Un freno a la presidencia imperial: Un plan para derogar las órdenes ejecutivas perjudiciales

Alex Nowrasteh dice que desde la sanidad, la inmigración y la economía hasta las decisiones sobre acciones militares y derechos civiles, las órdenes ejecutivas son el medio de que dispone un presidente para eludir al Congreso e imponer su voluntad.

Por Alex Nowrasteh

Este artículo fue publicado originalmente en la edición de invierno de 2024 de la revista Free Society que publica el Instituto Cato.

El presidente electo Donald Trump se prepara para volver al Despacho Oval, donde reclamará un poder extraordinario para cambiar la vida de millones de personas con un simple trazo de bolígrafo.

Las órdenes ejecutivas (OE), la herramienta más potente de un presidente para la acción unilateral, se han convertido silenciosamente en el principal vehículo para aplicar cambios políticos radicales. El atractivo de las OE para los presidentes es comprensible. Como bromeó Paul Begala, asesor de Bill Clinton: "Golpe de pluma. Ley del país. Algo increíble". Pero para los defensores del gobierno limitado, esta facilidad "increíble" de gobernar representa un autoritarismo rastrero que debería dejarles fríos.

Históricamente, las OE se concibieron como una forma de que el presidente gestionara eficazmente el poder ejecutivo. La primera OE de George Washington, por ejemplo, era una simple petición de información a los jefes de departamento. Pero desde el New Deal, el poder del poder ejecutivo ha crecido de forma espectacular, impulsado por las emergencias nacionales, las guerras y las crisis que han permitido a los presidentes reclamar cada vez más autoridad, a menudo con el Congreso abdicando de sus propias responsabilidades. Hoy en día, a menudo sirven como formidables instrumentos de poder, utilizados para dirigir a los organismos a promulgar reglamentos amplios y a veces controvertidos.

En la actualidad, los presidentes ejercen una serie de poderes que van mucho más allá de lo que imaginaron los Padres Fundadores. Pueden declarar emergencias, dirigir una vasta maquinaria burocrática para sus propios fines, hacer la guerra sin la aprobación del Congreso y mucho más.

Desde regulaciones que afectan a la sanidad, la inmigración y la economía hasta decisiones sobre acciones militares y derechos civiles, las OE son el medio de que disponen los presidentes para eludir al Congreso e imponer su voluntad. El ejemplo más notorio sigue siendo la OE de Franklin Delano Roosevelt que ordenó el internamiento de los estadounidenses de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial, un duro recordatorio de lo peligroso que puede ser este poder sin control.

Sin embargo, a pesar de la creciente influencia de las OE, la legislación estadounidense no ofrece una definición clara de lo que es una orden ejecutiva. Lo más preocupante es que los tribunales rara vez cuestionan el uso que hace el presidente de las OE. Una excepción notable fue el caso Youngstown Steel, en el que el Tribunal Supremo bloqueó el intento del Presidente Truman de nacionalizar la industria siderúrgica durante la Guerra de Corea. Pero estos casos son escasos. Incluso el control tradicional del Congreso –el poder del monedero– ha demostrado ser ineficaz, como lo demuestra el hecho de que el presidente Trump redirigiera fondos para construir un muro fronterizo a pesar de la oposición del Congreso.

El juicio político también se ha convertido en papel mojado, mientras que la reciente decisión del Tribunal Supremo en el caso Trump v. US, que amplió la inmunidad presidencial frente a la persecución penal por actos oficiales, blinda aún más el cargo frente a una supervisión significativa. En la situación actual, los dos controles que quedan sobre el poder presidencial son los tribunales –dotados de personal designado por el presidente– y el proceso electoral, una realidad descorazonadora para cualquiera que crea en un gobierno federal verdaderamente equilibrado.

La trayectoria es clara: si no se controla, la presidencia corre el riesgo de convertirse en un dux electo en todo menos en el nombre, con el Congreso desempeñando un papel disminuido. Por eso es más importante que nunca restablecer los límites constitucionales de la presidencia, que proporcionen una camisa de fuerza legal que impida al presidente perjudicar al país. Pero también debemos ser realistas y prepararnos para la continuación de la "presidencia imperial".

