¿Realmente deberían los musulmanes darle la bienvenida a la ley anti-blasfemia propuesta en Dinamarca?

Mustafa Akyol dice que si se reducen todavía más en Europa, los musulmanes verán prohibidas sus propias expresiones religiosas, consideradas por algunos como "expresiones de odio".

Por Mustafa Akyol

Crece la tensión en Suecia y Dinamarca, y en gran parte del mundo musulmán, por las recientes quemas públicas del Corán en esas dos naciones europeas. Las quemas desataron furiosas protestas en Irán, Irak, Yemen, Líbano y otros países de Oriente Medio. Suecia y Dinamarca denunciaron las quemas como censurables, pero subrayaron que tales acciones están protegidas por las leyes de libertad de expresión.

Sin embargo, hace cuatro días, el gobierno danés anunció planes para lo que puede denominarse una ley antiblasfemia. El tratamiento inadecuado del Corán o la Biblia, según el Ministro de Justicia Peter Hummelgaard, constituiría un delito penal castigado con una multa y una pena de cárcel de hasta dos años.

Puede que muchos musulmanes acojan esto como una buena noticia, pensando que el gobierno danés muestra por fin el debido respeto al Corán. Pero como musulmán que también respeta profundamente el Corán, no pienso lo mismo.

Mi primera razón tiene que ver con la noción misma de blasfemia y la forma correcta de contrarrestarla. No me cabe duda de que quemar una escritura es un acto profundamente ofensivo que merece una condena moral. También creo que sólo revela la crudeza del blasfemo: si tuviera un argumento real contra esa escritura –o cualquier libro– podría expresarlo con palabras. Quemar libros, en lugar de criticarlos, es lo que hacen los bárbaros.

Sin embargo, una cosa es condenar la blasfemia y otra prohibirla. Y como he argumentado en otro lugar, el propio Corán no llama a la prohibición; dice a los musulmanes que respondan a la burla de su religión simplemente mostrando paciencia (3:186) y manteniéndose alejados (4:140). (La "ley islámica" posterior al Corán sí impone la pena de muerte a los blasfemos, pero esto puede considerarse un vestigio medieval que los musulmanes pueden repudiar, como hemos argumentado otros estudiosos musulmanes y yo).

En segundo lugar, los musulmanes deberían reflexionar sobre lo que realmente consiguen cuando se prohíbe la blasfemia contra el islam, ya sea en Dinamarca o en cualquier otro país. ¿Hace esto que la gente de esos países respete el islam? No lo creo, porque las personas que odian el islam ("islamófobos") creerán lo que crean, y esas prohibiciones probablemente sólo les agitarán más.

Muchas otras personas pondrán los ojos en blanco ante una religión que consideran demasiado susceptible. Mientras tanto, los gobiernos que prohíban expresiones contrarias al Islam lo harán a regañadientes, sólo para reducir las amenazas contra la seguridad de sus ciudadanos, como señaló explícitamente el ministro de Justicia danés.

Puede que algunos musulmanes sigan viendo una victoria en ello, pero yo no. No veo ningún valor en el "respeto al islam" que se impone con amenazas. En cambio, el respeto por el islam, o por cualquier religión, debe cultivarse mediante un comportamiento ético. Y este último incluye la dignidad, en lugar de la furia, ante la ofensa.

En tercer lugar, estos incidentes de blasfemia en Europa –desde las caricaturas del profeta Mahoma hasta la quema del Corán– parecen haber hecho que muchos musulmanes sientan aversión por la noción misma de libertad de expresión. Esta libertad, parecen pensar, sólo sirve para quienes quieren insultar a su religión. Por tanto, más vale limitarla.

Pero no es así en absoluto, porque la libertad de expresión no sólo permite ofender a una religión. También permite la defensa y la proclamación de esa religión, que los musulmanes han estado practicando libremente en las democracias liberales occidentales abriendo mezquitas, publicando libros y ganando conversos.

Por ejemplo, justo después de los incidentes de la quema del Corán en Suecia, el gobierno kuwaití anunció que distribuiría 100.000 ejemplares del Corán en sueco, libremente y gracias a la libertad de expresión. Esto sería impensable en regímenes autoritarios con escasa libertad de expresión, como China o Corea del Norte.

Por eso también debería preocupar a los musulmanes la contracción mundial de la libertad de expresión, que es una preocupación real. Porque esa reducción incluye las ridículas prohibiciones francesas de los códigos de vestimenta musulmana, que cada vez son peores.

También incluye una nueva sentencia del Tribunal Supremo de Brasil que penaliza los "insultos homófobos", una definición vaga que podría afectar a las personas con creencias tradicionales sobre la sexualidad humana, lo que incluye a la mayoría de los musulmanes.

Si la libertad de expresión se reduce aún más en Europa, los musulmanes verán prohibidas sus propias expresiones religiosas, como defienden seriamente los islamófobos que quieren prohibir el Corán, alegando que incluye "expresiones de odio".

En otras palabras, la libertad de expresión es un derecho crucial que todo el mundo –desde el más laico hasta el más religioso– conserva para expresarse sin miedo. Por tanto, no veo como una buena noticia que se impongan más restricciones a la libertad de expresión, ni siquiera para proteger ostensiblemente el Corán.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 29 de agosto de 2023.