IntroducciónBruce Caldwell
Traducción de Carlo.A. Caranci
Camino de servidumbre es el libro más conocido de F.A. Hayek, pero sus orígenes fueron claramente desfavorables. Comenzó siendo un informe dirigido al director de la London School of Economics, Sir William Beveridge, escrito por Hayek en los primeros años 1930, en el que polemizaba contra la pretensión, entonces popular, de que el fascismo representaba las últimas boqueadas de un sistema capitalista en bancarrota. El informe creció hasta convertirse en un artículo de revista, y algunas de sus partes se suponía que serían incorporadas a un libro mucho más amplio, pero durante la II Guerra mundial decidió presentarlo separadamente. Aunque Hayek no tuvo ningún problema en ofrecer su texto a la editorial Routledge para que se publicase en Inglaterra, tres editoriales estadounidenses rechazaron el manuscrito hasta que finalmente lo aceptó la University of Chicago Press.
El libro fue escrito para lectores británicos, por lo que el director de la editorial, Joseph Brandt, no esperaba que se vendiese mucho en Estados Unidos. Brandt esperaba conseguir que el conocido periodista y autor Walter Lippmann, de la New York Herald Tribune, escribiese un prólogo, precisando en un informe interno que si aceptaba, podría vender entre dos y tres mil ejemplares. En caso contrario, pensaba, podría vender unos novecientos. Por desgracia, Lippmann estaba ocupado con su propio trabajo, por lo que rechazó la propuesta, como hizo en 1940 el candidato presidencial del Partido Republicano Wendell Wilkie, cuya obra de 1943, One World, había sido un best-seller.[1] Finalmente, John Chamberlain, redactor jefe de la sección de libros del New York Times, fue reclutado para hacer el trabajo.
A buen seguro que el señor Brandt no fue un buen profeta. Desde su publicación en 1944, la Chicago University Pres estimaba que se habían vendido más de 350.000 ejemplares de Camino de servidumbre. Routledge añadió muchos miles más, pero no sabemos cuántos exactamente: esta editorial fue incapaz de establecer una cifra fiable. Tampoco se sabe bien cuántos ejemplares aparecieron en traducciones, también porque una parte fueron ejemplares samizdat, elaborados y distribuidos detrás del Telón de Acero durante la Guerra fría.[2]
Naturalmente, no a todo el mundo le gustó (o le gusta) el libro. La intelligentsia, sobre todo en los Estados Unidos, acogió su publicación con condescendencia y, a veces, con vitriolo.El entonces diplomático de la embajada británica en Washington, Isaiah Berlin, escribió a un amigo en abril de 1945 que estaba «leyendo todavía al horrible doctor Hayek».[3] El economista Gardiner Means no tuvo la fortaleza de Berlin; tras leer 50 páginas informó a William Benton, de la Encyclopaedia Britannica, de que «no podía tragar más».[4] El filósofo Rudolf Carnap, en carta a Karl Popper, amigo de Hayek, no tendría ni siquiera el aguante de Means: «Me quedé un poco sorprendido al ver su reconocimiento de von Hayek. Yo no he leído el libro; pero se lee y se discute mucho en este país; es alabado principalmente por los protagonistas de la libre empresa y del capitalismo sin restricciones, mientras que todos los izquierdistas lo consideran reaccionario.»[5]
Quienes, como Carnap, no habían leído a Hayek pero pensaban que ya sabían todo sobre él, habrían de prepararse para algunas sorpresas. Los de la izquierda podían haber tenido una idea del texto echando un vistazo al capítulo 3, donde Hayek detalla algunas de las intervenciones de los gobiernos que él estaría dispuesto a aceptar, al menos en 1944.[6] Los de derechas deberían haber echado una ojeada a su distinción entre liberal y conservador en su prólogo de 1956 a la edición americana en rústica. Unos y otros se llevarían una sorpresa por lo que iban a encontrar.
En esta introducción rastreo los orígenes del pequeño libro de Hayek, evocando el contexto en el que se elaboró, y mostrando cómo fue adquiriendo gradualmente su forma final. Así, pues, se documentarán las reacciones, positivas y negativas, que acabaron convirtiéndolo en un icono cultural. Ya que se trata de una obra controvertida, comentaré algunas de las más persistentes críticas que se han lanzado contra él. Ninguna de ellas, creo yo, está justificada: el libro de Hayek puede haber sido leído mucho, pero no ha sido leído cuidadosamente. En la conclusión reflejaré brevemente sus mensajes duraderos.[7]
Preludio: Los británicos, el nazismo y el socialismo
Friedrich A. Hayek, joven economista vienés, llegó a la London School of Economics (LSE) a comienzos de 1931, para dar cuatro conferencias sobre la teoría monetaria, luego publicadas como libro con el título Prices and Production.[8] El tema era oportuno —la economía británica, estancada desde los años 1920, había empeorado desde el comienzo de la depresión— y la exposición era erudita, aunque a veces difícil de seguir, debido al acento de Hayek. Por esas conferencias le ofrecieron a Hayek ser profesor visitante, a partir del día de San Miguel (otoño) en el curso de 1931,y, un año más tarde, fue nombrado para ocupar la Tooke Chair of Economic Science and Statistics. Permanecería en la LSE hasta después de la guerra.
El verano anterior a la llegada de Hayek para dar clase fue traumático en Gran Bretaña y en toda Europa. Además de la creciente depresión económica, las crisis financieras en el continente provocaron una bajada del oro en Gran Bretaña, que acabó derribando al gobierno laborista, condujo al abandono del patrón oro y, en otoño, a la imposición de tarifas proteccionistas. La aparición de Hayek en el escenario londinense estuvo acompañada por no pequeñas controversias. En agosto de 1931 causó cierta agitación la publicación de la primera parte de la reseña escrita por Hayek del nuevo libro de John Maynard Keynes, A Treatise of Money, que provocó una irritada contestación de Keynes unos meses después. Esta batalla con Keynes y, más tarde, con el compatriota de Keynes, Piero Sraffa[9] , ocuparía un espacio no pequeño en la atención de Hayek durante el año académico 1931-32.[10]
Pero al año siguiente, sin embargo, Hayek había consolidado su puesto y, para la conferencia inaugural, celebrada el 1 de marzo de 1933, decidió ocuparse de otro tema.[11] Comenzaba con la siguiente pregunta: ¿Por qué había economistas, cuya opinión fue con frecuencia tan útil, a los que el público general consideraba cada vez más como fuera de su tiempo en los peligrosos años que siguieron a la última guerra? Como respuesta, Hayek sacó a colación la historia intelectual. Afirmó que la opinión pública estaba influida indebidamente por una generación anterior de economistas que, al criticar una perspectiva teorética de las ciencias sociales, habían minado la credibilidad del razonamiento económico en general. Una vez hecho esto, la gente se sintió libre para proponer todo tipo de soluciones utópicas al problema de la Depresión, soluciones que cualquier estudio serio de economía habría demostrado ser irrealizables. Al final de su exposición Hayek citó el nuevo entusiasmo por la planificación socialista en Gran Bretaña como ejemplo de tales ideas erróneas. Los economistas que habían preparado el terreno de estos errores eran miembros de la Escuela Histórica Alemana, consejeros de Bismarck en los últimos decenios del siglo XIX.
La elección efectuada por Hayek de los economistas de la Escuela histórica alemana era significativa en varios niveles. Primero, la Escuela histórica alemana había sido, antes de la guerra, el principal rival de la Escuela austriaca de economía, a la que Hayek pertenecía.[12] Luego, aun cuando los economistas de la Escuela histórica alemana eran conservadores e imperialistas, animadores de un Reich alemán fuerte y opuestos a la socialdemocracia alemana, eran también los artífices de numerosas reformas sociales. Bismarck hizo suyas estas reformas, aunque al mismo tiempo reprimía a los socialistas; realmente, las reformas fueron pensadas, al menos en parte, para socavar la posición de los socialistas y reforzar así el Imperio. Hayek esperaba, probablemente, que sus lectores verían cierto paralelismo con su propio momento histórico. Sólo un mes antes, Adolf Hitler, que odiaba la democracia y estaba favoreciendo la reconstitución de otro Reich (el tercero), se había convertido en canciller de la República de Weimar. Pocos días después pudo convencer al presidente Hindenburg para que firmase un decreto con el fin de prohibir los mítines y las publicaciones que pudiesen poner en peligro la seguridad pública, una medida pensada sin más contra comunistas y socialistas. La mañana anterior al mensaje de Hayek el mundo supo que el edificio del Reichstag había sido incendiado y destruido; los nazis se dieron prisa en responsabilizar del acto a los comunistas y utilizaron esto para justificar ulteriores acciones represivas.Medio siglo antes, Bismarck había utilizado un atentado contra la vida del emperador para promulgar sus propias leyes antisocialistas.
Después de la conferencia de Hayek la situación de Alemania continuó deteriorándose. En marzo se produjeron detenciones masivas de comunistas y los dirigentes socialdemócratas fueron acosados. Se clausuraron los periódicos de la oposición y las garantías constitucionales fueron barridas, y se aprobó una «ley de habilitación» que dio a Hitler, prácticamente, poderes dictatoriales. El primero de abril se convocó un boicot en todo el país contra los judíos alemanes, y ese mismo mes se iniciaron las acciones contra los sindicatos. En mayo, los estudiantes universitarios de toda Alemania realizaron celebraciones de quema de libros, limpiando sus bibliotecas de volúmenes sospechosos. Uno de estos actos se representó en la Opernplatz de Berlín el 10 de mayo de 1933, y los cantos y discursos marciales fueron radiados a lo largo y ancho de toda Alemania. Fue una primavera terrible.
La crítica al socialismo formulada por Hayek en su conferencia no fue bien recibida. Más tarde recordaría que, tras la charla, «uno de los estudiantes más inteligentes tuvo la caradura de venir a verme sólo para decirme que, si bien hasta ahora los estudiantes me habían admirado, yo había destruido totalmente mi reputación al tomar en esta conferencia una postura claramente antisocialista».[13] Pero aún más intranquilizadora para Hayek fue la interpretación de los acontecimientos de Alemania que estaba surgiendo en el seno de la intelligentsia británica. Ciertos miembros prominentes de la clase industrial alemana habían apoyado inicialmente el ascenso de Hitler, y otros se habían mostrado de acuerdo con este hecho. Esto, junto con la evidente persecución de la izquierda por parte del partido nazi, llevó a muchos en Gran Bretaña a considerar el nazismo un movimiento de inspiración capitalista o, alternativamente (si se era marxista, y se pensaba que el capitalismo estaba destinado a derrumbarse), como un último intento de la burguesía por impedir el inexorable triunfo del socialismo. Como recordaba Hayek, su director en la LSE era uno de los que propagaban esta esta interpretación:
Ya en 1939 se daba en Inglaterra una situación muy especial: la gente creía en serio que el Nacional-Socialismo era una reacción capitalista contra el socialismo. Ahora quizás resulte difícil de creer, pero el exponente más destacado de esta mentalidad con quien me topé fue Lord Beveridge. Estaba plenamente convencido de que esos nacional-socialistas y capitalistas estaban reaccionando contra el socialismo. Así que le remití un informe sobre el asunto, que transformé en artículo de revista…[14]
En sus recuerdos, Hayek se equivocó de fecha: dada su referencia en este informe a la manifestación estudiantil de Berlín, y dado que lleva la fecha de «Primavera de 1933», probablemente lo escribió en mayo o comienzos de junio de ese mismo año. El informe, titulado «Nazi-Socialismo», se reproduce por primera vez en este volumen.[15] En él, Hayek refuta la opinión corriente afirmando que el Nacionalsocialismo era un «auténtico movimiento socialista».[16] En apoyo de esta interpretación constata su oposición al liberalismo, su política económica restrictiva, el origen socialista de algunos de sus líderes, y su antirracionalismo. El éxito de los nazis, afirmaba, no se debía al deseo reaccionario de una parte de los alemanes de volver al orden prebélico, sino que más bien representaba la culminación de las tendencias antiliberales que habían ido apareciendo desde los tiempos de Bismarck. Resumiendo, socialismo y nazismo surgen ambos a partir de una base antiliberal a la que habían contribuido los economistas de la Escuela histórica alemana. Hayek añadía la tremenda advertencia de que otros muchos países seguían, aunque a distancia, el mismo proceso de desarrollo. Finalmente,Hayek sostenía que «la lógica inherente del colectivismo hace imposible contenerlo en una esfera limitada», e insinuaba que la acción colectiva lleva necesariamente a la coerción, pero no llegó a desarrollar en detalle esta idea clave.[17]
Como observaba Hayek en sus recuerdos, acabó convirtiendo su informe de 1933 en un artículo de revista, que se publicó en abril de 1938 con el título «La libertad y el sistema económico». Al año siguiente, presentó una versión ampliada en forma de panfleto de política pública.[18] Si comparamos los dos artículos, podemos rastrear un conjunto de ideas que luego aparecerían en Camino de servidumbre. En la versión de 1938, aun cuando continuaba insistiendo en el nexo entre el fascismo y el socialismo,Hayek comenzó a ampliar lo que él consideraba el fallo fatal de la planificación socialista —es decir, que «presupone un acuerdo mucho más completo acerca de la importancia relativa de los diferentes fines del que actualmente existe, y en que, en consecuencia, para poder planificar, la autoridad planificadora debe imponer al pueblo ese detallado código de valores que falta».[19] Hayek continuaba con una exposición mucho más completa de por qué incluso la planificación democrática, aun cuando pudiera llevarse a cabo con éxito, acaba exigiendo que las autoridades utilicen una variedad de medios, desde la propaganda a la coerción, para realizar el plan.
