Ya algunos chilenos se están refiriendo al gobierno de Sebastián Piñera como "un quinto gobierno de la Concertación", especialmente por la decisión de alzar impuestos innecesariamente. En esta entrevista en CNN Chile, Luis Larraín, director del instituto chileno Libertad y Desarrollo, explica que "Si no hay reformas, no habría diferencia con los gobiernos de la Concertación".
Archivo por Abril 2010
Negociaciones comerciales ignoran los intereses de los consumidores
Publicado por Juan Carlos Hidalgo
En las dos últimas semanas tomó lugar en Bruselas la que sería la última ronda de negociaciones entre Centroamérica y la Unión Europea tendiente a materializar un Acuerdo de Asociación que, entre otras cosas, cuenta con un capítulo comercial. Al final de cuentas no se alcanzó ningún acuerdo ante las divergencias en las posiciones comerciales de los europeos y centroamericanos, quienes se acusan mutuamente de inflexibilidad.
He seguido muy de cerca la negociación desde el lado de mi país, Costa Rica, cuyos representantes se rehúsan a aceptar la solicitud europea de permitir la importación libre de aranceles de un contingente de 4.500 toneladas de leche en polvo citando la "sensibilidad" del sector lechero nacional. Este sector es respresentado en Costa Rica por la Cooperativa Dos Pinos, una enorme empresa, exenta del pago de impuesto sobre la renta por su condición de "cooperativa", que exporta el 20% de su producción a Centroamérica, México, el Caribe y Sudamérica, y cuyas ventas totales equivalen a un 2% del PIB costarricense.
¿Por qué los negociadores costarricenses afirman incluso tirar por la borda el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea antes de poner a competir en Costa Rica a la Dos Pinos, un gigante que compite de tú a tú en otros países? ¿Y qué hay de los consumidores nacionales? Un estudio realizado hace unos años por dos economistas costarricenses encontró que las 70.000 familias más pobres en dicho país gastan el 41% de sus ingresos en pagar el sobreprecio de los productos de consumo que cuentan con los mayores niveles de protección comercial: arroz, leche, papa, cebolla, pollo, etc. ¿Por qué los negociadores costarricenses no toman en cuanta las "sensibilidades" de estos sectores tan vulnerables de la población, los cuales se verían enormemente beneficiados si se permitiera la libre importación de dichos productos?
Al respecto tuve un muy revelador intercambio por Twitter con el ministrio de Comercio Exterior de Costa Rica, Marco Vinicio Ruíz (@maviru), quien me explicó muy cándidamente por qué los negociadores no toman en cuenta los intereses de los consumidores:
Para evitar confuciones sobre qué escribió quién, el comentario de cada uno aparece arriba de la fotografía y el nombre del autor. De tal forma, cuando le pregunté al ministro quién defendía los intereses de los consumidores, su respuesta fue "nunca los he visto llenar las barras de la Asamblea", refiriéndose a la sección abieta al público de la Asamblea Legislativa donde usualmente los grupos de presión instigan a los diputados a aprobar proyectos que les favorecen.
El ministro Ruíz confesó que no defienden a los consumidores porque estos no son un grupo de presión. Aquellos grupos que "llenan las barras de la Asamblea" o que pueden pagarse su tiquete a Bruselas para presionar en los cuartos adjuntos durante las negociaciones comerciales, contarán con el oído y buenos oficios de los representantes comerciales costarricenses.
Nada de esto es nuevo para algunos. Ya la teoría de Public Choice ha estudiado este fenómeno de "beneficios concentrados" y "perjuicios dispersos" para explicar la dinámica de la relación entre poder político y poder económico. Sectores como los lecheros tienen mucho que ganar con la protección que reciben del Estado, de ahí que unan fuerzas en grupos de presión que tratan de influenciar a las autoridades políticas. Dan contribuciones financieras, "llenan las barras de la Asamblea". Mientras tanto, el perjucio económico que recae sobre cada consumidor por la protección pasa desapercibido, por lo que los incentivos para que estos se organicen son bajos.Esto no quiere decir que el perjuicio económico que se inflinge sobre los consumidores sea minúsculo. Tanto va al cántaro al agua que la acumulación de estas protecciones y transferencias indirectas hacia los consumidores pueden terminar representanto una enorme carga para aquellos que destinan la mayor parte de sus magros ingresos al consumo de alimentos, es decir, las familias más pobres. Ya mencioné el caso de Costa Rica: 41% de los ingresos de las familias más pobres se va en pagar el proteccionismo de unos cuantos productos.
Queda claro que los consumidores, especialmente los más pobres, no están en la mente de los negociadores a la hora de alcanzar acuerdos comerciales, como los mal llamados tratados de libre comercio. Ellos no llenan barras del público, ergo, no cuentan.
