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¡Sinvergüenzo!

Publicado por Hugo Vera Ojeda

No es que me ha dado un ataque de machismo ante tanto bombardeo feminista que llega hasta el límite de enturbiar el buen sentido de nuestra lengua castellana. Tampoco es un llamado de atención para los tantos que se equivocan en la ortografía, ya sea por ignorancia o por descuido, ¿quién no ha sido víctima de esto aun en el fantástico mundo de los correctores automáticos? Esta es una crítica en contra de quienes aun a sabiendas, tergiversan el lenguaje en nombre de la supuesta reivindicación de los sectores más débiles, es decir la discriminación positiva. Esta es tan mala o tonta como cualquier tipo de discriminación. Es muy común en estos días escuchar presidenta, gobernanta, miembra, fiscala, hermana mayora entre otras tontas aplicaciones. Estas de ser solo desprolijidades, hasta serían perdonables, pero el sentido es otro. Dejando descansar ya a Cervantes y aunque esto parezca risible en realidad el análisis debe ser muy serio.

La discriminación positiva es la consecuencia de siglos de carencia de libertad individual que ha creado terribles traumas no solo en las mujeres, supuesto sexo débil, sino en quienes de alguna forma padecieron del desprecio de quienes se creen superiores por alguna razón. Estas victimas no han sido lo suficientemente libres o dicho de otra forma, fuertes en su personalidad para ignorar los ataques de estos y fueron acumulando ancestrales complejos. El siglo XX se caracterizó por dos tipos de reacciones ante esta situación. La respuesta más inmediata fue que muchos comenzaron a revelarse al ir venciendo los antiguos dogmas de superiores e inferiores, gracias a que comenzó a calar el principio liberal de la igualdad ante la ley. Si bien, estas reacciones fueron dentro del contexto de la primitiva costumbre humana de agruparse en clanes, salvo honrosas excepciones, estos grupos de feministas, ateos, negros, homosexuales entre otras injustas víctimas de la discriminación fueron siendo escuchadas lentamente, como debe ser.

Lastimosamente la otra reacción fue recurrir a la vía rápida, la tan gastada costumbre del ser humano de querer corregir las cosas a través de la ley cuando el problema pasa por una cuestión de costumbre. Hasta los antiguos romanos tenían la virtud de notar lo inútil que era legislar en contra de esta. No porque la costumbre de consumir alcohol o cualquier tipo de drogas se prohíba por ley, dejará de consumirse. No porque se legisla que en las listas plurinominales de candidatos, el tercer lugar debe ser ocupado por una mujer, se tendrá más mujeres interesadas en la política o se las respetará más. Generalmente las consecuencias del intento de gobernar toda la conducta humana a través de las leyes es la incrementación de la falta de responsabilidad de los individuos, lográndose exactamente el efecto contrario que se busca, es decir los vuelve menos libres que antes. La única forma de ir evolucionando es a través del ensayo y error, si cada quien no va experimentando los ataques no podrá ir formando su carácter individual. Los dogmas de la creencia de que la tierra era plana o que solo los patricios tenían que ocupar cargos, no necesariamente fueron siendo superados a través de las leyes proteccionistas sino de leyes naturales como la libertad de expresión, que lentamente fueron descifradas por el ser humano y que permitió al ser humano todo tipo de avances. No en vano Alberdi sentenciaba que la libertad no brota de un sablazo, es el lento parir de las civilizaciones.

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