A la versión de 1939 se le añadieron todavía más ideas. Hayek esbozaba una comparación entre la planificación central y la planificación de un sistema general de reglas que se produce bajo el liberalismo; constataba que el sistema de precios es un mecanismo para coordinar el conocimiento; y hacía varias observaciones relativas a la política económica bajo un régimen liberal.[20] Todas estas ideas serían incorporadas a Camino de servidumbre.
Por un lado,Hayek había desarrollado alguno de sus nuevos argumentos durante la batalla contra el socialismo a mediados del decenio. Por otro, algunos de los argumentos no eran realmente nuevos en absoluto. Otro debate sobre la posibilidad del socialismo se inicia inmediatamente después de la I Guerra mundial, y el mentor de Hayek, Ludwig von Mises, contribuyó a él con un argumento clave. Las primeras controversias habían aparecido sobre todo en publicaciones en lengua alemana. Cuando Hayek llegó a Inglaterra y halló argumentos similares a favor de la planificación propugnados por sus colegas académicos y por la prensa, decidió informarles sobre la discusión anterior. En 1935 coordinó el volumen que se publicó con el título Collectivist Economic Planning: Critical Studies on the Possibilities of Socialism.[21] El libro contenía traducciones de artículos de otros autores, entre ellos la pieza fundamental de von Mises «Economic Calculation in the Socialist Commonwealth», así como sendos ensayos del propio Hayek como Introducción y Conclusión del volumen.[22] En el primero, Hayek reseñaba los primeros debates continentales sobre el socialismo; en el segundo, titulado «The Present State of the Debate», identificaba y sistematizaba algunas propuestas más recientes, entre ellas la idea de reintroducir la competencia en un estado socialista, llamada «pseudo-competencia» por Hayek, lo que luego acabó llamándose «socialismo de mercado».[23] Esto provocó una respuesta desde el campo socialista, siendo la más importante la del economista polaco emigrado Oskar Lange, cuya defensa del socialismo de mercado en un artículo de revista fue publicado de nuevo en un libro, On the Economic Theory of Socialism.[24] Hayek respondería a su vez a Lange y a otro defensor del socialismo,H.D. Dickinson, en una reseña de libros, algunos años más tarde.[25]
Los tres ensayos de Hayek constituyen el documento escrito de sus primeros argumentos contra el socialismo. Pero la batalla continuaba también en las aulas (y, sin duda, también entre los profesores) de la LSE. A partir del curso de verano de 1933-34 (que iba de finales de abril a finales de junio) Hayek empezó dictando una clase titulada «Problems of Collectivist Economy». La respuesta de los socialista fue inmediata: al año siguiente los estudiantes podían matricularse en una clase titulada «Economic Planning in Theory and Practice», impartida primero por Hugh Dalton y en los últimos años por Evan Durban.[26] De acuerdo con el calendario de la LSE, durante el curso de verano de 1936-37 los estudiantes pudieron escuchar a Hayek desde las 17 a las 18 de la tarde y a Durbin desde las 18 a las 19 ¡cada jueves por la tarde! Pero esto resultó ser demasiado: al año siguiente las clases se impartieron a la misma hora, pero en días sucesivos, Durbin el miércoles y Hayek el jueves.
Así, pues, ya en vísperas de la II Guerra mundial Hayek había criticado, en libros, revistas, y en clase, las diversas propuestas socialistas propugnadas por sus colegas economistas. Camino de servidumbre es, en muchos aspectos, una continuación de estos trabajos, pero es importante reconocer que va también más allá de los debates académicos.A finales del decenio habrá otras muchas voces que reclamaban la transformación, a veces radical, de la sociedad. Unos pocos mantenía una visión corporativista de la sociedad que rozaba el fascismo; otros defendían una vía intermedia; y otros aún, eran abiertamente socialistas —pero en una cosa estaban todos de acuerdo, en que se hacía necesaria una planificación científica si Gran Bretaña quería sobrevivir.
Así, en su obra en dos volúmenes Soviet Communism:A New Civilization?, los socialistas fabianos Sydney y Beatrice Webb alababan el «culto a la ciencia » que habían descubierto en sus visitas a la Unión Soviética, y mantenían la esperanza de que la planificación científica masiva sería la medicina apropiada para ayudar a Gran Bretaña a recuperarse de la depresión.[27] El sociólogo Karl Mannheim, que abandonó Frankfurt en 1933 y finalmente obtuvo un puesto la LSE, advertía que sólo adoptando un sistema global de planificación económica Gran Bretaña podría evitar el destino fatal de la Europa central. Para Mannheim la planificación era algo inevitable; la única cuestión era si ésta debía ser totalitaria o democrática.A estos economistas se unirían otros intelectuales muy respetados por el público, desde científicos de la naturaleza a políticos.[28]
Si planificación era la palabra que estaba en boca de todos, muy pocos tenían claro lo que significaba exactamente. La situación la captó acertadamente el amigo y colega de Hayek en la LSE, Lionel Robbins, que en 1937 escribía:
La «planificación» es la gran panacea de nuestra época. Pero, por desgracia, su significado es muy ambiguo. En la opinión popular significa prácticamente toda política que se desea presentar como aceptable… Cuando el ciudadano medio, sea nazi o comunista o liberal, de la Summer School, se emociona ante la afirmación de que «lo que necesita el mundo es planificación», lo que siente realmente es que el mundo necesita lo que sea satisfactorio.[29]
Como sugiere el pasaje de Robbins, los planificadores deben buscarse a lo largo del espectro político. Determinar exactamente lo que implica la planificación en una sociedad compleja iba a ser otro de los temas importantes en el próximo trabajo de Hayek.
En resumen, hacia 1939 ya estaban presentes muchos de los elementos del libro de Hayek. Pero todavía no le había dado forma. Cuando aún no combatía la planificación socialista, Hayek había empleado gran parte del tiempo restante en los años 1930 para escribir y reescribir hasta el agotamiento un importante trabajo teórico sobre economía, publicado finalmente en 1941 con el título The Pure Theory of Capital.[30] Finalmente el proyecto estuvo a punto en agosto de 1939. En una carta a su viejo amigo de la universidad, Fritz Machlup, Hayek hablaba de un nuevo proyecto, que proporcionaría, a través del estudio de la relación entre el método científico y los problemas sociales, una investigación sistemática sobre la historia intelectual y revelaría los principios fundamentales del desarrollo social de los últimos cien años (desde Saint-Simon a Hitler).[31] Y esto se convertiría en el proyecto «Abuso de la razón», de Hayek, del que surgiría The Road to Serfdom.
La aportación de Hayek a la Guerra
El 1 de septiembre de 1939 los alemanes invadían Polonia, y dos días después el Reino Unido y Francia declaraban la guerra a Alemania. Pocos días después, Hayek envió una carta al director general del Ministerio de Información británico, ofreciendo sus servicios para ayudar en lo referente a la campaña de propaganda dirigida a los países de lengua alemana.Adjuntaba un informe con varias sugerencias sobre cómo proceder. Hayek propuso una campaña con una dimensión histórica, que demostraba que el principio de libertad que existía en el Reino Unido y Francia era el mismo que había sido enunciado por los grandes poetas y pensadores alemanes del pasado, pero mostrando que éstos habían sido eclipsados por «la visión distorsionada de la historia en la que habían crecido en los últimos sesenta años», es decir, desde los tiempos de Bismarck.[32] Los esfuerzos de Hayek no tuvieron mucho efecto; en una carta de un miembro del estado mayor, del 30 de diciembre, su oferta fue educada pero firmemente rechazada.
Una vez que la guerra hubo comenzado en serio el siguiente mes de mayo, la mayoría de sus colegas de la LSE fueron llamados a filas en varios departamentos gubernamentales. Aunque se había nacionalizado británico en 1938, a Hayek, al ser un emigrado, no se le ofreció ningún puesto, por lo que pasó la guerra dando sus clases y escribiendo. Hayek se sentía claramente frustrado por el hecho de que el gobierno británico no le hiciese un hueco, lamentándose, en una carta a Machlup, de que «estaba realmente molesto por el rechazo a utilizar una persona como yo en un trabajo útil…»[33] Sin embargo, por estas fechas, la historia intelectual de Hayek seguía por buen camino. En su carta a Machlup, Hayek proporcionaba un esquema del libro, observando que «la segunda parte sería, naturalmente, una elaboración del argumento central de mi panfleto sobre la Libertad y el Sistema Económico».[34] La primera parte del libro se llamaría «Hybris», la segunda «Némesis».
Durante el resto de 1940 Hayek trabajó en el proyecto Abuso de la Razón, completando cierto número de capítulos históricos y comenzando algunos otros sobre la metodología.[35] Sin embargo, hacia finales de año comenzó a transformar la última parte del libro en lo que sería Camino de servidumbre, libro que, inicialmente, Hayek consideró que se publicaría «como un volumen de Penguin al precio de seis peniques».[36] ¿Por qué Hayek decidió abandonar su amplio esfuerzo histórico —nunca llegó a completar el proyecto Abuso de la Razón— para centrarse en algo más breve, más popular, prácticamente un folleto «político»? Probablemente nunca sabremos la respuesta definitiva, pero hay varias razones plausibles a tener en cuenta. Si los Aliados perdían la guerra, el coste sería la propia civilización occidental en Europa.Pero a Hayek le preocupaba también lo que podría ocurrir si ganaban los Aliados.
La movilización en caso de guerra requiere una masiva reasignación de recursos desde la producción de bienes de consumo y capital del tiempo de paz a la producción de materiales bélicos. Se requisan las fábricas, su maquinaria se reconvierte para la producción bélica, y las decisiones sobre qué producir se toman de forma centralizada. Al producirse menos bienes de consumo, se perfila la perspectiva inflacionaria (que es particularmente temible en tiempos de guerra, pues daña a los deudores, justo cuando el gobierno trata de convencer a los ciudadanos de que se conviertan en deudores comprando bonos de guerra). Y para evitar la inflación se hace necesaria una ulterior intervención, y la respuesta política normal consiste en fijar los precios y establecer un sistema de racionamiento.Y, sobre todo, esto acaba con el sistema de precios libres para los bienes de consumo básicos. Dicho francamente, durante la guerra el sistema de mercado se abandona en mayor o menor medida, mientras que numerosos sectores económicos se colocan bajo el control centralizado. El temor de Hayek era que los socialistas quisiesen continuar con el control en tiempo de paz.
Había un precedente que justificaba semejante temor. Incluso antes de que comenzara la Primera Guerra mundial, el filósofo Otto Neurath se había referido a la doctrina de la «economía de guerra» en el seminario vienés de Eugen von Böhm-Bawerk, con la desaprobación de otro de los participantes en el seminario, Ludwig von Mises. Neurath afirmaba que la planificación central en tiempos de guerra ofrecía un ejemplo de cómo llevar una economía en tiempos de paz. Sus propuestas y las de otros autores respecto a la socialización de las economías posbélicas provocaron que Mises formulara su crítica inicial a la planificación socialista. Es interesante comprobar que Neurath estaba todavía en escena cuando Hayek escribía: cuando estallaron en serio las hostilidades, Neurath había huido a Holanda y pasaría la guerra en Oxford.[37]
Los británicos no eran socialistas como los continentales, pero aun así los signos de peligro ahí estaban. Evidentemente, el casi universal sentimiento de la intelligentsia en los años 1930 era que un sistema planificado representaba «la tercera vía» entre un capitalismo fracasado y los totalitarismos de izquierda y derecha, lo que era inquietante. No podían ignorarse los escritos de aquellos a quienes Hayek llamó «hombres (¡y mujeres!) de ciencia ». Véase este mensaje del semanario Nature, tomado de un editorial que tenía por título «Science and the National War Effort»:
La contribución de la ciencia al esfuerzo bélico debe ser importante, y en él le corresponde al Comité Científico Asesor una gran responsabilidad.Además, el trabajo no deberá cesar cuando termine la guerra. Ello no quiere decir que una organización que ha resultado satisfactoria bajo la presión de la guerra moderna deba servir igualmente en tiempos de paz; pero el principio de la preocupación de la ciencia por formular una política y ejercer por otros medios una influencia directa y suficiente en el desarrollo de la labor del gobierno es algo que no debemos dejar de tener en cuenta. La ciencia debe aprovechar la oportunidad de mostrar que puede dirigir al género humano hacia una mejor forma de sociedad.[38]
Los que leyeron la semana siguiente la revista Nature pudieron hallar sentimientos semejantes a los que reflejaba la reseña de un libro sobre marxismo de Barbara Wooton: «El planteamiento global de las cuestiones políticas y sociales sigue siendo precientífica. Mientras no renunciemos a la magia tribal a favor de la precisa e implacable posición típica de la ciencia, el problemático entorno social continuará haciendo inútil y peligrosa nuestra asombrosa conquista del entorno material.»[39] La opinión progresista estaba unida tras la idea de que la ciencia debía servir para reconstruir la sociedad según criterios más racionales.