Hoy se publicó una columna mía titulada “La tragedia griega” que se reprodujo en varios medios. Ahora escribo este breve post-sriptum a esa nota referido un episodio ocurrido antes de ayer en el Congreso estadounidense. En aquel artículo me referí también al escabroso tema de Goldman Sachs. Comenté el disparate de que sus ejecutivos fueran citados por el Senado y la diferencia entre el asumir altos riesgos y un fraude. En ambas situaciones son los clientes-inversores quienes deben tratar el asunto, en el último caso a través de las correspondientes denuncias ante la justicia.
En estas líneas ahora quiero agregar que el espectáculo del martes en el Senado fue inaudito. Los senadores demostraron su analfabetismo en materia de negocios, especialmente quien presidió la Comisión respectiva, el senador Carl Levin.
Tal como apuntaron después de la larga y tediosa sesión parlamentaria Stephen Weiss (de Salomon Brothers) y Charles Ortel (de Harvard) se trató de un lamentable espectáculo político sin sustento en los negocios. Por su parte, Alexandra Zendrian escribió en Forbes que lo que el gobierno necesita es contar con caras para acusar de la crisis que provocó el mismo gobierno. En un sentido similar escribe Alan Reynolds en Cato quien subraya la necesidad que se tiene de demonizar a alguien del sector privado por medio de lo cual el gobierno pretende ocultar sus barrabasadas. Antes de la reunión que comento, el Juez Andrew Napolitano, en el programa de Neil Cavuto en Fox News, señaló enfáticamente que el Senado no tenía nada que inmiscuirse en arreglos libres y voluntarios entre partes y que cada uno debe asumir las responsabilidades por lo que contrata.
Ya consigné en mi columna publicada hoy las confusiones que existen respecto de instrumentos financieros como los derivados, las posiciones simultáneas tomadas en el corto y largo plazo, los reaseguros invirtiendo en activos que se estiman se moverán en direcciones distintas etc. A los senadores no les gusta tales y cuales operaciones que Goldman realizó pero no resulta relevante el gusto de estos burócratas sino las preferencias de los clientes, cualquier sea la característica del negocio (equivocadas o no, incluso si se trata de “junk”, “crap” u otra materia irreproducible a la que se refirió el arrogante Levin en plena sesión parlamentaria).
También hice alusión en mi nota de marras a los correos electrónicos expuestos públicamente que revelen imprudencia e incluso estupidez de los empresarios pero no es asunto gubernamental, a menos que un cliente estime que el caso debe ser llevado ante los tribunales porque considera hubo fraude, es decir, que se operó en un sentido distinto al pactado.
Estas reflexiones no significan eximir de condena al repetido lobby de la empresa en cuestión en una cópula hedionda con el gobierno y la reprobable “ayuda” financiera del gobierno (los contribuyentes), excepto en el caso que el senador Levin se mostró incapaz de comprender en el que AIG (American International Group) le debía a Goldman una suma que estaba cubierta por otra aseguradora en caso de que no se llevara a cabo el pago al vencimiento, pero el gobierno al que pertenece el susodicho Levin arbitrariamente decidió que AIG no debía entrar en default y, por ende, le entregó la suma correspondiente del bolsillo de la gente para cancelar la mencionada deuda. Tampoco mis reflexiones excluyen la mala administración de los negocios por parte de la empresa a la que nos venimos refiriendo o de ninguna otra, ni la torpeza de algunos de los ejecutivos de Goldman especialmente su responsable máximo Lloyd Blankfein quien además de no estar entrenado en la oratoria elemental y permanentemente comenzar frases que deja inconclusas, paradójicamente ignora el significado de los proceso de mercado, por ello es que afirmó servilmente que se necesitan más regulaciones estatales. Es cierto que un empresario no necesita conocer de economía para realizar jugosos arbitrajes, pero por lo menos se espera que no remate el futuro de la actividad empresaria en manos de reguladores estatales quienes, además, en este caso, son los responsables de la burbuja inmobiliaria y la consecuente crisis, a través de Freddie Mac, Fannie Mae, la estúpida Ley de Inversión Comunitaria y la manipulación de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal en un contexto de gasto sideral, endeudamiento inviable y déficit fiscal insoportable.
Este espectáculo en el Senado caerá a las mil maravillas en los ámbitos de los archienemigos del capitalismo y los coros que los acompañan ya que apunta al corazón del mercado de capitales. En la sesión del martes, los senadores se complacieron en utilizar el lenguaje del casino y las carreras de caballos para aludir a las inversiones, pero en verdad no interesa para nada si las operaciones del caso se toman como una apuesta o un negocio, el asunto radica en que allí donde hay ventas hay compras y ambas partes concuerdan en lo pactado, mal que les pese a los senadores en cuestión.
La elección presidencial que llevó al poder a Sebastián Piñera el mes pasado fue una buena noticia para Chile y la región. Confirmó una vez más que Chile es el país más moderno de América Latina, uno en el que los ciudadanos escogen a un candidato de centro-derecha para que lidere al país después de 20 años de gobiernos de centro-izquierda, gobiernos que, en gran parte, se adhirieron al modelo de libre mercado que se estableció en los setentas y ochentas y que ha hecho del país una de las economías más libres del mundo. En Chile, lo que se decide en las elecciones no es un cambio radical en las reglas del juego, sino políticas que se basan en o dependen de un alto crecimiento. La madura democracia y economía de Chile son un modelo para América Latina.
