Luego de que Ecuador sea sacudido por un desastre natural inmisericorde y sin conocer aún sus consecuencias más allá del temor, muertes y un profundo daño en la infraestructura de ciudades y pueblos enteros, hay algo que ha sobresalido de entre la adversidad: la solidaridad. La sociedad civil, entendida como las familias, organizaciones religiosas, organismos no gubernamentales y empresas privadas, no tardaron en hacer llegar recursos y voluntarios a la zona afectada. La respuesta espontánea de los ecuatorianos nos ha recordado el verdadero significado de la palabra.
Aunque por años el término estuvo asociado al estado de bienestar y confundido con la subsidiariedad, la solidaridad es una virtud inherente al ser humano que busca cambiar para bien la vida del prójimo.
El terremoto de Haití que golpeó severamente a ese país en el 2010, sirve como ejemplo de la espontánea solidaridad humana: horas después de ocurrida la catástrofe, los haitianos participaron en los esfuerzos humanitarios, ayudando directamente a las poblaciones y trabajando con las organizaciones de ayuda. De la misma forma, numerosas empresas proporcionaron bienes, servicios y asistencia técnica para ayudar a través de acuerdos comerciales y probono. Empresas de telefonía móvil, de tecnología y servicios financieros trabajaron juntos para proporcionar, recibir y procesar información, para crear nuevas plataformas de transferencia de recursos e incluso para canalizar la información de las organizaciones humanitarias a las personas afectadas por el desastre y solicitar información de aquellos con necesidades.
El pensador y economista estadounidense Thomas Sowell, en su libro Economía básica, señala que la sociedad civil por su naturaleza actúa más rápido y mejor cuando se trata de desastres naturales y, por el contrario, los intereses políticos pueden incluso retrasar la ayuda a las víctimas. Un ejemplo de ello es cuando hubo miles de muertes como consecuencia de un ciclón que golpeó a la India en 1999: el Gobierno informó en la prensa que no estaba dispuesto a solicitar ayuda a los organismos internacionales por el temor de que esto sería visto como admitir la insuficiencia del propio gobierno. El resultado fue que muchos pueblos se quedaron sin ayuda e información hasta dos semanas después de la catástrofe.
Finalmente, el caso de Chile es alentador. La sociedad civil jugó un rol fundamental en las iniciativas de reconstrucción luego del terremoto y tsunami de inicios del 2010. Instituciones como Un techo Para Chile, la Asociación de Guías y Scouts de Chile y la Confederación de Estudiantes de Chile aportaron de manera crucial a través del voluntariado e incluso ayudaron directamente en la construcción de las viviendas de emergencia. Además de estas instituciones, la empresa privada y sus intereses en el área afectada agilitaron la reconstrucción.
Contrario a los gobiernos y clase política, que tienen una agenda y votos que tomar en consideración de sus acciones, la ayuda proveniente de la sociedad civil es ágil, eficiente pero sobre todo voluntaria, con la más pura finalidad de aliviar al prójimo.
Es muy probable que el 16 de abril de 2016 pase a la historia como el día que en ocurrió uno de los desastres naturales más calamitosos de la historia de Ecuador, pero también como el día en que la sociedad civil se levantó y unió en solidaridad con las víctimas y damnificados. Por voluntad propia.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 25 de abril de 2016.