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Archivo por Marzo 2015

Existe una mitología de las nacionalizaciones, donde la metáfora dominante es la del débil y pequeño David que se enfrenta al enorme y sanguinario Goliat. Es la desigual lucha entre el pobre país subdesarrollado y la inmensa empresa transnacional, la cual durante años ha explotado algún tipo de recurso natural, quitando la vida a un pueblo sometiéndolo a la pobreza. La imagen de Drácula chupando la sangre de la bella e inocente doncella.

Sin embargo, el siglo XX vivió varias experiencias nacionalizadoras. En cierto modo la misma Asamblea General de las Naciones Unidas les dio su bendición cuando el 6 de mayo 1974 declaró que la nacionalización era “una expresión de plena soberanía permanente del Estado”. Evidentemente, en el momento de la nacionalización de una empresa, la sociedad experimenta una auténtica euforia colectiva de nacionalismo y patriotismo. Sin embargo, más allá (o más acá) de esas expresiones de sensibilidad, cabe la pregunta si los países ganan o pierden con los procesos de nacionalización, entendida como el traspaso a la propiedad estatal de las empresas privadas, generalmente de propiedad extranjera. Ya entrados en el siglo XXI es perfectamente posible realizar un balance de las experiencias históricas de las nacionalizaciones, y en tal sentido explorar las condiciones bajo las cuales una nacionalización puede derivar en ganancias para el país, o también determinar las condiciones bajo las cuales un proceso de nacionalización puede tener un balance negativo al término de varios años.

En 1960 el Congo Belga fue declarado país independiente. Luego de un período de inestabilidad política se hizo del poder el general Joseph Désiré Mobutu, quien instaló un régimen de partido único que le permitió detentar el poder hasta 1997. Tres fueron los principios en los que se sustentó la ideología del régimen: el nacionalismo, la revolución y la “autenticidad” expresadas en 1967 en el Manifiesto de N’Sele. La autenticidad se refería al rescate de los valores culturales de las etnias africanas, y el rechazo a las prácticas occidentalizantes que introdujo la colonización belga. En tal sentido, Mobutu se cambio el propio nombre a Mobutu Sese Seko, le cambio el nombre a las ciudades (por ejemplo, la capital Léopoldville pasó a llamarse Kinshasa), cambio el signo monetario (de franco a zaire), al rio Congo (río Zaire), para culminar cambiándole el nombre al país: República de Zaire (denominación que tuvo hasta 1997, cuando pasó a denominarse República Democrática del Congo).

Zaire es un país rico en recursos naturales y uno de ellos el cobre. Por ello, en 1924 la compañía belga Union Miniére empezó a operar en el país. Lo mismo ocurrió en el país vecino Zambia, donde también se comenzó a explotar cobre desde 1926. Rápidamente, ambos países entraron al club de los principales países productores de cobre del mundo. En particular la Unión Miniére producía el 6,8% del total mundial en 1925, y esa participación subió al 8,4% en 1960. En la década de los años 50, Zaire aportaba a la producción mundial de cobre con el 7,3% mientras que Zambia lo hacía con el 12,3%.

Evidentemente, la explotación del cobre se volvió fundamental para la economía de Zaire, tanto por la generación de divisas como por los ingresos fiscales que generaba. Sin embargo, que las empresas que operaban en el sector fueran extranjeras lastimaba los sentimientos nacionalistas de muchos congoleños. Por ello, y en plena sintonía con las ideas de la época, el gobierno de Mobutu decidió, a fines de 1966, expropiar los bienes de la Union Miniére y transferirlas a la estatal Société Génerale Congolaise de Minerais, Gecomin, que luego sería llamada Gécamines. En la misma época el gobierno de Zambia también nacionalizó el cobre, y unos pocos años después lo hizo Salvador Allende en Chile. Para 1980, las tres empresas estatales del cobre era las líderes mundiales: Codelco (Chile) producía el 13% del mundo, Gécamines (Zaire) el 8,9% y Zimco (Zambia) el 5,9%.