Con ese fin, Cato publicó recientemente el Manual Cato sobre órdenes ejecutivas y directivas presidenciales, una guía crítica que destaca algunas de las órdenes ejecutivas más dañinas de la historia reciente. Nuestro objetivo es ayudar a la próxima administración a identificar y revocar las OE que socavan la libertad individual, el gobierno limitado, el libre mercado y la paz. Aunque el manual no es exhaustivo, ofrece un punto de partida para deshacer algunas de las extralimitaciones ejecutivas más atroces en ámbitos como la sanidad, la inmigración, la política exterior, el comercio y las cuestiones culturales divisorias.

Por ejemplo, debería revocarse la OE 13991 del presidente Biden, que promovió medidas de salud pública ineficaces, como el uso obligatorio de mascarillas durante la pandemia. Además, otras OE relacionadas con la sanidad empeoran las ineficiencias de Medicare, Medicaid y la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible, y el presidente electo Trump debería modificarlas o revocarlas para restablecer un enfoque de la sanidad más basado en el mercado.

En cuanto al clima y la energía, los académicos de Cato han identificado cinco OE relacionadas con la energía limpia y el cambio climático que aumentan innecesariamente los costos e imponen cargas excesivas a los estadounidenses. Estas órdenes incitan a las agencias federales a exagerar los riesgos del cambio climático, dando lugar a normativas erróneas. Derogarlas aliviaría la carga reguladora tanto de las empresas como de los consumidores.

Una medida especialmente destructiva de la administración Biden fue un memorándum que eximía a las normativas fiscales del IRS de la revisión por parte de la Oficina de Información y Asuntos Reguladores. Esta falta de supervisión debilita la rendición de cuentas y la transparencia en la política fiscal, un área clave en la que el escrutinio normativo es crucial. El presidente electo Trump debería revocar este memorando y restablecer una supervisión adecuada de las normativas del IRS.

La administración Biden también adoptó un enfoque muy regulador de la inteligencia artificial (IA) en una OE que podría obstaculizar el desarrollo de esta tecnología crítica. Aunque la OE incluye algunas disposiciones positivas, como la agilización de la inmigración de trabajadores altamente cualificados, debería revisarse su postura de dar prioridad a la regulación. El presidente electo Trump debería modificar la OE para permitir que las empresas privadas desarrollen IA sin interferencias normativas, manteniendo al mismo tiempo los aspectos favorables a la inmigración.

Más allá de estas preocupaciones domésticas, el presidente electo Trump tiene el poder de cerrar finalmente la Bahía de Guantánamo. Revocar una OE emitida por el presidente Trump y restablecer las políticas de la era Obama para cerrar el campo de prisioneros sería un paso vital para restaurar la posición global de Estados Unidos. Del mismo modo, varias OE impuestas por administraciones anteriores han dado lugar a sanciones extranjeras innecesarias y al uso indebido del ejército estadounidense en operaciones antidroga; ambas medidas deberían ser reconsideradas o revocadas por la administración de 2024.

Otro aspecto preocupante es el comercio. Numerosas OE y proclamaciones imponen actualmente disposiciones restrictivas de compra de productos estadounidenses que limitan la competencia e inflan los costos para las empresas nacionales. Estas barreras comerciales obsoletas deben ser derogadas, despejando el camino para un mercado más abierto y competitivo.

La presidencia se ha hecho demasiado poderosa, y gran parte de ese poder se ejerce a través de OE. El Congreso debe actuar con decisión para frenar esta extralimitación y restablecer el equilibrio previsto por la Constitución. Mientras tanto, hay mucho que el presidente electo Trump puede hacer para reducir al menos el daño impuesto por las administraciones anteriores, una OE a la vez. Cuando el polvo se asiente y se reanuden los debates políticos reales, nuestro manual estará allí para ayudar a guiar a la nueva administración hacia una mayor libertad.

Este artículo fue publicado originalmente en la revista Free Society (edición de Invierno de 2024).