
Les recomiendo esta película que retrata la cruda realidad del terrorismo de estado practicado en la Rusia de Stalin. En ella, su protagonista Leo Demidov (Tom Hardy) llega a ser perseguido y reprimido por el simple hecho de negarse a aceptar la verdad oficial de que en el supuesto paraíso de la Rusia comunista no existen los asesinatos, pues estos son un producto del capitalismo. No tiene desperdicio, se ven las cocinas comunales, los baños comunales, la desconfianza en el seno más íntimo de las familias, el terror y la fuerza utilizados para imponer en contra de todos los hechos la ficción de que se vivía en una utopía. También se describe la estructura institucional que garantiza la impunidad de los crímenes más abominables.
Los que buscan la verdad son perseguidos, la duda es inadmisible. El pensamiento único es obligado. El crímen, no importa cuán terrible, es desconocido, ignorado, ocultado. Los criminales gozan de impunidad y quienes se las garantizan son recompensados por el Partido, quienes la ponen en riesgo, se convierten en enemigos del Estado. En fin, todo menos un paraíso.