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Archivo por Diciembre 2009

Se dice que tras el desempeño de todo hombre que se destaca hay una gran mujer, lo cual es habitualmente cierto pero en el caso que nos ocupa no solo se encuentra quien estuvo casada con Robert LeFevre durante más de cuarenta años sino, de modo muy especial, otras tres mujeres extraordinarias que influyeron intelectualmente de modo decisivo y determinante sobre el.

Se trata de Rose Wilder Lane (1886-1968), periodista estadounidense que trabajó para varios periódicos y revistas entre los que se destaca el Saturday Evening Post y como corresponsal en Vietnam de la revista Women´s Day. Fue ella la que bautizó como “movimiento libertario” a quienes defendían la libertad individual, escribió, entre otros muchos trabajos, el conocido opúsculo Give Me Liberty y el muy difundido e inconcluso libro The Discovery of Freedom . En esta última obra puntualiza los enormes beneficios de la sociedad libre y como durante la mayor parte de la historia del hombre no se conocía el significado de ser libre puesto que se estaba sujeto a alguna autoridad, primero a los dioses paganos del politeísmo y luego a los monopolios de la fuerza llamados gobiernos. Explica que el experimento de EE.UU. brindó  la posibilidad de otorgarle la adecuada dimensión a la dignidad del ser humano con las insistentes recomendaciones de los Padres Fundadores de la necesidad de vigilar y desconfiar del poder político, de lideres carismáticos y de mayorías ilimitadas.

La segunda fue Isabel Paterson (1886-1961) canadiense de origen pero que vivió en Nueva York la mayor parte de su vida. Fue editora del New York Herald Tribune y, entre otros libros, autora de The God of the Machine que contiene estudios filosóficos, históricos y económicos. En esta obra, la autora pone de relieve con singular maestría los fundamentos de la liberad y la responsabilidad individual. Allí plantea los peligros del poder político debido a los mecanismos que le son inherentes y abre caminos a la consideración de otras vías para la producción y ejecución de normas civilizadas. Se detiene a escudriñar el origen de las diversas concepciones en los sistemas de educación y , como primera medida, señala la importancia de apartar por completo a los aparatos estatales de esa esfera de tanta trascendencia. Reflexiona sobre el significado de las obras filantrópicas y la degradación de la noción de caridad cuando no es realizada voluntariamente y con recursos propios y, en este contexto, elabora sobre aquella contradicción en los términos conocida como “Estado Benefactor” que tanto daño ha producido especialmente a la gente de menores recursos. En la misma línea, la tercera mujer, Margaret Fuller (1810-1850), había escrito profusamente consolidando y reforzando el genuino feminismo del que había abierto cauces en el siglo anterior la extraordinaria Mary Woollstonecraft.

Las contribuciones de aquellas tres mujeres son inseparables de los notables aportes de Robert LeFevre quien retoma las preocupaciones planteadas por ellas en cuanto a la naturaleza del gobierno y desarrolla la idea hasta sus últimas consecuencias, aunque, como sucede en todas las ramas del conocimiento, éstas fueron posteriormente tratadas en términos modernos y más sofisticados por muchos otros autores. Es cierto que mucho antes habían cuestionado la institucionalización de la fuerza desde el costado liberal Etienne de La Boétie en 1576 y Gustave de Molinari en 1849 y, posteriormente, por momentos, Herbert Spencer y, con más constancia en este punto, Benjamin R. Tucker, Josiah Warren y Lysander Spooner también en la era decimonónica, pero en el siglo veinte, después de aquellas dos mujeres que, como decimos, abrieron las avenidas en los años cuarenta, aparece incuestionable la figura de Robert LeFevre que en los cincuenta comenzó a transitar y profundizar las huellas.