Había asimismo fuerzas políticas más manifiestas con las que había que contar, fuerzas cuyas esperanzas en el mundo de posguerra se iban haciendo más claras a medida que el conflicto iba decantándose a favor de los aliados. A comienzos de 1942 el Partido Laborista publicó un panfleto, The Old World and the New Society, que exponía los principios para la reconstrucción después de la guerra. He aquí algunas de sus propuestas clave:
No debe haber vuelta atrás al mundo competitivo al margen de la planificación característico de los años de entreguerras, en los que unos pocos privilegiados vivían a expensas del bien común…
Una sociedad planificada deberá sustituir al antiguo sistema competitivo…
La base de nuestra democracia deberá ser la producción planificada para la comunidad…
Como prerrequisito necesario para la reorganización de la sociedad, deberán mantenerse los principales controles del tiempo de guerra sobre la industria y la agricultura para evitar la rebatiña por los beneficios económicos que siguieron a la última guerra.[40]
Tales ideas fueron incorporadas a una resolución propuesta por Harold Laski y presentada en la Conferencia del Partido el 26 de mayo de 1942. En su discurso en defensa de la resolución, Laski constataba que «la nacionalización del instrumento esencial de la producción antes de que termine la guerra, el mantenimiento del control sobre la producción y la distribución después de la guerra, tal es la punta de lanza de esta resolución.»[41]
Pero las aspiraciones son una cosa y los planes concretos para llevarlas a cabo son otra. Un primer paso hacia lo segundo lo dio el famoso Informe Beveridge.[42]
No carece de interés la historia de cómo el anterior director de Hayek en la LSE llegó a presidir el Comité Interdepartamental de Seguridad y Servicios Aliados. El comité se creó originariamente a comienzos de 1941 como respuesta a las quejas de los sindicatos respecto al desorden de los programas gubernamentales entonces existentes a la hora de proveer ayudas al desempleo, salarios a los enfermos, pensiones, y otros asuntos semejantes. El Tesoro, ocupado en financiar la guerra, no deseaba una revisión general, temiendo que esto llevase sólo a propuestas de ulteriores gastos. Y presionaron para que se nombrase un presidente «seguro», que realizara un trabajo de parcheo, y garantizara que el comité estuviese formado principalmente por funcionarios civiles igualmente seguros de nivel medio. Pero entonces intervino el ministro de Trabajo, Ernest Bevin, que se salió con la suya consiguiendo que Beveridge fuese nombrado presidente del comité, siendo su motivación, según se cuenta, el conseguir «¡sacar del ministerio al molesto Beveridge»![43]
Hacia diciembre de 1941, Beveridge había recibido sólo una de las 127 piezas de pruebas que su comité acabaría reuniendo, pero esto no le disuadió de hacer circular un artículo que contenía la mayor parte de los puntos principales que se deberían incluir en el informe final. Beveridge resultó estar muy poco seguro. Sus propuestas proporcionaron los fundamentos para el estado de bienestar británico, que incluía medidas sobre subsidios familiares, seguros sociales generales, sanidad para toda la población, y la obligación del gobierno de mantener el pleno empleo.
Si bien el Tesoro quedó horrorizado por el coste previsto del plan, a lo largo de 1942 Beveridge, a través de apariciones públicas, charlas radiofónicas, y cosas parecidas, se las arregló para ir filtrando a la prensa las líneas maestras del informe, obteniendo así un apoyo popular, minando la capacidad del gobierno para ignorarlo o desestimarlo. Tuvo éxito como empresario, cuando el documento gubernamental de 299 páginas se publicó por fin el 2 de diciembre de 1942: la cola para comprar el libro en la tienda gubernamental medía, al parecer, más de una milla.[44] Y acabó vendiendo medio millón de ejemplares, ejerciendo una gran influencia política, no sólo en Gran Bretaña, sino en todo el mundo. (En Estados Unidos, una edición «reproducida fotográficamente de la edición inglesa», para garantizar una publicación más rápida, se distribuyó en seguida y se vendieron cincuenta mil ejemplares.)[45]
El Informe Beveridge fue un éxito inmediato. La economía británica se había estancado en el periodo de entreguerras, y nadie quería volver a tal situación de carencia. Los sacrificios comunes que necesitó la guerra crearon el sentimiento de que todo debería ser repartido de forma más igualitaria en la reconstrucción posterior. Los cuidados médicos para todos fue en sí mismo un hecho durante los primeros años de la guerra, sin duda para aquellos que habían sido afectados por los bombardeos aéreos o cuyo trabajo se relacionaba con el esfuerzo bélico —y ¿qué trabajo no lo estaba, en un sentido o en otro?—. Así, pues, la guerra estaba transformando el clima, y la esperanza de Beveridge —y no estaba solo— era consolidar esta transformación en el futuro.[46] El primero de los «tres principios guía de las recomendaciones » con que empezaba su informe puso de relieve el nexo: «Ahora, cuando la guerra está suprimiendo los límites de todas las cosas, tenemos la oportunidad de utilizar la experiencia en un ámbito claro. Un momento revolucionario en la historia del mundo es un tiempo de revoluciones, no de poner parches.»[47]
Hayek había alcanzado la mayoría de edad en la Viena de entreguerras, por lo que debió experimentar sin duda una intensa e inquietante sensación de déja vu al leer estas palabras. En su libro trató de invertir las tendencias que eran evidentes por todas partes en Gran Bretaña. Pero criticar el aspecto económico de la planificación socialista no era suficiente. Necesitaba recordar a los británicos su herencia democrática liberal, para contrastarlo con las modalidades de organización social colectivistas o corporativistas autoritarias propugnadas por sus enemigos y, finalmente, dejar claro que (pese a la retórica de la «planificación para la libertad») la actual realización de una sociedad planificada centralmente sería contraria a la libertad.
En busca de un editor americano
En una carta fechada el 8 de agosto de 1942, Hayek pedía a Fritz Machlup, que a la sazón estaba en Washington en el Office of Alien Property Custodian, que le ayudase a encontrar un editor americano. Las cartas de Machlup a Hayek en los años de guerra pudieron ayudarle quizá a darse cuenta de que su mensaje era necesario como antídoto, en los Estados Unidos lo mismo que en Gran Bretaña: «Si usted habla aquí con gente mayor de 40 años —excepto Hansen— parecen sanos y relativamente conservadores. Es la generación crecida bajo Keynes y Hansen, que está ciega ante las implicaciones políticas de sus puntos de vista económicos.»[48] A finales del verano Hayek envió a Machlup un escrito a máquina con todo el material a excepción de los tres importantes capítulos finales, dos de los cuales, que trataban de las recomendaciones para el periodo posbélico, los enviaría a su amigo a lo largo del siguiente año.[49]
El primer intento de Machlup fue con la editorial Macmillan, que no aceptó el texto de Hayek.[50] Más tarde Machlup informó a Hayek de lo que decían en su carta: «Francamente, dudamos de que se vaya a vender, y yo, personalmente, no puedo sino pensar que el profesor Hayek está un poco fuera de la corriente del pensamiento actual, tanto aquí como en Inglaterra.»[51] El siguiente paso de Machlup fue, a petición de Hayek, enviar el (ahora ya completo) manuscrito a Walter Lippmann, que lo recomendaría a la editorial Little, Brown. Y así se hizo, pero ésta también lo rechazó, alegando que «la exposición era demasiado difícil para el lector normal».[52] Así que Machlup se dirigió a Henry Gideonse, que era presidente del Brooklyn College, pero que anteriormente había sido redactor de la serie de panfletos de política pública en los que había aparecido «La libertad y el sistema económico». Gideonse llevó el manuscrito, con su poderoso aval, a Ordway Tead, sección de economía de la casa Harper and Brothers.También esta iniciativa fracasó. En una frase que en cierto sentido ejemplifica su decisión, Tead explicaba por qué Harper no lo publicaría: «Pienso que el volumen es pesado, farragoso, y que puede decir lo que tiene que decir en la mitad de espacio.»[53]
Había pasado ya casi un año y la búsqueda de un editor americano por parte de Machlup no había dado resultado. Fue en este momento cuando Aaron Director vino al rescate.[54] Director trabajaba junto a Machlup en Washington, y había leído el manuscrito en el verano de 1943. En octubre, Director escribió a sus colegas los economistas de Chicago Frank Knight y Henry Simons para saber si la editorial de la Universidad de Chicago podía considerar la publicación. Aunque nunca recibió respuesta, parece ser que Knight recomendó que la editorial le echara un vistazo. A finales del mes siguiente Director envió las galeradas de la edición inglesa (que entre tanto habían llegado) a Chicago, pidiendo una decisión inmediata.[55]
La editorial accedió, y pidió a Knight que valorase el manuscrito. En su informe, de 10 de diciembre de 1943, el irascible profesor de Chicago hacía una recomendación decididamente tibia. Comenzaba el informe llamando al libro «una soberbia demostración del trabajo emprendido» y admitía que estaba de acuerdo con sus principales conclusiones. Pero a esto le seguía una discusión de dos páginas sobre los defectos del libro, llegando a la conclusión de que «en suma, el libro es un trabajo aceptable, pero de alcance limitado y algo parcial en el tratamiento. Dudo que pueda tener un mercado muy amplio en este país, o que pueda modificar las posturas de muchos lectores».[56]
El informe de Knight, claramente ambivalente, podía haber acabado en un rechazo del manuscrito por la editorial. Sin embargo, el editor en funciones, John T. McNeill, pensó que merecía una ulterior consideración. El 14 de diciembre pidió a otro economista de Chicago, Jacob Marschak, que le diese un segundo informe. Marschak, que era socialista, fue mucho más elogioso, y seis días más tarde escribió que «el libro de Hayek puede iniciar en este país un debate mucho más académico… Está escrito con la pasión y la ardiente claridad de un gran doctrinario… No podemos dejarlo a un lado.»[57] Basado en ambos informes, el comité de publicaciones de la editorial decidió publicar la edición americana. La carta de aceptación a Hayek tiene fecha del 28 de diciembre de 1943.
Todavía quedaban detalles que resolver, y Machlup actuó en nombre de Hayek respecto a la mayor parte de ellos, llegando incluso a aceptar ofertas de Chicago para Hayek a comienzos de enero —y esto era casi un mes después de que Hayek recibiese finalmente la noticia—.[58] Una decisión importante fue modificar completamente el manuscrito, pues en la edición inglesa Hayek se refería a Inglaterra como «este país».[59] La editorial sugirió otros dos cambios, pero ambos fueron rechazados. El primero consistía en cambiar el título y convertirlo en Socialism: The Road to Serfdom. Pero tanto Machlup como Hayek pensaron que el nuevo título propuesto era inapropiado, pues el socialismo era sólo una de las doctrinas que se criticaban en el libro. La planificación central podía ser adoptada por partidos situados a la derecha o a la izquierda; éste era el punto de vista de Hayek cuando dedicó el libro a los socialistas de todos los partidos. La otra propuesta era eliminar los aforismos con los que Hayek comenzaba todos los capítulos. Hayek rechazó esta última propuesta mediante un telegrama enviado a vuelta de correo en el que podía leerse: «No admito la omisión de las citas de Camino de servidumbre.»[60] Así, pues, se conservaron las citas, incluida una de David Hume en la página del título. Inexplicablemente, una cita que aparecía en la página del título en la edición británica desapareció del original en la americana, y en algunas de las reimpresiones posteriores la cita de Hume se trasladó de la página del título a la siguiente. En la presente edición, ambas citas se han colocado en su debido lugar de la página del título.[61]
Publicación: de un impacto menor a icono cultural
Camino de servidumbre se publicó en Inglaterra el 10 de marzo de 1944. La primera tirada fue de 2.000 ejemplares, y debido a la fuerte demanda (se agotó en un mes) se realizó inmediatamente una segunda tirada de 2.500 ejemplares, que se agotaron también rápidamente, pero no se haría nada hasta que se anunciase la nueva cuota de papel en julio. La escasez de papel dañaría la producción británica del libro durante la guerra y después.[62] El mes de julio vio asimismo la publicación de una edición australiana.[63]
La edición americana, con una tirada de 2.000 ejemplares, salió el 18 de septiembre de 1944, un lunes, pero los ejemplares de prepublicación ya habían sido enviados con anterioridad a los reseñadores. La laudatoria reseña en primera plana de Henry Hazlitt apareció el domingo siguiente, en la sección de libros del New York Times Book Review, y otra honraba las páginas del Herald Tribune. El 28 de septiembre se encargaron una segunda y una tercera tirada, llegando a un total de 17.000 ejemplares.[64] La editorial tenía en sus manos un éxito menor.
A finales de octubre llegó una carta a la editorial que ayudaría a que el asunto se convirtiese en un éxito mayor y en un icono cultural. Por recomendación de Henry Gideonse, la editorial había enviado un ejemplar del libro a Max Eastman, que era entonces redactor del Reader’s Digest. A Eastman le gustó tanto que pidió al propietario y redactor jefe, DeWitt Wallace, que le diera permiso para condensarlo.[65] Esta edición apareció en abril de 1945, y trajo consigo una oferta de reimpresiones, a través del Book-of-the-Month Club a cinco centavos el ejemplar. (También se podía hacer un pedido grande: si alguien quería 1.000 ejemplares, el coste sería de 18 dólares). El Reader’s Digest tenía en aquellos tiempos una circulación de unos 8.750.000 ejemplares, por lo que se imprimió y distribuyó una edición de un millón de ejemplares.[66] Hayek llegó a los Estados Unidos a comienzos de abril de 1945, para dar unas conferencias durante cinco semanas, con el fin de promocionar su libro.
