Hoy se publicó una columna mía titulada “La tragedia griega” que se reprodujo en varios medios. Ahora escribo este breve post-sriptum a esa nota referido un episodio ocurrido antes de ayer en el Congreso estadounidense. En aquel artículo me referí también al escabroso tema de Goldman Sachs. Comenté el disparate de que sus ejecutivos fueran citados por el Senado y la diferencia entre el asumir altos riesgos y un fraude. En ambas situaciones son los clientes-inversores quienes deben tratar el asunto, en el último caso a través de las correspondientes denuncias ante la justicia.
En estas líneas ahora quiero agregar que el espectáculo del martes en el Senado fue inaudito. Los senadores demostraron su analfabetismo en materia de negocios, especialmente quien presidió la Comisión respectiva, el senador Carl Levin.
Tal como apuntaron después de la larga y tediosa sesión parlamentaria Stephen Weiss (de Salomon Brothers) y Charles Ortel (de Harvard) se trató de un lamentable espectáculo político sin sustento en los negocios. Por su parte, Alexandra Zendrian escribió en Forbes que lo que el gobierno necesita es contar con caras para acusar de la crisis que provocó el mismo gobierno. En un sentido similar escribe Alan Reynolds en Cato quien subraya la necesidad que se tiene de demonizar a alguien del sector privado por medio de lo cual el gobierno pretende ocultar sus barrabasadas. Antes de la reunión que comento, el Juez Andrew Napolitano, en el programa de Neil Cavuto en Fox News, señaló enfáticamente que el Senado no tenía nada que inmiscuirse en arreglos libres y voluntarios entre partes y que cada uno debe asumir las responsabilidades por lo que contrata.
Ya consigné en mi columna publicada hoy las confusiones que existen respecto de instrumentos financieros como los derivados, las posiciones simultáneas tomadas en el corto y largo plazo, los reaseguros invirtiendo en activos que se estiman se moverán en direcciones distintas etc. A los senadores no les gusta tales y cuales operaciones que Goldman realizó pero no resulta relevante el gusto de estos burócratas sino las preferencias de los clientes, cualquier sea la característica del negocio (equivocadas o no, incluso si se trata de “junk”, “crap” u otra materia irreproducible a la que se refirió el arrogante Levin en plena sesión parlamentaria).
También hice alusión en mi nota de marras a los correos electrónicos expuestos públicamente que revelen imprudencia e incluso estupidez de los empresarios pero no es asunto gubernamental, a menos que un cliente estime que el caso debe ser llevado ante los tribunales porque considera hubo fraude, es decir, que se operó en un sentido distinto al pactado.
Estas reflexiones no significan eximir de condena al repetido lobby de la empresa en cuestión en una cópula hedionda con el gobierno y la reprobable “ayuda” financiera del gobierno (los contribuyentes), excepto en el caso que el senador Levin se mostró incapaz de comprender en el que AIG (American International Group) le debía a Goldman una suma que estaba cubierta por otra aseguradora en caso de que no se llevara a cabo el pago al vencimiento, pero el gobierno al que pertenece el susodicho Levin arbitrariamente decidió que AIG no debía entrar en default y, por ende, le entregó la suma correspondiente del bolsillo de la gente para cancelar la mencionada deuda. Tampoco mis reflexiones excluyen la mala administración de los negocios por parte de la empresa a la que nos venimos refiriendo o de ninguna otra, ni la torpeza de algunos de los ejecutivos de Goldman especialmente su responsable máximo Lloyd Blankfein quien además de no estar entrenado en la oratoria elemental y permanentemente comenzar frases que deja inconclusas, paradójicamente ignora el significado de los proceso de mercado, por ello es que afirmó servilmente que se necesitan más regulaciones estatales. Es cierto que un empresario no necesita conocer de economía para realizar jugosos arbitrajes, pero por lo menos se espera que no remate el futuro de la actividad empresaria en manos de reguladores estatales quienes, además, en este caso, son los responsables de la burbuja inmobiliaria y la consecuente crisis, a través de Freddie Mac, Fannie Mae, la estúpida Ley de Inversión Comunitaria y la manipulación de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal en un contexto de gasto sideral, endeudamiento inviable y déficit fiscal insoportable.
Este espectáculo en el Senado caerá a las mil maravillas en los ámbitos de los archienemigos del capitalismo y los coros que los acompañan ya que apunta al corazón del mercado de capitales. En la sesión del martes, los senadores se complacieron en utilizar el lenguaje del casino y las carreras de caballos para aludir a las inversiones, pero en verdad no interesa para nada si las operaciones del caso se toman como una apuesta o un negocio, el asunto radica en que allí donde hay ventas hay compras y ambas partes concuerdan en lo pactado, mal que les pese a los senadores en cuestión.