Esta última personalidad habría de marcar un rumbo muy hondo en una nueva vertiente en la tradición liberal que ya no sería abandonada sino expandida y completada por académicos de fuste (aunque, en rigor, nada se completa en las esferas del conocimiento donde todo es corroboración provisoria sujeto a refutaciones en un arduo tránsito que no tiene término). LeFevre cursó sus estudios secundarios en Washburn High School en Minnesota y universitarios en Hamline University. Trabajó como periodista radial y posteriormente televisivo en California y en Florida hasta que se mudó a Colorado donde fue responsable editorial de la Gazette Telegraph y fundó su célebre Freedom School para lo que convocó a profesores permanentes y visitantes de prácticamente todas partes. Dos de sus libros son muy consultados por los interesados en esta vertiente de la tradición de pensamiento a que nos venimos refiriendo: The Nature of Man and his Government y su voluminoso The Fundamentals of Liberty .

Como es sabido, ningún liberal que se precie de tal dirá que se ha llegado a un punto final en la evolución de las ideas. El autoperfeccionamiento es tarea constante sin que los humanos podamos llegar nunca a una meta final. De lo que se trata es percatarse que cada persona ha venido a esta tierra no para deambular, alimentarse y copular como las bestias salvajes sino para contribuir a que el mundo sea un poquito mejor con su presencia. Y no se trata simplemente de ser bueno en el sentido de no robar, no asesinar, ir todos los días a la oficina, acariciar a los niños y darle de beber a los ancianos. Eso no es ni remotamente suficiente. Se trata de usar los instrumentos que caracterizan al ser humano y de poner el granito de arena para vivir civilizadamente al efecto de permitir el progreso moral y material. No es cuestión de aceptar todo lo nuevo, ni mucho menos el pretender hacer tajos abruptos en la historia, pero si de escuchar, tamizar, debatir, digerir y decidir si lo que se propone es conveniente o inconveniente. En este contexto es que resulta fértil prestar atención y meditar cuidadosamente sobre las reflexiones y propuestas de LeFevre.

Aquél autor se pregunta si el problema no consistirá en el monopolio de la fuerza y no en las personas elegidas para ocupar ese espacio en cuyo contexto la cita a la mencionada Isabel Paterson quien ilustra la situación asimilándola con el manejo de la guillotina, en el sentido que cualquiera sean las intenciones de quien la opera el resultado es por todos conocido: en otros términos, no es una cuestión de personas sino de instrumentos. Se pregunta si no serán los incentivos naturales sin la auditoria de la competencia lo que necesariamente causa problemas. Se pregunta sobre las diferencias con otros bienes y servicios en cuanto a lo que ocurre si se le otorga un monopolio a un verdulero. Se pregunta si a través de seguros en competencia por seguridad y justicia no se resolverán las diferencias como ocurría en tiempos de la República romana y parte del Imperio, y, sobre todo, durante largos períodos del common law inglés en los que los fallos de jueces —muchas veces seleccionados por las partes— establecían precedentes en un proceso de descubrimiento del derecho, ya que el origen del Poder Legislativo es, precisamente, la administración del monopolio de la fuerza, que luego se desnaturalizó en la fabricación de legislación para muchos otros propósitos ajenos a su misión inicial. Se pregunta sobre la posibilidad de reducir por parte de otras agencias e incluso juzgar in absentia a quienes se niegan a contar con seguros o contratar agencias de seguridad y justicia o incumplen sus compromisos (tal como ocurría principalmente en Irlanda desde el siglo vi hasta mediados del siglo xvii, en Islandia desde el año 900 al 1200 de nuestra era y en el pueblo de Israel después de Samuel y antes de los Reyes).

En esta línea que comenzó con el decimonónico y antes mencionado Gustave de Molinari, modernamente está profundizada a la luz de las nuevas contribuciones por autores tales como Anthony de Jasay, Bruce Benson, Randy E. Barnett, Leslie Green, Bruno Leoni, Murray N. Rothbard, David Friedman, Jan Narvenson, David Schmidtz, Morris y Linda Tannehill, Robert W. McGee, Walter Block, Hans-Hermann Hoppe y Howard H. Harriot quienes han explorado muy diversos andariveles desde el punto de vista jurídico, filosófico, histórico y económico, comenzando por la contra-argumentación a los enfoques de los bienes públicos, las externalidades, los free  riders, el dilema del prisionero, la ultima ratio, las confusiones en torno a la llamada “tragedia de los anticomunes”y la selección adversa y el riesgo moral en el contexto de la asimetría de la información (incluso desde el campo opuesto a la tradición liberal en el sentido clásico de la expresión, es de interés consultar la obra más difundida de Robert Paul Wolff especialmente en lo que se refiere a la noción de autonomía individual).

