Un año con pocas decisiones
Gabriela Calderón de Burgos comenta el primer año del gobierno de Guillermo Lasso, un gobierno que hasta ahora ha dejado de lado las propuestas de reformas más ambiciosas que constaban en su plan de gobierno.
Por Gabriela Calderón de Burgos
En la primera vuelta electoral los ecuatorianos se decantaron por alguna versión de “populismo sin Correa”. La excepción hasta ese entonces parecía ser, si nos guiábamos por el plan de gobierno, el entonces candidato Guillermo Lasso.
El candidato Lasso sabía que tendría que negociar con otras fuerzas políticas y eso es lo normal en una democracia liberal: un gobierno dividido. La gobernabilidad no es la concentración de los poderes para implementar todo lo que pretende un presidente, eso es autoritarismo.
También en repetidas ocasiones hemos explicado las múltiples medidas que el presidente podría implementar de manera inmediata para impulsar el crecimiento económico sin pasar por la Asamblea, haciendo uso de los poderes que tiene bajo la Constitución hiper-presidencialista de Montecristi. El presidente podría tomar medidas importantes que mejoren el entorno financiero, comercial y tributario.
Pero para septiembre del año pasado ya era evidente una crisis de identidad en el gobierno. Había sido designado un ministro de economía que daba señales de que el gobierno pretendía aumentar impuestos. Atrás quedó la bandera de reducir impuestos con la que se dio a conocer el entonces candidato.
Luego en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) brillaban por su ausencia las propuestas más importantes de reformas estructurales que habían aparecido en el plan de gobierno de campaña como, por ejemplo, la creación de un sistema de seguridad social paralelo financiado con ahorros privado. En el PND se citaba a Milton Friedman y Ludwig von Mises pero en la prensa salían las autoridades del gobierno repitiendo la misma demagogia correísta (“que paguen los ricos”) y meses después se implementó todavía otra alza de impuestos.
Era evidente que producto de la negociación política, se iba perdiendo el norte. Luego en marzo se presentó un proyecto de ley de inversiones que dentro del contexto era positivo. Uno de los problemas políticos de venderlo era que apenas meses después de que entrara en efecto el alza de impuestos —que afecta particularmente a la clase media— y el nuevo impuesto sobre el patrimonio, se propuso una reducción de impuestos para las inversiones extranjeras superiores a $1 millón. Es decir, el gobierno subió impuestos a la inversión local mientras que ofreció impuestos bajos a la inversión extranjera.
Esto, como señala Pedro Romero de la Universidad San Francisco de Quito, implica un reconocimiento por parte del gobierno de que los impuestos bajos son el ingrediente que estimula el crecimiento de la inversión, la producción y el empleo. La pregunta es, ¿por qué no ha sido capaz de tomar la decisión correcta en cuanto a los incentivos locales?
No debería sorprendernos que los políticos se aparten de sus principios y prevalezca su afán por mantenerse en el poder. Por eso debemos insistir desde la sociedad civil que se limite su poder.
Siempre existirá la tentación para que un líder político, sin importar su preparación o tendencia política, se vuelva irreconocible buscando satisfacer a grupos de interés para construir una mayoría que lo sostenga en el poder.
De todas maneras, nunca es tarde para que el presidente decida retomar la senda trazada en su plan de gobierno, ejerciendo los poderes constitucionales de la presidencia.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 29 de abril de 2022.