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Archivo por Octubre 2008

Por más que hayan instrumentos de gran utilidad que prestan innumerables servicios a la humanidad, si se utilizan mal no sirven a los propósitos para los que fueron concebidos originalmente. Este es, por ejemplo, el caso del martillo: si en lugar de utilizárselo para clavar una estaca o un clavo se lo emplea para romperle la nuca al vecino. Es el caso del mercado cuando en lugar de bienes y servicios que apuntan a la excelencia se demandan estupefacientes para usos no medicinales hasta perder el conocimiento y cuando se comercian dosis crecientes de armas para la guerra y aparatos de tortura. La culpa no es del martillo o de los procesos que sirven para conocer las preferencias y los arreglos contractuales de la gente, sino que se trata de un tema eminentemente axiológico.

Fenómeno parecido ocurre en nuestro tiempo con la telefonía celular. Sin duda que se trata de un instrumento de gran provecho para todo aquello que los usuarios estimen conveniente al efecto de lograr diversos propósitos personales, pero esto puede dividirse en dos planos bien diferenciados. En el primer caso se trata de usos para situaciones de emergencia, contactos urgentes y conversaciones que estrechan las vinculaciones entre las personas. En el segundo, en cambio, conjeturamos un fenomenal desvío de la comunicación de una envergadura tal que, en la práctica, significa la más palmaria incomunicación.

Veamos más de cerca este último plano. Da la impresión que se trata de quienes hacen alarde (en verdad resulta tragicómico) ante terceros de que se los requiere insistentemente. Están hablando con alguien pero interrumpen reiteradamente para atender llamados varios con lo que no están comunicados con el interlocutor con el que se hallan personalmente en contacto ni tampoco con los que se comunican telefónicamente en el contexto de absurdos tartamudeos telegráficos. En última instancia, no están comunicados con nadie.Hay casos extremadamente ridículos y son cuando quien atiende un celular susurra que no le es posible atender en ese momento porque está en el cine o en una “reunión importante”. No se sabe para que diablos atiende en primer lugar, tal vez sea la irrefrenable tentación de contestar llamados ya que son en general personas sin agenda definida que se dejan dominar por los tiempos y las inquietudes de los demás con lo que van a la deriva según los llamados telefónicos que no resisten contestar.

Personalmente no digiero ese cuadro de situación. He debido decirle a mi interlocutor circunstancial en las oportunidades en que ha ocurrido ese desliz que elija si prefiere hablar por teléfono o estar conmigo porque me niego rotundamente a seguir conversaciones en ese clima donde cualquier intruso nos intercepta a la primera de cambio. En una oportunidad en que estaba conversando con tres personas, una de ellas se levantó para tomar una llamada en su celular e interrumpía con su voz chillona nuestras deliberaciones desde la habitación contigua. Me levanté y cerré una puerta que nos separaba y advertí que le estaba arruinando el alarde a la del celular con lo que instantáneamente dejó de hablar porque no había material para trasmitir y el alarde ya no tenía sentido (a menos que lo pudiera hacer con un tercero al tomar otra línea y así sucesivamente).

Una persona con un mínimo de educación en una oficina, cuando recibe a otra, lo primero es decirle a la secretaria que no le pase llamadas. Por respeto y consideración elemental las comunicaciones son por turno riguroso, no hay tal cosa como las comunicaciones simultáneas por temas distintos con distintas personas. Las conversaciones pueden ser grupales hablando secuencialmente sobre temas comunes, ya sea de modo presencial o por conferencias a distancia pero nunca en medio del aludido cotorreo.

En el mundo de los “gerentitos” son habituales estos alardes debido a lo que podríamos bautizar como “el complejo de la ocupación permanente” o el “síndrome del gran trabajador”. Son en realidad los que duermen la siesta de la vida ya que no le dan cabida a lo relevante y los que muchas veces padecen la “crisis de los domingos” por el páramo existencial en el que están envueltos: la soledad los espanta porque no pueden oír la voz interior, como que no hay vida interior alguna. Apagado el celular solo queda la nada absoluta.

Ningún empresario o funcionario de jerarquía anda con el celular prendido a cuestas (y habitualmente sin celular a secas). Una comunicación implica respeto e interés recíproco, lo otro es frivolidad y simulacro de comunicación por ello es que resulta paradójico que en la era de los celulares hay casos en los que se acentúa la incomunicación. Es como si siempre se le diera prioridad al nuevo personaje que se interpone último sin que nadie en verdad tenga prioridad porque la vida se desdibuja en alardes, sin contenido, sin brújula y sin parámetro extramuros del celular.

Acabo de regresar de un corto viaje a Uruguay y Argentina, donde la presidenta Kirchner anunció la semana pasada la nacionalización de los fondos privados de pensión. Hay mucho que se puede decir sobre este robo a grande escala. Pero nadie menos que Juan Domingo Perón, en un discurso de 1973, se opuso enfáticamente a la nacionalización de las pensiones privadas, llamando tal medida "un robo". Ver su denuncia, que está dando vueltas por toda Argentina, acá:

¿Ola de censura en Centroamérica?