Dichas lecturas resultan viandas de mucho interés para quienes se dedican a estos temas, lo cual, de más está decir, no implica el compartirlas, de lo que se trata es de abrir debates al efecto de minimizar los problemas del abuso del poder que inicialmente han intentado sortearse a través del federalismo al efecto de evitar los riesgos de las mayorías compactas. Se trata de revisar la idea de la posibilidad efectiva de contar con “buenas leyes” en el contexto del monopolio de la fuerza debido a las dificultades de operar en un proceso abierto y competitivo de descubrimiento de las mejores normas de convivencia civilizada donde se saca partida del conocimiento disperso y fraccionado en lugar de concentrar ignorancia (además de los incentivos al cohecho, a la influencia de los intereses creados y demás corruptelas habituales). Se trata de pensar en la conformación de una Res Privatus en lugar de la Res Publice con que tantas personas soñaron poder establecer para que la ratio plebis no sustituya y devore a la ratio legis a través de una supuesta limitación al monopolio de la fuerza.

Para este y para cualquier caso, es indispensable despejar telarañas mentales características de las ideologías, entendidas éstas no como un simple conjunto de ideas tal como lo establece el diccionario sino como algo inexpugnable, pétreo y cerrado, lo cual constituye la antítesis del espíritu liberal (en este sentido, hace ya mucho tiempo publiqué en La Nación de Buenos Aires un artículo titulado “El liberalismo como anti-ideología”). En cualquier caso, el tránsito de una posición autoritaria a una de libertad debe llevarse a cabo en la medida en que exista la comprensión suficiente del significado de una sociedad abierta. Como no resulta congruente alegar “derechos adquiridos” contra el derecho (de la misma manera que hubiera resultado aberrante que los productores de cámaras de gas del sistema criminal nazi de exterminación de judíos demandaran no desmantelar y continuar con sus tareas abominables para no verse afectados al modificarse la legislación que permitía tamaña monstruosidad), la rapidez del cambio dependerá de la referida comprensión de valores y principios compatibles con la libertad y el consiguiente respeto recíproco y no del a todas luces injustificado derecho adquirido, como si se pudiera adquirir lícitamente el “derecho” a aniquilar el derecho.

Recordemos que Hayek expresó en las doce primeras líneas del primer tomo de Law, Legislation and Liberty que hasta el momento los esfuerzos del liberalismo clásico por limitar el poder desembocaron en un completo fracaso. En el tercer tomo de la misma obra aquel autor ensaya otra utopía: la que bautizó como “demarquía” al efecto de agregar nuevos recaudos para sujetar al Leviatán. Tal vez haya llegado el momento de mirar en otra dirección para evitar los abusos del poder político. Tal vez debamos hacer un esfuerzo para convencer a ilustrados y buenos amigos liberales que el empecinamiento en lograr distintos efectos con las mismas causas es una faena que no conduce a buen puerto, precisamente para preservar el ideario liberal. No es asunto de quienes sean los que ocupan cargos en el monopolio de la fuerza ni de instruirlos a que se comporten como si no fueran monopolistas, sino de los incentivos perversos que genera todo monopolio legalmente impuesto. Por mi parte he escrito un libro, le he dedicado un capítulo de otro, dos ensayos y varios artículos sobre el tema que espero hayan servido de algo (además de algunos pocos seminarios paralelos a mis clases).

