“No queremos que Venezuela se convierta en una sociedad totalitaria comunista”, declaró el novelista peruano Mario Vargas Llosa ayer en Caracas en la apertura de una importante conferencia organizada por el think tank liberal, CEDICE. Estoy en Venezuela esta semana con mis colegas de Cato, Juan Carlos Hidalgo y Gabriela Calderón, para participar en un evento y conducir un seminario que se dio a principios de esta semana para 60 estudiantes y líderes jóvenes de Venezuela.
La preocupación de Vargas Llosa no se trata de una posibilidad remota. Tampoco es la opinión de un intelectual divorciado de la realidad. Sus comentarios recibieron un largo aplauso de una abultada audiencia de alrededor de 600 personas y han sido el blanco de la prensa desde ayer. Venezuela todavía no es una dictadura total, como lo evidencia el hecho de que estamos aquí reunidos con los principales intelectuales liberales de la región. Pero el ambiente de intolerancia, el reino de la arbitrariedad, la satanización por parte del Estado de cualquiera que no está de acuerdo con la marcha hacia el socialismo de Hugo Chávez, todas han empeorado a un paso preocupante en los últimos meses.
Chávez ya ha centralizado el control económico y político a un grado que no tiene equivalente en cualquier parte en el hemisferio salvo en Cuba. Controla el congreso, la corte suprema, las fuerzas armadas, el banco central, el consejo nacional electoral, gran parte de la prensa, el monopolio estatal de petróleo y por lo tanto casi todo el gasto público, y ejerce una tremenda influencia sobre el sector privado a través de regulaciones, especialmente, el control de capitales.
La libertad de expresión está siendo atacada nuevamente. El miércoles fue el aniversario de dos años de la decisión del gobierno de clausurar el canal independiente, RCTV (al negarse a renovar su licencia)—hasta ese entonces el canal más importante del país. Fue el cierre de RCTV lo que provocó protestas masivas lideradas por el movimiento estudiantil venezolano y culminó en la derrota de la propuesta de enmienda constitucional de Chávez en diciembre de 2007 que hubiese convertido al país en un estado socialista. Desde ese entonces, la oposición ha conseguido importantes victorias en las principales ciudades y estados y Chávez ha tenido que lidiar con la considerable caída del precio del petróleo, la fuente de su astronómico gasto. La respuesta de Chávez ha incluido la marginalización de los políticos de oposición elegidos al privarlos de gran parte de su financiamiento y el posicionamiento de funcionarios paralelos para que desempeñen funciones de gobierno local con todo el financiamiento correspondiente; la imposición por decreto de gran parte de las medidas rechazadas en el referéndum constitucional; una nueva ola de nacionalizaciones y confiscaciones de tierras y amenazas de cerrar Globovisión, el único canal independiente que queda en el país.
La cantidad y la sofisticación tecnológica de la propaganda estatal aquí es impresionante y escalofriante. Varios canales estatales operan 24 horas al día, mostrando una variedad de formatos (programas de opinion, videos de música, entrevistas, programas “noticiosos”, “debates” en la Asamblea Nacional, etc.), todos alabando al régimen de Chávez y atacando al sector privado. La programación no solamente es a favor del gobierno. Es explícitamente marxista al cien por ciento. Hay conversaciones sin fin acerca del esfuerzo para crear a un “nuevo hombre socialista”. Aquellos de nosotros que hemos llegado a defender las libertades básicas en Venezuela hemos sido denominados individual e institucionalmente en televisión estatal como imperialistas y agentes de la CIA. Actualmente e irónicamente, hay una campaña gubernamental en contra de la “hegemonía” de la prensa privada y del “terrorismo mediático”—conocido como libertad de prensa en los países civilizados. Los intelectuales del estado están discutiendo la falta de responsabilidad social de la prensa privada y un canal transmite debates en la Asamblea Nacional acerca del tema. El otro día el gobierno allanó la casa del presidente de Globovisión y lo acusaron de violar la ley en cuestiones de negocios que no tienen relación alguna con su estación de televisión. Esto está siendo utilizado como una prueba más de la existencia de una numerosa “mafia” liderada por la “oligarquía”. Anoche Mario Silva, el Goebbels de Venezuela, abiertamente pidió en su show de televisión que se cierre Globovisión puesto que el canal había engañado e insultado al pueblo venezolano por demasiado tiempo y que ya era suficiente. Podría elaborar mas en el tema pero creo que ya entienden la situación. Y esto es solamente en TV. El gobierno financia marchas, conciertos y manifestaciones, y propaganda pro-Chávez en vallas publicitarias, edificios del gobierno, plazas públicas, etc. a lo largo de la ciudad y del país.
