Un enfoque unidimensional en el comercio equilibrado no respalda el argumento a favor de más aranceles: Una respuesta a Robert Lighthizer

Kyle Handley explica que un país que tiene un déficit comercial, como Estados Unidos, también debe tener un superávit en su cuenta financiera, lo que significa que atrae inversiones del extranjero.

Por Kyle Handley

El reciente artículo de opinión de Robert Lighthizer en el New York Times presenta una visión nefasta de la política comercial estadounidense, argumentando que los déficits comerciales, la propiedad extranjera de activos estadounidenses y los fracasos políticos han dejado al país vulnerable. ¿Su solución? Un nuevo y elaborado sistema de aranceles diseñado para imponer el equilibrio en el comercio bilateral. Pero este argumento unidimensional se basa en una interpretación engañosa de los datos y en una comprensión obsoleta del comercio; además, es simplemente poco realista.

Existe una balanza de pagos en la que los déficits estadounidenses en el comercio de bienes y servicios se compensan con entradas netas de capital. Sin profundizar demasiado en los datos, se puede hacer un poco de contabilidad en ambos lados de la hoja del libro mayor para ver que las posiciones comerciales y de inversión de Estados Unidos no son la situación de pérdida total que afirma Lighthizer. El capital extranjero desempeña un papel importante en la financiación del crecimiento de Estados Unidos; las exportaciones de servicios de Estados Unidos son un punto fuerte clave que se ignora cuando se centra la atención en el comercio de bienes; y los desequilibrios comerciales bilaterales, cuando se examinan de cerca, no respaldan su teoría de que los socios comerciales extranjeros que registran un superávit están participando en un comportamiento predatorio al por mayor a expensas de sus propios ciudadanos.

La engañosa transferencia de riqueza extranjera de 20 billones de dólares

Uno de los argumentos centrales de Lighthizer es que Estados Unidos ha "transferido" 20 billones de dólares de su riqueza a entidades extranjeras. La implicación es que el país se ha visto despojado de recursos debido a los déficits comerciales, dejándolo a merced de los acreedores extranjeros. Pero esto es una tergiversación de lo que significan en la práctica estos flujos de inversión internacional.

La cifra de 20 billones de dólares ("trillion" en inglés) que cita se refiere a la posición de inversión internacional neta (NIIP), que mide la diferencia entre los activos de propiedad estadounidense en el extranjero y los activos de propiedad extranjera en Estados Unidos. Cuando comparamos las cifras brutas con las netas, cuentan una historia diferente: en el tercer trimestre de 2024, los activos estadounidenses en el extranjero ascendían a 37,86 billones de dólares, mientras que los activos de propiedad extranjera en Estados Unidos ascendían a 61,46 billones de dólares, lo que daba como resultado una posición de inversión neta de -23,60 billones de dólares. No se trata de una pérdida unidireccional. Es un reflejo del atractivo de la economía estadounidense para los inversores globales. La "riqueza" no se transfirió a los extranjeros; ellos la compraron. Poseer acciones, bonos y bienes inmuebles estadounidenses ha sido una inversión bastante buena en los últimos años, y Estados Unidos ha sido durante mucho tiempo el principal destino mundial de la inversión extranjera directa. Si damos la vuelta a la tortilla y vemos a los inversores estadounidenses comprar acciones extranjeras para sus carteras de jubilación, no diríamos que la riqueza extranjera se transfirió a los jubilados estadounidenses.

Si la propiedad extranjera de activos estadounidenses se enmarca como un fracaso, entonces, lógicamente, ¿deberíamos concluir que la propiedad estadounidense de 37,86 billones de dólares en activos extranjeros está explotando de alguna manera al resto del mundo? Simplemente no es un argumento serio. Las empresas estadounidenses han invertido mucho en el extranjero, ya sea Ford en México, Apple en China o Coca-Cola en Europa, y esas inversiones se consideran una señal de la fortaleza económica de las empresas multinacionales estadounidenses (También, como ha señalado recientemente mi colega Scott Lincicome, invierten mucho aquí, lo que refleja la naturaleza a menudo complementaria de las inversiones nacionales y extranjeras de las multinacionales estadounidenses).

