Luego de más de 4 años de intenso debate, este domingo una mayoría de costarricenses fuimos a las urnas a votar SÍ por el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica, República Dominicana y Estados Unidos (CAFTA, por sus siglas en inglés). El resultado fue bastante estrecho (SÍ 51,6 vs NO 48,4), lo cual denota la polarización que vive Costa Rica, similar a lo experimentado en otras partes del mundo donde elecciones nacionales han arrojado resultados similares.
Sin embargo tenemos que tomar en cuenta que esta es la primera vez en el mundo que un país somete a votación popular un tratado de libre comercio con Estados Unidos.
No es que Costa Rica no tiene otros TLCs (tenemos con México, Canadá, Chile, Caricom), sino que en esta oportunidad se conjuraron dos elementos muy particulares que levantaron una amplia oposición a CAFTA: el sentimiento anti-estadounidense que es muy propio en América Latina y la oposición de la izquierda a un modelo de desarrollo basado en el libre comercio.
Los opositores a CAFTA se valieron de todo tipo de mentiras para asustar a los costarricenses: que se legalizaría la venta de órganos humanos, que los estadounidenses se llevarían el agua y los recursos naturales del país, que los precios de los medicamentos aumentarían dramáticamente, así como las tarifas de telefonía y seguros. Algunos opositores incluso llegaron al extremo de decir que los jóvenes costarricenses serían enviados a luchar a Irak en caso de ganar el SÍ.
Por más ridículos que parecen estos argumentos, miles de costarricenses fueron a votar NO este domingo convencidos de esto. Como lo experimenté en carne propia en decenas de debates y foros, es difícil convencer a la gente sobre las ventajas del libre comercio cuando los opositores recurren a todo tipo de falacias.
Afortunadamente una mayoría vio las cosas claramente: Un voto por el SÍ representaba continuar por la senda de la apertura, modernidad y el crecimiento, mientras que un voto por el NO significaba quedarnos estancados y regresar a un modelo de desarrollo que ha fracasado una y otra vez.
América Latina puede aprender mucho de esta experiencia costarricense. El libre comercio no se puede dar por sentado. Pero a pesar de las dificultades, sus beneficios son claros para una mayoría de la población.