Además de las contribuciones académicas en línea con el espíritu liberal, debe tenerse en cuenta la acelerada evolución tecnológica que, si bien presenta riesgos de la pesadilla orwelliana, abre nuevas posibilidades para evitar el uso de la fuerza contra el derecho. Esto último, circunscripto a los aspectos tecnológicos, puede verse, por ejemplo, en el último capítulo del libro de Frances Cairncross The Death of Distance (Harvard Business School Press), el quinto capítulo del libro de James D. Davison y William Rees-Mogg The Sovereign Individual. How to Survive and Thrive During the Collapse of the Welfare State (Simon & Schuster) y el ensayo de David Friedman “Why Encription Matters” (www.daviddfriedman.com).  Todo esto para defenderse de avalanchas como las marxistas, sobre las que en su momento Alexander Solzhenitsyn cuestionaba en su célebre carta a la burocracia soviética: “como puede una doctrina tan desacreditada y en bancarrota aún conservar tantos seguidores en Occidente” (según Richard Armour, la obra cumbre de Marx no debió titularse Das Kapital sino Quitas Capital).

De todas maneras, cabe señalar que Robert LeFevre ha sido un pionero contemporáneo en mirar el problema desde un costado distinto. Una dosis de lateral thinking es una gimnasia útil para el entrenamiento en analizar situaciones desde muy diversos ángulos, sin apresurarse a adoptar medias en una u otra dirección. Esta disposición mental permite climas de corroboraciones y refutaciones en dirección al progreso del conocimiento. Recordemos que John Stuart Mill insistía que toda idea buena pasa indefectiblemente por tres etapas: ridiculización, discusión y adopción y, como he apuntado en otras ocasiones, Ernst Cassirer —quien ha sido profesor en las Universidades de Oxford, Berlín,  Yale y Columbia— concluye que los estudiosos de filosofía política del futuro constatarán cambios radicales en los sistemas adoptados, los cuales observarán “del mismo modo que miran los químicos modernos a los alquimistas de la antigüedad”.

Los daños crecientes que provocan los aparatos estatales son irreparables en las vidas de los gobernados, y no se trata de ser condescendientes con los victimarios, porque como ha escrito en un contexto más amplio Adam Smith en su obra de 1759, “la misericordia hacia el culpable equivale a la crueldad hacia el inocente”. Mientras, es interesante adoptar la sugerencia que enfatiza el Juez Andrew Napolitano en cuanto a la completa abrogación de todas las inmunidades, protecciones y fueros de los gobernantes que usan de escudo para llevar a cabo sus múltiples fechorías y aprovechamientos por su condición de monopolistas de la fuerza.     Una de las maneras por las que los aparatos estatales estafan a los gobernados es vía la deuda pública. No solo es este un instrumento que daña el patrimonio de futuras generaciones las cuales, en los sistemas prevalentes, ni siquiera han participado en el proceso electoral para elegir al gobernante que contrajo la deuda, sino que se defrauda a los acreedores depreciando el valor de la moneda en la que fue emitido el compromiso. Otra vez, como también escribió Adam Smith, esta vez en 1776, respecto a este procedimiento inmoral: “El expediente a que con mayor frecuencia se ha acudido para disfrazar una bancarrota pública efectiva bajo la apariencia de un pago simulado […] Semejante pago sería una simple simulación y los acreedores de la nación se verían estafados”.

El problema aparece cuando se endosa la responsabilidad personal en “el líder” (palabreja que remite a los Hitler, Mussolini y Stalin del planeta). Cada uno de nosotros debe liderar su conducta. Hay un sticker que dice “Cuando la gente lidera, el líder viene detrás” (es decir, este último es batido, desaparece, se ve obligado a abdicar cuando las personas están a la altura de su dignidad), lo cual está ilustrado y resumido en otro sticker que en alguna medida apunta a la raíz del problema, en el que se lee: “No robe, el gobierno detesta la competencia”. Thomas B. Macaulay, desde Inglaterra, en un correo dirigido a R. H. Randall en EE.UU., el 23 de mayo de 1857, en el contexto de la preocupación de los Padres Fundadores por los posibles excesos de la democracia (que pretendieron mitigar con la descentralización de mayorías a través del fraccionamiento del poder a que apunta el federalismo, sobre cuya declinación, entre otros, se ocupó Clarence B. Carson), consignó que “Hace mucho que estoy convencido que las instituciones puramente democráticas, tarde o temprano destrozarán la libertad, la civilización o ambas a la vez”.

