El debate entorno a la guerra contra las drogas ha dado un giro inusitado en los últimos meses, producto en gran medida del horror generado por el aumento de la violencia del narcotráfico en México. Los llamados a buscar alternativas a la política prohibicionista impulsada principalmente por Washington han venido creciento en cantidad e intensidad. La prestigiosa revista The Economist renovó su línea editorial a favor de la legalización de las drogas. Una comisión de destacados líderes políticos e intelectuales latinoamericanos, incluyendo tres expresidentes de Colombia, Brasil y México, presentó un informe que llama a depenalizar el consumo de ciertas substancias ilegales como la marihuana.
La cadena Caracol de Colombia sacó al aire un documental de 3 horas titulado "Batallas ganadas, guerra perdida", sobre el fracaso de la guerra contra las drogas en dicho país.
De ahí que me complaciera profundamente leer el editorial del viernes pasado de La Nación, el periódico más influyente en mi natal Costa Rica, donde abiertamente hace un llamado por despenalizar las drogas en las Américas, e insta al gobierno de Costa Rica a empezar a utilizar los foros internacionales como la ONU y la OEA para generar conciencia sobre el fracaso de la guerra contra las drogas y las virtudes de dicha propuesta. Experiencias sobre despenalización abundan en el mundo. Precisamente la semana pasada el Cato Institute publicó un estudio amplio [está en inglés] sobre la experiencia exitosa de Portugal con la despenalización del consumo de drogas.
Sería importante que otros periódicos importantes de la región, como La Nación y Clarín en Argentina, El Tiempo en Colombia, El Comercio de Perú, Reforma y El Universal de México, etc., también se unan a este llamado de La Nación de Costa Rica. Esto ayudaría a quitarle el estigma que genera cualquier instancia por flexibilizar las leyes anti-drogas, y le facilitaría el trabajo a aquellos políticos que creen en esta solución pero no se atreven a plantearla por temor a la opinión pública.
Así como el mundo tuvo que llegar a la conclusión en los años treinta que la prohibición del alcohol no tenía ningún sentido y que estaba haciendo más daño que bien, el mundo parece estar dándose cuenta de que la guerra contra las drogas es igualmente contraproducente y que debe acabarse.