La Opción de Finlandia todavía podría salvar a Ucrania

Ted Galen Carpenter recuerda la “Opción de Finlandia” que le permitió a dicho país conducir sus asuntos domésticos con mínima interferencia por parte de Moscú, mientras que debía seguir la línea de Moscú en asuntos exteriores y considera que esta sería la mejor opción para Ucrania actualmente.

Por Ted Galen Carpenter

La invasión rusa de Ucrania ha puesto de relieve las advertencias que el Kremlin había manifestado durante años de que cualquier intento de concederle membresía a Kiev en la OTAN o utilizar Ucrania como un activo militar cruzaría una peligrosa línea roja. En diciembre de 2021, Moscú emitió demandas a EE.UU. y la OTAN de garantías de seguridad para prevenir la posibilidad de que Ucrania se convierta en un peón y para reducir la presencia militar general de la OTAN en Europa del Este. Ahora queda claro que Vladimir Putin y otros líderes rusos se toman muy en serio sus líneas rojas. Utilizar a Ucrania como el lugar para proyectar el poder militar de EE.UU. y la OTAN nunca iba a ser aceptable para Moscú, dado que dicha medida automáticamente amenazaba intereses de seguridad importantes para Rusia.

Varios expertos de política exterior estadounidense advirtieron por más de dos décadas acerca de los crecientes peligros asociados con la decisión de la OTAN de crecer hacia el este en dirección hacia Rusia. Sus advertencias no fueron escuchadas y los ucranianos ahora están pagando el precio con tesoro y sangre. Mientras tanto, los líderes sorprendidos de la OTAN se encuentran como espectadores alzando sus manos y haciendo gestos para manifestar “la unidad de los aliados” al imponer las (probablemente ineficaces) sanciones económicas en contra de Rusia.

Conforme columnas militares avanzan cada vez más hacia adentro de Ucrania en múltiples frentes, Putin ha ofrecido negociaciones que podrían lograr que la guerra termine temprano. Moscú ha realizados dos pedidos clave del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. Primero, Kiev debe renunciar oficialmente a cualquier ambición de ser miembro de la OTAN, así como también participar en un proceso de “demilitarización” integral. Este último aspecto incluiría una garantía de que a las fuerzas militares de la OTAN nunca se les permitirá operar en territorio ucraniano. Segundo, debe haber un proceso de “de-nazificación” para eliminar a todos los elementos neo-Nazi y neo-fascistas del gobierno ucraniano y de otras instituciones de dicho país. Esta última demanda eventualmente podría demostrar ser el obstáculo más difícil para lograr un acuerdo que acabe con la guerra. 

Putin parece estar ofreciéndole a Kiev la “Opción de Finlandia” como una alternativa a la conquista rusa. Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética estableció regímenes títeres de manera explícita a lo largo de Europa Central y del Este. Sin embargo, la política del Kremlin respecto de Finlandia era notablemente diferente. Incluso bajo el reino brutal de Joseph Stalin, Moscú estaba dispuesta a permitir que Helsinki conduzca los asuntos domésticos del país con una interferencia mínima. Finlandia continuó siendo una democracia vibrante, en gran medida capitalista, no un clon soviético. Respecto de los asuntos extranjeros, no obstante, las limitaciones de las opciones del país fueron enfáticas e implacables. Finlandia tenía que seguir al pie de la letra cada aspecto de las políticas del Kremlin. No solo Helsinki tuvo que renunciar a incluso el más leve coqueteo con los poderes occidentales respecto de los asuntos militares y de seguridad, sino que el gobierno incluso tenía que votar siguiendo la línea de Moscú en las Naciones Unidas y otros organismos internacionales.

Esas limitaciones puede que hayan sido molestosas —e incluso un tanto humillantes— para los líderes finlandeses, pero el destino del país fue mucho mejor que aquel que experimentaron los satélites de Moscú en otros lugares de Europa del Este. Durante la crisis de 2014 en torno a la península de Crimea, Henry Kissinger escribió en el Washington Post que Ucrania debería seguir “una postura comparable a aquella de Finlandia”. Zbigniew Brzezinski afirmó en el Financial Times que “el modelo finlandés es ideał para Ucrania”. Los actuales funcionarios ucranianos necesitan preguntarse a sí mismos si un status similar de independencia limitada podría ser la mejor opción disponible para su país.