Cruzó el Atlántico en barco, y mientras hacía la travesía apareció la edición del Reader’s Digest. Si bien la gira había sido concebida inicialmente como una serie de conferencias académicas ante varios departamentos universitarios de economía, para cuando llegó la gira había sido cedida a una organización profesional (la National Concerts and Artists Corporation) que había añadido cierto número de apariciones públicas. El primer acto, una conferencia patrocinada por el Town Hall Club de Nueva Cork, arrastró a un enorme gentío de más de 3.000 asistentes y se difundió por la radio. En un primer momento, Hayek se sintió agobiado por la idea de tener que hablar ante tan grandes y populares audiencias, pero, como luego comentó, fue calentándose ante la tarea.[67]
Pero está claro, asimismo (y bastante comprensiblemente, dada su personalidad) que Hayek se sentía un poco embarazado por tanta adulación, en especial por parte de aquellos que habían conocido las ideas del autor gracias a un resumen de 20 páginas (o, peor aún, de una edición cartoon aparecida en el número de febrero de 1945 de la revista Look).[68] Al parecer, se sentía especialmente preocupado por posibles interpretaciones erróneas.Así, en un diario de Chicago, bajo el titular «Friedrich Hayek comenta la finalidad para la que ha escrito este libro», declaraba: «en un primer momento yo estaba un poco confundido y algo alarmado cuando me encontré con que un libro escrito sin espíritu de partido y que no estaba pensado para apoyar ninguna filosofía popular, había sido bienvenido con tanto exclusivismo por parte de unos y con tanto fastidio por parte de otros.»[69] Hayek insistió repetidamente en sus charlas ante los grupos de empresarios en que no estaba contra la intervención gubernamental por sí misma: «Yo creo que lo que se necesita es un conjunto claro de principios que nos permita distinguir entre el legítimo ámbito de las actividades de los gobiernos y el ámbito de actividad gubernamental ilegítimo. Deberían abandonarse la discusión a favor o en contra de la actividad del gobierno como tal.»[70]
Hayek temía también que ciertas partes de su mensaje fuesen ignoradas. Por ejemplo, los empresarios a quienes les habría gustado «quitarse al gobierno de encima», les habría gustado al mismo tiempo pedir al gobierno que protegiese sus industrias de la competencia extranjera. Respondiendo a una pregunta sobre aranceles en un coloquio que siguió a su conferencia en Washington DC,Hayek afirmó rotundamente: «Si ustedes han comprendido algo de mi filosofía en general, deben saber que una cosa que pongo por encima de todas es el libre comercio en todo el mundo.» El individuo protagonista de la anécdota añadió que, «tras esto, la temperatura de la sala bajó por lo menos 10 grados».[71]
El viaje a Estados Unidos dio a Hayek sus «15 minutos de fama», pero fue importante también por otras razones de más peso. Durante el viaje se encontró con el señor Harold Luhnow, empresario de Kansas City, que estaba interesado en financiar un estudio sobre cómo impulsar un verdadero orden competitivo en los Estados Unidos. Tras posteriores negociaciones, se acordó que el estudio se llevaría a cabo en la Universidad de Chicago, y aunque nunca llegó a completarse, el proyecto permitió reunir en un único lugar a varios directores que acabarían fundando la «Chicago School of Economics» —Aaron Director, Milton Friedman y, más tarde, George Stigler—. Estos hombres asistirían, en 1947, a la primera reunión de la Mont Pèlerin Society, una sociedad internacional de intelectuales fundada por Hayek y cuyos fines eran «contribuir a la preservación y mejora de la sociedad libre».[72] Unos años más tarde el propio Hayek emigraría de Londres ala Universidad de Chicago, incorporándose al Committee on Social Thought y no al Departamento de Economía.[73]
Si Hayek quedó sorprendido por la entusiástica recepción del libro en ciertas partes, quedó sorprendido igualmente por cómo había sido atacado en otras.Hayek se esperaba críticas, naturalmente, y como académico las esperaba con ansia, pues ello significaría que la gente se comprometía con sus argumentos. [74] Sin duda recordaba la respuesta que había recibido de la socialista inglesa Barbara Wootton, cuyo «cortés y franco trabajo» mencionaba Hayek en su prólogo de 1956 de la edición americana en rústica.[75] Y así, con la excepción de algunos políticos del Partido Laborista, los opositores de Hayek en Gran Bretaña, por lo general, consideraron sus puntos de vista con seriedad, y le contestaron adecuadamente.[76]
La situación era diferente en Estados Unidos. Lo peor del lote, la escabrosa Road to Reaction de Herman Finer, elegida por Hayek para mencionarla en el prólogo de 1956. El malicioso mensaje del libro era evidente ya desde su primera frase: «Camino de servidumbre de Friedrich A. Hayek constituye la más siniestra ofensiva contra la democracia que surge en un país democrático en muchos decenios.»[77] Según Finer, el llamamiento de Hayek a favor del constitucionalismo y su defensa del imperio de la ley era indicativo de sus prejuicios antidemocráticos, siendo la «verdadera esencia» de los argumentos de Hayek «la idea de que la democracia es peligrosa y ha de ser limitada».[78] Hacia el final del libro (publicado, recordémoslo, en 1945) nos encontramos con que Finer constata «el total desprecio hitleriano por el hombre democrático tan perfectamente expresado por Hayek».[79] Otros sabios del día expresaron lindezas como estas: George Soule, por ejemplo, no dudó en calificarle de «predilecto de la Cámara de Comercio».[80] El diario de tendencia izquierdista PM lanzó una revelación escandalosa diciendo cómo los intereses empresariales promovían la «venta» del mensaje de Hayek. Las frases finales del autor captan bien la percepción popular de la recepción del libro en Estados Unidos: «El libro de Hayek —y el trato del Look y del Reader’s Digest— proporcionó a las grandes empresas la oportunidad de difundir desconfianza y temor respecto al New Deal. La Gran Empresa aprovechó la oportunidad.»[81]
Quizá reconociendo que nada vende mejor que la controversia, la editorial envió a Hayek una copia del libro de Finer cuando éste apareció en diciembre de 1945, y preguntaba si le gustaría añadir un nuevo capítulo al final en la siguiente edición de Camino de servidumbre, en el que replicaría a sus críticos. Hayek trabajó en este postscriptum saltuariamente durante unos cuantos años. Existe un esbozo parcialmente completo, fechado en 1948, en sus archivos, y algunos elementos de este texto acabaron siendo incorporados al prólogo de 1956.[82] Es notable, y característico, cómo en su respuesta Hayek mantuvo una ejemplar contención ante sus críticos, tratando de explicar las diferencias en la recepción que recibió en Inglaterra y en los Estados Unidos, e insistiendo de nuevo sobres las diferentes experiencias que los pueblos de ambos países habían tenido con respecto al socialismo.[83]
No es fácil imaginar que el libro de Hayek hubiese acabado siendo tan ampliamente conocido, y recordado, decenios después de su primera edición, si no hubiese sido por su publicación condensada en el Reader’s Digest. Esto hizo que el mensaje de Hayek llegara a muchas más personas, y, al menos en un caso, con efectos sorprendentes: Antony Fisher, fundador del Institute of Economic Affairs, y uno de los primeros impulsores, en la fundación, de otros muchos think tanks conservadores, se inspiró para librar la guerra de ideas una vez leído el texto condensado y haber hablado posteriormente con Hayek en el despacho de éste en la LSE, en el verano de 1945.[84] Pero el texto condensado convirtió también al libro en un símbolo tanto para sus admiradores como para sus críticos. El triste resultado es que, como dijo John Scoon, «la gente sigue todavía despachando apresuradamente la cuestión; ¡por qué no lo leen y ven lo que Hayek ha querido decir realmente!»[85] En el siguiente apartado repasamos brevemente y sistematizamos algunas de las críticas más conocidas. Veremos que algunas están menos justificadas que otras.
Algunas críticas importantes
Una de las primeras críticas se refería a la precisión histórica de sus afirmaciones. Un buen ejemplo es la objeción avanzada por Frank Knight, que en su informe insistió en que la historia alemana era mucho más complicada de lo que Hayek había descrito; que, por ejemplo, las políticas socialistas en vigor desde los tiempos de Bismarck contenían sólo un elemento para explicar la posterior trayectoria del país. Dudo de que Hayek rechazase esta opinión; si lo hubiese hecho, se habría encontrado sin duda en un terreno muy inestable. Con todo, si esta parte de su tesis parece exagerada, es justo recordar la estructura original del argumento de Hayek. Camino de servidumbre intentaba ser la sección final de un proyecto mucho más amplio, en el que Hayek trazaría el declinar gradual del liberalismo en cierto número de países. Los argumentos específicos de Hayek sobre Alemania adquieren mucho más sentido en el contexto de este proyecto más amplio. Su decisión de publicar como texto separado la conclusión de este trabajo es semejante a ofrecer un clímax cómico sin chiste.
Debemos recordar, asimismo, el tipo de argumentos que trataba de confrontar con su tesis. Como Hayek repetía con frecuencia, muchas personas inteligentes e informadas de hoy día se habían tragado la afirmación de que el nacional-socialismo iba a ser la siguiente fase lógica e histórica tras un capitalismo que se hundía. Su punto de vista, que hoy día la mayoría acepta como evidente, era que el fascismo y el comunismo representaban sistemas totalitarios que tienen mucho más en común de lo que puedan tener con los tipos de gobierno y sistemas económicos existentes bajo las democracias liberales de libre mercado. Los nazis demonizaban y perseguían a los comunistas, sin duda, pero no lo hacían porque ellos fuesen capitalistas. Lo que buscaba Hayek simplemente era establecer las verdaderas coincidencias.
Otra queja frecuente era que el libro de Hayek era largo en sus críticas, pero corto o vago en las alternativas que proponía.Tras diez años de depresión económica, muchos pensaban que el capitalismo finalmente había dado su último respiro y que algo nuevo debía sustituirlo. ¿Qué ofrecía Hayek? En The New Republic, Alvin Hansen escribía que Hayek distinguía en su libro entre «buena planificación» y «mala planificación», y le pidió a Hayek que informase a sus lectores, precisamente, de cómo iba a trazar la frontera entre ambas.[86] John Maynard Keynes leyó el libro mientras se dirigía a la conferencia de Bretton Woods, e hizo las delicias de Hayek cuando le escribió que se trataba de «un gran libro» y que «moral y filosóficamente estoy de acuerdo prácticamente con todo el texto; y no sólo de acuerdo, sino profundamente de acuerdo».[87] Y Keynes continuaba diciendo que, con todo, «Usted admite aquí y allá que se trata de una cuestión de saber dónde trazar la línea. Usted está de acuerdo en que la línea ha de trazarse en algún punto, y que el extremo lógico no es posible. Pero usted no nos indica de ningún modo dónde trazar la línea divisoria.»[88]
Sin duda, Hayek se tomó en serio tales críticas, pues en los años siguientes haría dos importantes contribuciones más a la filosofía política, que mejorarían y ampliarían los argumentos expuestos en Camino de servidumbre. En The Constitution of Liberty estableció los fundamentos filosóficos del constitucionalismo liberal, donde se define una esfera privada de actividad individual y al Estado se le otorga el monopolio de la coerción, y esto está limitado constitucionalmente por el imperio de la ley en el uso de los poderes coercitivos. En el último tercio del libro Hayek diseña formas específicas de política gubernamental que encajen con esta organización política.[89] En Law, Legislation, and Liberty, Hayek se lamentaba de que las democracias occidentales burlaban cada vez más el espíritu del constitucionalismo liberal aprobando leyes coercitivas, sobre todo bajo el disfraz de alcanzar la justicia social, pero, en realidad, sirviendo a bien organizadas coaliciones de intereses concretos. El libro incluía también una propuesta única para la reforma legislativa con el fin de restablecer el ideal del Estado democrático de una comunidad democrática liberal sometida a la constitución.[90]
La tercera queja es que el argumento de Hayek contra el socialismo en Camino de servidumbre no es convincente, pues al no dirigirse al «socialismo de mercado», debía ser considerado incompleto. Evan Durbin, antiguo compañero en la LSE, fue uno de los primeros en enunciar el argumento, objetando a Hayek en su reseña en el Economic Journal que hacía «sólo una referencia al trabajo de aquellos de nosotros que somos a la vez economistas en activo y socialistas, y ello en una nota a pie de página», olvidando por ello «todo escrito reciente sobre el asunto».[91] Según Durbin, el «socialismo democrático» no necesita abarcar todo «programa rígido de producción» sino sólo que «la responsabilidad final de tomar las decisiones económicas se ha transferido de la compañía privada o grupo de accionistas a los representantes de la comunidad…»[92] El «socialismo democrático» de Durbin era una variante del socialismo de mercado (a veces llamado por Hayek «socialismo competitivo») que Oskar Lange había articulado en On the Economic Theory of Socialism. Como se dijo antes,Hayek ya había criticado esta doctrina en una reseña del volumen de Lange publicado en 1940. Es a esta reseña a la que se refería Hayek en su larga nota sobre el socialismo de mercado en Camino de servidumbre.[93]
Socialismo de mercado puede sonar como una contradicción en los términos, pero es una postura que por lo general ha inspirado a los economistas que buscaban una «tercera vía». Los socialistas de mercado son críticos con el capitalismo, sin duda, pero aceptan como premisa inicial que los mercados perfectamente competitivos tienen ciertas características de eficiencia deseables. Pero lo más importante es que niegan que los mercados mundiales reales se parezcan a los descritos en una situación de competencia perfecta. Los días de la competencia atomizada desaparecieron cuando los carteles y monopolios comenzaron a surgir a finales del siglo XIX. El capitalismo contemporáneo, pues, carece de los aspectos benéficos de la competencia, pero conserva todos sus defectos. Una economía socialista de mercado planificada restauraría la verdadera competencia con todos sus beneficios, corrigiendo simultáneamente las miríadas de injusticias sociales asociadas al capitalismo sin trabas. En el proyecto específico de Lange para una sociedad socialista de mercado, hay mercados libres para bienes de consumo y mano de obra, pero (debido a la propiedad pública de los medios de producción) ningún mercado para los recursos productivos. Una Oficina de Planificación Central proporcionaría los precios, ajustándolos al alza o a la baja (utilizando el método de «prueba y error») dependiendo de los déficits o superávits conocidos.