La minería del cobre de Zaire y Zambia experimentó su mayor expansión en los años 60. En tal época, el aporte a la producción mundial de estos países fue del 6,2% y 12,6%. Sin embargo, para las décadas siguientes, ya como sectores nacionalizados, empezaron a sufrir una merma en su importancia mundial. Para la década de los 90, sus aportes eran del 1,1% y 3,6%, respectivamente. Para el 2007 el aporte de Zambia se redujo al 3,39% de la producción mundial, y Zaire ya no figuraba en la lista de los doce países con mayor producción de cobre del mundo.

Lamentablemente, se hace evidente que la minería del cobre de estos dos países africanos entró en un proceso de decadencia después de sus nacionalizaciones. ¿Cómo se explica esto? En particular, el caso de Zaire es importante, pues el mismo presidente que llevó adelante la nacionalización se mantuvo en el poder muchos años después. O sea, a diferencia del caso chileno, donde hay una ruptura del enfoque de la política económica muy marcado (al nacionalismo de Allende le suceden los "neoliberales" pinochetistas), en Zaire se tiene una continuidad política que permite visualizar mejor la problemática implícita.

Hasta 1965 se tenía un reducido oligopolio en el mercado mundial del cobre. Sin embargo, la industria se enfrentaba a dos hechos estructurales: la oferta era inelástica a los precios en el corto plazo pues básicamente la producción depende de la capacidad instalada, mientras que la demanda era inelástica a la caída de los precios mientras que era elástica al aumento de los precios debido a las posibilidades de sustitución con el aluminio. Si bien hasta los precios hasta inicios de los años 60 habían mostrado cierta evolución estable, luego se entro en un período de inestabilidad. Para enfrentar la creciente volatilidad del precio del cobre, las grandes empresas aplicaron algunas acciones estratégicas: una aumentar el grado de integración vertical realizando inversiones en las empresas que usan el cobre como materia prima y establecer contratos a plazo. Pese a esto, se hacia evidente que la industria entraría en una zona de turbulencias al final de los años 60.

En tal escenario, los gobiernos de Zaire, Zambia, Perú y Chile llevaron adelante procesos de nacionalización. Esto generó un ambiente de gran incertidumbre política y jurídica y las empresas se volvieron cautas a la hora de realizar inversiones en los países del tercer mundo, prefiriendo ampliar sus actividades en países más seguros, muchos de ellos los propios países de origen, aunque el rendimiento de las minas fuera menor. Por otra parte, la demanda mundial del metal se contrajo en virtud del shock de los precios del petróleo y la recesión mundial que generó. La cotización internacional del cobre se desplomó en los mercados internacionales.

A la caída de los precios internacionales se sumo la incapacidad de las empresas estatales de llevar procesos de integración vertical, pues a diferencia de las transnacionales, no podían aspirar a una internacionalización, y sus economías eran muy pequeñas para industrializar el cobre. Además, tuvieron problemas para acceder al financiamiento internacional. En el plano político, los gobiernos utilizaron las empresas estatales como fuentes de financiamiento para propio gobierno o para comprar lealtades mediante la concesión de prebendas, descuidando las necesidades de inversión. La salud económica de las empresas estatales se sacrificó a las necesidades y urgencias de la lucha política.

Hoy, la República Democrática del Congo, ex Zaire, con más de 50 millones de habitantes, es uno de los países más pobres del mundo. Su tasa de mortalidad infantil es de 83 por mil, la esperanza de vida al nacer es de unos 54 años, el sida afecta al 4,2% de la población adulta, la tasa de analfabetismo es del 14,5%. Ocupa la penúltima posición con el PIB per cápita más bajo del mundo (300 $us anuales con PPC) y la antepenúltima posición con el Indice de Desarrollo Humano más bajo del mundo. Definitivamente, la nacionalización del cobre no sirvió para que Zaire salga de la pobreza.

La importancia de la desigualdad

Publicado por Javier Paz

Definitivamente la igualdad o desigualdad en la distribución de la riqueza no sirve como parámetro de desarrollo, bienestar o felicidad. Teóricamente uno puede imaginar un país con mucha desigualdad donde nadie es pobre y otra con la mayor igualdad donde todos son mendigos.

