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Archivo por Enero 2010

"La vieja PDVSA escuálida"

Publicado por Andres Mejia-Vergnaud

El presidente Chávez tuvo que reconocer el rezago que tiene Venezuela en la generación térmica de energía, rezago cuya causa inmediata --más no única-- es la carencia de gas para plantas termoeléctricas. De eso culpó a la "vieja PDVSA escuálida". Al elegir esos dos adjetivos, Chávez quiere dar a entender que la historia de PDVSA se divide en dos etapas: una --anterior a la era chavista--  vendría de ese antiguo régimen para el cual Chávez usa el adjetivo "escuálido" (que sirve también para calificar a los opositores). Otra sería la PDVSA de la revolución y el socialismo.

Esta no sólo es una lectura incorrecta de la historia de PDVSA; es, además, una visión de la estructura económica venezolana que nada tiene que ver con la realidad, ni la pasada ni la presente. Sobre la base de semejante ignorancia no es posible hacer una transformación radical de dicha economía --la cual ha sido por décadas muy disfuncional--, no importa cuán duro se hable contra la dependencia del petróleo, como hizo Chávez hace poco.

Si fuere necesario hallar un punto de quiebre en la historia de PDVSA, éste sería muy anterior, y en rigor no sería un instante sino un proceso: fue la disolución gradual del modelo de PDVSA como empresa petrolera moderna e independiente, cuyas finanzas estarían blindadas contra las exigencias y el apetito del Estado. Poco a poco, durante los años setenta y ochenta, PDVSA fue perdiendo su autonomía, y los límites entre su caja y la caja del Gobierno se borraron paulatinamente. En la era chavista no se ha hecho más que profundizar ese proceso, y llevarlo a extremos de extravagancia. La fusión entre PDVSA y el Estado es hoy absoluta, y la confusión funcional ya no es sólo de tesorerías: PDVSA hoy es agente de todo tipo de proyectos y programas gubernamentales, algunos de los cuales no tienen nada que ver con el negocio del petróleo. De aquel sueño de una PDVSA moderna, cuyas acciones circularan en las bolsas del mundo, y cuya gerencia estuviera a cargo de profesionales cosmopolitas, queda sólo la esperanza de que en el futuro haya otra oportunidad.

Verdú y la crisis

Vicente Verdú escribió en El País (España): "La crisis nos puede salvar". Una frase atractiva y original que, no obstante, venía seguida de los más manidos tópicos del pensamiento único: "El hiperindividualismo cae... Contra la abusiva tendencia de privatizaciones desde los años setenta vuelve la mano del Gobierno... Contra la tendencia privatizadora, vuelve el Estado como asidero... El Estado de bienestar socialdemócrata procuró una amplia protección social que dio origen a la formación de una amplia clase media".

El punto de partida parece una falacia. No sé muy bien qué es el "hiperindividualismo", pero todo indica que las subidas de impuestos, del gasto público, de la deuda pública, y las más profusas y minuciosas regulaciones sobre la vida y la propiedad de los individuos, que se han registrado en las últimas décadas, son incompatibles con el individualismo, híper o no híper.

Esa expansión contrastable del sector público es también incompatible con unas privatizaciones "abusivas". El señor Verdú no reconoce que el intervencionismo puede retroceder en algunos campos pero ampliarse tanto en otros que el efecto conjunto sea una incursión mayor sobre los bienes de sus súbditos, que es lo que ha sucedido. Y además ¿qué entiende él por abuso de las privatizaciones? ¿Le parecería bien que el INI siguiese existiendo o incluso creciendo y arrebatando aún más dinero a los contribuyentes?

La dimensión coactiva de la política parece escapársele, y sólo así se entiende que llame al Estado "asidero", como si fuera algo que sólo asiste y nunca cuesta. Análoga fantasía es la de pensar en el Estado como creador de la clase media, nada menos, como si hubiese obtenido sus recursos mágica y gratuitamente, y no arrebatándoselos a esa misma clase media, objeto principal de sus exacciones.

