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¿Para qué quiere Costa Rica presidir el Consejo de Derechos Humanos de la ONU?

Publicado por Juan Carlos Hidalgo

Uno de los principales objetivos diplomáticos de la administración de Laura Chinchilla en Costa Rica es obtener la presidencia de la Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Así lo dejó ver la mandataria durante su reciente visita a Nueva York, donde habló ante la Asamblea General de la ONU. ¿Por qué no? A lo largo de los años Costa Rica se ha forjado una imagen internacional de baluarte de la paz, el desarme y el respeto a los derechos humanos. Presidir dicha comisión parece algo casi que natural. Lamentablemente, desde hace ya varios años, este país, por razones que cuesta comprender, ha dejado de lado la defensa de estos principios. Veamos:

El recordatorio más reciente del nuevo enfoque de realpolitik nacional fue la poco entusiasta y sacada a la fuerza declaración de la Cancillería costarricense sobre la entrega del Nóbel de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo. Ya sabíamos que cuando Costa Rica estableció relaciones diplomáticas con China hace 4 años, su diplomacia iba a enfrentar presiones de Pekín para callar y ajustar su política exterior a los intereses chinos –-los cuales en un amplio rango de temas difieren diametralmente con la defensa de los derechos humanos. Sin embargo pocos imaginábamos que la sumisión iba a ser tan marcada. La primera notificación la recibimos cuando el país le negó la entrada al Dalai Lama en el 2008. El presidente Arias afirmó que simplemente le había pedido a Su Santidad que postergara la visita (todavía seguimos esperándola), pero meses después, por si quedaba la duda, China dejó muy en claro que advertía a los países con quienes tenía relaciones diplomáticas a no recibir al Dalai Lama. Si la política exterior costarricense se sujeta de esta manera a los designios de Pekín, ¿para qué se quiere presidir el Consejo de Derechos Humanos? ¿Para permanecer en silencio ante los abusos que comete la dictadura china?

Pero las posiciones diplomáticas desconcertantes de Costa Rica no se quedan ahí. Semanas después de su visita a New York, la presidenta Chinchilla descartó apoyar en el seno de las Naciones Unidas una declaración no vinculante a favor de la despenalización de la homosexualidad. En algunos países, principalmente musulmanes, la homosexualidad aún es castigada con cárcel y hasta pena de muerte (como este caso de hace unos años en Irán). No hay razón alguna por la cual el gobierno costarricense, que aspira a presidir una instancia internacional sobre derechos humanos, se haga de la vista gorda ante los graves abusos que sufre en muchos países una minoría como los homosexuales y las lesbianas. Sin embargo la presidenta Chinchilla prefirió restarle importancia al asunto señalando que la declaración era reiterativa y no vinculante. ¿Para qué entonces estar en el Consejo de Derechos Humanos si para la presidenta la reinvindicación de los derechos humanos de algunas minorías es “reiterativa”?

De igual forma en años recientes la diplomacia costarricense ha felicitado a Vladimir Putin por “afianzar la democracia” en Rusia y mantuvo silencio cuando el disidente cubano Orlando Zapata murió tras una larga huelga de hambre (de hecho en esa misma fecha la entonces presidenta electa Chinchilla posó sonriente junto a Raúl Castro).

Pareciera que presidir el Consejo de Derechos Humanos de la ONU se ha convertido en un fin en sí mismo para los diplomáticos costarricenses, y, por lo tanto, se vale hacerle el juego a las tiranías de cuyo voto depende la elección al cargo. No olvidemos que la vicepresidencia del Consejo la ejerce nada menos que Cuba, país que con anterioridad ha sido alabado por dicho órgano por “haber sido y continuar siendo un buen ejemplo en el respeto de los derechos humanos“.

Más que un motivo de orgullo, la candidatura de Costa Rica a la presidencia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU ya es motivo de vergüenza. Unos cuantos viajes y el ego e interés personal de algunos diplomáticos costarricenses no valen esta pena.

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