Tal vez el problema fundamental de la ciencia económica sea la eliminación de la pobreza; la reducción de la desigualdad, incluso para quienes la consideran un problema, tendría que estar en una categoría muy inferior. Pero aunque desde la perspectiva económica la desigualdad, en mi opinión no es muy importante, desde una perspectiva política es importantísima.

Para un joven que ha tenido que trabajar desde sus 10 años, que apenas tiene para vivir el día a día y que ve una sociedad de abundancia, de adolescentes con vehículos último modelo y camisas que valen más de lo que él gana en un mes, es poco convincente que yo o el más renombrado economista le venga con el cuento de que, a pesar de todo, él está mejor que sus antepasados. Este joven no conoce de historia, feudalismo, ni de la Revolución Industrial y poco le importa que alguien le documente y demuestre que el mundo en general es cada vez menos pobre. Él se compara con los que están aquí y ahora, con jóvenes que tienen 100 veces más que él y nunca han tenido que trabajar para ello. No menosprecio lo trágico de esta situación, pero considero que culpar a los ricos no es la respuesta ni soluciona el problema. Nada impide que el mismo proceso mental ocurra con personas de clases medias y altas que sigan mirando con envidia y frustración (a veces justificada) a quienes tienen más que ellos; nada impide que quienes tengan estos sentimientos sean adultos, profesionales o filósofos; y nada impide que los políticos, con buenas o malas intenciones, creyéndose o no el cuento de que la desigualdad es de alguna manera producto del robo y la injusticia y que una mayor igualdad equivale a menos pobreza, hagan uso del mismo y muevan muchedumbres para encumbrarse en el poder. La desigualdad sí importa… prueba de ello son los totalitarismos comunistas del siglo XX, el entristecedor pueblo cubano todavía víctima de una dictadura decrépita, la vorágine venezolana, la asombrosamente constante decadencia argentina que luego de ser una tierra de desarrollo y esperanza bajo la constitución liberal de Juan Bautista Alberdi, retrocedió y lo seguirá haciendo bajo el embrujo igualitarista del peronismo. La desigualdad es, lamentablemente, muy importante en el paradigma de las personas y las consecuencias políticas y económicas de las políticas de la igualdad son reales, importantes y en general negativas para el desarrollo y la reducción de la pobreza a largo plazo.

Quizás el principal problema de nuestro tiempo sea la cuestión referida a la ley. La misma puede ser abordada como norma jurídica deliberadamente hecha por algunos y que regula las relaciones humanas o como un descubrimiento de conductas reiterativas en el tiempo que nos van permitiendo hacer posible la libertad personal.

Si partimos de la primera acepción, la ley termina por convertirse en una norma aplicable solo para los gobernados, por cuanto que se cree que la ley es una creación deliberada del político o del legislador, y que solo estos tienen atribuciones al respecto.

De este modo, esa "ley" que fuera aprobada por los cuerpos legislativos es la que es legal, no se la puede desobedecer, y se utiliza no para limitar el poder de sus creadores (los políticos, legisladores, burócratas) sino para que sea un instrumento para controlar a los demás.

Esta forma de concebirse la ley, que es lo que ocurre hoy en todas partes, termina por coartar la libertad de los gobernados y dejar que los gobernantes hagan lo que mejor les parezca, dado que ellos son los que "hacen" la ley. El gobierno no está ni puede estar limitado bajo esta concepción filosófica.

Siguiendo con esta idea de que la ley es creada por algunos, se termina por creer que también solo algunos tienen el suficiente conocimiento para dedicarse al mismo, lo que supone dejar el campo libre en desmedro de aquellos que no están supuestamente "adiestrados". De este modo, resulta fácil comprender cómo el Estado ha venido avanzando sobre nuestras vidas al punto de que se desea que todo o casi todo debe estar legislado o regulado. De ahí en más solo cabe que germine el totalitarismo.

Muy por el contrario a esta tendencia, tenemos la noción que la ley proviene de lo que es justo, de aquello que otorga a cada uno lo suyo sin tener que causar daño a otro. Así entonces tenemos, por un lado, la ley vista como norma legal positiva y, por el otro, la ley vista como una consecuencia de ciertas conductas que por el paso del tiempo, la tradición y las costumbres, hacen que sean observables por todos.

