Progresistas que matan sin odiar

Carlos Rodríguez Braun indica que los autodenominados progresistas adolecen habitualmente de un defecto argumental, que consiste en que, al tener que defender objetivos contradictorios –por ejemplo, la memoria y el borrado del pasado; el ataque a Dios y la divinización del Estado; la protección del trabajador y la vulneración de sus derechos.

Por Carlos Rodríguez Braun

Más de 6.000 curas y monjas fueron asesinados en España durante la Guerra Civil, sobre todo en 1936. No hubo juicios, aunque sí torturas y vejaciones. Comprenderá usted mi asombro cuando leí en El País: "Las razones ocultas de las matanzas de clérigos de 1936". Con este subtítulo: "Una investigación contradice la tesis de la explosión de odio como causa principal y detecta un carácter ‘estratégico’ de los asesinatos de religiosos en la Guerra Civil".

Conviene señalar tres problemas de la izquierda: con la Iglesia, con el odio y con la lógica.

Decía Dalmacio Negro sobre Gramsci: "pensaba que el marxismo sólo podría triunfar si se eliminaba la religión cristiana". La razón estribaba en que la religión opera como fortaleza privada de las personas frente al poder político. Quienes abogan por la extensión de éste, los antiliberales de todos los partidos, la han visto siempre como una enemiga.

En segundo lugar, la cuestión del odio es importante para la izquierda, que ha elaborado una ficción conforme a la cual invita a perseguir "delitos de odio", que es algo que por definición solo puede cometer la derecha. Con la manipulación de la historia, herramienta clave para legitimarse políticamente, la izquierda no puede permitir que se la vea como odiadora –analicé hace unos años en este rincón de La Razón la historia de esta mentirosa propaganda revestida de justa dignidad: "El odio progresista", disponible aquí.

Por fin, los autodenominados progresistas adolecen habitualmente de una deficiencia argumental, que consiste en que, al tener que defender objetivos contradictorios –por ejemplo, la memoria y el borrado del pasado; el ataque a Dios y la divinización del Estado; la protección del trabajador y la vulneración de sus derechos– acaban arrojando piedras sobre su propio tejado. En este caso, pretenden extraer el odio de los crímenes religiosos, y su iniciativa se vuelve mucho más brutalmente en su contra.

Sospecho que en El País no entendieron lo que escribían. La tesis es que los republicanos no mataron por odio sino por estrategia para erosionar la capacidad de movilización de los enemigos de la izquierda. Fue una respuesta "más fría, técnica, racional...una imagen más cerebral de la represión". O sea, mucho peor. Como apuntó Juan Manuel de Prada en ABC: "Queriendo negar un crimen de odio, reconocen la existencia de un calculado genocidio".

Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 5 de enero de 2024.