En momentos de escribir estas líneas, en Bolivia, Evo Morales —que ganó elecciones hace unos días con el 63% de los votos— reitera que, tal como lo prometió en campaña, establecerá un sistema socialista: este es uno de los ejemplos que se vienen acumulando del totalitarismo vía las urnas. Al fin y al cabo, todo lo que se necesita en el contexto de mayorías compactas es levantar la mano en le recinto legislativo y barrer con los contralores republicanos y el sistema federal en vista de los incentivos centrípetos que proporciona el establecimiento del monopolio de la fuerza. Es entonces de interés explorar otras direcciones y debatir desapasionadamente distintas variantes para contar con la producción y ejecución de normas de convivencia civilizada.

Tocqueville escribió que “En aquella sociedad francesa del siglo dieciocho que estaba por caer en el abismo, nada todavía trasmitía advertencias de declinación” a lo que Acton comenta a continuación de aquella cita que transcribe: “Resulta sorprendente que un gran escritor [como Tocqueville] fuera traicionado por un error de ese calibre” puesto que “la aristocracia estaba degradada y la gente agotada por impuestos y guerras”. En nuestro mundo, resulta apropiado hacer un alto en el camino y evaluar cuidadosamente las alternativas antes que resulte tarde y las sociedades se transformen en un inmenso Gulag, del mismo modo que estuvo a punto de ocurrir con el terror de la contra-revolución francesa, el bonapartismo y otros episodios más graves ocurridos éstos en el siglo veinte, que en nuestro siglo los megalómanos se ocultan tras ropajes de democracia.

La única manera en la que pueden abrigarse justificadas esperanzas de que se resguarden, se cuiden y se alimenten las delicadas y frágiles características de la civilización consiste en abrir ventanas de par en par para que ingrese aire fresco en un proceso evolutivo que mejore posiciones anteriores, en un contexto de honestidad intelectual e integridad moral donde no haya censura ni autocensura para hablar claro y en voz alta sobre lo que se estime verdadero, sin ambigüedades ni rodeos de ninguna especie. Para ello, es menester adoptar el hábito saludable de un ejercicio constante para fortalecer el espíritu del cuestionamiento, combatir cerrazones mentales, deshacerse de prejuicios y nociones pétreas y saber escuchar, leer sin patinar sobre las letras y explorar con la debida atención las diferentes contribuciones al efecto de encontrarse en las  condiciones más razonables que resulten posibles para seleccionar los elementos de juicio de mayor fertilidad disponibles al momento. Como queda dicho, esta actitud intelectual permite incorporar porciones crecientes de conocimientos en el mar de ignorancia en que nos encontramos los humanos.

Por más de que el gobierno ecuatoriano haya decidido sacar del aire a Telamazonas por solo 3 días, esto es suficiente para enviar un fuerte mensaje a los demás medios y a los asambleístas: podemos cerrar un medio y no necesitamos la ley de comunicación para hacerlo.

Durante el último mes se ha desarrollado un intenso debate en el país alrededor de la nueva ley de comunicación, tildada justamente como "ley mordaza". No solo fuerzas de la oposición sino también la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la UNESCO habían expresado importantes reparos con dicho proyecto de ley. La semana pasada, los asambleístas de la oposición y los gobiernistas lograron un consenso para poder aprobar la ley. Este consenso dependía de que el Consejo Nacional de Comunicación que sería creado por la ley no tenga la potestad de cerrar medios (solo programas de esos medios). A mi personalmente, me pareció un consenso inaceptable. Puesto que el poder de cerrar programas que le incomoden a las funcionarios públicos es suficiente para coartar la libertad de prensa y de expresión.