Como se notará, la ley tiene dos concepciones bien diferenciadas y resulta importante señalar que la mayor amenaza contra la libertad proviene de esa idea de que la ley es una norma creada por el legislador cuyo propósito es regular la vida de la gente, entrometerse en todas las facetas del individuo, no dejarle en paz para que libre su propio y particular forma de vida.

Aquella "ley" que se aprueba para supuestamente "organizar mejor"a la sociedad y a sus miembros, aun en las cuestiones mínimas que nos exige pagar un tributo o pedir un permiso a la autoridad ya sea para pactar con mi prójimo intercambios de acuerdo a pactos libres voluntarios, o comprar, vender, dedicarnos a lo que nos gusta etc. es la prueba de que algo está mal en la sociedad, y ese algo es la destrucción de la misma libertad, lo que de suyo significa dejar de ser individuos para ser solo el grupo, domesticados para seguir a algunos.

Esta forma de ley es la que hoy se tiene y se practica, siendo muchos, mejor dicho demasiados,  los que están de acuerdo con esta forma de concebirla.

Hago esta rectificación en este ensayo. Dije al comienzo que la cuestión de la ley es quizás el principal problema de nuestro tiempo, ahora digo: es el principal problema.

El gobierno argentino pareciera hacer alarde que en los últimos meses el dólar paralelo no tuvo grandes sobresaltos en la economía; sobre todo, cuando varios economistas de la oposición pronosticaban que para finales de año o principios de éste se observaría un salto. Lo que despierta curiosidad es: ¿por qué el dólar paralelo se mantuvo estable este último tiempo? Si bien son muchas las variables que influyen en cualquier fenómeno de formación de precios, podemos destacar dos:

  1. La aparición del dólar ahorro.
  2. La fuerte aspiración de pesos observada durante el 2014.

En primer lugar, el dólar ahorro surgió a principios del 2014, donde a un reducido grupo de trabajadores en blanco se les permitía comprar dólares (con un límite) a la cotización oficial, pero con un recargo del 20%, el cual es devuelto a fin de año si se lo reclama. El objetivo era desviar a las personas del mercado negro para que su precio se reduzca. Generalmente, los pocos privilegiados, compran el dólar ahorro con una de las siguientes intenciones: 1) para ahorrar o 2) para luego venderlo en el blue (mercado negro).

En el primer caso, aumenta la cantidad de gente que compra dólares en el mercado oficial, pero los ahorra (o atesora), lo que haría caer la demanda en el mercado informal reduciendo de esta manera el precio. Por el otro lado, aquellos que compren el dólar ahorro para luego venderlo más caro en el mercado negro, incrementan la oferta del dólar paralelo, lo que también hace caer el precio. En síntesis, no importa que operación se haga en el mercado del dólar ahorro, el efecto es una caída de los precios en el mercado informal. En septiembre 2014, se incrementó fuertemente la demanda en este mercado y puede observarse como la brecha se redujo luego en el siguiente gráfico:

Dólar ahorro y brecha

Dolar ahorro y brecha

En cuanto a la aspiración de pesos observada el año pasado, el gobierno emitió deuda interna para financiarse debido a los problemas de inflación que posee Argentina. Esta aspiración de pesos, redujo la cantidad de billetes en circulación evitando que la moneda doméstica se devalúe fuertemente (o más bien, no tan fuertemente). Este punto también es importante ya que el dólar subía también debido a que el peso se depreciaba. Es decir, no es que el dólar subía, sino que el peso se depreciaba.

Por supuesto, esto no le sale gratis al gobierno. Vender dólar ahorro le cuesta reservas al Banco Central. A la fecha ya se llevan operados US$ 4.258 millones, lo que representa alrededor del 13% de las reservas. Sin embargo, las reservas no caen porque el financiamiento viene acompañado del “swap” con China.

Finalmente, no hay que dejar de lado el rol de las expectativas. Este año se cumple un fin de ciclo y si la gente posee expectativas de que el próximo gobierno devaluará y comienzan a demandar más dólares, no habrá artilugio macroeconómico que pueda evitar la subida del tipo de cambio. En tanto, estará momentáneamente, artificialmente estable salvo que las expectativas se disparen.

