Un acierto de Hayek en el análisis del totalitarismo fue su tesis según la cual, en los sistemas políticos de ese corte, las peores personas llegan a los más altos lugares de dirección estatal y social. De acuerdo con Hayek, esto ocurre porque entre las personas más educadas y cultivadas suele haber mayor pluralidad de creencias, y por tanto una menor disposición a entregarse en brazos de una doctrina única. Y además, porque es normal que los tiranos atraigan el apoyo de personas débiles de intelecto, que no tienen fuertes convicciones propias. A esto puede agregarse que para prosperar en los ámbitos del poder generalmente es necesario tener pocos escrúpulos. Pues bien, en días recientes, a raíz de la crisis en las relaciones de Colombia y Venezuela, he podido ver el diagnóstico de Hayek realizado a la perfección en la práctica.
He oído en las emisoras radiales a varios líderes del chavismo, y después de hacerlo no es posible más que concluir que, en Venezuela, los peores están llegando a la cima: sus palabras, para empezar, suelen ser exactamente las mismas; generalmente son agresivos al máximo, y muestran que su mente ha sido dócilmente moldeada por el dogma chavista. Muchos además exhiben una ignorancia histórica, geográfica y política la cual, para tomar prestadas las sabias palabras de Pilar Rahola sobre el régimen de Chávez, nos inspiraría risa si no fuera porque nos inspira mucho miedo.