Siempre me molestó que a los pobres se los tilde de humildes o que las palabras “pobreza” y “humildad” se las utilice como sinónimos. Pobreza es la carencia de algo, mientras que la humildad es una virtud, por lo tanto equiparar la carencia de dinero con una virtud del espíritu es un error conceptual. Y por supuesto, la falta de dinero no es la única forma de pobreza que tiene el hombre: también hay pobreza mental, pobreza espiritual, pobreza de criterio, pobreza de amor, pobreza de felicidad. Sin lugar a dudas que la escasez de bienes materiales no es la peor de las pobrezas.
Claro que hay pobres de bienes materiales que también tienen la virtud de ser humildes, sencillos y modestos, como también existen quienes teniendo mucho dinero, tratan a todas las personas con respeto y dignidad; esos adinerados también son humildes. Hay también quienes siendo pobres son sumisos y zalameros pero que al verse privilegiados con más riqueza que sus vecinos se convierten en farsantes, prepotentes y abusivos. Estos no eran humildes por ser pobres ni perdieron la humildad por ser ricos, sino que nunca poseyeron tal virtud; son los acomplejados que valoran a la gente y se valoran a sí mismos en función a la plata que tienen y que pueden ostentar.
Lord Acton escribió que el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Para quien carece de virtudes como la humildad, el poder es un elixir que inevitablemente saca a relucir la pobreza de su espíritu. Es sin dudas el caso de quien fue calificado por sus serviles y aduladores acólitos como la “reserva moral de la humanidad”: un indio puro, incorrupto y noble, ajeno a la malicia y la decadencia de la cultura occidental, tal como lo había imaginado Jean Jacques Rousseau; una persona con tanto sentido de responsabilidad que descuidaba a sus propios hijos por servir a la patria (o servirse de ella); un ser humano tan magnánimo que ante la afrenta no puso la otra mejilla sino un rodillazo entre las piernas; un hombre con tanta humildad que no se ata en público las trenzas de sus zapatos y tiene a disposición a un miembro de su séquito para tal labor.
Discreparé con sus lisonjeros, pero Evo Morales no es ni reserva moral de la humanidad, ni espuma de plata. No es ni siquiera un personaje novedoso, ya que la incultura, la prepotencia, la egolatría, el abuso y la sed de poder han sido características de incontables mandatarios, caudillos y dictadores.
Santa Cruz de la Sierra, 30/08/15