Reducir el gasto ahora: La clave del crecimiento, no la austeridad
Romina Boccia y Dominik Lett sostienen que los recortes del gasto no son una carga, sino un camino hacia la prosperidad.

Por Romina Boccia y Dominik Lett
Imagine un futuro en el que el estadounidense medio gane 15.000 dólares más cada año porque el Congreso redujo el gasto federal y la deuda nacional. Con demasiada frecuencia, los recortes del gasto se presentan como un mal necesario, como dolorosas medidas de austeridad que ralentizan la economía. Esta versión no podría estar más alejada de la realidad. Los estudios económicos demuestran que estabilizar la deuda pública recortando el gasto puede desencadenar el crecimiento económico.
En la actualidad, la deuda pública del gobierno federal asciende a la asombrosa cifra de 28,8 billones de dólares –equivalente a la producción económica anual del país– y se prevé que se dispare hasta el 166% del PIB en 2054 en supuestos optimistas. Esta deuda creciente se debe principalmente al aumento de los costos de los intereses y a unos pocos programas de ayuda social, como Medicare, la Seguridad Social y Medicaid. Los elevados niveles de deuda ya están ralentizando el crecimiento económico, disparando la inflación y haciendo subir los tipos de interés. Esto dificulta a las familias y a las empresas la obtención de préstamos y la inversión.
Por ejemplo, el efecto expulsión. Cuando el Gobierno federal pide grandes préstamos, compite con el sector privado por unos recursos financieros limitados, lo que hace subir los tipos de interés. Entre enero de 2022 y enero de 2025, por ejemplo, el tipo preferente de los préstamos bancarios se duplicó, pasando del 3,25% al 7,5%. A medida que los préstamos se encarecen, las nuevas empresas retrasan su expansión, las empresas reducen la contratación y la innovación se resiente. Como señaló el propietario de una empresa en 2024, "Somos una empresa nueva y nuestros préstamos se cerraron cuando los tipos estaban en su punto más alto... así que eso ha aumentado nuestros gastos mensuales drásticamente".
El resultado es una economía menos productiva, salarios más bajos y menor competitividad. Recortar el gasto reduce este efecto de exclusión liberando recursos para la inversión del sector privado, creando empleo y aumentando los ingresos.
La investigación económica refuerza la idea de que los recortes del gasto pueden potenciar el crecimiento. Un estudio realizado en 2020 por investigadores de la Hoover Institution concluyó que estabilizar y reducir la deuda limitando el crecimiento del gasto federal podría impulsar el crecimiento anual del PIB a corto plazo en un 10% y el crecimiento a largo plazo en un 7%. Más concretamente, Cogan, Hail y Taylor concluyen que un plan económico que frene el gasto público sin aumentar los impuestos puede dar un poderoso impulso al crecimiento. Un compromiso creíble de reducir la deuda y los impuestos en el futuro se traduce en una mayor renta disponible a largo plazo para los particulares, lo que motiva un mayor gasto de los consumidores en el presente. Este aumento del consumo compensa con creces la reducción inicial de las prestaciones sociales, lo que demuestra que la disciplina fiscal puede ser beneficiosa para la economía.
Además, la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) prevé que la estabilización de la deuda podría aumentar los ingresos previstos por persona en 513 dólares en 2030 en comparación con las previsiones de referencia. El aumento de los ingresos anuales crece significativamente con el tiempo, y en 2054, los ingresos del estadounidense medio podrían ser 5.500 dólares más altos (véase el gráfico siguiente). Si la deuda crece más rápido de lo previsto según las previsiones de base de la CBO –lo que significa que las perspectivas fiscales empeoran–, los beneficios económicos de la estabilización de la deuda se hacen más pronunciados. En un escenario de deuda elevada, el Comité para un Presupuesto Federal Responsable estima que la ganancia de ingresos derivada de la estabilización de la deuda aumentaría hasta 14.500 dólares por persona en 2054.
