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Diálogo sobre un aspecto moral

Publicado por Alberto Benegas Lynch

A: Creo que en las casas de estudio debiera mostrarse tolerancia por la pluralidad respecto a personas que exhiben manifestaciones sexuales diferentes y solo juzgar sus condiciones intelectuales y su capacidad docente.

B: Por mi parte, estimo que la esencialísima pluralidad en ámbitos universitarios se refiere a la exposición de distintas corrientes de pensamiento a los efectos de que los estudiantes cuenten con los suficientes elementos de juicio para su toma de decisiones.

A: Pero, por ejemplo, ¿usted excluiría del claustro universitario a una persona que ha decidido operarse y cambiar de sexo o se opondría a otorgarle una distinción académica?

B: Antes que nada debe precisarse que estas materias debieran estar fuera del alcance legislativo puesto que en una sociedad abierta los propietarios deciden quienes ingresan a sus propiedades. En segundo lugar, desde la perspectiva médica no hay posibilidad de modificar el sexo que está impreso en la estructura genética pero si se decide cambiar las formas en el quirófano la persona está en todo su derecho de hacerlo, de lo cual no se sigue que los encargados de admisión deban aceptarla (unas instituciones lo harán y otras no, según el criterio moral de los dueños). La acción humana siempre significa discriminación (entre nuestros amigos, nuestras lecturas, el cine, las comidas etc), lo que no es admisible es la discriminación desde el poder político puesto que significaría contrariar la igualdad ante la ley.

A: Me queda claro que usted sostiene que los dueños deben decidir acerca de las admisiones en sus propiedades según los procedimientos establecidos en las correspondientes disposiciones estatutarias, pero, a los efectos de promover el debate, concretamente, ¿cuál sería su criterio en el caso que comentamos?

B: Nadie puede tirar la primera piedra en cuanto a conductas exentas de errores, pero una casa de estudios debe antes que nada dar ejemplo ético a los estudiantes que convoca que es el punto de partida de todo lo demás. Si estuviera en mis manos, en una casa de estudios que represento y en la que comparto responsabilidades no permitiría que enseñen o sean galardonados aquellos que reiteradamente y en forma abierta exteriorizan actitudes incompatibles con valores y principios elementales.

A: No sigo el razonamiento, ¿que tiene de inmoral cambiarse de sexo?

B: Cuando se alude a lo que es moral se hace referencia a lo que está bien y lo que está mal. En este plano, hay dos dimensiones a tener en cuenta: las relaciones interpersonales que afectan derechos son incompatibles con la moralidad, y las relaciones intrapersonales, es decir, lo que nos hace bien o nos hace mal. Esto último está vinculado a la naturaleza de las cosas. Igual que la manzana, el perro y el ombú tienen ciertas propiedades y características, el ser humano también las tiene. Que el hombre quiera convertirse en jirafa no actualiza sus potencialidades en busca de su autoperfección sino que se degrada, a eso se denomina degeneración. Esta es la parte pacífica de la naturaleza que debe contemplarse, la parte agresiva debe ser contrarrestada en la medida de lo posible como los rayos, los terremotos, las pestes y los abusos de nuestros congéneres.

A: Insisto que si no se afectan derechos de terceros cada uno tiene el derecho de hacer lo que le venga en gana.

B: Comparto plenamente esa premisa esencial, de lo cual no se sigue que debamos compartir la conducta de otros ni que tengamos la obligación de aceptarlos en nuestras casas. La prueba suprema de tolerancia es precisamente cuando no compartimos la conducta de otros, no tiene gracia alguna tolerar lo que estamos de acuerdo. En una sociedad libre deben aceptarse todos los arreglos contractuales que no lesionen derechos de terceros.

A: Pienso que el permitir el ingreso al claustro a personas que se han operado para cambiar de sexo constituye algo conveniente para los estudiantes al efecto de que conozcan diferentes modos de encarar la vida y no estén en una especie de burbuja irreal.

B: ¿Usted permitiría que un profesor dictara sus clases desnudo?

A: Ese grado de diferenciación puede ofender a otros.

B: Lo cual revela que hay límites en lo diferente. Todos somos distintos, situación que es por cierto afortunada puesto que de lo contrario no solo se derrumbaría la división del trabajo y la cooperación social, sino que las mismas conversaciones se tornarían tediosas ya que se asimilarían a una conversación con el espejo. De lo que estamos hablando es de diferenciaciones que están reñidas con la ética.

A: No comparto ese criterio educativo, incluso a un hijo hay que darle la libertad de elegir su camino como le parezca mejor.

B: ¿Le sería indiferente que su hijo fuera travesti?

A: Tal vez no me sería indiferente pero no quita que deba respetarlo si prefiere seguir ese camino.

B: Sin duda que si es un adulto no se le puede mandar la policía pero el hecho de que no le sea indiferente en el sentido de expresar cierta preocupación pone al descubierto una intuición moral de que está mal aquella conducta.

A: Bueno, pero hay en esto un “trade-off” entre la conducta privada de un profesor y sus contribuciones académicas.

B: El “trade-off” es mucho más que eso. No se trata de conductas privadas sino las que se exteriorizan y se hacen públicas en cuyo caso el “trade-off” es, por una parte, entre la moral que se traduce en el ejemplo al que están obligados los educadores como el abc de la enseñanza y, por otra, las explicaciones más o menos didácticas de temas técnicos circunstanciales.

A: ¿Extendería sus reflexiones a los homosexuales?

B: Si no hay alarde de esa condición no las incluiría. Por otra parte, destaco en un nivel más general que mi única objeción para terceros vinculada a esa situación consiste en que se recurra a la expresión “matrimonio” que proviene de otra tradición y, por ende, tiene otro significado. Lo que si es un despropósito es que el aparato estatal “case o descase”, ya que es un convenio privado celebrado entre hombre y mujer. Por otro lado, fuera del matrimonio, entre adultos deben tolerarse todas las combinaciones imaginables de uniones civiles incluso entre varias personas y también con la participación de animales.

A: ¿No cree que sus anteriores conclusiones resultan contraproducentes a la luz de las críticas que se formulan a los cerrados mentalmente que no son capaces de aceptar otras conductas?

B: Dejarse arrastrar por ese tipo de consideraciones revela complejo de inferioridad. Además, la mente abierta no es un basural abierto que acepta todo a la par, una mente abierta incorpora, digiere, tamiza y selecciona.

A: En su razonamiento aparece una contradicción con el significado de la tolerancia.

B: Reitero que tolerar no equivale a incorporar como propio el criterio del tolerado. Agrego que, tal vez, la palabra “tolerar” debiera sustituirse por “respetar” puesto que aquella expresión encierra algún tufillo inquisitorial. En definitiva, los derechos no “se toleran”, se respetan puesto que nuestras corroboraciones son provisorias sujetas a refutaciones.

A: Dictar cátedra de moralidad no me parece que sea el objetivo de una institución científica.

B: La base de la investigación científica es la honestidad intelectual y el cumplimiento de la palabra empeñada que son conceptos eminentemente morales. La base de sustentación de la investigación libre de ataduras en el contexto de una sociedad abierta es moral antes que jurídica o económica.

A: Me siguen sin convencer sus apreciaciones.

Nota final: Estos diálogos se han suscitado entre varios participantes con el autor de esta transcripción a vuelapluma, a raíz de un caso ocurrido en una universidad por la que el que esto escribe guarda especial aprecio.

Este artículo fue publicado originalmente en Diario de América (EE.UU.) el 13 de septiembre de 2012

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