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Cuando se lee solo cuatro páginas

Publicado por Alfredo Bullard

Mi buen amigo José Luis Sardón criticó el jueves pasado en esta sección a Ronald Coase (“Ronald Coase: debe y haber”).

La crítica se basa en una mala lectura de “El problema del costo social”, escrito por Coase en los 60. Para Sardón el artículo sostendría que, si una empresa contamina a sus vecinos con humos, los jueces, deberían decidir en contra de aquel que puede evitar el daño a menor costo (la fábrica poniendo un fi ltro para los humos o los vecinos mudándose, lo que cueste menos) y no a aquel que tenía un derecho de propiedad anterior. La crítica se centra así en el famoso Teorema de Coase y la naturaleza recíproca del problema (el daño es causado no por una sino por las dos partes). Pero eso no es lo que dice Coase.

En la entrevista mencionada en mi artículo del último sábado (“Los zapatos de cartón de Ronald Coase”), Coase le responde a Sardón sin saber lo que este escribiría: “Creo que el éxito del Teorema de Coase […] es una muestra interesante de lo que está mal con la ciencia económica; pues si lees ‘El problema del costo social’ el teorema ocupa apenas cuatro páginas [de un artículo de más de cuarenta]. […] muchas personas solo han leído las cuatro páginas o solo piensan en torno a las cuatro páginas —una de las razones por las que hacen eso es que se trata de la parte más abstracta del artículo”.

Coase fue un enemigo de los modelos teóricos abstractos. Por eso nunca simpatizó mucho con el teorema que lleva su nombre (que en realidad fue formulado y bautizado por George Stigler).Él hubiera respondido con un ejemplo práctico como el siguiente.

Hace varios años la empresa Southern Perú enfrentó los reclamos de los agricultores del valle de Ilo. Estos reclamaban, como en el ejemplo de Coase, por los daños que le causaban los humos de la fundición de Southern a sus cultivos. El gobierno dio un marco legal en el que se ordenaba a la empresa indemnizar a los agricultores con la diferencia entre lo que producían las tierras y lo que debían producir.

En el valle de Ilo se cultivan principalmente aceitunas, un cultivo bastante resistente a los humos. Pero los agricultores, una vez dada la regla indemnizatoria, comenzaron a sembrar alfalfa, un cultivo muy débil para resistir la contaminación. Así cobraban indemnizaciones mayores. Es a eso a lo que se refi ere Coase con la naturaleza recíproca del problema, y que tanto preocupa a Sardón: los daños no provienen solo de los humos, sino de la decisión de qué cultivar.

Coase hubiera dicho (como lo dice al analizar todos los casos que cita luego de las cuatro páginas) que lo realmente relevante es que, si los costos de transacción son bajos (es decir, si no es difícil que las partes negocien un contrato), las partes encontrarán una solución por acuerdo.

Y fue precisamente eso lo que ocurrió. La Southern celebró transacciones con todos los agricultores en términos que eliminaron los incentivos a sembrar la frágil alfalfa y creó incentivos para mejorar los estándares ambientales. Las partes saben mejor que los jueces que es bueno para ellas.

Si se lee más que esas cuatro páginas, Coase no dice que los jueces deben quitarles su propiedad a las personas en base a un análisis costo-beneficio. Dice que lo que los jueces hacen es en realidad irrelevante, porque las partes tomarán las decisiones correctas si pueden negociar. Pero los jueces quitarán discrecionalmente la propiedad a la gente, los costos de transacción se elevarían y las partes no encontrarían una solución.

El mensaje de Coase es que si los derechos de propiedad son claros, las personas encontrarán la mejor manera de resolver sus problemas. El rol del Estado y de los jueces no es escoger la salida más eficiente, sino reducir, con reglas claras, los costos para que las personas se pongan de acuerdo. Pero para entenderlo hay que leer algo más que cuatro páginas.

Publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 14 de septiembre de 2013.

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