Pero apenas un mes después de haber llegado al poder, Piñera ha tomado dos decisiones que han decepcionado a sus partidarios tanto dentro como fuera de Chile, quienes creían que él le daría vigor a la economía chilena y se mantendría firme en contra del modelo populista-autoritario que Hugo Chávez ha exportado dentro de la región. Piñera respaldó la re-elección de José Miguel Insulza para Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) y ha propuesto un aumento al impuesto a las empresas grandes. Muchos consideran correctamente que Insulza y la OEA han guardado silencio, sido incompetentes o incluso cómplices frente a las repetidas violaciones de derechos civiles y democráticos básicos por parte de gobiernos populistas en la región. Cualquiera que sean las razones políticas detrás de la decisión de Piñera, muchos latinoamericanos que valoran sus derechos —particularmente aquellos que son venezolanos, hondureños, bolivianos y ecuatorianos— fueron decepcionados por este respaldo a Insulza.
La semana pasada, Piñera propuso aumentar “temporalmente” los impuestos a las grandes empresas de 17% a 20% (y aumentar las regalías mineras y aumentar permanentemente el impuesto al tabaco) para financiar las necesidades de reconstrucción después del terremoto. Pero varios economistas chilenos están criticando el aumento de impuestos y señalan a otras fuentes de ingreso que serían menos perjudiciales para el crecimiento. Hernán Büchi, quien fue ministro de hacienda durante los ochentas, y Luis Larraín, director del centro liberal de investigaciones en Chile, Libertad y Desarrollo, ambos han escrito artículos de opinión en las últimas semanas indicando que uno de los principales problemas del país estos últimos años ha sido una sostenida caída en la productividad. Piñera fue elegido debido a su promesa de aumentar la productividad. Un aumento de impuestos agravaría el problema. De acuerdo a Büchi, 20 años de gobiernos de centro-izquierda redujeron la habilidad de Chile de superar la pobreza y siguieron una dirección que fue políticamente fácil y consistente con su ideología: “Sería un mal presagio que las primeras medidas de un gobierno que debía marcar un cambio en este aspecto se iniciaran por el mismo camino”. Larraín agregó que la decisión acerca de impuestos marcará el sello del gobierno de Piñera, uno en el cual hay un verdadero peligro de evitar reformas necesarias y en que el presidente está contento con simplemente ser un mejor administrador. Ya veremos.
Donde muchos ven represión, cierre de medios independientes, uso de turbas contra poderes independientes del Estado, presos políticos, y una erosión generalizada de las instituciones democráticas y las libertades individuales, el gobierno español ve esto:
"En Bolivia hay una auténtica revolución con el respaldo ampliamente mayoritario de los ciudadanos. En Venezuela hay un planteamiento de valores más políticos que se ha hecho con el apoyo de los ciudadanos y a través de mecanismos democráticos".
--Juan Pablo de Laiglesia, secretario de Estado para Iberoamérica.
De acuerdo, Silvio. Entiendo tus razones para interrumpir el intercambio de cartas. De lo escrito por ti saco algunas conclusiones positivas. Espero, cuando se acerque la hora de los cambios profundos, que estés entre los que contribuyan a la llegada de la libertad y la democracia. Poco antes de escribir esta nota final tuve noticias de que otros reformistas, animados por tu ejemplo, quieren hacerse oír y también están dispuestos a escuchar.
Ojalá sea cierto. Ése es un buen síntoma y ése es el camino. Va un abrazo cordial en la distancia.Ojalá pueda dártelo pronto en una Cuba libre.
Aquí puede leer las cartas de Silvio Rodríguez.
Estimado Silvio Rodríguez:
Celebro que mantengamos este intercambio epistolar. No creo, como afirmó el profesor Emilio Ichikawa con humor, que es un diálogo imposible porque yo no canto y tú no piensas. Es verdad que yo no canto, pero es evidente que tú piensas. Sé que para ti esta polémica tiene un costo en fricciones y presiones. Conozco el paño. Pero esto sí va siendo una batalla de ideas y no esos aburridos monólogos propagandísticos a que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación cubanos. Ya les he pedido a todos los websites a los que estoy vinculado y con los que tengo buenas relaciones que reproduzcan tus textos completos. Si entras en www.carlosalbertomontaner.com o en www.firmaspress.com podrás confirmarlo. Les he solicitado a los diarios que publican mi columna que no olviden incluir tus escritos. Espero que tú hagas lo mismo con Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores y el resto de los sitios de Internet vinculados al régimen cubano y a su aparato de información.