El socialismo de mercado es atractivo porque parece combinar lo mejor de ambos sistemas rivales: la eficiencia de un sistema basado en el mercado y las políticas igualitarias destinadas a promover la justicia social, todo ello combinado con una estructura política democrática. En su reseña, Hayek planteó cierto número de cuestiones sobre los detalles del plan de Lange, que, en su mayor parte, sugerían que, aun cuando socialismo de mercado sonaba bien, no habría funcionado. Una de sus quejas principales era que Lange había olvidado decir cuántas veces se necesitaba ajustar los precios en el sistema que proponía. Este era un tema importante, pues aun con ajustes relativamente rápidos (algo que Hayek pensaba que sería difícil de sostener), Hayek mantenía que un amplio sistema de fijación de precios tendría que estar siempre poniéndose al día en relación con los ajustes que tendrían lugar en un sistema de mercado, con lo que serían menos eficaces. Al precisar estos extremos, escribía Hayek con toda razón que «es difícil suprimir la sospecha de que esta propuesta concreta haya nacido de una excesiva preocupación por problemas de la teoría pura del equilibrio estacionario».[94] El desarrollo posterior y mucho más completo de Hayek sobre cómo funciona el mercado para coordinar las actividades social y económica en un mundo en el que el saber está disperso —un mundo muy diferente del descrito por la teoría del equilibrio estacionario— se convertiría en una de sus contribuciones básicas a la economía.
Así, pues,Hayek ya había articulado un conjunto de argumentos contra el socialismo de mercado. ¿Por qué relegó este conjunto a una nota en Camino de servidumbre? Una de las claves la da una carta que Lange escribió a Hayek el 31 de julio de 1940, en la que contestaba a la reseña de Hayek y trataba de aclarar un malentendido:
Yo no propongo la fijación de precios por parte de una oficina planificadora central real, como solución práctica. En mi artículo utilicé esto sólo como instrumento metodológico para mostrar cómo el equilibrio de precios puede ser determinado por el procedimiento de la prueba y el error incluso en ausencia de un mercado en el sentido institucional de la palabra. En la práctica, recomendaría, naturalmente, la determinación de los precios a través de todo un proceso de mercado en cuanto fuese posible…[95]
A Hayek podría disculpársele si de esta carta hubiese inferido que Lange había aceptado básicamente sus críticas sobre la posibilidad práctica del socialismo de mercado. Pero, evidentemente, Durbin pensaba de modo diferente, y Hayek notaba que el socialismo de mercado era poco más que un ejercicio teórico interesante, el tipo de cosas con las que les gustaba jugar a los economistas en la pizarra, pero no algo que hubiese que tomar en serio como si fuese una propuesta práctica.
Pero de forma aún más pertinente, Hayek no escribió Camino de servidumbre pensando principalmente en economistas teóricos tales como Lange o Durbin. A diferencia de estos economistas, la mayoría de los defensores de la «planificación» incluso no habían pensado ni siquiera lo que significaba tener una sociedad planificada. Para ellos, la planificación por sí misma era, como había indicado Robbins, una panacea. Y fue este vago pero extendido sentimiento el que indujo a Hayek a escribir Camino de servidumbre como antídoto.Hayek trataba de mostrar a sus lectores que la planificación, el remedio favorito de todos los males del mundo, podía sonar bien en teoría, pero que no funcionaba en la práctica (o, al menos, no mientras las democracias occidentales no estuviesen preparadas para aceptar graves constricciones de la libertad personal del tipo que existía en los sistemas que ellas solían combatir.)
Esto explica, creo, por qué Hayek no se preocupó de elaborar un argumento contra el socialismo de mercado en este libro. Pensaba que el socialismo de mercado era tan sólo un sueño teórico, y que los detalles en la argumentación contra éste estaban fuera de lugar en un libro general. Sus lectores economistas, estimaba, sin duda estaban ya al cabo de la calle respecto a esos argumentos que había propuesto en 1940, argumentos que Hayek pensaba que habían tenido éxito. En caso de que no hubiese sido así, los recordaba en una nota.
Por todo ello, podemos comprender que Hayek se sintiese un poco disgustado por la insinuación de Durbin de que había dejado a un lado todo el trabajo reciente. Su irritación resulta evidente en una anotación inédita de su postscriptum de 1948.
El señor Durbin… lamenta especialmente que no le haya tomado más en serio y haya dedicado sólo una nota a los interesantes esquemas de un socialismo competitivo que se ha propugnado en los últimos años en cierto número de libros y artículos serios. Estoy dispuesto sin más a discutir sus méritos teóricos y de hecho así se hizo en un artículo de alguna longitud citado en la nota a la que acabamos de referirnos.Y me sentiría satisfecho si pudiese examinar tales planes ulteriormente apenas haya algún signo de que se están tomando en serio por parte de los partidos socialistas, y que ejercen algún tipo de influencia en la política. Pero todavía tengo que encontrar algún partido socialista que piense utilizar la competencia como método de organización de la actividad económica, y mientras esto sea así no veo que nadie, excepto el especialista, necesite preocuparse por las objeciones a tales ingeniosos proyectos. Pero quizás deba permitírseme añadir que tendría más confianza en la autenticidad del deseo de reconciliar libertad y socialismo por medio de un «socialismo competitivo» si uno de los principales propugnadores de tales proyectos, el profesor Oskar Lange, no hubiese preferido convertirse en el principal portavoz del punto de vista ruso en el consejo de las Naciones Unidas y si el señor Durbin no fuese ahora miembro de gobierno socialista británico que está haciendo la mayoría de las cosas que aparentemente desaprueba.[96]
Durbin moriría ahogado accidentalmente en 1948, lo que explica por qué este pasaje no se haya incluido nunca en el prólogo. Por desgracia, la adaptación de Lange a las realidades políticas de su Polonia natal no hicieron sino aumentar con el tiempo: continuó escribiendo a favor de Stalin y, al renunciar a sus opiniones anteriores sobre el socialismo de mercado, llegó incluso a prohibir una nueva publicación de sus textos en polaco.[97]
Aunque Lange y Durbin habían desaparecido, el sueño de un socialismo de mercado entre los economistas teóricos parecía no tener fin, y su más reciente revival se produjo tras el colapso del bloque soviético en el último decenio del siglo XX. Es fácil explicar su longevidad: para los que buscan una tercera vía, el socialismo de mercado es un sistema ideal. En discusiones más recientes la crítica original de Hayek se ha visto reforzada sustancialmente con argumentos adicionales, algunos provenientes de la economía de la información que identifican problemas estimulantes, y otros del análisis de las opciones públicas que identifican los obstáculos políticos que se le presentarían a un régimen semejante.[98] Pero quizá baste decir, como Hayek hizo en 1948, que mientras esté por llegar un ejemplo del mundo real de este «ingenioso proyecto», es mejor considerarlo una construcción interesante sólo para los especialistas, sin que tenga particular relevancia para el mundo en que vivimos realmente.
Una última crítica se ha denominado a veces la «inevitable tesis» o el argumento de la «resbaladiza sensiblería»: se dice que Hayek dijo que, una vez que una sociedad adopta una pequeña planificación, está condenada a terminar como estado totalitario. Uno de los defensores de esta acusación era Durban, según el cual Hayek creía que «todo lo que se aleja de la práctica de la libre empresa, toda esperanza de que la razón y la ciencia puedan aplicarse para dirigir la actividad económica, todo intento de planificación económica deberá llevarnos sin remedio a la servidumbre…»[99] Si la afirmación de Durbin sobre la tesis de la inevitabilidad parece inusualmente rígida, no era el único que pensaba que Hayek había dicho que toda expansión del estado sobre la economía conduciría necesariamente a un resultado totalitario. Aquellos que interpretaban así a Hayek recorrían el espectro ideológico desde Barbara Wootton a George Stigler.[100] Paul Samuelson expresó esta idea a través de un diagrama en su libro de texto sobre los principios de economía, colocando en un eje la libertad política y en el otro la libertad económica, con una tendencia a la baja de la curva (¡resbaladiza sensiblería, realmente!) de los niveles altos a los bajos de ambas líneas, que era lo que Hayek había supuestamente predicho: «que la modificación por el gobierno del laissez-faire conducía inevitablemente a la servidumbre política».[101]
Esta interpretación se produjo pese a las frecuentes protestas de Hayek afirmando lo contrario. A veces objetaba públicamente, como hizo en el prefacio de la edición de 1976: «Se ha afirmado con frecuencia que yo he defendido que todo movimiento en dirección al socialismo acabará conduciendo al totalitarismo.Aun cuando este peligro existe, no es esto lo que dice el libro.»[102] En privado sería a la vez más contundente y explícito, como puede verse en su carta a Paul Samuelson:
Temo que al echar un vistazo a la 11.ª edición de su Economics, creo haber descubierto la fuente de la falsa afirmación sobre mi libro Camino de servidumbre que encuentro constantemente, que me molesta mucho, y que sólo puedo considerar una maliciosa distorsión que ha tenido éxito en desacreditar mis argumentos… Usted afirma que yo sostengo que «todo paso que nos aleje del sistema de mercado y nos acerque a las reformas sociales del estado de bienestar es inevitablemente un viaje que no puede sino acabar en un estado totalitario» y que «la modificación por parte del gobierno del laissez-faire del mercado conduce inevitablemente a la servidumbre política»…
¿Cómo alguien que haya leído mi libro puede, de buena fe, decir esto cuando ya desde la primera edición dice textualmente…: «ni sostengo que este proceso sea inevitable. Si lo fuese, no habría ninguna razón para escribir esto? Puede prevenirse si la gente se da cuenta a tiempo de adónde pueden llevar sus esfuerzos…»[103]
Dada la generalidad de la interpretación de la «tesis inevitable» entre sus amigos y enemigos, lo mismo que la insistencia de Hayek en que no es esto lo que defendía, es importante tratar de explicarnos exactamente lo que dio lugar a la confusión.
La carta de Hayek a Samuelson nos permite tomar una vía de interpretación de la palabra «inevitabilidad». Ciertamente Hayek no formulaba la afirmación histórica de que, dejando a un lado los futuros pasos que se dieran en Gran Bretaña y en Estados Unidos, no había vuelta atrás respecto a que un futuro socialista que acabaría en el totalitarismo iba a llegar inevitablemente. Esta tesis de la inevitabilidad, después de todo, era lo que Hayek criticaba en su ensayo «Scientism and the Study of Society», cuando atacaba al historicismo, es decir, la creencia de que había leyes históricas cuyo conocimiento permitía predecir un futuro necesario.
Una forma más plausible de leer las palabras de Hayek es considerar que nos advierte que, a menos que cambiemos de rumbo, nos dirigimos directamente por el camino de la servidumbre. Esto era sin duda una parte del intento de Hayek de poner de manifiesto esta advertencia. Temía en particular que emprendiéramos ese camino sin darnos cuenta realmente de lo que implicaba, o, como afirmó en su discurso ante el Club Económico de Detroit, «el peligro es muy grande porque podemos elegir la vía equivocada, no deliberadamente ni por decisión común, sino porque parece que ya estamos en ella».[104] Como deja claro el título del capítulo cuarto, algunos de los oponentes de Hayek afirmaban que la planificación era «inevitable», que, a menos que aceptásemos la «planificación para la libertad», estábamos abocados al totalitarismo. Es posible que Hayek esperara conceder importancia a este argumento en su cabeza, para mostrar que, en vez de ser el único modo de contrarrestar el totalitarismo, la planificación, en sí misma, constituía un paso significativo por el camino hacia un estado totalitario.
Con todo, hay otra forma de leer a Hayek que consiste en pensar que nos ofrece un argumento lógico en vez de histórico. Hayek reconocía que los «liberal- socialistas» valoraban la libertad de opción y la satisfacción de las preferencias individuales. Lo que no aceptaba era que mantuviesen esos valores y que, a pesar de ello, llevasen adelante su proclamado programa de amplia planificación central. Como dijo sucintamente, «el socialismo puede llevarse a la práctica sólo con métodos que la mayoría de los socialistas desaprueba».[105] Y aunque tuviera que empezar como un experimento «liberal socialista» (en ninguno de los casos reales en todo el mundo ocurrió así, podríamos añadir), la planificación a gran escala requiere que las autoridades planificadoras tomen todas las decisiones de producción; para poder tomar cualquier decisión, necesitarían ejercer un control político cada vez más acentuado. Si se intenta crear una sociedad realmente planificada, no se puede separar el control de la economía del control político. Este era el argumento lógico de Hayek contra la planificación, que ya había articulado sucintamente en 1939 en «Freedom and the Economic System».
Al final, el acuerdo sobre la necesidad de la planificación, junto con la incapacidad de la asamblea democrática para hallar un acuerdo sobre un plan concreto, debe tender a fortalecer la demanda para que se le dé al gobierno, o a cualquier persona individual, el poder de actuar bajo su propia responsabilidad . Cada vez es más aceptada la creencia de que si se desea que las cosas se hagan, el director de los negocios responsable de ello debe quedar liberarlo de las trabas de los procedimientos democráticos…[106]
Ahora bien, es evidente que en los años que siguieron a su escrito, los países que más interesaban a Hayek (los países democráticos de la Europa occidental y los Estados Unidos), pese a la retórica de sus políticos izquierdistas, no optaron por algo semejante a una planificación central total o por una plena nacionalización de los medios de producción. Por ejemplo, aun cuando hubo un movimiento en este sentido en Gran Bretaña después de la guerra, que alcanzó su punto culminante a finales de los años 1940, incluso entonces sólo un 20 por ciento de la industria británica fue nacionalizada.