En un punto importante, sin embargo, don Vicente acierta. Dado el estímulo que las presentes calamidades económicas han brindado a los Estados y a los recelosos de la libertad en todos los países y todos los partidos, es verdad que a ellos la crisis efectivamente los puede salvar.

Fuente: Libertad Digital (España), 17 de enero de 2010.

Me declaro bastante impresionado por la columna de David Brooks en el New York Times en la cual, a raíz de la horrenda tragedia de Haití, Brooks hace una reflexión sobre los determinantes del desarrollo y de la pobreza, y concluye que la verdadera clave del asunto está en la cultura, aunque decirlo sea tocar una fibra sensible.

Por supuesto no estoy en capacidad de decir si Brooks acierta o no; de hecho, no creo que nadie esté en capacidad de decir de manera concluyente cuál es el factor preponderante en el dilema entre desarrollo y pobreza. Y es más: parecería un error metodológico pensar que hay sólo un factor. Pero precisamente esto último es lo que han hecho muchas escuelas de pensamiento: concentrarse en la búsqueda de un factor, una suerte de piedra filosofal del desarrollo. Así, se ha creído que era el capital, el entorno geográfico y climático, e incluso hay que decir que en nuestra órbita liberal también se ha cometido ese error, al pensar, por ejemplo, que la clave del desarrollo se hallaba únicamente en la reforma institucional, o en la privatización total de la economía. Aun cuando la humanidad no sabe mucho sobre esto, creo que al menos sabe algo, y es que cada uno de estos factores tiene algo de contribución, aun cuando en ciertos casos no sea determinante.

Al volver a dar importancia a la cultura se plantea un interesante desafío al pensamiento liberal: ¿cuál es la relación entre cultura e instituciones, y cómo funciona esa relación? El desafío muestra dos caras: la de experimentos casi excelentes de reforma institucional que han fracasado, al parecer por factores culturales, y por otro lado el de circunstancias institucionales que dan lugar a cambios culturales. El enigma podría plantearse como la cuestión de si las instituciones crean cultura, o es la cultura la que determina si las instituciones funcionan. Y de cada lado hay testimonio fáctico. Piénsese en aquellos países donde las privatizaciones terminaron haciéndose dentro de un marco de corrupción y favoritismo que tiene raíces culturales. O piénsese en la Venezuela petrolera, cuya configuración estatal de rentismo creó una cultura generalizada de indolencia.

Creo que lo mejor será abandonar la búsqueda de aquella única y precisa explicación, y aceptar cómodamente  la inevitable maraña de factores explicativos que la realidad parece presentar.

Como si las penurias actuales de Venezuela no fuesen suficientes, creo que puede conjeturarse que las medidas de devaluación y de establecimiento de dos tipos de cambio tendrán como efecto, en el corto plazo, un fortalecimiento del poder de Hugo Chávez y de su gobierno. En el pasado, y tal vez bajo los auspicios del muy hábil Fidel Castro, Chávez ha sabido valerse de ciertas situaciones de crisis para fortalecer su posición y para debilitar a sus contradictores. ¿Cómo puede hacerlo? No es tan difícil: basta con el hecho de que en Venezuela el Estado tiene en sus manos el más importante elemento de toda la economía, a saber, la renta petrolera. De modo que, llegada una situación crítica, el gobierno puede lograr con facilidad que sus efectos caigan sobre determinados sectores, cuya desaparición o mengua constituyan además uno de sus objetivos políticos.

Recuérdese el paro empresarial de hace siete años, el cual, creyeron muchos, causaría la caída del régimen chavista, o al menos su debilitamiento. El gobierno aguantó, y quien se debilitó fue el empresariado. Así, perdió fuerza un posible sector de oposición, y el gobierno avanzó indirectamente en su objetivo de estatizar la economía.