Silvio:
Como te veo tan firme en tu deseo de comunicar tus ideas y de informarte sin obstáculos ni censuras, creo que debes pedir pública y enérgicamente esos mismos derechos para el resto de nuestros compatriotas. Eso es lo honorable. Debes encabezar esa protesta para que Yoani y los periodistas independientes puedan divulgar sus textos sin ser encarcelados, golpeados o amenazados por la policía. Tras leer lo que escribes, estoy seguro de que te parece repugnante que la policía política se dedique a impedir que los cubanos oigan estaciones de onda corta, vean por cable los canales de la televisión extranjera y se vinculen a Internet. No es justo que sólo tú, Amaury Pérez y otros pocos privilegiados tengan acceso a esas fuentes de información. Eso debes denunciarlo. Es un escandaloso agravio comparativo.
Silvio:
Por supuesto, es importante —luego explico por qué— que conozcas las críticas de José Martí a Marx y al socialismo. Cuando murió el pensador alemán en 1883, Martí, que no ignoraba su obra, escribió una frase perfecta para precisar su juicio crítico: “Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres”.
Es decir, Martí, como cualquier persona compasiva, admiraba las intenciones de Marx, pero como cualquier persona sensata y conocedora de la naturaleza humana, censuraba sus métodos violentos. Razonamiento que reitera años más tarde en una carta a su amigo Fermín Valdés Domínguez: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en los que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados…”.
Silvio:
Como has dedicado una de tus más bellas canciones al Mayor General Ignacio Agramonte, tan admirado por Martí, el gran héroe militar y civil de la Guerra de 1868, te transcribo un párrafo de lo que Agramonte, y probablemente muchos de los jefes insurrectos más educados, pensaban del centralismo y del comunismo: “La centralización hace desaparecer ese individualismo, cuya conservación hemos sostenido como necesaria a la sociedad. De allí al comunismo no hay más que un paso; se comienza por declarar impotente al individuo y se concluye por justificar la intervención de la sociedad en su acción destruyendo su libertad, sujetando a reglamento sus deseos, sus pensamientos, sus más íntimas afecciones, sus necesidades, sus acciones todas”.
Hay otros pasajes muy reveladores que muestran el rechazo del Apóstol al colectivismo (como la reseña que Martí le hace a La futura esclavitud de Herbert Spencer), pero a estas alturas discutir lo que Martí pensaba de Marx y del socialismo sería un ejercicio académico casi inútil, si no fuera porque Fidel Castro ha montado la legitimación histórica de su dictadura sobre la falsificación del pensamiento de Martí.
Silvio:
El absurdo silogismo que Fidel les ha impuesto a los cubanos, y que espero que tú, como persona inteligente, no suscribas, tiene la siguiente secuencia: la revolución tomó el curso marxista porque ésa, o muy cercana a ésa, era la ideología de Martí; quienes gobernaron la República, entre 1902 y 1958, traicionaron el ideario martiano; los revolucionarios que derrotaron a Fulgencio Batista, y desde entonces controlan el país, son los verdaderos herederos del espíritu de Martí y de los mambises que pelearon contra España por la independencia.
El colofón de esta disparatada fantasía histórica, absolutamente alejada de la verdad, es que la autoridad moral para mandar a los cubanos la tiene Fidel Castro con carácter permanente porque él es el descendiente directo de Martí, una figura por la que los cubanos tenemos una devoción especial, ergo su estirpe moral, la de Fidel, es la de los luchadores independentistas del siglo XIX.
Silvio:
No es cierto: las raíces del régimen cubano están en las supersticiones del marxismo-leninismo, en el modelo de gobierno calcado de la Unión Soviética, y en las prácticas de control político aprendidas del KGB. Martí, que era un demócrata liberal convencido de las virtudes republicanas, creyente en la existencia de los derechos naturales, no tiene la menor responsabilidad en este engendro. Fueron Fidel, Raúl y el Che los que traicionaron un movimiento insurreccional que prometía elecciones democráticas, libertades y la vuelta a la Constitución de 1940. Lejos de venir de Martí, la dictadura de los Castro traicionó el ideario martiano. ¿Recuerdas cuando Fidel, al principio, juraba una y otra vez que ni él ni la Revolución eran comunistas?
Silvio:
Es verdad que muchos cubanos no tenían casa propia. La nuestra, la que visitaba Fidel para conversar con mi padre, su amigo, en la calle Tejadillo, y a donde alguna vez acudió junto a mi tío Pepe Jesús Ginjaume Montaner, jefe de Fidel en la violenta organización llamada Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR), también era alquilada.
¿Y qué? Celebro que hayas podido comprar una casa con el fruto de tus éxitos. Pero, ¿la puedes vender? ¿Puedes disponer de ella como en los países libres disponemos de las propiedades? Si es así, gozas de un raro privilegio. En cambio, si te sucede como al resto de los cubanos, no has comprado una casa, sino el precario derecho a usar una vivienda en las condiciones que el gobierno dispone. Cuba, además, debe ser el único país de Occidente en el que un buen profesional, trabajador, prudente y ahorrativo, no puede adquirir propiedades con el fruto de su esfuerzo porque el gobierno lo impide. No todos tienen tu suerte.
