Una propuesta mejorable
Gabriela Calderón de Burgos explica que la esencia de la dolarización es la imposibilidad de que los ecuatorianos sean obligados a aceptar una moneda que no les inspire confianza.

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Por Gabriela Calderón de Burgos
Hoy, incluso los otrora des-dolarizadores, quienes repetían opiniones como la de su gran líder —que la dolarización había sido “el peor error” en la historia del país— se esmeran por ser vistos como los primeros defensores de esta. Cuando el mes pasado Paola Cabezas intentó presentar al correísmo como protector de la dolarización, el presidente cometió un error al no secundarlos y proponer algo mejor.
Pero recientemente se le escapó a Cabezas el tema de la dolarización “a la ecuatoriana”, recurriendo a “mecanismos para generar nuevos dólares”. Esta vez el presidente sí aprovechó la oportunidad para coincidir en el deseo de blindar la dolarización proponiendo una reforma constitucional que, aunque conveniente, puede ser mejorada.
La esencia de la dolarización es la libertad de los ecuatorianos para elegir la mejor moneda y la imposibilidad de ser obligados a aceptar una que no les inspire confianza. Tanto la propuesta de los correístas como la del presidente, dejan en manos del Poder Ejecutivo la política monetaria, cambiaria y crediticia, facultades que no solo son innecesarias en un régimen de dolarización, sino que además son peligrosas considerando las inclinaciones perjudiciales de nuestra clase política. Adicionalmente, ambas propuestas dejan a un banco central sin independencia del Ejecutivo y a cargo de ejecutar dichas políticas. Es decir, el poder y el vehículo para des-dolarizar quedan vivos.
Los principales expertos en dolarización dentro y fuera del país coinciden en que un banco central es innecesario en una economía dolarizada. Muchos de ellos han advertido de los peligros y costos de mantener al BCE vivo. Steve Hanke, por ejemplo, dijo que “Ecuador debe cerrar el banco central y convertirlo en un museo”. Juan Luis Moreno-Villalaz explicó cómo Panamá —una economía dolarizada desde 1904 y sin banco central— demuestra que el equilibrio monetario y macroeconómico es posible sin la intervención estatal o políticas del banco central.
Para concretar, cualquier político que quiera ganar la competencia en la defensa de la dolarización debería enfocarse en dos puntos medulares. Primero, prohibir el curso forzoso para que venga quien venga en el futuro no pueda obligar a nadie a aceptar cualquier moneda que se les ocurra. Los asambleístas deberían inspirarse en el Artículo 117 Constitución de Panamá de 1904 y proponer lo siguiente:
“No podrá haber en la República moneda de curso forzoso. En consecuencia, cualquier individuo puede rechazar toda moneda que no le inspire confianza, ya sea física o digital o de origen oficial o particular”.
Segundo, eliminar el Banco Central del Ecuador. Su existencia es innecesaria y ha demostrado ser peligrosa y costosa. En dolarización, ha atentado contra la estabilidad del sistema financiero y contra los derechos de propiedad de los depositantes en el sistema financiero. Ya si se quieren llevar la medalla de oro, implementarían la reforma bancaria que permitiría que Ecuador se convierta en un centro financiero estrella. Bastaría con homologar la legislación bancaria y tributaria con aquella de Panamá o Singapur, o por lo menos comenzar con el proyecto de ley elaborado por el Instituto Ecuatoriano de Economía Política para acomodar la legislación financiera local al modelo panameño.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 21 de marzo de 2025.