Las recientes medidas cambiarias tendrán dos efectos. El primero, que se duplicará el valor en bolívares de la renta petrolera, lo cual, claro está, aumentará la capacidad de gasto en bolívares del gobierno, al menos en el corto plazo. Y como en esto radica en últimas la capacidad que el gobierno tiene de sostenerse, no es descabellado predecir que tal capacidad se hará más sólida en el corto plazo. Esto resulta muy oportuno en víspera de elecciones.

Pero hay más: la devaluación, normalmente, debería dar lugar a aumentos en los precios al consumidor de algunos artículos. Pero Chávez ha dicho que no lo permitirá, e incluso ha amenazado con el uso de la fuerza militar para impedirlo. Entonces cabe esperar, por un lado, que numerosos empresarios se vayan a la quiebra o cierren sus negocios, por no poder compensar la devaluación con el consecuente aumento de precios. Y podemos esperar que otros sean objeto de acción judicial y militar. En fin, gracias a estas medidas, se propiciará una erosión aún mayor del ya menguado sector privado, y la estatización de la economía avanzaría en forma indirecta.

Nótese mi énfasis en el corto plazo: lo que espera a Venezuela más allá de ese limitado ámbito temporal, aunque es impredecible, será sin duda infausto.

Si creían que hay una rara contradicción entre el Che Guevara y el frenético disparo de su merchandising invadiendo las tiendas “capitalistas” que él juro destruir, es porque no le han prestado atención a Hollywood. Como muestra vale un botón dice el refrán, aunque ahora serán dos. Me refiero a las últimas superproducciones cinematográficas, 2012 y Avatar, que nos dan una clara señal de cuán profundo ha penetrado en las mentes la ideología que presenta al capitalismo como una encarnación maldita que sostiene a los demonios egoístas más repugnantes y que no merecen otra cosa que ser aplastados cuanto antes.

Aunque, al igual como suceden con las playeritas del Che, estas superproducciones que han movido millones de dólares para dar un mensaje en contra de si mismo, las contradicciones que encierran el fenómeno, pasan casi inadvertidas, reduciéndonos a un enjambre de idiotas que alaban la ultra sofisticada tecnología empleada, para finalmente sentenciar, tal cual pretende el mensaje, que la evolución del hombre da asco.

Esta no es una crítica en contra de los vendedores de souvenirs ni de los que están detrás de estas superproducciones, sino una observación de lo eficaz que son los anticapitalistas a la hora de confundir a las masas. Los que lucran de esto, quizás ni se habrán dado por enterado de la filosofía que encierran sus productos, simplemente aprovechan la brillante oportunidad que les brinda el capitalismo “consumista” asociado a las tendencias, mas románticas que racionales, que en términos de mercado, significan satisfacer gustos y por ende buen dinero.

El primer misilazo proviene de la película 2012. La tan gastada idea de la ingeniería social: la destrucción de lo conocido para la reconstrucción y la búsqueda del hombre nuevo con otro código moral que serian impartidos por los intelectuales. Este libreto si entrara en un litigio judicial por plagio, se estaría ante un terrible caos legal, pues si existieran herederos de Platón, Saint Simon, Gobineau, Marx, Fichte, Hitler entre otros de seguro lo reclamarían, pues todos ellos han apuntado a lo mismo: destruir para reconstruir, según sus parámetros morales por supuesto. Es decir, a pesar de los siglos, las intenciones han cambiado muy poco. Ya enfocándome en dicha película, no sabría si debería reír o llorar al ver a los a los personajes de 2012, denostar en contra del capital privado que construiría las poderosas y costosísimas naves, a los otros que fungían de lideres mundiales que les daba vergüenza esa realidad y que inventan que se salvarían las mejores mentes y no los malditos capitalistas que han aportado, para finalmente, cual guerrillero comiendo en McDonald’s, utilizar alegremente esas naves, reconociendo en silencio que, al igual que lo grafica Aynd Rand, los capitalistas eran los Atlas que sostenían toda esa mega empresa de salvataje mundial.