Silvio:
Los cubanos quieren tener propiedades realmente. Quieren poder venderlas y comprarlas sin que el Estado los persiga. Quieren abrir sus propios negocios, como hacen los extranjeros. Quieren retomar el control de sus vidas, secuestradas por los burócratas del Partido bajo la vigilancia de la policía política. Quieren generar riqueza y disfrutarla. ¿Por qué los jugadores de béisbol o los boxeadores no pueden explotar su talento en el extranjero en su propio beneficio sin ser tratados como traidores por el gobierno? ¿Por qué para poder vivir bien tienen que arriesgarse a navegar en una balsa hasta la Florida o “desertar” en un viaje al extranjero? ¿Cómo se puede defender un régimen que declara que el cerebro de la Dra. Hilda Molina (entre mil ejemplos) le pertenece a la revolución y la deja retenida en Cuba durante más de una década sin poder usar ni su cerebro ni sus hábiles manos de neurocirujana? ¿No te resulta eso un atropello abominable contra el derecho de las personas a definir y buscar su propia felicidad?
Silvio:
Supongo que una parte importante de tus ingresos deriva de los dólares o euros que recibes en calidad de derechos de autor. Eso me parece muy bien, pero ¿qué pasa con ese 99,99% de cubanos a los que solamente les pagan en pesos? Oficialmente, el peso y el CUC, que es la divisa convertible cubana, valen aproximadamente lo mismo. El salario promedio de los cubanos es de unos 300 pesos. Sin embargo, en el mercado paralelo, que es oficial y es el de verdad, el que cuenta, el cambio es de 20 a 1. Los cubanos ganan, realmente, unos cincuenta centavos de dólar al día. Es la estafa perfecta, Silvio. El gobierno, como los peores tahúres, maneja dos monedas: a los obreros cubanos les pagan por su trabajo con la moneda mala, pero les venden los productos apetecibles en la buena.
Silvio:
Dices que has señalado lo que te parece criticable del proceso. No me consta. Ojalá. Como soy admirador de tu obra conozco varias de tus canciones, pero no todas. No sé si alguna vez alzaste tu voz en el parlamento contra la represión y la censura, o si escribiste alguna canción en defensa del proletariado esquilmado y sin derechos, pero, si ocurrió, yo no tuve noticias. Ignoro si alguna vez te inspiraste en los miles de balseros ahogados tratando de alcanzar la libertad. No recuerdo una sola línea tuya en defensa de los héroes de la revolución fusilados o encarcelados por la dictadura. Ojalá existan esos testimonios.
Silvio:
No estoy hablando de los militares de Batista, que fueron, por cierto, condenados a muerte o a largas penas en juicios sumarios sin garantías, sino de Huber Matos, Comandante de la Revolución, que pasó 20 años en la cárcel por escribirle a Fidel una carta privada en la que renunciaba al Ejército Rebelde por no estar de acuerdo con el comunismo. Me refiero a Mario Chanes, que acompañó a Fidel y a Raúl en el asalto al Moncada y luego en la expedición del Granma, y cumplió 30 años de presidio injusto. Me refiero a los cientos de dirigentes y militantes de la revolución a los que la dictadura mató o trituró en las cárceles. Supongo, Silvio, en que concuerdas conmigo en que esa crueldad era criticable. ¿La denunciaste?
Silvio:
Afirmas que no te molesta padecer un “gobierno de ancianos” y me adviertes que yo también formé mis juicios morales, mi percepción de la realidad y de los conflictos sociales hace medio siglo. Pero hay una diferencia, Silvio: el rasgo más evidente y lamentable de los hermanos Castro es la incapacidad para aprender y cambiar. Estos señores, tras medio siglo de fracasos, y tras haber devastado a Cuba con los caprichos más inverosímiles (desde fabulosas vacas lecheras hasta dulces vaquitas enanas y caseras; desde gallineros domésticos hasta hortalizas hidropónicas en el cuarto de baño), continúan aferrados al disparate del colectivismo como objetivo de la sociedad y al palo y a la represión para alcanzarlo.
Silvio:
Estos hermanos son incapaces de aprender. Son autistas políticos indiferentes a la realidad. Confunden la terquedad con los principios. ¿No escuchaste a Raúl, muy ufano, decir recientemente que primero desaparecería la Isla antes que cambiar? Y Fidel lo felicitó al día siguiente, lo que era una forma de felicitarse a sí mismo, porque lleva décadas insistiendo en esa barbaridad, como si la vida de millones de compatriotas les importara un rábano.
Silvio:
Y es que les importa un rábano. ¿Recuerdas —Raúl aludió a aquel episodio muy orgulloso— durante la peligrosísima Crisis de los Misiles de 1962, cuando el mundo estuvo al borde de la destrucción, el mensaje de Fidel a Kruschev pidiéndole que atacara preventivamente a EE.UU. y desatara la Tercera Guerra mundial, a sabiendas de que en la represalia morirían todos los cubanos? Pero lo terrible no es que entonces aquellos jóvenes desbordantes de testosterona revolucionaria hayan incurrido en esa petición irresponsable y asesina, sino que, medio siglo más tarde, ya ancianos y llenos de nietos, reinciden en la misma imprudencia criminal. Eso es lo grave: no cambian.