Basta con mirar las últimas cifras de la BEA (reproducidas a continuación) sobre la inversión extranjera directa hacia el exterior y hacia el interior para ver que se trata de una vía de doble sentido. Estados Unidos tiene más de 6 billones de dólares en IED hacia el exterior en Europa, Asia-Pacífico y América Latina combinados. Del mismo modo, los extranjeros han invertido en Estados Unidos. Por ejemplo, la japonesa Honda fabrica el Accord en Ohio, la coreana Kia tiene instalaciones de fabricación en Georgia y la alemana BMW tiene operaciones en Carolina del Sur y otros lugares.

Aquellos que descartan la ventaja comparativa están condenados a olvidar que Estados Unidos es un exportador líder en el sector de servicios.

El análisis de Lighthizer se centra casi exclusivamente en los déficits comerciales bilaterales de bienes, lo que refuerza la narrativa de que Estados Unidos está perdiendo frente a países que exportan más bienes a Estados Unidos de los que importan. Pero esto pasa por alto un componente importante del comercio estadounidense: los servicios. Eso es un problema cuando la única solución a los déficits comerciales es un arancel sobre los bienes.

Estados Unidos es líder mundial en el comercio de servicios, con grandes superávits comerciales en sectores clave como las finanzas, la educación, el turismo, la tecnología y la I+D. Los mismos países con los que Estados Unidos tiene un déficit comercial de bienes, como China, Corea y Japón, importan miles de millones de dólares en servicios estadounidenses, de modo que Estados Unidos tiene un superávit comercial global en servicios con el mundo. En muchos casos, estos superávits compensan el déficit de bienes, lo que hace que la relación comercial general sea mucho más equilibrada de lo que sugiere Lighthizer.

Estados Unidos también tiene superávit de bienes y servicios con algunos países. En 2023, el superávit de Estados Unidos con Australia fue de 32.000 millones de dólares, de los cuales el 45% correspondió a servicios. Estados Unidos tenía un superávit de 60.000 millones de dólares con los Países Bajos, de los cuales el 32% correspondía a servicios. Creo que los australianos y los neerlandeses se sorprenderían al saber, siguiendo la lógica de Lighthizer, que estaban siendo explotados y empobrecidos debido al superávit comercial de Estados Unidos.

Cuando profundicé en los datos desagregados de la BEA, lo que encontré reafirmó una simple lección de economía internacional. El patrón de comercio está relacionado con la ventaja comparativa. Los países tienden a especializarse en la exportación de bienes o servicios en los que son relativamente más productivos e importar los bienes o servicios en los que son relativamente menos productivos. Claro, Estados Unidos tiene un déficit comercial de bienes con 45 de los 79 países y grupos en los que la BEA rastrea los bienes y servicios por separado.[1] Pero tiene un superávit comercial de servicios con 54 de ellos.

La mayoría de los economistas, incluido yo, le dirán que las balanzas comerciales bilaterales no son la forma en que puntuamos la política comercial y económica. Pero si va a hacerlo, será mejor que no deje a sus mejores jugadores en el campo de entrenamiento cuando proponga un nuevo sistema de fiscalidad global para el comercio. Si Estados Unidos exigiera un estricto "equilibrio" en el comercio a través de un acuerdo con activadores arancelarios automáticos en los países excedentarios, podría ser a expensas de su ventaja comparativa en los servicios.

Para cumplir con la visión de Lighthizer, Estados Unidos podría tener que solicitar a los países que reduzcan las importaciones de servicios estadounidenses, aumenten sus exportaciones de bienes a Estados Unidos o acepten que incluso podrían tener que poner aranceles a las exportaciones de servicios estadounidenses para "solucionar" el desequilibrio. Intente que el Congreso apruebe ese proyecto de ley.

Lo que nos lleva de nuevo a por qué la obsesión con los desequilibrios bilaterales no tiene mucho sentido. Los estadounidenses no quieren comprar más productos agrícolas y farmacéuticos importados de Australia para cerrar la brecha comercial entre Estados Unidos y Australia, y ninguno de los dos países sale perdiendo por ignorarlo. En efecto, el plan de Lighthizer supondría perturbar algunas de las industrias más competitivas de Estados Unidos solo para satisfacer un sistema de puntuación arbitrario e incompleto.

¿Indican los superávits comerciales que la promoción de las exportaciones está suprimiendo el consumo extranjero? No.

Una premisa clave del argumento de Lighthizer es que los países que registran superávits comerciales con Estados Unidos están suprimiendo deliberadamente el consumo interno para impulsar las exportaciones. Pero los datos no respaldan esta conjetura.