No obstante, dicen que el repentino cierre por tres días de Teleamazonas se debe a la intención del gobierno de romper el acuerdo entre asambleístas gobiernistas y de oposición para que no se apruebe una ley que crearía un Consejo de Comunicación que tendría menos poder que los entes reguladores de medios vigentes (Conartel y Supertel).Lo relevante es que este gobierno demostró ayer con qué facilidad y rapidez está dispuesto a tomar medidas autoritarias. Ya lo había hecho en otras ocasiones, pero ayer casi todos vimos la pantalla de un canal de señal abierta en negro. No importa el debido proceso, ni lo que los ciudadanos piensen (la mayoría están en contra de la ley mordaza y del cierre de Teleamazonas), lo que importa es lo que el líder quiere. Atrás quedaron los días de la "participación ciudadana", "pluralismo". Ayer quedó claro que una persona conduce el show y el resto de los actores o no se dan cuenta o siguen pretendiendo jugar a la democracia participativa.

La semana pasada la Asamblea Nacional de Venezuela aprobó en primera discusión la ley que impondría el "Estado Comunal" dentro del cual la propiedad privada sería re-emplazada por la "propiedad social". Acá pueden leer la nota en El Universal y aquí abajo pueden leer el comunicado de prensa de CEDICE denunciando tal medida que fue rechazada en el referendum nacional de diciembre del 2007.

CEDICE siempre ha dicho la verdad

Artículo 5.- La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos.

Hemos, de manera permanente, denunciado las amenazas del gobierno sobre la propiedad privada, derechos y garantías constitucionales. Queda comprobado que nuestra alerta estaba plenamente justificada, le quieren quitar a los ciudadanos el derecho a ser libres y propietarios.

La noche del 16 de diciembre de 2009, la Asamblea Nacional, de manera sorpresiva, aprobó en primera discusión la ley del Poder Popular, la cual contiene los elementos rechazados por el pueblo de Venezuela en el Referendo Constitucional el 2 de diciembre de 2007.

La ley del Poder Popular reúne lo soberanamente rechazado.

Ratificamos que Propiedad Social no es propiedad para el pueblo, es una forma de esclavitud política que le quita a la gente el derecho a ser verdaderos propietarios, dueños de su destino.

Ratificamos y respetamos el mandato constitucional que Venezuela es un Estado Federal descentralizado y no un Estado Comunal como lo pretende la antes mencionada ley.

Se afecta la organización territorial y la forma de gobierno prevista en la Constitución vigente cuyo futuro propósito es desconocer y disminuir la autoridad y competencias de gobernadores y alcaldes legítimamente electos en sufragio universal.

Representamos y defendemos la Constitución y los valores democracia, libertad y propiedad.

CEDICE Libertad Por un País de Propietarios

www.paisdepropietarios.org

www.cedice.org.ve

A menos que ocurra el muy improbable suceso de que, antes del último día de 2009, el presidente Álvaro Uribe manifieste que no tendrá intención de ser nuevamente candidato a la presidencia, el año 2010 será decisivo para Colombia, y al menos durante los primeros meses buena parte de la atención del país —y de la región, y de muchos en el mundo— se concentrará con intensa ansiedad en la espera de esta histórica decisión. Cosa que en sí misma no es nada provechosa, pues la ansiedad limita de manera muy difusa con la incertidumbre, y ésta última es el más indeseable elemento que pueda haber cuando se desea una recuperación de la economía.