Como fue comentado anteriormente, nosotros co-auspiciamos un seminario de Cato, que duró tres días, acerca del pensamiento liberal para 60 estudiantes venezolanos a principios de esta semana con CEDICE, seminario que la guardia nacional, un funcionario del Ministerio de Educación Superior y la televisión estatal interrumpieron en un intento de clausurar el evento. Sus razones para hacerlo eran absurdas—nos acusaban de haber puesto una universidad sin permiso. Cuando explicamos que era un seminario que solo utiliza la palabra universidad como título, nos dijeron que estábamos realizando publicidad falsa y por lo tanto, todavía estábamos rompiendo la ley. Afortunadamente, habíamos llamado inmediatamente a Globovisión y ellos empezaron a reportar el incidente mientras sucedía. Creo que el papel que jugó Globovisión fue importante en presionar a los funcionarios del gobierno para que se vayan. El gobierno intentó intimidarnos y provocarnos para que reaccionemos agresivamente, lo cual no hicimos. (Irónicamente, mi colega argentino, el Profesor Martín Krause, estaba dando un discurso en nuestro seminario acerca de la importancia de la sociedad civil precisamente en el momento en que el gobierno nos estaba amedrentando). Por semanas, la prensa estatal había estado reportando que nosotros estábamos estableciendo un campamento para entrenar a jóvenes venezolanos en tácticas subversivas para darle un golpe de estado al régimen de Chávez. Esto ha sido discutido en detalle en la televisión estatal por comentadores, intelectuales, etc. Luego vi cómo cubrían en el show de Mario Silva el incidente mostrando filmaciones que supuestamente mostraban como estábamos abiertamente violando la ley venezolana en un sinnúmero de instancias. Más tarde ese mismo día, las autoridades detuvieron al intelectual peruano Álvaro Vargas Llosa por tres horas a lo que llegó al aeropuerto mientras que se dirigía al seminario de ElCato-CEDICE. Finalmente lo dejaron ingresar al país luego de informarle que no podía discutir asuntos políticos. Aquí nuevamente Globovisión jugó un papel importante. Empezó a reportar los eventos que estaban sucediendo en el aeropuerto en vivo y en directo, lo cual de inmediato se reprodujo en toda la prensa latinoamericana.
Esta es una sociedad cada vez más polarizada y tensa. Pero también es verdad que Chávez se ve forzado a depender de la fuerza y el engaño para promover su proyecto socialista. Su popularidad personal ha caído por debajo del 50 por ciento en las últimas semanas (el respaldo a sus políticas es inclusive más bajo) y se está radicalizando. En la conferencia de CEDICE han habido discursos particularmente inspiradores, especialmente aquellos de los venezolanos. Algunos de ellos como el presidente de RCTV, Marcel Granier, u Oscar García Mendoza, presidente de un banco importante que nunca ha aceptado hacer negocios con el gobierno—son héroes de la libertad, poniendo sus propias fortunas y su libertad personal en riesgo y abiertamente enfrentando al régimen. Ellos tienen la admiración de todos los que amamos la libertad aquí. Se merecen todo el respaldo que puedan obtener en una lucha que solo se va a poner más difícil.