitieran muchos economistas, políticos e intelectuales arrogantes que creen que saben cómo organizar nuestra vida quitándonos la libertad y el dinero. Menos loable es que diga que no puede hacer nada ante los problemas del mundo. Esto es absurdo: todos podemos hacer algo para ayudar al prójimo. Es más, todo lo hacemos, y estoy seguro de que la propia señora Artiles lo hace.

También en El Mundo leí una entrevista al actor Juan Echanove. Me pareció enternecedor, porque primero confiesa que en la facultad no estudió nada y se la pasó bebiendo botellines... y después se queja de que la gente piense que los actores son vagos y bebedores. Pero observó además algo interesante sobre economía:

Si hay algo que odio es a estas agencias de calificación que son corresponsables de la crisis. Encima hay que pagarles para que lo digan.

Eso de que las agencias de calificación sean señaladas como corresponsables es típico del pensamiento único, que prefiere apuntar hacia lo que suene a más privado o más capitalista o más vinculado al mercado. Es evidente que la responsabilidad de esas agencias empalidece frente a la de los bancos centrales, por ejemplo. Pero el señor Echanove da una pista importante, quizá inadvertidamente, cuando subraya: "Hay que pagarles".

En efecto, hay que pagarles, pero no porque formen parte de unos contratos voluntarios característicos de la economía de mercado. Eso no. Hay que pagarles porque las autoridades, las mismas que establecen las agencias que pueden actuar, imponen a quienes usan sus servicios la obligación de contratarlas. Esto, por cierto, no era así en un principio, ni tiene por qué serlo necesariamente. En una economía libre las agencias serían libremente contratadas por los interesados en destacar la calidad de los activos ofrecidos. Esta libertad también existía en el mundo de la auditoría, pero, otra vez, fueron las autoridades las que impusieron la obligación de que las empresas se auditen. El papel de la intervención, su carácter contingente, y sus graves y onerosas consecuencias, no suele ser subrayado ni siquiera por bastantes economistas, con lo cual no sería justo cargar demasiado las tintas sobre el señor Echanove.

Publicado originalmente en Libre Mercado el 19 de octubre de 2012.

Cuando pienso en la pérdida de los valores del venezolano pienso, en primer lugar, en lo que hemos visto durante los últimos catorce años de autoritarismo chavista. Hemos visto lo que jamás pensábamos que ibamos a ver: una agresión frontal contra la democracia y la ciudadanía. La creación de una inmensa Ciudad Gótica, donde los villanos de todo tipo han tomado el control de la nación, como puede verse en las estadísticas existentes sobre crimen, inflación, corrupción, ineficiencia gubernamental, endeudamiento, pérdida de competitividad y progresivo aislamiento del país de la comunidad internacional. El resultado de esta agresión ha sido la creación de una Venezuela cualitativamente disminuída, la aparición de una sociedad extraña donde los choferes de autobus son vicepresidentes, donde el presidente utiliza un lenguaje de odio y de burdel y donde la vida y la propiedad privada valen muy poco. Los venezolanos viven hoy en un país que está en el foso o cerca del foso en todos aquellos índices internacionales que permiten una comparación entre países. Esto es factual y no puede disfrazarse con retórica populista, al menos ante los bien informados.

A fin de enfrentar esta tragedia ha surgido una oposición cada vez más tenaz, cuyo candidato a la presidencia, Henrique Capriles, acaba de hacer una campaña extraordinaria por su intensidad y su tesón. Hoy más que nunca estamos solidificados en torno a un liderazgo de oposición joven, el cual representa el futuro del país que deseamos. Para ese liderazgo, ofrezco respetuosamente el siguiente comentario sobre el abandono de nuestros valores.

La campaña de Capriles tuvo dos ingredientes principales: uno, de llamado a a la Venezuela decente y digna, consistente en un lenguaje conciliador yrespetuoso y en la presentación de programas verdaderamente nacionales, de naturaleza structural e incluyente, de respeto hacia todos los venezolanos, seguidores y adversarios. Ese ingrediente, en mi opinión, atrajo un 90% de quienes finalmente votamos por él.