En el caso de Avatar, antes que un thriller de Pocahontas más bien me pareció una de Las venas abiertas de América Latina. Pero en honor a la verdad y antes que a Eduardo Galeano le tome un mal de hybris y se le ocurra reclamar el plagio, es bueno aclarar que esa idea es tan vieja como la historia misma. La condena hacia los que expandían su cultura por la razón o por la fuerza, sometiendo a las civilizaciones más débiles, venían de ambos bandos, tanto de sometedores como de sometidos. Los judíos contra los egipcios, estos contra los romanos, las sin fines de culturas contra los helenos, estos contra los romanos nuevamente y un largo etc., que convertiría este artículo en volúmenes enciclopédicos. La fina ironía empleada por el protagonista de Avatar, preguntándose si una Coca Light o un par de jeans era lo mejor que podíamos ofrecer a los nativos, como si fueran estos dos productos la cúspide de la civilización, nos demuestra lo instalado que está la culpa de la invasión a América por parte de los blancos que solo han traído su corrupción y ambición a esta tierra sin mal y de armonía perfecta. Esta creencia hubiera sido tan inofensiva como el cuento de Santa Claus, si es que los populistas no hubieran echado mano de ella en provecho propio. Por citar un ejemplo, Ecuador, insertó en su seuda constitución el Sumak Kawsai, que reivindica este estado perfecto pre-capitalista que se convierte en excusa perfecta para arrasar con la propiedad privada. Más allá de discutir si los nativos depredaban o no su hábitat, calculando cuantos loros mataban para hacerse un solo penacho, sacrificar a sus semejantes en rituales o que si no harían lo mismo en Europa de haber tenido la tecnología que alcanzaron sus conquistadores, la discusión se centra en lo que hubiera sido correcto: expulsar a los colonizadores como sugiere la película o permitir la trasmisión de las informaciones que traían y llegar a lo que somos hoy.

Si la crítica solo se basa en la forma en que se hizo la conquista, sería muy razonable. La utilización de la fuerza y el terror eran los métodos de dominación por excelencia pero mucho menos eficaz que otro sistema silencioso, pacífico y que optó por la construcción antes que la destrucción, uniendo a civilizaciones enteras sin distinguir en sus respectivas culturas, como lo fue siempre el comercio. De hecho, el comercio ha servido para trasmitir conocimientos y todo tipo de progresos gracias al trabajo de sus actores, tanto que el método, por decirlo así, perdura hasta hoy cuando los sin fines de imperios poderosos han sucumbido inexorablemente. Pero honestamente, la crítica a la colonización no pasa por la forma sino por el fondo, es decir a la transmisión del desarrollo en si. Los principales detractores están convencidos de que los nativos debían quedarse en el tiempo y ser una especie de museo viviente, aún desconociendo que sus propias historias personales se remontan a la época de la recolección y la caza como supervivencia. Es mas, la condena a la globalización es tan persistente como irracional. Los principales argumentos son que los ricos solo venden porquerías lavando el cerebro de los consumidores, llevándose todo el dinero de los países pobres, como si a Coca Cola o a Toyota, le interesaría empobrecer a la gente para expandir su producto. Curiosamente tampoco se sonrojan en pedir con la misma fuerza con que condenan, por sus derechos de usar vacunas, transporte, Internet y hasta de su sagrado “derecho a la recreación”, por ejemplo, para ir al cine a ver superproducciones que precisamente no se realizaron en sus patios traseros. En fin, ¡qué mundo tan loco!

En su reciente balance del 2009, el canciller Mariano Fernández afirmó que "la primera prioridad de la política exterior de Chile ha sido, es y va a ser América Latina". Importante, si consideramos el esfuerzo por tener un protagonismo en el vecindario.

Siguiendo al ministro y haciendo un resumen somero del año que termina, Chile entregó la presidencia pro témpore de Unasur, a la Presidenta Bachelet se le rindió un homenaje en la cumbre Iberoamericana de Lisboa, se firmó un Tratado de Integración y Cooperación con Argentina, se avanzó en la agenda de los 13 puntos con Bolivia, entraron en vigor los TLC con Perú y Colombia, y se afianzaron las relaciones con Brasil. Sin olvidar las tensiones con Lima por la demanda ante La Haya y las acusaciones de espionaje.

