Hace un tiempo en tomé un taxi en Buenos Aires y le pregunté a la persona que conducía de quien era el vehículo. Me respondió que el era el titular. Le dije que eso no era exacto e inmediatamente observé que abría la guantera para mostrarme el título de propiedad del rodado. Traté de explicarle que eso no era necesario ya que el verdadero propietario es la municipalidad. Ya un poco acalorado, intentó discutirme el punto. Pude convencerlo que me respondiera las siguientes tres preguntas: ¿quién decide de que color debe estar pintado el automóvil? ¿quién decide cual ha de ser la tarifa? y ¿quién decide el horario de su trabajo? De mala gana las tres respuestas aludían al intendente. En aire triunfal concluí que el gobierno era el dueño a pesar de que nominalmente los papeles estaban a nombre del soprendido conductor que quedó un tanto cabizbajo.
Es que vivimos una época de esplendor del fascismo. Este sistema es mas hipócrita que el comunista que declara abiertamente que la propiedad está a su nombre y usa y dispone de ella. En nuestros regímenes la propiedad la tiene registrada el particular pero usa y dispone el gobierno que es, precisamente, la definición del fascismo.
Gabriela Calderón en su nota sobre los taxis plantea la tontera mayúscula de las licencias y permisos de "taxis oficiales" en lugar de abrir la competencia de colores, tarifas y horarios. Nos estamos acostumbrando a referirnos a "piratas" a todos aquellos que ejercen el comercio libre y voluntariamente sin lesionar derechos de terceros. ¿No son acaso piratas en el sentido de bandidos los gobernantes?