Aquí les presento el texto completo de la carta que le envió Milton Friedman al Presidente Pinochet el 21 de Abril de 1975, después de una visita de una semana a Chile. Ella aparece, por cierto en inglés, en el libro de memorias de Milton y Rose Friedman titulado Two Lucky People (The University of Chicago Press, 1998).

21 de Abril, 1975.
Personal
Excmo. Sr. Augusto Pinochet Ugarte
Presidente
Edificio Diego Portales
Santiago, Chile

Estimado señor Presidente:

Durante la visita que le hiciéramos el viernes 21 de Marzo, realizada con el objeto de discutir la situación económica de Chile, Usted me pidió que le transmitiera mi opinión acerca de la situación y políticas económicas chilenas luego de completar mi estancia en su país. Esta carta responde a tal requerimiento.

Permítame primero decirle cuán agradecidos estamos mi esposa y yo de la cálida hospitalidad que nos brindaran tantos chilenos durante nuestra breve visita; nos hicieron sentir como si realmente estuviéramos en casa. Todos los chilenos que conocimos estaban muy conscientes de la seriedad de los problemas que su país enfrenta, dándose cuenta de que el futuro inmediato iba a ser muy difícil. Sin embargo, todos mostraban una firme determinación en aras de superar dichas dificultades y una especial dedicación en el trabajo por un futuro más próspero.

El problema económico fundamental de Chile tiene claramente dos aristas: la inflación y la promoción de una saludable economía social de mercado. Ambos problemas están relacionados: cuánto más efectivamente se fortalezca el sistema de libre mercado, menores serán los costos transicionales de terminar con la inflación. Sin embargo, y pese a estar relacionados, se trata de dos problemas diferentes: el fortalecimiento del libre mercado no culminará con la inflación per se, como tampoco terminar con la inflación derivará automáticamente en un vigoroso e innovador sistema de libre mercado.

La causa de la inflación en Chile es muy clara: el gasto público corresponde, aproximadamente, a un 40% del ingreso nacional. Cerca de un cuarto de este gasto no deriva de impuestos explícitos y, por lo tanto, debe ser financiado emitiendo una mayor cantidad de dinero; en otras palabras, a través del impuesto oculto de la inflación. El impuesto inflación, utilizado para levantar una cantidad de dinero equivalente al 10% del ingreso nacional es, por ende, extremadamente gravoso - una tasa impositiva de 300% a 400% (es decir, la tasa de inflación)- impuesta sobre una estrecha base de cálculo- 3% a 4% del ingreso nacional (es decir, el valor de la cantidad de dinero que circula en Chile como efectivo y depósitos en cuentas corrientes).

Este impuesto inflación genera un enorme daño al inducir a las personas a dedicar un gran esfuerzo por limitar su posesión de dinero en efectivo. Esa es la razón por la cual la base es tan estrecha. En la mayoría de los países, desarrollados y subdesarrollados, la cantidad de dinero es más cercana al 30% del ingreso nacional que al 3% o 4% de éste. Desde la perspectiva del gasto total, que es un múltiplo del ingreso, el dinero en Chile alcanza sólo a algo así como 3 días de gasto, lo que fuerza a realizar nada más que operaciones de subsistencia en el rubro comercio, además de estrangular al mercado de capitales.

Existe solo una manera de terminar con la inflación: reducir drásticamente la tasa de incremento en la cantidad de dinero. En la situación de Chile, el único modo para lograr la disminución de la tasa de incremento en la cantidad de dinero es reducir el déficit fiscal. Por principio, el déficit fiscal puede ser reducido disminuyendo el gasto público, aumentando los impuestos o endeudándose dentro o fuera del país. Exceptuando el endeudamiento externo, los otros tres métodos tendrían los mismos efectos transitorios en el empleo, aunque afectando a diferentes personas -disminuir el gasto público afectaría inicialmente a los empleados públicos, aumentar los impuestos afectaría inicialmente a las personas empleadas por quienes pagan impuestos, y endeudarse afectaría inicialmente a las personas empleadas por los titulares de los créditos o por la las personas que, de otro modo, hubieran conseguido esos fondos prestados.