El otro ingrediente estuvo constituído por un intento “estratégico” de captar votos del grupo seguidor de Hugo Chávez, con ofertas parecidas. Por ejemplo: nadie será removido de PDVSA, solo una persona. Mantendremos las misiones. PDVSA será exlusivamente del estado venezolano. Crearemos un millón de empleos en un año. Exportaremos comida. No solo habrá una casa para cada familia sino que tendrá certificado de propiedad. Y así por el estilo. Este mensaje estaba dirigido esencialmente al grupo que vive de las dádivas del Estado. Pero también fue oído por los venezolanos quienes deseábamos votar por el Capriles estandarte de nuestros valores. Muchos pensamos que ese mensaje populista de Capriles era inconveniente, a pesar de que reconocíamos la estrategia y a quien iba dirigido.

La realidad nos dijo otra cosa. EL grupo pro-populista, deseoso de vivir pegado a la teta del Estado, no votó por Capriles teniendo a un Chávez. ¿Por qué votar, dirían ellos, por el pseudo-populista, pudiendo votar por el gran populista? ¿Por qué votar por el original y no por la copia?

La lección aprendida, al menos en mi criterio, es que hay que aferrarse firmemente a los valores en los cuales uno cree, sin vacilaciones o sin saludos a la bandera falsa del populismo. Así se pierda una y otra vez. ¿Por qué? Porque una victoria construída sobre una mentira no puede ser verdadera, porque continuaríamos llevando en nuestras almas el veneno del populismo.

No debemos nunca ser moluscos medio disfrazados de mariscos. Chávez ha tenido la “virtud” de presentarse impudicamente ante el país y el mundo como el gran marisco, un gran repartidor de la riqueza nacional en beneficio de aquellos grupos que reciben la limosna con gozo. Aunque esto conduce inevitablemente al empobreciminto colectivo, a esos grupos no les importa un comino el futuro de la nación, de sus propios hijos y nietos. Viven en un presente eterno, en el cual puedan tener dinero en el bolsillo, algo que rara vez había tenido, así como la posibilidad de tener “una casa”, una nevera, un bono por preñez y así por el estilo. Lo que vaya apareciendo lo vamos agarrando, pudiera ser la base de su filosofía de la vida.

Nosotros sabemos que así no se construye un país. Nuestro deber es presentarles la otra cara de la moneda, no la misma. Nunca entreguemos nuestros valores para ganar adeptos. Así se pierda hoy. Al final, cuando ganemos, no tendremos que basar nuestras acciones en valores ajenos a nuestra esencia. Y si no ganamos “nunca”, al menos seremos perdedores que no han entregado el alma.

Si no ganamos “nunca”, al menos sabremos que estábamos defendiendo lo que no valía la pena defender.

Nota: "Nunca” es definido aquí como lo limitado por nuestra propia vida. No significa nunca en términos de país.

A raíz de las elecciones en Venezuela este ultimo domingo, la victoria de Hugo Chávez está siendo calificada por fuentes predecibles como una legitimación de su régimen. "La victoria del presidente Chávez es una victoria para la democracia", declaró el presidente populista de Bolivia, Evo Morales. La fuerte participación de la oposición en las elecciones refuerza aún más la idea de la legitimidad de Chávez en las mentes de algunos así como los que hacen referencia a la noción de que "el pueblo ha hablado".

Si bien el candidato opositor Henrique Capriles reconoció su derrota, sería un error interpretar el resultado electoral como un fiel reflejo del sentimiento popular. Esto por cuanto Chávez manipuló el proceso electoral con tanta firmeza contra su rival que es sorprendente  que le haya ido tan bien a la oposición (obtuvo cerca del 45 por ciento de los votos). Pregúntese esto: si  lo siguiente hubiese ocurrido en su país —tal como sucedió en Venezuela— ¿ aceptaría el resultado?  A continuación, algunos ejemplos de lo  que la oposición enfrentó durante  su campaña:

  • El gobierno descalificó a algunos de los principales candidatos mediante legalismos.
  • Chávez utilizó ilimitados recursos del Estado para explícitamente llevar a cabo su campaña de reelección. Por ejemplo, canales estatales de televisión transmitían propaganda chavista, y edificios estatales también mostraban propaganda oficialista.
  • Las apariciones televisivas de Capriles estaban limitadas a tres minutos diarios, mientras que Chávez aparecía durante horas a la vez en todos los canales de televisión,  como lo demanda la  ley..
  • El padrón electoral contenía irregularidades o era al menos cuestionable. Desde 2003 hasta 2012 el número de votantes registrados aumentó de 12 millones a casi 19 millones, a pesar de que la población creció tan solo unos pocos millones durante ese período. 14 de 24 estados en Venezuela tienen más votantes registrados que personas con capacidad para votar. Hay miles de votantes registrados con edades entre 111 y 129 años.
  • Las papeletas de votación fueron impresas de tal manera que los votos de muchas personas que pensaron que estaban votando por Capriles fueron contabilizados como votos para un tercer candidato.
  • El gasto del gobierno aumentó en un 30 por ciento durante el último año; 8 millones de personas de alguna manera dependen directamente del gobierno para su ingreso o reciben dádivas de este.
  • Chávez cerró el consulado de Miami, hogar de miles de posibles partidarios de Capriles, obligándolos a votar en el consulado de Nueva Orleans o a perder su derecho al voto.
  • El gobierno intimidó a votantes, incluyendo a empleados públicos, al insinuar que su voto no sería secreto.

Esta es una lista incompleta. A esto súmele el hecho de que Chávez controla todas las instituciones estatales—incluyendo el Ejército, el Congreso, la Corte Suprema, el Consejo Nacional Electoral, el monopolio nacional de petróleo, etc.— ejerce control sobre casi todos los medios de comunicación (incluyendo gran parte de la prensa privada, cuyos derechos han sido violados) y mantiene al sector privado a raya a través de controles de capital y otras formas de represión económica. El abuso de poder ha sido bien documentado por el Washington Post, Mary O'Grady del Wall Street Journal, The Economist y otras fuentes (ver aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, y aquí [en inglés]).

Venezuela dejó de ser una democracia hace mucho tiempo. Eso no quiere decir que el esfuerzo de la oposición fue en vano.  Al contrario, y a diferencia de años anteriores cuando esta boicoteó la política electoral, la oposición mostró a los venezolanos y al mundo hasta dónde llegaría el régimen con sus trucos sucios, hasta qué grado violaría la ley y socavaría el proceso electoral —y aún así los opositores a Chávez obtuvieron un importante apoyo el día de las elecciones.

Así que... ¿Ganó Chávez las elecciones? Yo creo que no, pero el punto es que en realidad no se sabe con certeza ya que no fueron elecciones justas. Solo podemos afirmar que en todo sentido relevante, Chávez está encabezando un régimen autoritario. No dejemos que este ejercicio electoral nos haga pensar lo contrario.

Lamentablemente no hubo sorpresa en la elección presidencial en Venezuela. Hugo Chávez ganó convincentemente otro período de seis años con 54% del voto. A pesar de liderar una campaña inspiradora que en algún momento parecía amenazar el régimen de Chávez, Henrique Capriles obtuvo solamente el 44%. La votación fue limpia, aunque la elección en general no sería considerada justa en cualquier democracia madura.

¿Qué sucedió? Resulta evidente que Chávez fue capaz de movilizar a su base electoral a las urnas. A pesar del pésimo manejo económico, de la explosión en el crimen, de una infraestructura que se está cayendo a pedazos y de una corrupción rampante, muchos venezolanos todavía adoran a Chávez. Y él se aseguró de comprar ese amor aumentando el gasto público durante los últimos 12 meses en un 30% en términos reales. A otros puede que no les agrade Chávez, pero todavía se sienten obligados a votar por él. Más de 8 millones de venezolanos reciben algún tipo de ingreso permanente o subsidio del Estado. El régimen no fue sutil cuando les hizo saber que perderían esos beneficios si votaban por Capriles. La revista inglesa The Economist reportó la intimidación a la que se enfrentó un segmento importante de electores:

"Algunos empleados públicos --cuyo número se ha más que duplicado bajo el gobierno del Sr. Chávez y llegado a más de 2 millones de personas-- han sido obligados a llenar formularios diciendo exactamente dónde estarán votando. Al igual que las papeletas de votación, estos formularios requieren una firma y una huella dactilar: la implicación de que el gobierno vigilará cómo votarán no necesita ser deletreada".