Quienes ven a Hayek haciendo predicciones sobre una tendencia inevitable, deberían considerar esta historia como un rechazo de esta afirmación. Quienes le ven como quien ofrece una advertencia deben agradecerle que les salvara del desastre. Sin embargo, si se considera la argumentación lógica de Hayek, la posterior historia de las democracias occidentales europeas no confirma realmente la tesis de Hayek. Sin duda, muchos de ellos desarrollaron básicamente estados de bienestar, y Hayek habló de los diversos peligros de éstos en sus escritos posteriores.Pero la existencia de tales estados,y al margen de los éxitos que alcanzaron o dejaron de alcanzar, no socava el argumento lógico de Hayek en Camino de servidumbre: un estado de bienestar no es socialismo.
La manera más adecuada de evaluar la tesis lógica de Hayek es preguntarnos cómo ciertos sistemas políticos existentes en el mundo real nacionalizaron totalmente sus medios de producción y salvaguardaron en alguna medida la eficacia económica y la libertad de elegir bienes y ocupación. Contémoslos y luego comparemos su número con los que nacionalizaron sus medios de producción y adoptaron una planificación y un control amplios, limitando con ello las libertades individuales. Si estamos de acuerdo en que esta es la verdadera prueba, entonces la postura de Hayek queda plenamente reivindicada: un socialismo pleno sólo puede llevarse a la práctica utilizando métodos que muchos socialistas desaprobarían.
La perenne importancia de Camino de servidumbre
Leer (o mejor, releer) Camino de servidumbre será una agradable experiencia para algunos, y a otros les provocará una apoplejía: continúa siendo un pararrayos, y también un test de Rorschach, que revela mucho sobre los compromisos anteriores del lector y asimismo sobre las ideas de Hayek. Para los lectores más jóvenes, el libro puede ser un poco misterioso, pues aunque posee elementos de un tratado general (más sobre ello luego), era también mucho más (como el propio autor admitió una vez) que «un panfleto ocasional ».[107] Los lectores actuales a quienes no resulta familiar la historia del Tercer Reich pueden vacilar ante nombres como los de Julius Streicher o Robert Ley. Y ¿quién se acuerda hoy del movimiento «Forward March» de Sir Richard Acland, o del Temporary National Economic Committee? Como coordinador, he tratado de incluir breves notas para situar en su contexto a estos individuos, grupos e ideas, con el fin de facilitar a los lectores de hoy la tarea de entrar en el mundo en que habitaba Hayek.
Al mismo tiempo, el libro está lleno de ideas atemporales. El objetivo inmediato de Hayek era persuadir a la audiencia británica de que su herencia de democracia liberal bajo el estado de derecho debería considerarse un tesoro nacional en vez de un objeto de desprecio, como un mapa de carreteras aún vigente para organizar la sociedad en vez de una molesta reliquia de tiempos pasados. Aunque mucho depende de cómo definimos nuestros propios términos, el suyo era un mensaje que invita a algo más que a un reexamen ocasional.
Otro tema, evidente quizá de manera más explícita en la introducción que en partes específicas del texto de Hayek, pero que, aun así, es en gran medida parte de su motivación subyacente para escribir el libro, es la advertencia del Autor referente a los peligros que los tiempos de guerra plantean a las sociedades civiles establecidas —pues es en estos tiempos cuando las libertades civiles, tan duramente ganadas, pueden perderse muy fácilmente. Y lo que es más inquietante, los políticos, instintivamente, reconocen el seductor poder de la guerra. Los tiempos de emergencia nacional permiten invocar una causa común y una meta común. La guerra autoriza a los dirigentes a pedir sacrificios. Presenta a un enemigo contra el cual todos los segmentos de la sociedad pueden unirse. Esto es verdad en caso de guerra real, pero debido a su capacidad para unificar a grupos diversos, los políticos astutos de todos los partidos estiman eficaz invocar metáforas bélicas en una multitud de contextos. La guerra contra las drogas, la guerra contra la pobreza, y la guerra contra el terror no son sino tres ejemplos de los últimos tiempos.[108] Lo que hace que estos ejemplos sean aún más preocupantes que la guerra real es que ninguno de ellos tiene un punto final; cada uno de ellos puede ser invocado para siempre.
El mensaje de Hayek indicaba que había que mostrarse precavidos ante tales invocaciones marciales. Su temor específico era que, en caso de que se tenga que combatir una guerra real, el poder y tamaño del Estado deban aumentar. No importa la retórica que empleen, los políticos y las burocracias que éstos presiden aman el poder, y el poder nunca se rinde fácilmente una vez que el peligro, si es que existía, ha pasado. Si bien la vigilancia eterna es un sabio consejo, sin duda «el tiempo de guerra» (o cuando los políticos tratan de convencernos de que estamos en tiempo de guerra) es cuando aquellos que valoran la defensa de la libertad individual han de estar más en guardia.[109]
Finalmente, lo que podemos encontrar en este libro, y en toda la obra de Hayek, es un reconocimiento claro del poder de las ideas. Tal vez sea John Maynard Keynes quien mejor haya expresado esta idea, en el capítulo final de The General Theory:
Las ideas de los economistas y de los filósofos políticos, tanto si tienen razón como si no la tienen, son más poderosas de lo que se cree comúnmente. Sin duda el mundo está gobernado por poco más que esto. Los hombres prácticos, que se creen estar completamente al margen de influencias intelectuales, suelen ser esclavos de algún economista difunto. La locura que destilan los maniáticos de la autoridad que creen oír voces en el aire proceden de algún mal escritor académico de años atrás. Estoy seguro de que el poder de los intereses creados se suele exagerar mucho, comparado con la fuerza que tiene la introducción gradual de las ideas.[110]
Hayek habría dado su asentimiento inmediato, añadiendo, quizá, que el pasaje de Keynes lleva consigo la implicación de que aquellos que no comprenden el origen de las ideas lo hacen a costa suya. Dados los muchos años de su vida, que empleó diligentemente en un duro trabajo, como perenne abogado de causas que la mayoría de sus contemporáneos consideraban perdidas, anacrónicas, o una vuelta a la reacción, quizá no haya una persona que represente mejor la noción del poder de las ideas en el siglo XX que F.A. Hayek.
Notas al pie de página
[1] Wendell Wilkie, One World (Nueva York: Simon and Schuster, 1943).
[2] En su «Nota sobre la historia de la edición», escrita con motivo del cincuenta aniversario de la publicación del libro, Milton Friedman constataba que hacia 1994 Chicago había vendido aproximadamente 250.000 ejemplares y que se han publicado casi veinte traducciones autorizadas. La cifra de 350.000 es una estimación proporcionada por la editorial en 2005. La introducción y la nota de Friedman puede leerse en el Apéndice.
[3] Carta de Isaiah Berlin a Elizabeth Morrow, 4 de abril de 1945, reimpresa en Isaiah Berlin: Letters, 1928-46, ed. Henry Hardy (Cambridge: Cambridge University Press, 2004), p 540.
[4] Carta de Gardiner Means a William Benton, 28 de diciembre de 1944, en la recopilación de la University of Chicago Press, caja 230, carpeta 2, Biblioteca de la Universidad de Chicago, Chicago, Illinois.
[5] Carta de Rudolf Carnap a Karl Popper, 9 de febrero de 1946, citada en Mark Notturno, «Popper’s Critique of Scientific Socialism, or Carnap and His Co-Workers», Philosophy of the Social Sciences, vol. 29, marzo de 1999, p. 41. Este comentario sugiere que Carnap tuvo que haber leído la reseña de A.R. Sweezy del 5 de noviembre de 1944, publicada en PM, una publicación izquierdista, en la que el libro de Hayek fue calificado de «libro de texto para reaccionarios».
[6] Los lectores de su prefacio a la edición de 1976, incluida en este volumen, podrán ver que Hayek modificó algunos de estos puntos de vista en sus últimos años.
[7] Esta última tarea, evidentemente, es necesaria siempre para adecuarse a un tiempo y un lugar específicos, y cada generación de lectores extrae de él lecciones diferentes. Como tal, quiero alertar, simplemente, al lector sobre el hecho de que esta introducción ha sido escrita por un historiador americano del pensamiento económico, y cuya última modificación se efectuó a finales de 2005.
[8] F.A. Hayek, Prices and Production (Londres: Routledge & Sons), 1931 [trad. esp.: Precios y producción, Ediciones Aosta/Unión Editorial, 1996]. Está prevista una edición de Collected Works.
[9] Sraffa no era inglés, sino italiano de Turín, y parece que nunca dejó de serlo (N. d. T.).
[10] John Maynard Keynes, A Treatise on Money, 2 vols. [1930], reimpresión como volúmenes 5 y 6 (1971) de The Collected Writings of John Maynard Keynes, Austin Robinson y Donald Moggridge (eds., 30 vols. (Londes: Macmillan [para la Royal Economic Society], 1971-89). La polémica de Hayek con Keynes y Sraffa, incluida la correspondencia, han sido reproducidos en Contra Keynes y Cambridge: Essays, Correspondence, Bruce Caldwell (ed.), vol. 9 (1995) de The Collected Works of F.A. Hayek (Chicago: University of Chicago Press, y Londres: Routledge) [ed. esp.: Contra Keynes y Cambridge. Volumen IX de Obras Completas de F.A. Hayek, Unión Editorial, 1996].
[11] F.A. Hayek, «The Trend of Economic Thinking», Economica, vol. 13, mayo de 1933, pp. 121- 37; reimpreso como capítulo 1 de The Trend of Economic Thinking: Essays on Political Economists and Economic History,W.W. Bartley III y Stephen Kresge (eds.), vol. 3 (1991) de The Collected Works of F.A. Hayek, pp. 17-34 [ed. esp.: La tendencia del pensamiento económico, vol. III de Obras Completas de F.A. Hayek, Unión Editorial, 1991].
[12] Para más información sobre la historia de ambas escuelas, véase Bruce Caldwell, Hayek’s Challenge: An Intellectual Biography of F.A. Hayek (Chicaho: Chicago University Press, 2004), capítulos 1-4.
[13] Este recuerdo está tomado de de una ficha que se hallaba entre cierto número de éstas que Hayek escribió para proporcionar información a Bill Bartley, que iba a ser el biógrafo de Hayek. (Bartley murió en 1990, cuando todavía no había avanzado mucho en la biografía.) Las transcripciones de las fichas están incluidas en un documento inédito que Bartley, en broma, tituló «Hayek Biography. “Inductive basis”». Bartley fue un filósofo educado en la tradición popperiana, y la «base inductiva» es un término de esa tradición para el conjunto de hechos para probar las teorías. La cita puede encontrarse en la p. 78.
[14] F.A. Hayek, Hayek on Hayek: An Autobiographical Dialogue, Stephen Kresge y Leif Wenar (eds.) (Chicago: Chicago University Press, y Londres: Routledge, 1994) p. 102 [trad. esp.:Hayek sobre Hayek. Un diálogo autobiográfico, en el vol. I de Obras Completas de F.A. Hayek, Unión Editorial, 1997, pp. 99-100].
[15] El informe original puede hallarse en los Friedrich A. von Hayek Papers, caja 105, carpeta 10, Hoover Institution Archives, Stanford, California.
Nota historiográfica: no hay nada en el manuscrito del «Nazi-Socialism» que indique que haya sido escrito para Beveridge. Y realmente, aunque yo sabía desde hacía mucho tiempo de la existencia del manuscrito en los archivos de Hayek, pienso que no es el informe de Beveridge, pues lleva la fecha de 1933, y, como se ha dicho, Hayek parecía implicar que se lo había dado a Beveridge en los últimos años 1930. Sin embargo, en el verano de 2004 Susan Howson me mostró una copia idéntica del informe (pero con un nuevo título y sin fecha) que había hallado entre los papeles de Beveridge. En esto se basa la afirmación de que era realmente el informe de Beveridge.
Como tal, la fecha de 1939 que Hayek menciona en sus recuerdos parece ser simplemente un error. Los dos artículos que surgieron del informe fueron se publicaron en 1938 y 1939, por lo que el informe debe haber sido escrito antes de 1938. Además, Beveridge dejó la LSE para ir a Oxford en 1937, por lo que presumiblemente la fecha sería incluso anterior. Mi mejor hipótesis es que Hayek, en sus recuerdos, simplemente, confundió la fecha de publicación de 1939 con la fecha del informe. Agradezco a un lector anónimo de la Chicago University Press cuyo cuidadoso examen de la prueba me ayudó a llegar a esta conclusión.
[16] F.A. Hayek, «Nazi-Socialism», apéndice.
[17] Ibid.
[18] Las dos versiones de 1938 y 1939 de «Freedom and the Economic System» fueron publicadas de nuevo y aparecen como los capítulo 8 y 9 de F.A.Hayek, Socialism and War: Essays, Documents and Reviews, de Bruce Caldwell (ed.), vol. 10 (1997) de The Collected Works of F.A. Hayek, pp. 181- 88, 189-211 respectivamente [trad. esp.: «La libertad y el sistema económico», capítulos VIII y IX de Socialismo y guerra, vol. X de Obras Completas de F.A. Hayek, Unión Editorial, 1999].
[19] F.A. Hayek, «Freedom and the Economic System» [1938], op. cit., p. 182 [pp. 218-19 de la versión española].
[20] Ibid., pp. 193-209 [219-25].
[21] F.A.Hayek (ed.), Collectivist Economic Planning: Critical Studies on the Possibilities of Socialism (Londres: Routledge & Sons, 1935; reimpr.: Clifton, N.J: Kelley, 1975).
[22] Ludwig von Mises, «Economic Calculation in the Socialist Commonwealth», trad. Por S.Adler, en F.A. Hayek (ed.), Collectivist Economiic Planning, op. cit., pp. 87-130.