¿Qué viene para 2010? Primero, decidir si el ingreso a la OCDE será una cuestión que definirá este Congreso o por el que se instale en marzo. Sin cuestionar el ingreso, la salida de Chile del G-77 dejará un flanco abierto para que Bolivia pueda multilateralizar sus demandas. De ahí que es fundamental conocer lo negociado en la agenda de los 13 puntos con La Paz.

Inmediatamente después de asumido, el nuevo gobernante debiera hacer una visita de Estado a Brasil. Luego, a Argentina, Colombia y México. Brasil es el líder continental y las relaciones se han multiplicado. Es importante avanzar --y ejecutar-- la instalación de la comisión ministerial chileno-brasileña, que se reúne una vez al año con la presencia de ambos jefes de Estado para potenciar los vínculos bilaterales. También debería considerarse el corredor Brasil-Bolivia-Chile y la normativa que lo regirá.

Con Argentina será tema el cumplimiento de los protocolos complementarios del Tratado de Maipú. Uno de ellos, la construcción del túnel de baja altura. Mientras que con Colombia y México deben afianzarse las buenas relaciones y abrir oportunidades para que los inversionistas chilenos se expandan más allá de los países limítrofes y que también vengan más inversiones desde esos países.

Habrá definiciones en materia de participación en organismos y citas internacionales. Por ejemplo, en junio se elegirá al secretario general de la OEA y Chile debiera evaluar si conviene o no que se mantenga José Miguel Insulza. No por su persona, sino en el marco del necesario establecimiento de mecanismos de medición en materia de pertenencia a organismos internacionales y revisión de las cuotas de pertenencia a algunos de ellos.

Hay que asistir a la Cumbre de Madrid, donde en la reunión bilateral de Chile con la Unión Europea podría transmitirse que, en las relaciones con Latinoamérica, Bruselas debe dar importancia a la diversidad y no siempre mirarnos como un bloque. En noviembre será la Cumbre Iberoamericana en Mar del Plata, llena de simbolismos por los bicentenarios, y ese mismo mes la reunión de APEC, donde debiera avanzarse en promoción de las inversiones y el libre comercio.

Finalmente, pocos días antes del cambio de mando, Chile presentará su contramemoria ante el Tribunal de La Haya. ¿Cómo serán las relaciones con Perú mientras dure el juicio? ¿Se resolverá con el nuevo gobierno chileno y el peruano del 2011, o será heredado a quien asuma en Chile el 2014? ¿Vendrá el Presidente Alan García al cambio de mando?

Latinoamérica seguirá estando en las prioridades de Chile. Tal como lo afirmó el canciller Fernández, interesa ser un interlocutor válido en el proceso de globalización del siglo XXI.

Fuente: La Tercera, 30 de diciembre de 2009.

En Paraguay se encuentra en amplio debate el proyecto de ley denominado “de antisecuestro”. Este fue presentado por el Senador del Partido Liberal, Roberto Acevedo y prevé en su parte principal “La prohibición de la libre disposición de todo tipo de bienes de las personas secuestradas y de sus familiares, sólo podrán disponer de los mismos mediante autorización judicial”. Los fundamentos de esta disposición es con el fin de desalentar el secuestro de personas, atendiendo la imposibilidad del pago de los interesados en la victima, en este caso; los familiares mas cercanos.

Los que prácticamente monopolizan en Paraguay el secuestro de personas es el auto-denominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), un grupo marxista-guevarista. Es bueno recordar que la modalidad del secuestro no es una práctica exclusiva de la ideología comunista, como tampoco lo son otros delitos como la usurpación de la propiedad privada, la confiscación, la negación de la libertad de expresión y otros. Pero también hay que dejar en claro que sus postulados mandan la utilización del poder despótico para lograr sus objetivos, como bien lo señala el manifiesto comunista, y todas esas tropelías citadas, están totalmente justificadas por principio mismo, pues según creen, es la única forma de destruir al capitalismo.

