Volver al bicameralismo

Gabriela Calderón de Burgos dice que es deseable que Ecuador retorne al bicameralismo dado que esto dificultaría la aprobación de leyes, algo conveniente en un país que sufre de inflación legislativa.

Por Gabriela Calderón de Burgos

La Corte Constitucional ha dado paso a una reforma constitucional que no solo eliminaría al mal concebido Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), sino que alteraría el poder legislativo devolviéndonos a una vieja tradición nacional: el bicameralismo. Como bien señalaron en este diario Jorge Alvear y Ramiro Rivera Molina, el bicameralismo ha predominado en la historia del país. La segunda Constitución del Ecuador (1835) buscó emular la Constitución de EE.UU. en la conformación del poder legislativo, así como también en la estructura federal de gobierno.

Uno de los padres fundadores del Ecuador moderno, Vicente Rocafuerte, encontró en los Papeles federalistas de Alexander Hamilton, John Jay y James Madison una fuente de inspiración que pretendió difundir a través de sus Cartas de un americano sobre las ventajas de los gobiernos republicanos federativos (1826). Rocafuerte consideraba que una de las principales ventajas de los gobiernos federales era el derecho que tenían los distintos departamentos para establecer y recaudar los impuestos, para fijar los gastos públicos “y para cuidar inmediatamente de la recta inversión de los fondos pecuniarios de la nación”. Todo lo cual, agregaba Rocafuerte, “pone un coto a las dilapidaciones”.[1]

Básicamente se refería al beneficio de fraccionar el poder y por esto consideraba deseable fraccionar también el poder legislativo nacional en dos cámaras. En uno de los ensayos contenidos en los Papeles federalistas, Madison introduce su defensa de la bicameralidad sosteniendo que siendo una cámara (el congreso) de representación proporcional a la población y siendo la otra (el senado) de representación igual para cada estado, sin importar el tamaño de su población, se podría crear un gobierno híbrido. Este sería un gobierno de carácter nacional (el congreso) así como federal (el senado).

El Premio Nobel de Economía, Friedrich Hayek, también consideraba idóneo un poder legislativo bicameral aunque consideraba que su conformación y división de funciones debía ser distinta para asegurar un verdadero límite al poder. Hayek proponía un senado, que en lugar de deberse a la representación igual de los estados, le asigne igual representación a los distintos grupos de ciudadanos según su edad. El senado estaría conformado de ciudadanos de una edad relativamente madura y su duración en el cargo sería dilatado —de quince años y no podrían ser reelectos. Hayek explicó: “cada grupo de coetáneos elegirían por una sola vez a lo largo de sus vidas (por ejemplo, cuando todos alcanzasen la edad de 45 años), entre los de su propia generación . . . Quedaría establecido un cuerpo legislativo compuesto por hombres y mujeres comprendidos entre las edades de 45 y 60 años, órgano que sería anualmente renovado en una quinceava parte”.[1]  

En ambos casos, cualquier propuesta de ley tendría que sortear mayores obstáculos para convertirse en ley y eso es deseable.

Esto podrá sonar extraño para quienes miden la eficacia o idoneidad de un congreso según la producción de leyes. Pero no para quienes creemos que sufrimos de una inflación legislativa. Necesitamos menos leyes, no más. No todos los problemas se resuelven con una ley. De hecho, muchos son causados por el laberinto legal existente en el que nos hemos acostumbrado a vivir.

Referencias:

[1] Canga Arguelles, José y Rocafuerte, Vicente. Cartas de un americano sobre las ventajas de los gobiernos republicanos federativos. Carta V.

[2] Friedrich von Hayek. "Una constitución ideal". Ideas de Libertad No. 97. Instituto Ecuatoriano de Economía Política. 2005.