[23] F.A. Hayek, «The Present State of the Debate», en Collectivist Economic Planning, op. cit., pp. 210-43. El ensayo introductorio de Hayek, titulado «The Nature and History of the Problem» y sus ensayos conclusivos se han reimpreso como capítulos 1 y 2 de F.A. Hayek, Socialism and War, op. cit., pp. 53-79, 89-116, respectivamente [trad. esp.: Socialismo y guerra, vol. X de Obras Completas de F.A. Hayek, cit., capítulos I y II). Para más datos sobre el debate, véase la introducción del coordinador a este volumen.
[24] Oskar Lange, «On the Economic Theory of Socialism», en On the Economic Theory of Socialism, Benjamin E. Lippincott (ed.) (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1938; reimpresión: Nueva York: McGraw Hill, 1956), pp. 57-143.
[25] F.A. Hayek, «Socialist Calculation: The Competitive “Solution”» [1940], reimpreso como capítulo 3 de F.A. Hayek, Socialism and War, op. cit., pp. 117-40 [trad. esp.: Socialismo y guerra, vol. X de Obras Completas de F.A. Hayek, cit., capítulo III].
[26] Tanto Dalton como Durbin colaboraron en varios puntos como miembros laboristas del parlamento, y Dalton ocupó el puesto de Chancellor of the Exchequer de 1945 a 1947.Volveremos a encontrarlos más adelante en esta introducción.
[27] Sydney y Beatrice Webb, Soviet Communism:A New Civilization?, 2 vols. (Londres:Longmans, Green, 1935).
[28] Véase, por ejemplo, Sir Daniel Hall y otros, The Frustration of Science (Londres: Allen and Unwin, 1935; reimpres.: Nueva York: Arno Press, 1975); Findlay MacKenzie (ed), Planned Society: Yesterday, Today, Tomorrow. A Symposium by Thirty-Five Economists, Sociologists and Statesmen (Nueva York: Prentice Hall, 1937); y Harold Macmillan, The Middle Way: A Study of the Problem of Economic and Social Progress in a Free and Democratic Society (Londres: Macmillan, 1938). El clima de opinión en el seno de la intelligentsia británica en los años de entreguerras se reseña en Bruce Caldwell, Hayek’s Challenge, op. cit., pp. 232-37.
[29] Lionel Robbins, Economic Planning and Economic Order (Londres: Macmillan, 1937), p. 3.
[30] Para ampliar este punto véase la introducción del coordinador del libro de F.A. Hayek, The Pure Theory of Capital, edic. de Lawrence A.White, vol. 12 (de próxima publicación) de The Collected Works of F.A. Hayek, cit.
[31] Carta de F.A. Hayek a Fritz Machlup, 27 de agosto de 1939, Fritz Machlup Papers, caja 43, carpeta 15, Hoover Institution Archives. Machlup (1902-83) era compañero de clase de Hayek en la Universidad de Viena; llegó a los Estados Unidos con una beca Rockefeller en 1933. A medida que la situación en Europa iba deteriorándose Machlup, que era judío, decidió quedarse en Estados Unidos, ocupando un puesto en 1935 en la Universidad de Buffalo, Nueva York. Cuando los Estados Unidos entraron en guerra, se trasladó a a Washington para trabajar en la Oficina de Custodia de la Propiedad Extranjera. Hayek y Machlup se cartearon con frecuencia, lo que nos permite seguir muy de cerca las actividades de Hayek durante los años de la guerra. Veremos que Machlup desempeñó también un papel importante en la búsqueda de un editor estadounidense para Hayek.
[32] F.A. Hayek, «Some Notes on Propaganda in Germany», p. 2. El informe, que tiene nueve páginas y que lleva la anotación «2.ª versión, 12/9/39», puede encontrarse en los Hayek Papers, caja 61, carpeta 4, Hoover Institution Archives. La caja 61, carpeta 5 contiene la carta de Hayek al director general, fechada el 9 de septiembre de 1939, lo mismo que la carta al comandante Anthony Gishford del 30 de diciembre.
[33] Carta de F.A. Hayek a Fritz Machlup, 21 de junio de 1940, Machlup Papers, caja 43, carpeta 15, Hoover Institution Archives.
[34] Ibid.
[35] Éstos se publicarían separadamente, como «The Counter-Revolution of Science», Economica, N.S., vol. 8, febrero de 1941, pp. 9-36;mayo de 1941, pp. 119-150; agosto 1941, pp. 281-320; y «Scientism and the Study of Society», Economica, N.S., vol. 9, agosto de 1942, pp. 267-91; vol. 10, febrero de 1943, pp. 34-63; vol. 11, febrero de 1944, pp. 27-39.Versiones revisadas de estos ensayos pueden hallarse en F.A. Hayek, The Counter-Revolution of Science (Glencoe, Ill.: The Free Press, 1952; reimpr. Liberty Press, Indianapolis, In. 1979) [trad. esp. de Jesús Gómez Ruiz:: La contrarrevolución de la ciencia. Estudios sobre el abuso de la razón, Unión Editorial, 2003].
[36] Carta de F.A. Hayek a Fritz Machlup, 2 de enero de 1941, Machlup Papers, caja 43, carpeta 15, Hoover Institution Archives.
[37] Para más información sobre Neurath, véase la introducción del autor a F.A.Hayek, Socialism and War, op. cit. Se produjo una breve pero apasionante correspondencia entre Hayek y Neurath a finales de la Segunda Guerra mundial. Neurath la inició cuando envió a Hayek una reseña de The Road to Serfdom, y en una carta posterior le invitaba a un debate. Hayek se deshizo de él, alegando que estaba muy ocupado en un nuevo proyecto, lo que se convertiría más tarde en The Sensory Order: An Inquiry into the Foundation of Theoretical Psychology (Chicago: University of Chicago Press, 1952) [trad. es.: El orden sensorial. Los fundamentos de la psicología teórica, Unión Editorial, 2004]. El debate no se produjo nunca, pues Neurath murió en diciembre de 1945. La correspondencia se halla en los Hayek papers, caja 40, carpeta 7, Hoover Institution Archives.
[38] Editorial, «Science and the National War Effort», Nature, vol. 146, 12 de octubre de 1940, p. 470.
[39] Barbara Wootton, «Book Review: Marxism:A Post-Mortem», Nature, vol. 146, 19 de octubre de 1940, p. 508.
[40] Comité Ejecutivo Nacional del Partido Laborista, The Old World and the New Society: A report on the Problems of War and Peace Reconstruction (Londres: Transport House, s.f.), pp. 3-4. El panfleto fue publicado por el Comité «para ser considerado por las distintas organizaciones afiliadas con anterioridad a las discusiones de una serie de conferencias regionales por todo el país, y en la conferencia anual del partido, que se celebraría en Londres en Whitsuntide (25-28 de mayo de 1942)».
[41] Profesor H.J. Laski, «A Planned Economic Democracy», The Labour Party Report of the 41st Annual Conference (Londres: Transport House, Londres 1942), p. 111.
[42] Aunque, como destaca el biógrafo de William Beveridge, «ya en junio de 1941… había una amplia opinión reformista interesada en —con puntos de vista consolidados al respecto— el conjunto de problemas que Beveridge y su comité iban a examinar detalladamente en los siguientes dieciocho meses».Véase Jose Harris, William Beveridge:A Biography, edición revisada en rústica (Oxford: Clarendon Press, 1997), pp. 367-368.
[43] Brian Abel-Smith, «The Beveridge Report: Its Origins and Outcomes», en Beveridge and Social Security: An International Perspective, John Hill, John Ditch, y Howard Glennerster eds.), (Oxford: Clarendon Press, 1992), p. 14.
[44] Janet Beveridge, Beveridge and His Plan (Londres: Hodder and Stoughton, 1954), p. 114. Quizá fuera la esposa de Beveridge la que informó sobre la longitud de la cola, o tal vez contaba una anécdota que había recibido de segunda mano.
[45] Brian Abel-Smith, «The Beveridge Report», op. cit., p. 18.
[46] Según el biógrafo de Beveridge, «el plan de la Seguridad Social formaba una mera punta de iceberg —y según Beveridge la punta menos importante— del mucho más ambicioso y trascendental programa de reconstrucción social que tenía en mente en esos tiempos… [que] comprendía objetivos tales como la nacionalización de la tierra y de la vivienda, la legislación sobre el salario mínimo nacional, la propiedad pública hasta el 75 por ciento de la producción industrial, la participación de empresas públicas para dirigir las inversiones públicas y privadas, y un control permanente del estado en la planificación de los ingresos, precios, y mano de obra». Véase Jose Harris, «Beveridge’s Social and Political Thought», en Beveridge and Social Security, op. cit., p. 29. Los cambios introducidos por el gobierno laborista de posguerra serían mucho menos dramáticos de lo que Beveridge, en privado, esperaba, y los niveles de asistencia, una vez cumplidos, eran menores de lo que se indicaba en su informe. Con todo, se estableció el estado de bienestar, y con él la presunción de que el estado sería responsable y capaz de mantener el «pleno empleo».
[47] SirWilliam Beveridge, Social Insurance and the Allied Services (Nueva York: Macmillan, 1942), p. 6.
[48] Carta de Fritz Machlup a F.A. Hayek, 23 de octubre de 1942, Hayek Papers, caja 36, carpeta 17, Hoover Institution Archives, cuyos derechos pertenecen a la Universidad de Stanford.
[49] En una carta fechada el 13 de junio de 1943, Hayek informaba de que había enviado a Machlup copias de los capítulos 13 y 14 «hace unos dos meses» y le enviaba ahora el capítulo final (capítulo 15), así como un nuevo prefacio y un índice. Machlup confirmó la recepción en su carta del 9 de agosto de 1943. Ambas cartas se hallan en los Machlup Papers, caja 42, carpeta 15, Hoover Institution Archives. Quizá debamos constatar que son dieciséis, y no quince, capítulos en la versión final publicada, pero el último capítulo es sólo una conclusión de dos páginas que se añadió más tarde.
[50] Machlup era consejero editorial de la casa editora académica Blakiston Company, y le dijeron que les agradaría publicar el libro cuando Hayek quisiese, pero al carecer de un departamento comercial, no podrían comercializar el libro de ninguna manera. Por lo que Machlup decidió intentar que se interesasen por el libro en otros lugares. 50. Carta de Fritz Machlup a F.A. Hayek, 21
[51] Carta de Fritz Machlup a F.A. Hayek, 21 de enero de 1943, Machlup Papers, caja 43, carpeta 15, Hoover Institution Archives, derechos de la Universidad de Stanford. Es difícil resistirse a añadir la frase con la que el correspondiente de Machlup, el señor Putnam, acabó su párrafo: «Sin embargo, si el libro lo publica algún otro y se convierte en un best-seller en el campo de la no ficción, lo apuntaremos a uno de esos errores de juicio que todos hacemos.» Desde luego.
[52] Carta de Fritz Machlup a Harry Gideonse, 9 de septiembre de 1943, Machlup Papers, caja 43, carpeta 15, Hoover Institution Archives, derechos de la Universidad de Stanford.
[53] Carta de Ordway Tead a Fritz Machlup, 25 de septiembre de 1943, Machlup Papers, caja 43, carpeta 15, Hoover Institution Archives. Tead añadía que «Asimismo, se sitúa de plano en la línea negativa como para dejar al lector que carece de claves sin saber qué dirección tomar en su pensamiento o política», queja de la que otros se harían eco.
[54] 53. Aaron Director (1901-2004) escribió su tesis en economía en Chicago,y enseñó allí brevemente antes de abandonar la enseñanza por un trabajo en el Departamento del Tesoro en 1933. Pasó también algún tiempo en los años 1930 en la LSE, donde conoció a Hayek. En 1946 Director pasó a la facultad de la Law School, en Chicago, y colaboró en la fundación del movimiento ley y economía durante su estancia allí. Su hermana Rose se casó con Milton Friedman.
[55] Como el director de la editorial le contaba en una carta del 2 de mayo de 1945 a Hartley Grattan, «La idea de la editorial de publicar el libro en este país fue sugerida por un miembro del Departamento de Economía de la Universidad,que había conocido anteriormente a Hayek y sus trabajos; casi al mismo tiempo, otro amigo del autor, tiempo atrás en la Universidad pero en ese momento en Washington, en el gobierno, nos sugirió el libro y nos mandó las pruebas.» La carta de Scoon se halla en la Biblioteca de la Universidad de Chicago. Scoon y el director de la editorial, Joseph Brandt, se incorporaron a la editorial en enero de 1944, por lo que la versión de Scoon del proceso por el que el libro llegó a Chicago es indirecta. De todos modos, su carta está llena de información interesante (Milton Friedman utilizó incluso partes del libro en su «Note on Publishing History»), que se publica por primera vez en el Apéndice a este volumen.
[56] Frank Knight, informe de lectura, 10 de diciembre de 1943, colección de la University of Chicago Press, caja 230, carpeta 1, Biblioteca de la Universidad de Chicago. El informe se publica por primera vez en el Apéndice.
[57] Jacob Marschak, informe, 29 de diciembre de 1943, colección de la University of Chicago Press, caja 230, carpeta 1, Biblioteca de la Universidad de Chicago. El informe se publica por primera vez en el Apéndice.
[58] Véase carta de Hayek a Machlup, 2 de febrero de 1944, Machlup Papers, caja 43, carpeta 15, Hoover Institution Archives.
[59] Como se dijo en el prefacio editorial, el texto de la edición americana sirve de base a la presente edición.
[60] En una carta fechada el 26 de junio de 1944, Hayek explicaba al editor Scoon por qué las citas eran importantes: «El tono general de un capítulo queda determinado a veces por el hecho de que la idea principal se resume en la cita del encabezamiento, y yo, a veces, omito deliberadamente una conclusión general porque ya se expresa en la cita. Consideraré una gran calamidad para el libro si se acaba omitiéndolas realmente…» La carta se encuentra en la colección de la University of Chicago Press, caja 230, carpeta 1, Biblioteca de la Universidad de Chicago.