Muchos temores se han expresado acerca de lo que pasaría si Uribe decide ser candidato. Se ha señalado en numerosas ocasiones, por ejemplo, que el equilibrio de contrapesos que se concibió en la Constitución quedaría fracturado, pues si un Presidente ejerce durante doce años poderes de nominación, es concebible que la independencia de algunos órganos del poder quede comprometida. Y sin querer restar importancia a este tipo de temores, el que personalmente más me angustia es de otra naturaleza: temo que, de darse vía libre a una nueva reelección, Colombia se desvíe de su histórica tradición constitucional. Gracias a esta tradición, Colombia se ha acercado de manera notable a la idea de que quienes en último término gobiernan son las leyes y no los hombres, y esto lo ha convertido en una excepción en las tierras de los Perón y los Chávez. El caudillismo no ha tenido mayor lugar en la historia de Colombia, y la idea de un hombre providencial a quien se le debe entregar el destino de la Nación es extraña a la cultura política colombiana. Como tampoco tiene lugar en esa cultura la idea de que las mayorías son todopoderosas, y de que sus presuntos dictámenes no conocen límites. Pero la defensa de la nueva reelección se erige precisamente sobre esos dos pilares: la supuesta soberanía ilimitada de la opinión mayoritaria, y la presunción de que Uribe —la persona, no sus políticas— es imprescindible para la nación.

La desesperación post electoral y el aferrarse al poder por la Concertación es más que evidente. Al instructivo oficialista para polarizar la campaña, la virulencia del mensaje con que debutó la ex vocera de gobierno --y ahora jefa de Campaña freista-- Carolina Tohá, se siguen sumando los desembarcados de Palacio: Juan Carvajal, Francisco Aleuy y quizás vengan más. Mientras la presidenta Bachelet recibió en el mismo Palacio a los tres diputados comunistas electos. ¿Acaso no es la presidenta de todos los chilenos? ¿Los recibirá a todos incluida la bancada de la UDI la más grande del Parlamento? Ya se ha escrito demasiado sobre el intervencionismo electoral del gobierno y no es necesario insistir.

Sólo debe quedar claro al lector que la campaña del terror iniciada por el oficialismo que trata de imponer la disyuntiva “seguir por el camino exitoso o desviarnos hacia un rumbo incierto”, solo demuestran la suciedad de una campaña que levanta un discurso “todos contra la derecha para frenar a Piñera”. ¿Por qué quiere ser electo Frei? ¿Para derrotar a Piñera? Un objetivo poco noble, desde cualquier punto de vista ya que se debe querer gobernar para todo un país, no sólo para las fuerzas “progresistas” que lo apoyan.

Chile ya tuvo demasiado de ese discurso excluyente: Las frases del tipo les negaremos la sal y el agua, no soy presidente de todos los chilenos o dividir el mundo entre humanos y humanoides, como se hizo en la historia reciente chilena, sólo nos llevaron a un desenlace fatal ya conocido y lamentado.

Se dice que el 57 por ciento votó en contra de la Alianza (suma de Frei, ME-O y Arrate), esa es una forma de leer las cifras, ya que podríamos decir que un 64 por ciento votó por un cambio (suma de Piñera y ME-O). Más que sumas de votos, declaraciones patéticas de presidentes de partido o acuerdos cupulares partidistas que intentarán seguir enquistados al poder e ir en contra de la voluntad ciudadana, lo que se necesita es escuchar al electorado.

Un electorado  que no sólo, como bien señaló Carlos Malamud en INFOLATAM, se siente frustrado por las expectativas cifradas, ya que los más pobres ven como se mantiene la desigualdad; la pésima calidad de la educación y la falta de renovación de la cúpula dirigente, sino también fuertemente salpicado por la corrupción, que en casi 20 años (1990-2009) ha acumulado un monto similar a lo que el Estado gasta anualmente en las subvenciones escolares de 2,2 millones de niños. Efectivamente, Tomás Duval –-investigador del Instituto Libertad-- lo ha demostrado recientemente en su libro Maldita Corrupción. La peor bofetada a los más pobres, donde señala que “se han despilfarrado recursos que podrían haber financiado más de 100 mil subsidios habitacionales, o el equivalente a la inversión total de la infraestructura hospitalaria presupuestada para un año, una obra como la del puente del canal de Chacao”.

En una próxima columna profundizaremos sobre este punto, por ahora sólo queda pedirle al gobierno –-que obviamente no escuchará-- “no se olvide que debe gobernar para todos hasta el 11 de marzo del 2010”.

