El problema de la Argentina, señalan muchos analistas nacionales e internacionales, es que es un país imprevisible.
Algunas consideraciones y hechos de los últimos tiempos nos hacen pensar que Argentina es un país que brinda certezas. ¿No era previsible que ante la falta de inversiones en materia energética y el aliento al consumo durante diez años (aires, LEDs, LCDs) cuando llegara el calor vinieran los cortes de luz? Lo raro hubiera sido que no sucediera.
¿No era obvio que el estilo cristinista no iba a cambiar mas allá de la cosmética del gabinete? Al estilo dialoguista-peronista de Capitanich se contrapone el confrontativo de la gestión K.
¿No era previsible que nadie iba a hacerse responsable de los 13 o mas muertos que dejaron los saqueos? Ni siquiera se habla ya del tema.
¿No era obvio que a los reclamos salariales de las fuerzas de seguridad iba a seguir el reclamo de otros sectores? ¿No es ya previsible que las clases no van a comenzar en tiempo y forma?
La marea mediática y comunicacional del gobierno y la propia realidad del país, nos empujan a olvidar lo que pasó ayer: los saqueos, la policía, la Fuba (Federación Universitaria de Buenos Aires), los hinchas de Boca. Todo relegado y olvidado por la ola de calor y la falta de luz y agua. Todo tiene el mismo correlato, el mismo denominador común: un gobierno que encerrado sobre sí mismo no responde ante la apremiante realidad.
Muchos gobernantes han tenido su propio diario y quien les escribiera su contenido. Fue así con el diario de Yrigoyen, el de Isabel, cuyo encierro le hizo muy mal al destino de la República.
Confío en que, afianzada la democracia y sin riesgo ya de interrupciones institucionales, el gobierno esté a la altura de las circunstancias y herede a la próxima gestión un país menos imprevisible, no tristemente previsible.