A pesar de que a boca llena, muchos comunistas acusan a los que están en contra de sus principios de fascistas, como muy comúnmente escuchamos por ejemplo en la boca de Hugo Chávez, ambas corrientes; tanto el fascismo como el comunismo, tienen denominadores comunes y es que el individuo es una simple pieza dentro de sus respectivos esquemas. El primero para fortalecer al Estado y el segundo para hacerlo desaparecer y dar lugar a la comunidad sin clases. En ambos casos, debe notarse claramente que el individuo es solo un medio para llegar a sus respectivos fines. Por otro lado, el individualismo, de postura profundamente humanista, reclama que el ser humano es un fin en si mismo.

Cuando hablamos del proceso de elaboración de leyes, es bueno atender bien los fundamentos que se pretende esgrimir, de modo que dichas leyes sean efectivas al ser humano sin que lo menoscabe. En ese sentido, no debe apuntarse solo a los efectos pretendidos por ellas, que por cierto, siempre serán inciertos por su naturaleza de que rigen para el futuro. Si solo importaran los efectos de la ley, se caería en el simple utilitarismo que rechaza los principios con tal de que, un determinado acto tenga cierta eficacia. Los parámetros para sancionar las leyes deberían ser siempre, la fundamentación en principios como primer paso y seguidamente los alcances y las posibles consecuencias. Estos principios por sobre todo no deben contradecir los valores inherentes del ser humano, pues el utilitarismo es coyuntural y necesariamente pasará por alto ciertas premisas que deberían ser inalienables. En el caso de la ley antisecuestro, pretende, violando los derechos individuales de libre disposición de bienes, llegar a erradicar el secuestro. Es decir, simple y llanamente reduce a la persona a simple medio para llegar a un determinado  fin, rebajándose al nivel de los que intenta combatir que usan a las personas para lograr sus objetivos.

Si los principios fundamentales son violados, por más altruistas o eficaces que puedan parecer los objetivos de la ley, esta queda viciada de toda moral. Y como bien lo señalara Bastiat, la moral y la ley no deben contradecirse, pues se deja al ciudadano solo dos terribles alternativas: perder su sentido moral o perder el respeto por la ley. De todas formas, ni aun a riesgo de ir entregando lentamente estos principios humanistas, se puede tener la seguridad que no se cometerán estos tipos de delitos. Mientras tanto el daño sufrido es brutal y prepara la plataforma para violaciones aun mayores a los derechos fundamentales de las personas. Por ejemplo no se debe fundamentar un procedimiento, sosteniendo que se tendrá menos accidentes si se confiscan los transportes privados o menos periodistas inescrupulosos si se coarta la libertad de expresión, los principios humanistas no lo permiten y nada detendrá a quien los promueva a seguir avanzando en esta práctica con relación a otros derechos.

Finalmente, es importante dejar en claro que la pretendida ley tiene mas de fascista que de comunista, pues, a pesar de que utiliza a la persona como medio, que vimos es común denominador en ambas corrientes, finalmente  busca el fortalecimiento del Estado a través de este método, con el solo objetivo de dar un sensación de seguridad. Intenta a la vez justificar su  ineficacia para erradicar estos tipos de hechos, sosteniendo entre líneas, que el secuestro existe porque existen ricos o la poca importancia que le asigna a los derechos de unos pocos si se pondrá orden al fin y al cabo. Solo que seria bueno recordar, que como ocurrió siempre, esta práctica tarde o temprano hará mella a gran escala y salir de ella al final cuesta más caro. Si realmente el objetivo es erradicar el secuestro como medio de reivindicación o como crimen común, antes que coartar mas libertades, seria bueno ir rompiendo mas cadenas, si no, que nos digan si saben con que frecuencia ocurren estas salvajadas en los países que gozan de altos índices de libertad.

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