Si Lighthizer estuviera en lo cierto, en primer lugar, esperaríamos una relación negativa entre el superávit comercial de un país con Estados Unidos y su producto interior bruto per cápita; en otras palabras, según los cálculos de Lighthizer, los países con grandes superávits con Estados Unidos deberían ser más pobres. Pero no existe tal relación. La economía de Alemania, por ejemplo, ha estado tambaleándose en los últimos años, pero acaba de alcanzar un superávit comercial récord con Estados Unidos.

Para confirmarlo, calculé la balanza comercial bilateral de bienes en 2023 y la comparé con los últimos datos del PIB per cápita de 190 países. Definí un superávit comercial de bienes como las importaciones de Estados Unidos menos las exportaciones a cada país (por ejemplo, un superávit positivo significa que Estados Unidos tiene un déficit comercial de bienes, pero lo contrario significa que Estados Unidos tiene un superávit propio).

En general, y como muestra el gráfico anterior, simplemente no existe una relación sólida entre la balanza comercial de bienes de un país con Estados Unidos y sus ingresos. El ajuste lineal de esta relación tiene un R cuadrado del 0,5 por ciento. Algunos países ricos tienen superávit; algunos países de bajos ingresos también; y tenemos que buscar en otra parte para evaluar cómo sus políticas afectan a sus economías y a la nuestra.

Como tantos proteccionistas actuales, el argumento de Lighthizer está muy centrado en China, y saca conclusiones generales del modelo de desarrollo económico impulsado por el Estado de un solo país. Pero la mayoría de los países con superávit comercial no siguen el mismo manual que China. Corea del Sur y Alemania, por ejemplo, tienen un alto consumo interno y una fuerte protección de los trabajadores. Las amplias afirmaciones de Lighthizer no captan la diversidad de modelos económicos que existen en las naciones con superávit, y se derrumban cuando se consideran otros países.

No podemos basar un nuevo sistema de comercio internacional en una premisa errónea

La prescripción política de Lighthizer —un sistema en el que los aranceles se imponen automáticamente cuando un déficit comercial bilateral alcanza un determinado umbral— es profundamente errónea. Asume que los desequilibrios comerciales son puramente el resultado de decisiones políticas, ignorando el papel de la inversión, los flujos financieros, las cadenas de suministro y las preferencias de los consumidores.

Además, los desequilibrios comerciales están intrínsecamente vinculados a los flujos de capital. Un país que tiene un déficit comercial, como Estados Unidos, también debe tener un superávit en su cuenta financiera, lo que significa que atrae inversiones del extranjero. El mecanismo arancelario de Lighthizer alteraría este equilibrio, lo que podría reducir la inversión extranjera en empresas, bienes raíces y activos financieros estadounidenses. Además, como demuestran tanto la teoría económica como la práctica, reduciría perversamente las exportaciones estadounidenses.

Lighthizer invoca a John Maynard Keynes para justificar su idea, pero convenientemente omite un detalle importante: la visión de Keynes no era de nuevos aranceles, sino de un marco regulatorio internacional fuerte y centralizado que ninguna administración estadounidense aceptaría jamás. Estados Unidos rechazó la propuesta original de Keynes en Bretton Woods de una unión de compensación internacional después de la Segunda Guerra Mundial, precisamente porque habría afectado a la soberanía nacional. Si tan solo este fuera su peor error.

El argumento de Lighthizer se basa en una visión anticuada y unidimensional del comercio. Su enfoque en los déficits bilaterales de bienes es engañoso, sus afirmaciones sobre la transferencia de riqueza extranjera distorsionan los datos reales y su suposición de que los superávits comerciales son señal de debilidad económica y explotación no está respaldada por pruebas.

Retroceder en el tiempo a una época en la que los diplomáticos negociaban acuerdos en hoteles de New Hampshire no ayudará a los trabajadores y empresas estadounidenses del siglo XXI a prosperar en la economía global. Estados Unidos debería volver a acoger a los extranjeros en Bretton Woods, pero no para negociar un acuerdo comercial anticuado. Deberíamos animarlos a ir a esquiar, jugar al golf y ayudar a aumentar las exportaciones del sector servicios de Estados Unidos.

Referencia:

[1] La Oficina de Análisis Económico solo desglosa el comercio de bienes y servicios en 71 países y luego agrupa a algunos socios comerciales más pequeños en 9 agregados regionales separados (por ejemplo, "América del Sur y Central, otros").

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 14 de febrero de 2025.