El año pasado en Guayaquil, Ecuador, conocí a Fernando Palacio y a Dailén Rojas, quienes habían logrado salir de Cuba y experimentaban el mayor grado de libertad en Ecuador (en relación a Cuba) con la emoción de un niño que recién empieza a caminar. Cuando me reuní con ellos en un café para despedirme antes de que volvieran a Cuba, recuerdo que Fernando mostró mucho interés en enviarme artículos de él y de sus amigos para que sean difundidos en sitios Web o blogs. Le prometí que estaría atenta a sus correos. Dailén y Fernando nos explicaban a un grupo de guayaquileños lo que parecía un víacrucis de principio de los 90: conexión a velocidad tortuga, a tan alto costo en moneda convertible que a penas lograban conectarse unos 20 minutos por semana. Agréguele a esto que el gobierno cubano censura el acceso a muchas páginas entonces Dailén y Fernando acuden a una embajada para poder tener un acceso más libre al Internet.
Les cuento todo esto porque esta semana recibí un correo de Fernando en el que me envía un artículo de su amiga Eroisis Gonzales Suares (en la foto) que les quiero dejar copiado aquí. En este artículo Eroisis llama la atención sobre algo que curiosamente recibe escasa o nula atención en la prensa internacional: el persistente racismo dentro de la isla.
Cuba: Tema racial y sociedad civil
En Cuba el tema racial sigue siendo una gran problemática social, cultural y política. Los negros y mulatos cubanos han sentido en carne propia la exclusión social. El tema del racismo es uno de los más escabrosos en el actual contexto sociológico del país.
Resulta claro que un estado totalitario no puede enarbolar ni legislar la práctica de las reivindicaciones específicas de un grupo social, cuando la filosofía política y jurídica del poder se basa en la discriminación de la ciudadanía por criterios ideológicos, políticos, económicos y hasta religiosos. Por ende, abrir la discusión del problema negro, permitirles organizarse para abogar por sí mismos, agrietaría la estructura del sistema totalitario, además otros grupos sociales podrían emerger al escenario político o al menos al civil.
En la mayor de las Antillas, el tema racial es uno de los que menos se debaten, por la falta de información que tiene la población o por la falsa forma de pensar que la élite gobernante cubana ha creado en toda la sociedad de que en no existe el racismo y que no hay ni negros ni blancos y que todos somos mestizo. Tenemos que darnos a la tarea como sociedad civil y luchadores de los derechos humanos de trabajar duramente para abrir el debate racial y sobre las formas de discriminación, utilizar el mismo en cada calle, con cada ciudadano y demostrarles que si es real la existencia de este flagelo en nuestro país.
Uno de los principales inconvenientes que tiene nuestra sociedad civil, a la hora de abordar este tema, es la manipulación del gobierno, ya que cuando se realiza cualquier campaña sobre el mismo, surgen estereotipos que en la mayoría de las veces responden única y exclusivamente a experiencias particulares. Hoy la población cubana no divisa de forma espontánea el problema racial como una de sus prioridades, lo ve como algo normal que surgió de nosotros y que debe continuar.
El problema racial cubano y sus formas de discriminación es mucho más grave y serio de lo que parece, mientras el mismo continúe encasillado, nunca se podrá ver en su justa dimensión, a menos que se aborde el tema con una visión capaz de proyectarnos hacia el futuro, solo así se podrá encontrar soluciones realistas y practicas al problema, cualquiera que sea su naturaleza. No se puede salvar a ninguna raza si primero no se salva a los seres humanos.