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Orden espontáneo (solo para ciertas cosas)

Publicado por Gabriela Calderón de Burgos

Piqueros patas azules de cerca

Estuve en Galápagos este fin de semana y lo que más me sorprendió fue la inconsistencia de muchos científicos, ambientalistas y "guías naturalistas" (como ellos se describen) cuando defienden el orden espontáneo para los animales ("si se les encuentra parásitos en los nidos a las tortugas hay que dejarlos ahí porque no hacerlo sería intervenir en el orden natural de las cosas") pero no para los seres humanos ("el libre comercio es malo para el medio ambiente" o "el calentamiento global debe ser detenido a toda costa").

Veamos: El libre comercio es parte del orden espontáneo de los seres humanos y vino a ser intervenido después por leyes y barreras creadas por los hombres. Es decir, "el orden natural de las cosas", en un principio, tiene que haber sido un mundo libre de leyes que lo regulen o obstaculicen. El calentamiento global también es parte del "orden natural de las cosas" puesto que varios estudios demuestran que la gran mayoría del calentamiento ha sido causado no por el hombre sino por procesos naturales como, por ejemplo, las erupciones volcánicas.

Ahora vivimos en un mundo en el que mientras que la migración de animales se permite libremente (en la mayoría de los casos, solamente se prohíbe para proteger a especies en extinción de los predadores) porque ese es "el orden natural de las cosas", limitamos la libre migración de los seres humanos y el espontáneo deseo que tienen estos de intercambiarse entre si bienes y servicios.

Si algo aprendí en Galápagos es que el orden espontáneo encuentra su mejor expresión en la naturaleza. Resulta difícil, entonces, comprender que las mismas personas que valoran tanto el orden espontáneo en la naturaleza y para los animales, no lo quieran respaldar cuando se trata de crear instituciones y políticas públicas para los seres humanos. Friedrich A. Hayek, el más ilustre defensor del orden espontáneo hubiera estado maravillado en las Galápagos.

Por supuesto que el orden espontáneo no excluye la intervención voluntaria de cada individuo para asegurar su supervivencia y aquella de los seres que le importan. Por eso es que muchos científicos, ambientalistas y demás personas viven en Galápagos dedicando sus vidas voluntariamente--con la ayuda de la tecnología--para ayudar a preservar las existencia de las miles de especies que habitan las islas. Sin ellos y sin la tecnología, muchas especies como los piqueros patas azules de esta foto tendrían probabilidades muy reducidas de seguir existiendo.

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