Las reducciones del gasto también protegen a los estadounidenses de la subida de impuestos. En el actual entorno fiscal, el gasto supera con creces a los ingresos, una diferencia que acabará obligando a subir los impuestos. Recortando el gasto hoy, los legisladores pueden evitar futuras subidas de impuestos perjudiciales y fijar tipos impositivos bajos, lo que supone una rebaja fiscal en comparación con la trayectoria actual. Como dice Adam Michel de Cato :
"La disciplina fiscal a través de recortes del gasto podría actuar como una reforma fiscal del lado de la oferta e impulsar otros recortes fiscales y desregulaciones favorables al crecimiento".
Para ello, es fundamental que el Congreso se comprometa a recortar el gasto. La reciente caída del mercado de bonos pone de manifiesto la creciente preocupación de los inversores por la trayectoria fiscal y monetaria de Estados Unidos. El aumento de los rendimientos de los bonos refleja, en gran parte, las dudas sobre la capacidad del gobierno para gestionar su deuda a largo plazo ante los crecientes déficits y la reiterada mala gestión presupuestaria. Demostrando disciplina fiscal, el Congreso puede restaurar la confianza del mercado y reducir las primas que los tenedores de bonos exigen por el elevado riesgo, bajando así los tipos de interés y estimulando la inversión.
La frustración de los votantes con la inflación subraya la importancia de que los republicanos se tomen en serio los recortes del gasto. Los estadounidenses saben que el gasto excesivo del gobierno durante la pandemia fue un motor clave de la inflación, y votaron a los demócratas para que abandonaran sus cargos. Esta misma reacción de los votantes a la inflación impulsada por el gasto podría repetirse en las elecciones de mitad de mandato de 2026 si el gasto deficitario imprudente continúa sin disminuir.
Con los republicanos elaborando un proyecto de ley de reconciliación (o varios) que aborden los recortes fiscales, la seguridad fronteriza y el techo de la deuda, tienen una oportunidad única para frenar la inflación, reducir la burocracia federal y reducir el gasto público, especialmente en sanidad y otras prestaciones. Combinar la reforma fiscal con recortes significativos del gasto no sólo es fiscalmente responsable, sino que es fundamental para una agenda favorable al crecimiento.
Algunos críticos de la reforma del gasto pueden argumentar que los recortes perjudican desproporcionadamente a los menos afortunados. Por ejemplo, poner fin a miles de millones de ayudas sociales a las empresas (como las subvenciones agrícolas y energéticas) y reducir las subvenciones a los préstamos estudiantiles recortaría las ayudas públicas a los ricos, lo que no supondría una guerra contra los pobres. Orientar mejor los programas dirigidos a los pobres también tiene sus ventajas. Retirar las prestaciones de Medicaid a los adultos sanos, por ejemplo, podría impulsar la participación en la población activa, aumentando los ingresos individuales y reduciendo al mismo tiempo el gasto público.
Estos críticos también ignoran los costos de la inacción. La inflación inducida fiscalmente es un impuesto oculto y regresivo que perjudica de manera desproporcionada a los hogares de bajos ingresos, que gastan una mayor proporción de sus ingresos en necesidades sensibles a los precios, como la alimentación, la vivienda y la energía. Los efectos económicos resultantes del excesivo endeudamiento público acabarán perjudicando más a los pobres que a los ricos.
Otros han sugerido que incluso recortes menores en defensa suponen un riesgo para la seguridad nacional. No hay escasez de gasto militar despilfarrador e innecesario que pueda eliminarse sin empeorar la seguridad de Estados Unidos.
Los recortes del gasto no son una carga, sino un camino hacia la prosperidad. Dando prioridad a la disciplina fiscal, el Congreso puede impulsar el crecimiento, restaurar la confianza del mercado y asegurar un futuro económico más brillante para todos los estadounidenses.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 16 de enero de 2025.