[61] Una anécdota editorial: el libro está lleno de citas de otros, y, por desgracia,Hayek solía equivocarse al incluir las citas, incluso las del comienzo de los capítulos. En una carta fechada el 26 de febrero de 1944, Hayek pidió a Machlup que le corrigiese una de sus citas, la famosa frase de Acton, «El poder tiende a corromperse, y el poder absoluto tiende a corromperse absolutamente.» Por desgracia, incluso en la corrección Hayek se equivoca, diciendo a Machlup que debería leer ¡«El poder tiende a corromper, y el poder absoluto tiende a corromper absolutamente»! Machlup pasó por alto la «corrección», como era de esperar, pero sin duda la cita real era lo suficientemente conocida como para que el corrector de manuscritos de la editorial de Chicago viese el error, pues el libro apareció con la frase correcta. La carta se encuentra en los Machlup Papers, caja 43, carpeta 15, Hoover Institution Archives.
[62] Como Jeremy Shearmur, «Hayek, The Road to Serfdom, and the British Conservative Party», Journal of the History of Economic Thought, próxima aparición, informa, una edición británica abreviada la publicó Routledge utilizando papel que había sido transferido de la asignación proporcionada al Partido Conservador británico. La reducción del libro fue llevada a cabo por un miembro conservador del Parlamento, el comandante Archibald James, y en vez de las citas de Hume y de Tocqueville de la página del título, la versión abreviada llevaba una cita de ¡Winston Churchill, jefe del Partido Conservador!
[63] F.A. Hayek, The Road to Serfdom (Dymock’s Book Arcade, Sydney 1944).
[64] Para más detalles sobre los primeros momentos de la historia de su publicación en Estados Unidos, véase la carta de John Scoon del 2 de mayo de 1945 a C. Hartley Grattan, que se reproduce en el Apéndice.
[65] Hayek mencionó a Eastman, que había simpatizado inicialmente con la Revolución rusa, pero que posteriormente se había retractado, en el capítulo 2. Véase el prólogo de la edición en rústica americana de 1956, en este volumen, p. 68.
[66] El Reader’s Digest proporcionó cifras de circulación de 1945. Croswell Bowen, «How Big Business Raised the Battle Cry of “Serfdom”», PM, domingo, 14 de octubre de 1945, p. 13, estimó que los lectores del Reader’s Digest eran unos 10 millones, y es también la fuente para la cifra de reimpresiones del Book-of-the-Month Club. (Las ventas en quioscos y puntos de venta explican la discrepancia entre las cifras de circulación y lectura del Reader’s Digest.) En su «Note on Publishing History», Milton Friedman estimaba que la cifra de la reimpresión era de 600.000 ejemplares (en vez de «más de un millón»), pero se basaba probablemente en la estimación idéntica de John Scoon en su carta del 2 de mayo de 1945. Quizá el número aumentó entre mayo y octubre, cuando apareció el artículo de Bowen.
[67] Hayek cuenta la historia de su viaje con más detalle en Hayek on Hayek, op. cit., pp. 103-5 [pp. 101-03 ed. esp.].
[68] Tanto el texto condensado del Reader’s Digest como la versión cartoon de Look se reprodujeron en un opúsculo publicado por el Institute of Economic Affairs: F.A.Hayek, Reader’s Digest Condensed Version of The Road to Serfdom, Rediscovered Riches n.º 5 (IEA Health and Welfare Unit, Londres, 1999). El director del IEA, John Blundell me informó el 25 de febrero de 2005 respecto a que en el último año había habido más de 40.000 descargas de su página web de un PDF que contenía el texto de la versión condensada de Camino de servidumbre.
[69] F.A. Hayek, «Planning and “The Road to Serfdom”: Friedrich Hayek Comments on Uses to Which His Book Has Been Put», Chicago Sun BookWeek, 6 de mayo de 1945.
[70] F.A. Hayek, «The Road to Serfdom, an Address before the Economic Club of Detroit», 23 de abril de 1945, p. 6. Una transcripción del mensaje se encuentra en los Hayek Papers, caja 106, carpeta 8, Hoover Institution Archives.
[71] Marquis W. Childs, «Apostle Hot Potato: Austrian for Whom Senator Hawkes Gave Party Embarrassed Republicans», Newark Evening News, 6 de mayo de 1945.
[72] Esto lo tomamos de la frase final de la «Declaración de Objetivos» de la Sociedad, adoptada el 10 de abril de 1947, y reproducida en Fritz Machlup (ed), Essays on Hayek (Nueva York: New York University Press, 1976), p. XIII.
[73] Como contaba más tarde Hayek en Hayek on Hayek, op. cit., p. 103 [p. 101 de la edición española], «prácticamente, todos los contactos que me condujeron a posteriores visitas y que finalmente me trasladaron a Chicago los establecí durante ese viaje».
[74] En una carta a Machlup, del 20 de marzo de 1944, Hayek destacaba con cierta sorpresa la buena recepción inicial del libro en la prensa británica, y añadía: «Sin embargo, espero que los ataques empezarán pronto.» La carta se encuentra en los Machlup Papers, caja 43, carpeta 15, Hoover Institution Archives.
[75] Véase el prólogo a edición americana en rústica de 1956, en este volumen, p. 67.
[76] En las elecciones de 1945, Clement Attlee y Hugh Dalton, que pronto serían Primer Ministro y Ministro de Hacienda laboristas, respectivamente, acusaron a Winston Churchill de tomar sus ideas de Friedrich August von (con énfasis en el «von») Hayek. En un discurso (luego se le puso el mote de «discurso de la Gestapo»), Churchill había predicho que una victoria laborista habría conducido a serias restricciones de las libertades individuales. Para más información sobre todo esto, véase F.A. Hayek, Hayek on Hayek, op. cit., pp. 106-7 [p. 104 de la edición española]; cf. Jeremy Shearmur, «Hayek, The Road to Serfdom, y el Partido Conservador británico», op. cit.
[77] Herman Finer, Road to Reaction (Little, Brown and Company, Boston 1945), p. IX.
[78] Ibid., p. 36. Es cierto que Hayek creía que los límites constitucionales eran esenciales para proteger a los individuos contra la «tiranía de la mayoría». Pero se oponía a la planificación, no a la democracia. Y realmente, si su argumento es correcto, la democracia es más plausible que sea preservada bajo instituciones políticas y económicas liberales que bajo la planificación, sea cual fuere la forma que pueda adquirir.
[79] Ibid., p. 210.
[80] George Soule, «The Gospel according to Hazlitt: A Review of Economics in One Lesson», The New Republic, vol. 115, 19 de agosto de 1946, p. 202.
[81] Croswell Bowen, «How Big Business…», op. cit., p.16.
[82] F.A. Hayek, «Postscript», Hayek Papers, caja 106, carpeta 8, Hoover Institution Archives.
[83] Véase el prólogo de 1956 para la edición americana en rústica en este volumen, pp. 41-42. Una atenta lectura del «postscriptum» de 1948 muestra que la respuesta inicial de Hayek fue menos comedida,y, al parecer, incluso la penúltima redacción de 1955 del «Prólogo» contenía algunas ideas sobre Rexford Tugwell y Wesley Clair Mitchell que incitaron el interés de un director de la editorial. Estas líneas se suprimieron en la versión final. Véase la carta de Alexandre Morin a Hayek el 18 de agosto de 1955, colección de la University of Chicago Press, caja 230, carpeta 4, Biblioteca de la Universidad de Chicago.
[84] Véase John Blundell, «Introduction:Hayek, Fisher and The Road to Serfdom», en F.A.Hayek, Reader’s Digest Condensed Version of The Road to Serfdom, op. cit., pp. 16-25.
[85] John Scoon a Hartley Grattan, 2 de mayo de 1945, op. cit., reproducido en el Apéndice.
[86] Alvin Hansen, «The New Crusade against Planning», The New Republic, vol. 112, 1 de enero de 1945, pp. 9-10.
[87] Carta de John Maynard Keynes a Hayek, 28 de junio de 1944, reproducido en John Maynard Keynes, Activities 1940-1946. Shaping the Post-War World: Employment and Commodities, edic. de Donald Moggridge, vol. 27 (1980) de The Collected Writings of John Maynard Keynes, op. cit., p. 385.
[88] Ibid., p. 386.
[89] F.A. Hayek, The Constitution of Liberty (University of Chicago Press, Chicago 1960) [trad. esp.: Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial, 8.ª ed., 2008].
[90] F.A. Hayek, Law, Legislation, and Liberty, 3 vols. (Chicago University Press, Chicago 1973-79 [trad. esp. en un volumen: Derecho, legislación y libertad, Unión Editorial, 2006].
[91] Evan Durbin, «Professor Hayek on Economic Planning and Political Liberty», Economic Journal, vol. 55, diciembre de 1945, p. 360. Durbin tiene su propio libro sobre el socialismo democrático: véase Evan Durbin, The Politics of Democratic Socialism: An Essay on Social Policy (Londres: Routledge, 1940; reimpresión Nueva York: Kelley, 1969).
[92] Ibid., p. 361.
[93] F.A. Hayek, «Socialist Calculation: The Competitive “Solution”», op. cit., Hayek menciona la reseña en el capítulo 3, nota 4.
[94] Ibid., p. 123.
[95] Carta de Oskar Lange a Hayek, 31 de julio de 1940, incluida en Economic Theory and Market Socialism - Selected Essays of Oskar Lange, edic. de Tadeusz Kowalik (Cheltenham: Elgar, 1994), p. 298.
[96] F.A.Hayek, «Postscript»,Hayek Papers, caja 106, carpeta 8, Hoover Institution Archives. En ese momento Durbin era miembro socialista del Parlamento y Secretario Parlamentario del Ministro de Trabajo.
[97] Tadeusz Kowalik, «Oskar Lange’s Market Socialism:The Story of an Intellectual-Political Career» [1991], incluido en Why Market Socialism? Voices from Dissent, edic. de Frank Roosevelt y David Belkin (M.E. Sharpe, Armonk (N. York) 1994), pp. 137-54.
[98] Véase Bruce Caldwell,«Hayek and Socialism», Journal of Economic Literature, vol. 35, diciembre de 1997, pp. 1.856-90, sobre los debates más recientes.
[99] Durbin, op. cit. En su reseña, Durbin acusó repetidamente a Hayek de ser acientífico u hostil a la ciencia, ejemplificando claramente la visión del mundo positivista contra la cual Hayek tantas veces combatió.
[100] Véase Barbara Wootton, Freedom under Planning, cit., pp. 28, 36-37, 50, y George Stigler, Memoirs of an Unregulated Economist (Nueva York: Basic Books, 1985), p. 146.
[101] Paul Samuelson, Economics, 11 edición (Nueva York: McGraw-Hill, 1980), p. 827.
[102] F.A. Hayek, prefacio a la edición de 1976, incluido en este volumen, p. 55. Obsérvese que Hayek dice «no es esto lo que dice el libro». Aquí puede haber querido decir implícitamente que las versiones condensadas y cartoon sobre este asunto eran responsables, al menos en parte, de tan difundido malentendido respecto a este mensaje. Y, efectivamente, en la versión condensada se omitió la insistencia de Hayek sobre que no describía tendencias inevitables, en tanto que parte de la frase siguiente, que no se subraya en el original, se escribe en cursiva: «Pocos reconocen que el surgimiento del fascismo y del nazismo [la versión de la IEA sustituye erróneamente, aquí, nazismo por marxismo] no fue una reacción contra las tendencias socialistas del periodo anterior, sino un resultado necesario de tales tendencias.» Véase F.A. Hayek, Reader’s Digest Condensed Version of The Road to Serfdom, cit., pp. 31-32.
[103] Carta de Hayek a Paul Samuelson, 18 de diciembre de 1980, Hayek papers, caja 48, carpeta 5, Hoover Institution Archives. Hayek se equivocaba al afirmar implícitamente que Samuelson era la fuente del malentendido, pues era algo corriente. Los archivos contienen también la respuesta de Samuelson, en la que se disculpaba y prometía tratar de mostrar los puntos de vista de Hayek con mayor cuidado en sus trabajos futuros.
[104] F.A. Hayek, «The Road to Serfdom, an Address before the Economic Club of Detroit», op. cit., p. 4.
[105] En este volumen, capítulo X, p. 226.
[106] F.A.Hayek,«Freedom and the Economic System» [1939], op.cit., p.205;[p. 245 de la trad. española]. Cuando he descrito la argumentación de Hayek en seminarios, más de una vez los miembros de la audiencia han notado sus semejanzas con el «Impossibility Theorem» de Arrow en la economía del bienestar.
[107] Véase F.A, Hayek, prefacio a la edición de 1976, en este volumen, p. 83.
[108] Agradezco a Steven Horwitz que me haya proporcionado estos ejemplos tan apropiados en sus colaboraciones para una sesión conmemorativa del 60 aniversario de la publicación de Camino de servidumbre, celebrado en 2004 en las reuniones de la History of Economics Society en Toronto, Canadá.
[109] Numerosos ejemplos de la tesis de Hayek pueden verse en Robert Higgs, Crisis and Leviathan: Critical Episodes in the Growth of American Government (Nueva York: Oxford University Press, 1987). La presente introducción se ha escrito durante la presidencia de George W. Bush, que proporciona gran cantidad de pruebas adicionales.
[110] John Maynard Keynes, The General Theory of Employment, Interest and Money [1936], reeditado como volumen 7 (1973) de los Collected Writings of John Maynard Keynes,. cit., p. 383 [trad. española de José Antonio de Aguirre: La teoría general del empleo, el interés y el dinero, Ediciones Aosta, 1998, p. 440].