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El agrandamiento del gobierno central va en contra del espíritu y la letra del libre mercado, dado que un gobierno grande es sinónimo de intromisión, de impuestos y de injerencia en la las libertades de los individuos.

Ya decía John Stuart Mill que es innecesario y contraproducente agregar funciones adicionales al gobierno, puesto que los individuos, mayoritariamente, entonces darán por sentado que tales tareas serán hechas por el estado (por ejemplo, obras públicas, seguros, bancos, universidades) y, en buena manera, se enerva la actividad de las personas, la iniciativa personal, y, finalmente, se cercena la libertad individual. Justamente la libertad individual para que cada persona pueda elegir y no dejar que el gobierno decida por nosotros, equivocarnos con nuestras propias decisiones y no con las de otros. En definitiva ganarse el pan con el sudor de la frente y no con el sudor del de enfrente.

Los gobiernos grandes tienden a la compulsión de controlar todo lo que más puedan. Como decía Lord Acton “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y en ese afán, las buenas intenciones que puedan llegar a tener los gobernantes de turno y los resultados de sus políticas siempre son muy diferentes. Uno de los problemas centrales es el tema de fijar reglas claras para los gobiernos y los límites, que cosas y que cosas no. Así llegamos a lo que en la mayoría de los países llaman Constituciones (escritas o por tradición, como en el caso de Gran Bretaña). Y federalismo a la manera en que se organizan internamente los estados. La mejor práctica es la administración que se descentraliza en varios pequeños gobiernos, porque pocas cosas son tan inestables como un ejecutivo central y, si sabemos que éstos son un mal necesario, entonces es mejor tener a la bestia encadenada, para no sufrir lo que podría llegar a ser un macro gobierno central gigante. En el Federalista X, Madison destaca sobre los gobiernos elegidos por medio de la democracia: “una democracia pura, por la que entiendo una sociedad integrada por un reducido número de ciudadanos que se reúnen y administran personalmente el gobierno, no puede evitar los peligros del espíritu sectario”, siguiendo, “aprueban medidas no conformes con las normas de la justicia y los derechos del partido más débil, impuestas por la fuerza superior de una mayoría interesada y dominadora”. Justamente, es grandísima la peligrosidad de tener a un grupo muy reducido de individuos decidiendo el futuro de otros millones.

Así, en el federalismo lo importante es que el gobierno de la provincia A no intervenga en la vida de los ciudadanos de la provincia B o C. Como bien señala  Antonio Martino, de la Universidad de Roma, a su vez los gobiernos experimentan políticas públicas con procesos de prueba-error. Martino reitera que una descentralización en pequeños y muchos gobiernos permite la pacífica confraternización entre las diferentes etnias, grupos lingüísticos y geografía en los países. Cada provincia federal tiene entonces la libertad de gobernarse como le plazca, compitiendo finalmente por los habitantes, donde las exitosas atraigan más gente a vivir en ellas que las restantes. Pequeños países dentro de un gran país. Así fueron fundados en sus comienzos naciones como Suiza, Argentina, o el mismo EE.UU., que es en realidad no una nación sino un continente de 50 naciones con un gobierno federal que solo centraliza reducidos y limitados poderes, como la defensa o las relaciones exteriores.

En síntesis, si defendemos la libertad a través, claro, de un gobierno limitado y centrado en sus tareas esenciales, debemos también necesariamente abocarnos a la tarea de lograr un verdadero, efectivo, seguro y práctico federalismo.

El carnaval en Uruguay

Publicado por Hana Fischer

Murga en carnaval de UruguayEn ciertos países --entre ellos Uruguay-- el Carnaval es una de las fiestas de mayor arraigue popular. Desde tiempos remotos a estas festividades se las asocia con un período de permisividad. Uno de sus rasgos más destacados es que mediante diferentes manifestaciones culturales, generalmente en base al humor, se realiza una crítica social: se ridiculizan a los gobernantes, a los poderosos e incluso, a la moral dominante.

Desde ese punto de vista, el Carnaval es una etapa del año donde su mezclan todas las clases sociales, todas las ideologías, y en aquellos lugares donde reina la opresión, uno de los pocos momentos donde --ocultos tras las máscaras-- es posible decir lo que realmente se piensa. O sea, es una fiesta donde se supone que  hay lugar para las diferentes voces y se visualiza a la sociedad en su rica diversidad.

