Como es sabido, la característica central del deporte es el fair play pero henos aquí que el acto de apertura del acontecimiento deportivo internacional más importante del orbe se inició con un fraude. Ha constituido un monumental bochorno el sacar en la pantalla de la inauguración de los Juegos Olímpicos 2008 a la niña de nueve años Lin Miaoke que aparentaba cantar la “Oda a la madre patria” cuando en verdad la cantante era Yang Peiyi, de siete años de edad, a quien la mantenían tras bambalinas por considerarla fea pero con un registro de voz extraordinario. Se apuntaba a engañar a la audiencia “haciendo pasar gato por liebre”.
Cheny Qigang, el truhán que oficiaba de Director Musical de la ceremonia de marras, pretendió justificar este contrabando ante las 205 delegaciones de todas partes del mundo, en Beijing, y ante la mirada atónita de un público multitudinario al declarar que se hizo “en función del interés nacional”.
Esta no es más que una manifestación adicional de la poca importancia que el régimen le otorga al individuo, a la honestidad y al sentido del espíritu deportivo. Surge esta expresión tramposa de las bases mismas del sistema imperante en aquel país ya que, igual que la transposición comentada, la propiedad es una farsa: cual máscara es solo nominalmente de los operadores puesto que de jure pertenece al aparato estatal al efecto de aparentar unos pocos islotes de abundancia para usufructo principal de los amigos del poder, mientras la inmensa mayoría de la población es objeto de feroces persecuciones por parte de la policía política, y está sumida en pestes horripilantes y en las hambrunas más espeluznantes.
Guy Sorman en su libro China: el imperio de las mentiras pone en evidencia con jugosas documentaciones la serie interminable de fraudes e imposturas grotescas del régimen. Este autor escribe que nada de lo que se exhibe en aquél país es creíble puesto que “el gobierno es el único que tiene acceso a las estadísticas y éstas no se pueden verificar con sencillez; no podemos tomar a priori como verdaderas informaciones que provienen de un gobierno para el cual la búsqueda de la verdad no es la principal virtud”.
Resulta muy desalentador que algunas empresas de telecomunicaciones hayan aceptado las directivas del gobierno chino en cuanto a censurar palabras como “democracia”, “manifestaciones” y “libertad” de los vocabularios aceptados por las equipos técnicos que comercializan. Como decía Lenin muchos “empresarios compiten por vender las sogas con que serán colgados”.
Es de desear que la férrea estructura estatal que hoy impera en diversos ámbitos tienda a desaparecer a medida que el contacto con personas e instituciones del mundo libre hagan conocer al pueblo chino las ventajas de establecer marcos institucionales respetuosos de los derechos de todos.
De más está decir que estos pensamientos que dejamos consignados para nada desmerecen los muy meritorios y encomiables esfuerzos de grandes deportistas que han exhibido notables destrezas en los más diversos certámenes en los que han deslumbrado y maravillado a todo el mundo.
El acto inaugural de las Olimpíadas del día ocho del mes ocho del dos mil ocho (cábala de los jerarcas del partido único) se inició con numerosas chinitas ágiles y agraciadas, todas ornamentadas de impecable blanco que con elegancia, distinción y buen gusto imitaban el movimiento de las palomas con sus brazos y manos en señal de paz. Pero en este contexto es menester no perder ni por un minuto de vista los recientes sucesos criminales diseñados y ejecutados por los autócratas chinos en el Tíbet.