Si EE.UU. no hubiese presionado abiertamente para convertir a Kiev en un activo militar occidental, una opción todavía superior probablemente hubiese estado sobre la mesa. Moscú podría haber estado dispuesta a aceptar aprobar el “modelo austriaco”. Austria sobresale como la única excepción durante la Guerra Fría cuando la Unión Soviética y los poderes occidentales fueron capaces de lograr un acuerdo acerca del status político de un país en Europa Central o del Este. En 1955, un tratado garantizaba la neutralidad estricta de Austria. Una consecuencia de esto fue que el país gozó de una independencia todavía mayor respecto de sus asuntos domésticos que Finlandia. La mayor diferencia, sin embargo, estaba en los asuntos extranjeros; Vienna no tenía que seguir la directriz de la política de Moscú sin desviación. En cambio, mantuvo una neutralidad rigurosa, pero una que tenía una evidente lealtad con los valores políticos y morales de Occidente. 

La Ucrania de hoy hubiera podido gozar del mismo status, si no hubiese caído ante el canto de sirena occidental de algún día convertirse en un miembro integral de la OTAN. No obstante, en vista de los recientes desarrollos, el Kremlin probablemente considere el modelo austriaco como insuficiente. La versión finlandesa es prácticamente lo mejor que Kiev puede esperar por ahora.

Si Zelensky y otros líderes ucranianos son sabios, aceptarán las características básicas de la primera demanda de Moscú (También probablemente tendrán que aceptar una amputación territorial significativa —la “independencia” de las regiones de Luhansk y Donetsk). La membresía formal en la OTAN siempre fue poco probable, dada la firme oposición tanto de Francia como de Alemania. Incluso cuando George W. Bush presionó firmemente para que la OTAN le de a Ucrania y Georgia Planes de Acción de Membrecía (un paso clave hacia la membresía inminente) en 2008, Paris y Berlín se opusieron. No solo estaban preocupados acerca de la corrupción endémica en ambos países, estaban preocupados también de que esa medida sería una provocación peligrosa para Rusia. La oposición francesa y alemana a la inclusión de Ucrania en la OTAN no ha disminuido con el tiempo.

Al renunciar a la ambición de membresía en la OTAN, Kiev estaría renunciando a un status que probablemente no era alcanzable para empezar. Satisfacer la demanda relacionada de Moscú —aquella de una demilitarización— no debería ser tan costoso tampoco. Puede que haya beneficiado a ciertos elementos en EE.UU. (especialmente a los fabricantes y otros miembros del notorio complejo militar-industrial) que Ucrania se convirtiera en una peón militar de la OTAN, pero nunca sirvió los intereses legítimos del gobierno de Ucrania ni de su pueblo. Les guste o no, Ucrania está a la merced de su vecino ruso que es mucho más grande y mucho más poderoso. Se requeriría de un enorme nivel de gasto en defensa —y probablemente de la adquisición de armas nucleares, una opción que simplemente no está disponible— para cerrar la brecha de capacidades. Esta es una misión fútil y Kiev debería aceptar su status de un país en gran medida desarmado. 

La otra demanda de Putin —que Ucrania acepte la “de-Nazificación”— es la menos razonable y la menos necesaria. Si, las facciones neo-Nazis y neo-fascistas existen en Ucrania —contrario a lo que dicen los apologistas occidentales del país. Sin embargo, su presencia e influencia en el gobierno es decididamente limitada, a pesar de lo que digan las afirmaciones propagandísticas del Kremlin. La voluntad de Putin de diluir considerablemente esa demanda es una prueba clave de la seriedad de Rusia en torno a lograr un acuerdo razonable para terminar con la guerra.

Washington condujo a Zelensky por el camino primaveral con una cornucopia de armas y financiamiento de seguridad estadounidenses, el prestigio de la participación de Ucrania en los ejercicios militares conjuntos con EE.UU. y la OTAN, y el prospecto iluso de la membresía en la OTAN. Ucrania ahora está pagando un precio sangriento por caer en dichos halagos. Los líderes ucranianos necesitan considerar los principales intereses de su país y lograr el acuerdo más favorable que puedan con Rusia. Occidente no vendrá a rescatar a Ucrania y los ucranianos deben enfrentar esa realidad amarga y decepcionante. La Opción de Finlandia puede que sea la única manera para salir de una situación horrible.

Esta artículo fue publicado originalmente en Antiwar.com (EE.UU.) el 1 de marzo de 2022.