Silvio:
Como me comparas con los Castro, porque también a los 67 años ya soy viejo, te explico la diferencia entre los Castro y la mayor parte de los adultos. El problema no está en la edad. Hay viejos como Adenauer, Churchill, De Gaulle o Reagan que sirvieron a sus países en la ancianidad. Como soy un hombre normal, abierto a las influencias exteriores, siempre dispuesto a aprender de la experiencia y a pedir perdón cuando me he equivocado o a revocar decisiones erróneas, he cambiado mucho a lo largo de mi vida y, creo, para bien.
Silvio:
Comencé siendo, como tantos cubanitos ignorantes de hace medio siglo, un “revolucionario” radical confiado en que la justicia y el buen gobierno llegarían a mi país de la mano de un grupo de barbudos bienintencionados. Luego, cuando me desengañé, a base de paredón y calabozo, pasé a ser un socialdemócrata confiado en el papel redistribuidor de un estado justiciero. Más tarde, por las lecturas y la experiencia, me transformé en un liberal convencido de la superioridad moral y práctica de las ideas de la libertad para lograr sociedades más prósperas, libres y habitables. En suma, mientras millones de cubanos, y yo entre ellos, hemos cambiado, estos empedernidos hermanos Castro continúan anclados en el lugar de origen, repitiendo e insistiendo en las tonterías que aprendieron en las conversaciones de café cuando eran unos mozalbetes escasamente instruidos. Eso es gravísimo.
Silvio:
Esa incapacidad para rectificar que tienen estos dos señores (y otros de su entorno) es lo que explica uno de los fenómenos más asombrosos de cuantos ha generado la revolución cubana: el intenso fracaso material que ha provocado. Por primera vez, en los cientos de años que tiene Cuba de historia occidental, tres generaciones sucesivas de cubanos han padecido la extraña experiencia del empobrecimiento progresivo. Mañana siempre es peor que hoy. En Cuba, hasta la llegada de la revolución, la norma era que los padres vivían mejor que los abuelos y los hijos mejor que sus padres. Pero esa tradición terminó cuando estos caballeros tomaron el timón del país y los cubanos aprendieron la amarga lección de que la vida, lejos de mejorar, empeoraba. Hasta Raúl Castro lo ha admitido públicamente, desesperado, cuando manifestó que ni siquiera hay leche para los niños cubanos cuando pasan de los siete años. ¿Te imaginas? Ni un miserable vaso de leche.
Silvio:
Ese es el gobierno más ineficiente que hemos padecido los cubanos en toda nuestra atormentada historia. La calidad material mínima de cualquier sociedad se mide por seis elementos básicos: la alimentación, la vivienda, la electrificación, el transporte, las comunicaciones y el acceso al agua potable. En los seis, la revolución ha transformado la convivencia en una pesadilla. La comida escasea, está racionada, es muy pobre o es inalcanzable para el sueldo miserable de los trabajadores. Hay un déficit de viviendas que excede al millón de unidades, mientras más de la mitad de los hogares están en condiciones deplorables. Cuando falta el subsidio petrolero de Hugo Chávez, como cuando desapareció el que proporcionaba la URSS, cortan la luz intermitentemente. El acceso a teléfonos o correo es de los peores de América Latina, y no digamos Internet, que se obstruye por razones políticas. Las calles, carreteras y transporte público son un castigo demoniaco contra el pueblo. Los acueductos, infectos y rotos, pierden el 60% del agua disponible y la que llega es poca y esporádica. ¿Si en medio siglo de gestión, sin ninguna obstrucción parlamentaria, lejos de solucionar estos problemas esenciales, ese gobierno, minuciosamente torpe, los ha agravado, quién puede creer que, con el mismo sistema, con los mismos métodos y con la misma gerencia, algún día los resultados van a ser diferentes?
Silvio:
Celebro que estemos de acuerdo en que hay que abolir la pena de muerte. Pero no es cierto que esa medida cruel se deba al acoso de la CIA. Tú sabes perfectamente que mucho antes de que el gobierno de EE.UU. intentara derrocar la dictadura comunista, la revolución, desde su inicio mismo, había fusilado a miles de personas. Tú no ignoras que, incluso antes de triunfar, ya los rebeldes fusilaban sin miramientos en la Sierra Maestra. Los Castro no conocen mejor escarmiento ni mejor forma de intimidación que el paredón. Matan, sencillamente, porque para ellos la vida de los otros no vale nada. Ni siquiera la del general Arnaldo Ochoa y el coronel Tony de la Guardia, sus mejores oficiales.