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El ex Ministro de Trabajo y Previsión Social de Chile, José Piñera, comparte con el legendario líder sindical polaco, y Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa (derecha), y con Robin Harris (izquierda), asesor y biógrafo de la ex Primera Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher. El ex Presidente de Polonia Lech Walesa sostiene en sus manos el best seller del padre de las AFP chileno, el libro "El cascabel al gato. La batalla por la reforma previsional" (en su versión polaca). Este notable encuentro se produjo en la Conferencia Internacional sobre los 20 años de la caída del Muro de Berlín que tuvo lugar la semana pasada en Zagreb, capital de Croacia. Estas tres personalidades participaron en el Panel final titulado "Lecciones para la Europa del futuro". La conferencia la organizó Damian von Stauffenberg, miembro de la famosa familia aristocrática alemana que se opuso a Hitler, en su calidad de Presidente de la "Iniciativa Educacional para la Europa del Centro y del Este" (EICEE).Esta foto y su descripción apareció hoy en El Diario Financiero (Chile).

Chile optó por el cambio

Conocido el 96% de los escrutinios de esta primera vuelta, los chilenos ya pueden sacar algunas conclusiones sobre lo que significó el veredicto popular que entregó a Sebastián Piñera el 44,03% de los votos por sobre el 29,62% del oficialista Eduardo Frei, el 20,12% de Marco Enríquez-Ominami y el 6,21% de Jorge Arrate.

Una de ellas, es que el agotamiento de la Concertación es un hecho concreto. Tras 20 años en el gobierno, Chile quiere despertar de la siesta del último tiempo, es necesario retomar el tiempo perdido, reasumir el liderazgo perdido y dar el salto hacia el futuro.

En sus respectivos discursos, tras conocer los resultados, cada uno de los candidatos dejaron en claro su mirada del mundo, ratificando porque Chile votó por el cambio. Frei se autocalificó como el continuador de Bachelet, pese a no capitalizar la popularidad de la mandataria. Arrate mantuvo el confrontacional discurso de “todos unidos contra la derecha”, mientras Enríquez-Ominami, consecuente con su discurso no endosará los votos, más bien deberá capitalizar un importante apoyo ciudadano que acogió su discurso también centrado en la renovación y el cambio.

Las cifras, dependiendo de cómo se lean pueden prestarse para muchas interpretaciones. Algunos dirán que el  55,9% no votó a Piñera. Sin embargo,  también puede decirse que el  64,1% votó por un cambio. Cuestión que también se refleja en la elección parlamentaria.

También demuestra que el mensaje “Todos contra Piñera para derrotar a la derecha”, no es funcional ni será asumido por una ciudadanía que deja atrás el pasado y tiene claro la necesidad de una nueva forma de hacer política. Es más, provoca rechazo pues los tiempos de la polarización y el enfrentamiento son resabios de un pasado traumático que ya es historia.

En su discurso, Sebastián Piñera hizo una invitación a todos a sumarse a su campaña, él mismo ratificó que será el Presidente de “todos los chilenos” y señaló que comparte con Enríquez-Ominami su diagnóstico de una Concertación agotada, fatigada, incompetente, salpicada por la corrupción, “sin ideas, entusiasmo ni propuestas y capturada por sus operadores políticos y cúpulas partidistas”.

A 30 días de la segunda vuelta se inicia una nueva elección. Frei y Arrate apostarán por las negociaciones de partidos y cúpulas de partido. Enríquez-Ominami tomará palco, mientras Piñera recorrerá Chile casi como Presidente electo, asumiendo un discurso del inicio de una nueva transición joven y de futuro.

Con todo, hay una lección clara: Chile es una democracia madura y ejemplar. Que evalúa, premia o castiga a sus autoridades. Que ve la alternancia como una virtud y que demuestra que conocer los resultados electorales de manera temprana, civilizada, sin disturbios y con el reconocimiento leal de quienes perdieron, son signos que de cultura cívica, que en una región convulsionada por la fragilidad democrática sin duda son dignas de considerar.

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