¿Y si ponemos a dieta al Estado?
Gabriela Calderón de Burgos indica que reducir la carga tributaria sólo acentuaría el estancamiento económico sino se reduce el gasto público al mismo tiempo y que la liquidez de la economía dolarizada no depende de un superávit en la cuenta corriente.
Por Gabriela Calderón de Burgos
El economista Augusto de la Torre publicó en El Comercio un artículo que considera que reducir el IVA acentuaría el estancamiento económico. Esto es una crítica a la propuesta del Foro Económico de reducir el IVA y achicar el tamaño del Estado. El Foro también propuso eliminar el Impuesto a la Salida de Divisas (ISD) y el anticipo del impuesto sobre la renta, reducir el impuesto sobre la renta corporativa (con lo cual coincide de la Torre) y convertir nuestro sistema tributario en uno territorial, donde solo tributa la renta que es generada en el territorio nacional. La economía necesita crecer a una tasa dinámica y para ello es necesario incentivar las inversiones.
Nos dice de la Torre que reducir el IVA aumentaría el déficit fiscal y por ende elevaría el riesgo país. Pero esto es así solo si es que al reducir el IVA, o cualquier otro impuesto, no se reduce el gasto también.
No es cierto que quienes proponemos una reducción de la carga tributaria estamos exclusivamente enfocados en estimular el consumo. Hay que promover el ahorro porque lo que ha ocurrido durante la última década es una descapitalización o desahorro brutal: desde 2008 el gobierno pasó de tener un superávit de 0,56% del PIB a tener un déficit de 7,42% en 2016, una destrucción fiscal de 8%. El aparato estatal prácticamente se duplicó en tamaño y el aumento significativo de la inversión pública no compensó la caída de la inversión privada.
¿Cómo se estimula la inversión privada? Ciertamente que no aumentando los impuestos como pretende hacerlo el gobierno eliminando deducciones y elevando el IVA, sino más bien reduciendo la carga tributaria (1) eliminando el Impuesto a la Salida de las Divisas (ISD) y el anticipo del impuesto sobre la renta, y reduciendo el impuesto corporativo. La contraparte necesaria de este alivio fiscal es que el gobierno reduzca el gasto corriente.
De la Torre ve la dolarización como un problema debido a que el dólar se ha estado apreciando. Lo que no dice es que los bienes transables —aquellos que cruzan las fronteras, lo que exportamos e importamos— tienen precios fijados en dólares y todas las monedas definen su valor en relación al dólar. Vivimos en un mundo con “patrón dólar”.
De la torre dice que “En una economía dolarizada, en la que el Banco Central no le presta al gobierno, el crédito al sector privado crece solo si crecen los depósitos, y estos crecen solo si hay ingreso de dólares al país a través de la balanza de pagos”. Esto no es cierto. Este análisis no toma en cuenta que vivimos en un sistema de encaje fraccional dentro del cual gran parte del circulante es creado por los bancos. De hecho, si vemos la evolución de la liquidez total (M2) en Ecuador entre 2009 y 2018, vemos que esta creció prácticamente sin interrupción a pesar de los déficits en la cuenta corriente.
Análisis como estos no consideran la reducción del gasto público como una opción e ignoran que un dólar en el bolsillo de la gente es más productivo que un dólar en el sector público. Finalmente, tenemos un problema fiscal y no monetario.