Silvio:
He oído antes el argumento de que los demócratas de la oposición carecen del apoyo del pueblo. Lo escuché en la España del franquismo donde, en efecto, el Partido Socialista apenas tenía un centenar de miembros activos antes de la desaparición del Caudillo. Lo escuché en Checoslovaquia, cuando se burlaban de la Carta 77 que encabezó mi admirado Vaclav Havel, porque la oposición contra la dictadura comunista apenas llegaba a dos docenas de valientes. ¿Y qué ocurrió cuando se abrieron los cauces de participación y los oprimidos pudieron decir su verdad? Ocurrió que los demócratas instantáneamente se multiplicaron por millones y los partidos oficialistas se encogieron hasta casi desvanecerse en medio de la vergüenza. Ocurrió que el pueblo pudo estrenar su verdadero rostro y manifestar sus creencias reales. En Cuba no será diferente.
Silvio:
Tú opinas que en las cárceles cubanas se trata bien a los prisioneros. ¿Qué es para ti encerrar durante años en un calabozo tapiado, sin luz, en medio de alimañas, casi sin alimentos ni agua, a numerosos presos políticos? ¿Qué son para ti las golpizas a las que los someten? Pero más importante que tu opinión o la mía es la de Amnistía Internacional, la de Human Rigths Watch, la de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. ¿Por qué no deja Cuba que una misión imparcial de la Cruz Roja recorra las prisiones y hable sin testigos con los prisioneros? Hay varios libros estremecedores que describen la vida cotidiana en el presidio político cubano de hombres y mujeres: los escribieron, entre otros, Huber Matos, Jorge Valls, Reinol González, Armando Valladares, Alejandro González Raga y Ana Lázara Rodríguez. Son testimonios terribles e irrefutables.
Silvio:
No te parece honesto que los disidentes y las Damas de Blanco reciban ayuda de otros gobiernos. Sin embargo, sabes que el artículo duodécimo de la Constitución cubana de 1976 dice lo siguiente: “[Cuba] reconoce la legitimidad de las guerras de liberación nacional, así como la resistencia armada a la agresión y a la conquista, y considera su derecho y su deber internacionalista ayudar al agredido y a los pueblos que luchan por su liberación”. Y no ignoras que el régimen cubano ha practicado intensamente ese internacionalismo revolucionario, contribuyendo con adiestramiento, recursos económicos, hombres, armas y explosivos a grupos y movimientos insurreccionales de diversos países del mundo.
Silvio:
Si crees en ese derecho que el gobierno cubano se arroga a practicar el internacionalismo revolucionario y ayudar a sus aliados y correligionarios, por un mínimo de decoro intelectual admitirás el derecho de los países libres a practicar el internacionalismo democrático y a ayudar a los suyos, aunque en el caso cubano apenas se trate de darles a los disidentes pequeñas computadoras, acceso a Internet, material de lectura, teléfonos celulares, algún dinero para sostener a las familias de los presos políticos y apoyo diplomático, porque hace varias décadas que nadie recurre en Cuba a la violencia política. Te recuerdo, además, lo importante que fue la ayuda de la Internacional Socialista y de las Fundaciones alemanas para el establecimiento de la democracia en España tras la muerte de Franco y en Chile durante el referéndum que le puso fin al gobierno de Pinochet. Esa solidaridad no sólo es muy común: es muy conveniente para la libertad de Cuba.
Silvio:
Lo decente es que las fuerzas democráticas del mundo libre ayuden a sobrevivir a las Damas de Blanco y a todos los demócratas de la oposición, al menos hasta que se vacíen las cárceles, puedan organizarse públicamente, participen en la vida pública, formen parte del parlamento y defiendan sus ideas sin el riesgo de ser exterminados. Lo natural es ayudar a las víctimas. Al fin y al cabo, el tejido ideológico de estos disidentes es el mismo que encuentras en el Parlamento Europeo y en la arena política de todos los países libres: democristianos, socialdemócratas, liberales y conservadores. Tenderles una mano solidaria a los disidentes perseguidos dentro de Cuba no sólo es legal, es lo moralmente justificable.
Silvio:
¿Por qué crees que el Parlamento Europeo condenó al gobierno cubano por 509 votos procedentes de todo el arco democrático contra 30 de los comunistas? Lo hizo por solidaridad con sus pares cubanos. Por supuesto que lo ético es que nos ayuden en esta etapa trágica de nuestra historia. A todas estas fuerzas internacionales, convocadas en nuestro auxilio por la oposición democrática cubana del interior y del exterior, les irrita la burla del gobierno de los Castro, capaz de firmar en la Cumbre iberoamericana de Viña del Mar en 1996 su adhesión a los comportamientos democráticos, para luego pisotear ese compromiso, de la misma manera que más tarde ignoró el acuerdo firmado con la ONU en el 2008 de respetar los derechos humanos. Ya se agotó la paciencia internacional con un régimen que no cumple nada de lo que promete.
Silvio:
Dices no estar de acuerdo con los actos de repudio, y te creo, pero no es cierto que ocurran porque “otros cubanos”, espontáneamente, se indignan contra personas como las Dama de Blanco y las agreden. Esos actos están orquestados por la policía política y el Partido Comunista, como puede comprobar cualquiera que entre en el blog de penúltimosdías.com y vea el facsímil de la planilla con las instrucciones para los matones de las turbas conocidas como “Brigadas de respuesta rápida”. Deben llevar “palos, cabillas y cables” para golpear a cualquiera que se manifieste. Son operaciones parapoliciacas y ni siquiera son novedosas: en todas las dictaduras comunistas y fascistas han existido variantes de este procedimiento de control social. No me detengo a refutar la equivalencia que haces con las manifestaciones anticastristas de los cubanos de Miami porque me parece una broma. Las diferencias son abismales.
