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Un comentario sobre la dolarización en Costa Rica

Publicado por Steve Hanke

Mi “regla del 95 por ciento”—de que el 95 por ciento de lo que se dice o escribe sobre economía y finanzas es incorrecto o irrelevante— está viva y coleando en Costa Rica. El 28 de enero del 2010, el economista y candidato presidencial, Ottón Solís, afirmó que la dolarización de Costa Rica no contribuiría al desarrollo económico del país. Solís también dijo que, para dolarizarse, Costa Rica tendría que pedir prestados los dólares estadounidenses y pagar un interés del 8 por ciento sobre el préstamo.

Estas declaraciones de Solís son claramente falsas. Primero, consideremos el tema del desarrollo y el crecimiento económico. De acuerdo a las estadísticas oficiales, las tasas de interés en colones en diciembre del 2009 eran del 20,43%. Las tasas comparables en dólares eran de 10,57%. De tal forma, la dolarización disminuiría las tasas de interés en Costa Rica por la mitad. No hay que ser un físico nuclear para saber que la caída tan dramática en las tasas de interés y el costo del dinero que acompañaría a la dolarización impulsaría significativamente la economía costarricense.

Segundo, consideremos la viabilidad de la dolarización. De acuerdo a las estadísticas del Banco Central de diciembre del 2009, Costa Rica cuenta con activos netos externos que eran aproximadamente el doble de su base monetaria restringida en colones. Por lo tanto, Costa Rica cuenta con más que suficientes reservas extranjeras para dolarizar. La dolarización se puede llevar a cabo sin pedir prestado un solo dólar estadounidense. Mi experiencia de primera mano como Consejero Estatal y asesor del Presidente de Montenegro y como asesor del Ministro de Economía y Finanzas en Ecuador —dos países que dolarizaron sus economías exitosamente en 1999 y 2000, respectivamente— me permite afirmar con seguridad que Costa Rica podría dolarizarse 30 a 60 días después de que una ley de dolarización sea aprobada.

Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Johns Hopkins University en Baltimore y académico titular en el Cato Institute en Washington, D.C.

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