Hay una polémica en pleno desarrollo en EE.UU. por la exigencia de empleados, principalmente de Mc Donald’s, para más que duplicar el salario mínimo que cobran y llevarlo a 15 USD por hora. Devenido en un movimiento denominado #FightFor15, el 15 de abril convocó masivas manifestaciones en las principales ciudades de EE.UU.
Por nuestros lares, el gobierno anuncia con bombos y platillos cada vez que aumenta el Salario Mínimo Vital y Móvil. Es que, al menos en términos nominales, este subió desde mayo de 2003 un 2258%. Si se mide a dólar blue, la suba fue de un más modesto pero nada despreciable, 424% en estos 12 años.
Ahora, si bien esto debería ser motivo de festejo para referentes intelectuales del intervencionismo estatal, ya que supuestamente un mayor salario mínimo beneficia a los trabajadores en desmedro de los capitalistas, vale la pena leer las reflexiones del nuevo gurú del redistribucionismo, Thomas Piketty, acerca de este asunto.
En su nuevo libro, La economía de las desigualdades, busca la manera más óptima para redistribuir ingresos y, en ese marco, opina sobre la suba del salario mínimo, cuyas consecuencias juzga “nefastas para el trabajo”. En la página 56 de la obra afirma:
Si se busca redistribuir las ganancias del capital hacia el ingreso del trabajo al aumentar el salario que las empresas pagan por trabajador --y, por lo tanto, aumentar el precio del trabajo--, eso hará que las empresas y la economía en su conjunto utilicen menos trabajo y más capital y, luego, que el volumen de empleo baje y la parte del trabajo en el ingreso total aumente menos de lo que hubiera indicado la suba salarial inicial.
Como conclusión: a veces se dice que “hasta Hayek defendía un ingreso mínimo universal” (lo que no es cierto). Muy bien, ahora podremos decir también que “hasta Piketty reconoce los problemas de la política de aumento del salario mínimo”.