¿A quién creerle?
Deirdre N. McCloskey dice que desde la llegada de Internet, no podemos volver a creer ingenuamente en cualquier cosa que se diga.
¿A quién crees?
Antes era fácil. Cuando eras pequeño, creías a tu madre, luego a tus amigos, después a tus curas y profesores.
Y hubo un tiempo, antes de Internet, en que creías lo que decía un columnista de Folha, o lo que decían en los telediarios.
En Estados Unidos, hasta la invención de las noticias por cable y la explosión de Internet, había tres cadenas y media: ABC, NBC, CBS y la Public Broadcasting Network, que sólo veían unos pocos. En aquella época sabíamos lo que era Verdad. Nótese la mayúscula. No era una simple verdad cotidiana en minúsculas.
El gran presentador de las noticias nacionales de la CBS, Walter Cronkite, terminaba cada noche su breve noticiario diciendo con su voz autoritaria: "Así eran las cosas", fuera cual fuera la fecha. Cuando se puso en contra de la guerra de Vietnam, millones de estadounidenses supieron de repente que así eran las cosas. Era cierto.
Después de Internet, no tanto. Probablemente conozcas personalmente a gente que cree que Bolsonaro ganó las últimas elecciones. Y no es lo único imposible que creen. La democratización de las noticias ha erosionado la autoridad. Bien. Sin embargo, la autoridad responsable y autocrítica no es del todo mala. La ciencia intenta ser así, aunque imperfectamente. Pero al menos los científicos, y Walter Cronkite, tu madre y tu cura, están comprometidos con la verdad. Como mínimo, intentan seriamente no contarte mentiras. Grandes Mentiras, con G y M mayúsculas.
Un medio de comunicación totalmente democrático no tiene ese compromiso. Nunca lo ha habido. Cualquier tonto con una pluma podía difundir humores sobre brujas. Cualquier tonto con un periódico podía empezar guerras. Cualquier tonto con una emisora de radio podía, y todavía lo hace, difundir mentiras. Hoy en día cualquier tonto, o villano, con un ordenador puede decir que Bolsonaro ganó, o que el Partido Demócrata de Estados Unidos es una conspiración de pedófilos que trabajan desde una pizzería en Washington.
¿Cómo arreglarlo? No, le dije hace poco, involucrando al Estado. Ya lo intentamos en Estados Unidos con la "doctrina de la equidad" para la radio y la televisión.
No, es nuestra responsabilidad, no del Tribunal Supremo. No podemos volver a creer ingenuamente en cualquier cosa que se diga. Hay que ser inteligentes con lo que los antiguos llamaban "retórica". Es la verdad adulta, en minúsculas.
Este artículo fue publicado originalmente en Folha de S. Paulo (Brasil) el 7 de febrero de 2023.