Publicado por Luis Figueroa

"Ya estamos hasta la coronilla", dijo el presidente socialdemócrata guatemalteco, Alvaro Colom, al quejarse de la cobertura periodística que recibe su administración. Colom se quejó de que la cobertura periodística negativa que recibe viene de "la gente que quiere seguir condenado al país al hambre", que es difamatoria, y de que es una estupiedez. En su desespereción, el mandatario chapín amenazó con revivir el delito de desacato, figura anacrónica y dictarorial según la cual quien ofendiere la dignidad, o el decoro, o amenazare, injuraire o calumniare a cualquiera de los presidentes de los Organismos del Estado, sería sancionado con prisión. Con lo que no contaba el Presdiente es con que dicho instrumento de la tiranía, ya había sido declarado inconstitucional, por la Corte de Constitucionalidad en febrero de 2006.

Inconstitucionalidad evidente ya que la norma violaba el derecho a la libertad de expresión, garantizado en la Carta Magna guatemalteca.

Esta no es la primera arremetida socialdemócrata contra la libertad de expresión y contra el derecho de los ciudadanos a criticar y a señalar los errores de los que ejercen el poder público por mandato de la ciudadanía. En septiembre pasado, en busca de censurar los mensajes supuestamente difamatorios que son enviados por medio de correo electrónico, Alvaro Colom anunció que se reuniría con ejecutivos de las empresas telefónicas para que "no autoricen" enviar aquellos mensajes sino hasta que se identifique la procedencia. Colom ciertamente que debe estar hasta la coronilla; porque sólo así se explica tanto desatino, tan impropio de uno que presume de socialdemócrata (o talvez tan propio, si tomamos en cuenta que nacionalsocialismo y socialdemocracia comparten elementos etimológicos). Casualmente, en Nicaragua, Daniel Ortega ha iniciado una persecución contra los que él percibe como sus enemigos: la prensa independiente, sus críticos y todos los que se atreven a desafiar la dictadura que está montando allá. Lo que está haciendo el sandinista (aquel del socialismo nicaraguense de los 80) es cerrar toda oposición en su contra. Y patrones parecidos vemos en las administraciones de Hugo Chávez, y otros de esa calaña. La crítica, la fiscalización y el señalamiento de los errores son funciones informativas básicas de la prensa; pero, ¡más aún!, son derechos indiscutibles de cualquier persona, ciudadano, o tributario individual.  Y, en todo caso, "las personas no deben temer a sus gobiernos, sino que los gobiernos deben temer a las personas".

Alvaro Colom y Daniel Ortega están abriendo puertas peligrosas cuando intentan consolidar sus administraciones mediante el amordazamiento de la prensa y mediante el asfixiamiento de la libertad de expresión de sus ciudadanos y tributarios. Talvez deberían acudir a la persuasión, y a las buenas prácticas de gobierno. Talvez deberían combatir la corrupción que mina su autoridad. Talvez deberían reconocer que les queda grande el traje. O, talvez, están enseñando su verdadero plumaje.

Un estudio del Deutsche Bank estima que Venezuela requiere que el precio del barril de petróleo no sea inferior a los $97 con tal de sostener el gasto público, el cual se ha disparado bajo el mandato de Hugo Chávez. Ayer, el barril cerró en $81,19.

Si el precio mundial del crudo continúa cayendo debido a la desaceleración de la economía mundial, la revolución bolivariana-chavista se verá en serios aprietos.  Según el Deutsche Bank, Venezuela es la petro-economía más vulnerable del planeta.

Paul Krugman

El 2008 ha sido un año pésimo para la libertad. El libre mercado ha sido responsabilizado injustamente por las crisis financiera y de los alimentos, a pesar de que ambos fenómenos fueron el resultado del intervencionismo estatal y no de la liberalización económica. Como resultado, los gobiernos alrededor del mundo han intervenido más en la agricultura y la economía.

Así que resulta bastante apropiado que en un año tan ominoso para la libertad económica, Paul Krugman sea escogido como Premio Nóbel de Economía. Ahora la izquierda contará con otro Nóbel, además de Stiglitz, a la hora de citar expertos que favorecen el intervencionismo estatal.

Curiosamente, Krugman gana el Nóbel no por sus tesis estatistas, sino más bien por su defensa del libre comercio. Sí, Krugman siempre fue (y quizás aún lo es) un firme defensor del comercio internacional. Su libro en la década pasada, Pop Internationalism, es toda una referencia para aquellos que creemos en la competencia que genera el libre comercio.

Sin embargo, a principios de esta década algo le sucedió a Krugman que lo desubicó un poco. Ese algo se llama George W. Bush. Su gran desprecio hacia el actual presidente estadounidense hizo que perdiera el sentido común en muchos temas económicos. Como señalara The Economist en el 2003, "Un vistazo a sus columnas pasadas revela una creciente tendencia a atribuirle todos los problemas del mundo a George Bush…Incluso su análisis económico es a veces forzado”.

En fin, si la Real Academia de Ciencias de Suecia quería darle el Nóbel a alguien por su trabajo acerca del libre comercio, mejor hubiera galardonado a Jagdish Bhagwati.

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