Esa es su esencia y lo que lo hace tan especial. Pero, si pierde ese rasgo primordial, entonces el propio Carnaval se convierte en una mascarada de sí mismo.

¿Cuándo y por qué ocurre esa desnaturalización? Cuando los gobernantes mediante diferentes mecanismos se apropian de las diferentes expresiones artísticas. Y uno de las herramientas más eficaces para lograrlo es mediante el financiamiento. No cabe duda que cada vez que las autoridades expresan que van a “apoyar” a determinado sector, éste en forma paulatina va perdiendo su vitalidad, originalidad y riqueza que brinda la diversidad. De ser un una manifestación espontánea de la sociedad pasa a ser un apéndice del aparato estatal de propaganda.

Y eso es precisamente lo que viene ocurriendo en Uruguay. Desde que la izquierda obtuvo la Intendencia de Montevideo en forma sucesiva desde 1990, tuvo claro el poder del Carnaval como forma de publicidad política. La preparación de esta festividad comienza a mediados del año anterior, etapa en que se preparan los trajes, letras, músicas, etc. de las diferentes comparsas. Todo esto se realiza bajo el auspicio de los respectivos gobiernos locales que a su vez, cuentan con el apoyo de los departamentos de Cultura y de Descentralización de la Intendencia de Montevideo. Además, las autoridades municipales organizan certámenes donde se otorgan premios en efectivo. Ser uno de los ganadores en el Concurso Oficial de Agrupaciones de Carnaval es muy importante para estos grupos por dos motivos:

Por un lado, eso repercutirá en la cantidad de contratos que obtendrán para actuar en los tablados ubicados en diferentes barrios de Montevideo. Y por el otro, la propia Intendencia es uno de los mayores contratantes.

En Uruguay, las murgas son uno de los espectáculos más característicos asociados al Carnaval. Se supone que deben ser contestarias, satirizando con agudeza a las principales figuras políticas del país, principalmente a los gobernantes. Está en su esencia que así sea y en cierto modo, es su razón de ser. Si pierden esa característica se transforman --aunque no sean conscientes de ello-- en simples aduladores del poder de turno. Además, dejan de ser representativas de la comunidad en su conjunto para ser el eco de solo una parte de ella. Alguien que pretende trabajar en base al humor y pierde su independencia, se transforma en un payaso con ínfulas de gran artista. Pierde hasta la gracia.

Esta realidad ha provocado que mucha gente se aleje de Carnaval, tanto los que iban como simple espectadores como los propios protagonistas. Entre ellos podemos mencionar a Christian Font quien es comediante, murguista, crítico y periodista cultural. En una entrevista declaró que en 2015 no iba a salir con la murga “Diablos Verdes” de la cual solía ser integrante, por los siguientes motivos:

"Sabía que los Diablos se iban a plegar a una campaña (del Frente Amplio) y yo, más allá de lo que vote, como artista prefiero no hacerlo. Eso trasciende mi voto, porque los Diablos nunca le pidieron el carnet a nadie. Ellos estuvieron acompañando a Tabaré (Vázquez) en los actos, lo que es súper valido, pero para mí el espacio murga es en otro lugar, que tiene que ver con una cosa más plural y más crítica, donde podés tener afinidad pero no quería levantar una bandera. Soy de los que piensa que no hay que cantar para algunos sino para todos. Entonces los Diablos, que es un lugar que adoro, no es mi lugar para estar en este momento".

Hay un hecho que es real: los artistas generalmente necesitan apoyo para poder darse a conocer y salir adelante. Pero el remedio no estriba en permitir que el Estado se entrometa en esta función. Una solución genuina, arraigada en la tradición y compatible con las prácticas de la libertad, es el mecenazgo. Traducida esta práctica a la realidad de nuestros días, una forma de darle impulso es mediante una ley que permita deducir de nuestros impuestos las contribuciones que realicemos a diferentes causas. De ese modo se preserva la auténtica generosidad (ergo, la que sale de nuestros propios bolsillos), la creatividad, la originalidad y la diversidad de la sociedad.

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