Silvio:
Y llegamos al tema del bloqueo, tu plato fuerte. Me pides que me manifieste contra el bloqueo. Por supuesto que lo haré. Yo también quiero que se elimine, pero antes tenemos que dejar aclarados varios aspectos de este asunto. En primer término, como los cubanos sabemos muy bien, EE.UU. es el principal vendedor de alimentos a Cuba, mientras las remesas de los exiliados constituyen una de las primeras fuentes de ingreso de la Isla. Asimismo, EE.UU. es el único país que alivia las presiones migratorias que sufre el gobierno cubano otorgándole nada menos que 20.000 visas todos los años. En esas condiciones, hablar de un embargo, y mucho menos de un bloqueo, es una exageración. De los siete mil millones de personas que pueblan el planeta, Cuba puede comerciar, y comercia, con seis mil setecientos. De los dos centenares de estados organizados que existen en el mundo, Cuba puede comerciar, y comercia, con 199 que representan el 75% del PIB planetario.
Silvio:
Ninguna persona informada pone en duda que el desastre económico cubano se debe, fundamentalmente, a la inherente improductividad de los sistemas colectivistas de corte marxista-leninista, sumada, en este caso, a la caprichosa e incompetente gerencia revolucionaria. No es el bloqueo. Como se ha probado hasta la saciedad, el colectivismo autoritario es un modelo económico fallido. Basta con comparar a las dos Corea o las dos Alemania para comprobarlo.
Silvio:
En todo caso, hay dos maneras de enfrentarse al embargo. Una es puramente propagandística, encaminada a culpar a EE.UU. del horror de la pobreza cubana, pero sin el deseo real de que sea eliminado. Es en ésa en la que se entretiene el gobierno de La Habana y en la que invierte un notable caudal de recursos y energía. El otro camino, el serio, el de quienes queremos que realmente se levante, es el que te describo a continuación.
Silvio:
Para levantar el embargo, el gobierno cubano no puede saltarse a la oposición democrática. Tiene que pactar. Es el eficiente lobby de los cubano-americanos y son las hábiles maniobras de los legisladores de este origen lo que mantiene vigente esas medidas en la administración estadounidense. Si la dictadura realmente desea que se levante el embargo, sólo tiene que hacer cuatro concesiones totalmente razonables que le ganarán el aplauso universal:
Amnistiar a los presos políticos.
Concederles a los cubanos el derecho de libre asociación.
Permitirles que se expresen libremente.
Acabar con el embargo interior y dejar que los cubanos libremente entren en Cuba o salgan de ella.
Silvio:
Me dirás que estás de acuerdo con esas medidas, pero que te parece abusivo que se le exija a Cuba lo que no se le exige a China. A lo que te respondo que las transacciones políticas no se dan en el marco abstracto de la filosofía, sino en el de las realidades, y es una necedad ignorar esta verdad. ¿El gobierno cubano quiere realmente que se levante el embargo o todo lo que pretende es jugar con la propaganda?
Silvio:
Como consecuencia de la larga dictadura de los Castro, el 20 por ciento de los cubanos han tenido que emigrar a EE.UU. durante medio siglo y allí han adquirido poder y han aprendido a usarlo, como hacen los judíos con relación a Israel y los afroamericanos con respecto a África. El régimen cubano no ha podido ni podrá vencer ese obstáculo, a menos que decida hablar con su propio pueblo. No es cuestión de dar gritos, insultar a sus oponentes y montar campañas estridentes, sino de conversar con serenidad.
Silvio:
Lo sensato, para terminar con el embargo y para solucionar los problemas del país, es que gobierno y oposición se sienten de buena fe a hablar civilizadamente con un temario abierto. Estoy seguro de que en un plazo corto una relación de ese tipo rendirá sus frutos, se levantará el embargo y estaremos en el camino de la concordia. Me imagino que muchos reformistas dentro del régimen estarán de acuerdo conmigo y deseosos de que comience cuanto antes ese proceso.
Silvio:
Te propongo, con la mejor buena fe, que creemos los dos un comité para luchar conjunta y simultáneamente contra el embargo estadounidense, a favor de conceder la amnistía a los presos políticos, a favor de otorgar el derecho a la libertad de asociación y expresión, a favor de que los cubanos puedan entrar y salir libremente de Cuba. Ese comité pudiera ser el comienzo de la reconciliación, la paz y el progreso para nuestro país que los dos deseamos. Conquistemos juntos un futuro mejor para nuestros hijos.
Espero tu respuesta con mucho interés. Va un abrazo cívico y cordial,
Carlos Alberto Montaner
Madrid, 13 de abril de 2010
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