Muy pocas revoluciones en realidad han buscado en la historia realzar el papel de las personas como forjadores de su propio destino, muy pocos son los casos en que un contexto de desastre e inseguridad, producto de un fallido experimento totalitario, llevaron a unos pocos a liderar un proceso que no cambiaría tan solo a una generación sino a un país.
La puesta en marcha del “Plan de recuperación económica” tuvo esas características, 10 millones de chilenos serían directamente protagonistas de la revolución más profunda que ha vivido ese país. Desde las cenizas del desastre de un experimento socialista, encabezado por Salvador Allende, y su término, a través de un pronunciamiento militar en 1973, quedaba un país dividido y en la más absoluta miseria producto de medidas económicas e ideológicas que buscaban establecer un rol del Estado absoluto en diferentes facetas de la sociedad.
Claramente las ideas tienen consecuencias y aquellas habían dejado un país destruido con altísimos niveles de inflación, pobreza y violencia que conllevo a una fuerte represión por parte de las Fuerzas Armadas en su momento.
Sin embargo, las ideas que fundamentaron la revolución económica estaban muy lejos de las doctrinas prusianas de algunos cuadros militares o las keynesianas de colaboradores civiles en el gobierno, las ideas que primaron fueron las basadas en la libertad, algo que más de medio siglo antes habían sido desechadas en Chile.
Los personajes clave en esta “revolución de las libertades” fueron múltiples y diversos personajes, pero muchos de ellos tenían una formación en común: la Universidad de Chicago.
De esta manera los denominados “Chicago boys” tuvieron un papel preponderante en resolver una de las crisis económicas y sociales más grande que ha registrado la historia contemporánea: inflación alrededor del 500%, población en calidad de pobreza 55%, sobre impresión de papel moneda y un fuerte rol del Estado en la economía.
Los anuncios de aquel lejano 1975 eran claros: dispersión del poder económico, lo cual se reflejaría en libertad de comercio y libre competencia, se buscaba establecer un Chile de propietarios sin subsidios eternos por parte del Estado ni empresarios protegidos, se atacaría el monopolio y la inflación tendría que ser contenida fuertemente.
Estas medidas conllevaron al fin de históricos monopolios en Chile, la reducción del aparato Estatal, la libertad de precios y la baja drástica de aranceles de entrada para productos fueron cambios que rápidamente percibió la población.
El dinamismo económico rápidamente permitió comenzar a superar condiciones que se pensaban endémicas y eternas. De esta manera lentamente la configuración del país comenzó a cambiar, prácticamente en una generación ya había un Chile irreconocible para aquellos que habían escapado del proyecto de la Unidad Popular en 1970 o del Régimen Militar en 1973.
Este proceso no estuvo exento de problemas y desafíos: el aislamiento internacional por parte de algunos países, desastres naturales, amenazas de guerra con los países limítrofes y una guerra subversiva interna, fueron factores que de una u otra forma fueron condicionando la velocidad de las transformaciones. Un momento clave fue la crisis de económica de 1982, que puso en cuestionamiento todos avances y las ideas que había detrás de estos.
Los resultados a 40 años de la puesta en marcha de aquel plan están a vista para quienes vivieron uno de los procesos más revolucionarios, Chile de una u otra forma paso a ser un caso de estudio, un referente o un ejemplo a seguir. Índices de pobreza que año a año han ido bajando, mejores condiciones de vida para sus habitantes y más posibilidades para afrontar el destino lo hacen hasta el día de hoy un punto atractivo para personas que buscan una mejor posibilidad en la vida.
Quizás los únicos no conscientes de esta revolución son sus principales beneficiados, una manta de populismo llena el ambiente en Chile y nuevamente se promueve al Estado como solucionador de todos los problemas, son los “cantos de sirena” que muchas veces enloquecen hasta a los más cuerdos, sin embargo siempre hay esperanza y terreno fértil para quienes promueven la libertad aun en los más adversos de los escenarios, tal como lo fue en Chile, que renació desde las cenizas para forjar prosperidad, paz y libertad.