Sin duda alguna se trata de una derrota desgarradora para la oposición. Es claro que Chávez continuará conduciendo a Venezuela hacia el autoritarismo. Sin embargo, esta elección ha producido un líder creíble en la oposición que, a diferencia de los anteriores candidatos, tendrá una voz destacada en la política nacional, especialmente conforme las condiciones económicas y sociales se empeoren marcadamente, como seguramente ocurrirá. Si Chávez realmente padece un caso grave de cáncer, como es muy probable, entonces la estatura de Capriles como el próximo líder de Venezuela continuará creciendo.

La semana pasada estuve en la Ciudad de México para la conferencia anual de la Red de Libertad Económica organizada por el Instituto Fraser. Pero también me encontraba en esa metrópolis en una misión: Descubrir qué se puede esperar del próximo presidente, Enrique Peña Nieto.

Tras su elección en julio, muchas personas me han preguntado sobre Peña Nieto. ¿Está comprometido con las reformas económicas? ¿Cómo va a atender el problema de la violencia del narcotráfico? ¿Es un viejo dinosaurio del PRI con una cara fresca y una bella esposa? Simplemente no tenía buenas respuestas a pesar de que observé los debates presidenciales, seguí de cerca la campaña, y leí varios buenos análisis sobre él y su equipo. Afortunadamente en México descubrí que no era que estaba desatendiendo mis responsabilidades laborales. Pude ver de primera mano que nadie realmente sabe qué esperar de Peña Nieto.

Sin embargo, ya podemos ver algunas pistas durante este largo período de transición. Y no pintan bien. Reforma informó el lunes que Peña Nieto y su equipo están estudiando la creación de seis nuevas secretarías de gobierno para las siguientes áreas: telecomunicaciones, de la mujer, pesca, ciencia, y gobernación. Esto sería parte de las primeras iniciativas legislativas que el nuevo presidente enviaría al Congreso. Muchos esperábamos que Peña Nieto le diera prioridad a reformas que hicieran más competitiva a la economía mexicana. Pero parece que inflar la burocracia será lo primero que hará el próximo gobierno.

Quizá la mayor prueba al compromiso reformista de Peña Nieto es la reforma laboral propuesta por el presidente saliente Felipe Calderón. La reforma pretendía flexibilizar las rígidas normas laborales de México para facilitarle a los patronos contratar y despedir trabajadores. El proyecto también introducía mayores elementos de transparencia y responsabilidad en los poderosos sindicatos mexicanos (un electorado histórico del PRI).

Si Peña Nieto fuera en verdad un reformista, comprometería a la bancada del PRI en el Congreso a apoyar el proyecto. Desafortunadamente, el PRI logró eliminar las partes de la reforma laboral que limitaban el poder de los sindicatos y diluyó aquellas que introducían mayor flexibilidad al mercado laboral. El proyecto de ley, que ya pasó la Cámara de Diputados y ahora será discutido en el Senado, todavía es un paso en la dirección correcta, pero pudo haber sido mucho mejor. Y todavía queda la posibilidad de que el PRI lo debilite aún más en la cámara alta.

México necesita urgentes reformas para hacer su economía más competitiva. El país tuvo la segunda tasa más baja de crecimiento per cápita en América Latina en la última década, con menos del uno por ciento anual. La economía está remontando, pero aún se encuentra lejos de alcanzar su potencial. México no se unirá a los BRICs en ningún futuro cercano.

El principal obstáculo al potencial económico de México es la falta de competencia en sectores fundamentales como telecomunicaciones, transportes, cemento, energía, entre otros. Según The Economist, “abrir el petróleo [a la inversión extranjera] y reformar la normativa de los mercados laborales y de competencia podría aumentar la tasa de crecimiento hasta 2,5 puntos porcentuales”.

Desafortunadamente, las primeras señales de Peña Nieto como presidente electo no se ven promisorias. Parece estar más comprometido con el status quo que con las reformas.

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