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El modelo de repudio castrista en la Cumbre de Panamá

Publicado por Yesenia Alvarez

Hay mucho que analizar de la reciente VII Cumbre de las Américas, pero en estas líneas, llama particularmente mi atención el vergonzoso papel que han cumplido las delegaciones oficialistas de las dictaduras de Cuba y Venezuela, intentando boicotear los foros oficiales de la sociedad civil en el que participábamos activistas de todas las Américas.

Las mesas de Gobernabilidad y de Participación Ciudadana del Foro de la Sociedad Civil que debían ser espacios diálogo para que actores sociales brinden aportes a los Estados participantes, fueron constantemente interrumpidos por turbas de personas que provenían principalmente de los gobiernos de Venezuela y Cuba. Exacerbados y como si estuvieran en trance, vociferaban consignas y se negaban a dialogar con opositores de la sociedad civil que también estaban presentes.

Estos agitadores olvidaban muchas cosas, pero principalmente que estaban de invitados, que la convocatoria era para dialogar, que estábamos muchos ciudadanos de países democráticos con ese deseo, que los cubanos opositores son tan cubanos como ellos y que la sociedad civil no es gobierno. Por lo que hasta ahora los que estuvimos allí no entendemos ¿qué hacían en un foro civil, asesores, diputados, y funcionarios del gobierno cubano incitando a la violencia contra los demás asistentes?

Pienso que acostumbrados a amedrentar a su población con actos de repudio en la isla, creyeron que podían hacer lo mismo en un país libre como Panamá y que organizaciones democráticas caerían en su farsa. Pues no fue así, las mesas de los foros tenían reglas y ellos las rompieron, gritando, quitando a la fuerza los micrófonos, insultando a los moderadores, provocando a los asistentes y amenazando con llegar a violencia física si continuábamos dialogando sin aceptar sus intransigentes condiciones. Se sintió, sin duda, que llevan más de cincuenta años de falta de práctica democrática y que tienen la creencia que las Américas deben subordinarse a ese tipo de actitudes belicosas. Ellos solos se desacreditaron y un espacio democrático de diálogo les quedó muy grande. Por ello, con los moderadores autorizados para conducir la mesa tuvimos que pasar a otra sala con todos aquellos que sí queríamos dialogar, y pudimos avanzar en pocas horas y con un debate de altura lo que no se pudo avanzar en toda una mañana de interrupciones, afrentas y amenazas.

Cuando tuvimos listo nuestro documento de recomendaciones pedimos pacíficamente con papeles blancos “democracia y respeto” y fuimos nuevamente agredidos por la turba enardecida que con arengas violentas y empujones habían tomado un espacio de expresión acreditado para que las organizaciones civiles podamos dirigirnos a los medios.

Mientras en el mismo marco de la Cumbre, el dictador Raúl Castro pretendía mostrar gestos de cambio reuniéndose con Barack Obama, miembros de la sociedad civil de las Américas estábamos abandonados a nuestra suerte en el Hotel Panamá, con poquísima seguridad intentábamos ponernos a salvo, huyendo por la cocina, pasadizos, puertas traseras y llegamos incluso a un balcón sin salida porque nadie podía retirar a los agitadores castristas –ansiosos de violencia– de las salas autorizadas para nuestras reuniones.

Mirándolo en conjunto, Cuba llevó dos mensajes a la Cumbre, por un lado el de la normalización de sus relaciones con Estados Unidos, y por el otro lado el ataque a los opositores y a ciudadanos de otros países que exigimos  democracia y la libertad en la región, y que no nos prestamos a la histeria de la delegación oficialista cubana. Ello nos alerta que el régimen no va a cambiar un ápice su aparato represivo contra opositores, no lo hizo en Panamá, y menos lo hará en Cuba.

Pese a estos disturbios, las organizaciones democráticas de más de veinte países logramos dialogar en la mesa de gobernabilidad y llegamos al acuerdo de exigir que la OEA cumpla su rol original, esto es el de garantizar la democracia y los derechos humanos en el hemisferio, que además se instaure una relatoría con mecanismos eficaces para el cumplimiento de la Carta Democrática Interamericana, y que se garantice la labor de los defensores de derechos humanos.

Con todos los sinsabores y con el riesgo de que estas reuniones terminen cayendo en la trampa de legitimar dictaduras, estos días serán memorables para las Américas, días en que se logró que numerosas organizaciones representativas de las sociedad civil expresen su solidaridad a cubanos y venezolanos víctimas de sus gobiernos. El miedo, la principal arma de las dictaduras se debilita afuera y adentro. Todos aquellos cubanos, venezolanos, nicaraguenses y demás latinoamericanos que defendimos el principio de que la democracia es respeto, quedamos unidos para siempre en la defensa de la libertad en la región. Los opositores regresan a sus países fortalecidos y más unidos a seguir luchando, y con el respaldo de que no estuvieron, ni están solos. Atrás y en marco infame, quedó el miedo, la sospecha y el repudio que las dictaduras del continente pretendieron implantar en la Cumbre de Panamá.

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