Por estas razones, siendo un musulmán, defiendo la libertad
Mustafa Akyol presenta su argumento acerca de por qué como un musulmán encuentra totalmente coherente su religión con el liberalismo.
Por Mustafa Akyol
Algún día en enero de 2013, me subí en un avión de Riyadh, la capital de Arabia Saudita, dirigido hacia Istanbul, la metrópolis de Turquía. Lo que hizo que este sea un vuelo memorable fue el código de vestimenta de algunas pasajeras que se cambiaron dramáticamente entre la partida y el destino.
En Riyadh, todas se subieron al avión totalmente cubiertas, desde la cabeza hasta los pies. Cuando el avión se acercaba a Istanbul, sin embargo, noté que algunas de estas mujeres se dirigieron al baño y luego salín vestidas con un estilo muy distinto. Ahora, todas estaban usando vestidos mucho más relajados —algunos siendo muy reveladores— junto con un maquillaje pesado. Una mujer, puedo decirlo, estaba usando una de las minifaldas más cortas que yo he visto. Aparentemente, estaba lista para una fiesta en las famosas discotecas de Istanbul.
Cuento esta historia al inicio de mi último libro, Por qué, siendo un musulmán, defiendo la libertad (Why, As a Muslim, I Defend Liberty). El punto que quiero hacer es un hecho sencillo: la coerción religiosa no deriva en una verdadera devoción. Solo conduce a la hipocresía. Si las personas son obligadas a practicar una religión, no lo hacen con una sincera voluntad de obedecer a Dios. Lo hacen por una obligación menospreciada de obedecer a los hombres.
Este simple hecho debe ser intuitivamente obvio para la mayoría de las personas, pero no lo es para los mutawwa, o las fuerzas de la “policía religiosa” que Arabia Saudita ha empleado durante décadas, para disciplinar a la sociedad en nombre de Dios. La República Musulmana de Irán tiene un opresivo régimen religioso similar, al igual que lo será ahora el “Emirato Musulmán de Afganistán”, por segunda vez, bajo el severo mando del Talibán.
Pero el mismo simple hecho —que la coerción no es buena para la religión— no fue obvio tampoco para muchos cristianos, durante muchos siglos. Por esta razón establecieron reinos teocráticos, persiguieron a los “herejes”, e incluso torturaron a las víctimas para “salvar sus almas”. Por esta razón John Locke, el padre del liberalismo, tuvo que escribir su clásico de 1689, Una carta acerca de la tolerancia, en la que enfatizó:
“Toda la vida y poder de la verdadera religión consiste en la interior e integral persuasión de la mente; y la fe no es fe sin creer…[Entonces], no puede ser obligada…mediante la fuerza externa”.
En mi libro, tengo varias citas similares de John Locke, porque creo que algunos de los problemas que él estaba abordando en las doctrinas cristianas de su época son similares a los problemas que tenemos en algunas de las doctrinas musulmanas actuales. Este paralelo también ha sido señalado por Nader Hashemi, un académico musulmán estadounidense, que dijo: “En gran parte del mundo musulmán hoy, como en la Inglaterra de Locke en el siglo diecisiete…grandes segmentos de la población están bajo el encanto de una doctrina religiosa autoritaria e iliberal”.
Mi libro es en gran medida una crítica de esta “doctrina religiosa autoritaria e iliberal”. Pero no se confunda: no estoy cuestionando la religión en sí. Solo estoy cuestionando su matrimonio con el poder coercitivo —con manifestaciones como la policía religiosa, las leyes de blasfemia, la apostasía, la supremacía sobre los que no son musulmanes, o la doctrina de “obediencia al gobernante”, una doctrina que los tiranos musulmanes adoran utilizar.
Esta crítica requiere una discusión sincera de la Sharia —la tradición legal musulmana— que ofrezco en dos capítulos consecutivos: el segundo y el tercero. Primero, mostrando algunos de los resultados horrorosos de la “implementación de la sharia” en Paquistán —la persecución de víctimas de violación como “adúlteras”— hago un llamado a mis correligionarios musulmanes a “reconsiderar” la Sharia. Sotengo que la clave es considerar las “intenciones” detrás de los fallos religiosos, en lugar de hacer interpretaciones literales a ciegas, así como también darse cuenta de que la Sharia está influenciada por el contexto y la cultura medieval, que necesiten ser cuestionados, más allá de los postulados universales del Islam.
Por otro lado, argumento en el capítulo 3, que también hay algo que “aprender” e incluso “revivir” de la Sharia. Esto debido a que, durante siglos, en las sociedades musulmanas, la Sharia era la protección de un valor crucial: el Estado de Derecho. Debido a que la “Ley de Dios” estaba por encima de todos, incluyendo los gobernantes más poderosos, esta actuaba como un límite a esos gobernantes. Cuando este orden tradicional fue reemplazado con una mala forma de secularización —inspirada más en el fascismo que en el liberalismo— los regímenes autoritarios dominaron en el mundo musulmán. De manera que, el liberalismo es el camino correcto de ahora en adelante, el cual, al igual que la Sharia del pasado, limitará a los gobernantes, y hará respetar los derechos de todos los humanos.
Luego en los capítulos 4 y 5, utilizo un experimento de pensamiento —un estado isla establecido por los sobrevivientes del naufragio de una embarcación— para reconsiderar la política del Islam. ¿Acaso el Islam hace un llamado a la conquista y la supremacía, como lo sostienen algunos musulmanes? O, ¿deberían algunos musulmanes apreciar los sistemas políticos basados en los contratos y la igualdad? (O, ¿deberían gozar del liberalismo en Occidente como minorías, mientras que promueven la supremacía donde son mayoría, como lo sugirió recientemente un líder musulmán estadounidense?) Mientras tanto, ¿realmente el Corán obliga a sus creyentes a “obedecer” a sus gobernantes, líderes o algunos otros grandes hombres?
El capítulo 6 aborda una preocupación común entre los musulmanes: ¿cómo podemos permitir a todos esos ateos irreverentes y blasfemos ofensivos hablar libremente en contra de nuestra religión? ¿Acaso no deberíamos silenciarlos?
El capítulo 7 se adentra en la economía del liberalismo y considera por qué ese término tan denostado, “capitalismo”, no es ajeno al Islam sino en realidad inherente a dicha religión, incluso en sus interpretaciones conservadoras.
Finalmente, en el capítulo 8, incursiono en una cuestión que puede que preocupe a los musulmanes en el momento que escuchan la palabra “libertad”, ni hablar del “liberalismo”: ¿no son estas las ideas de los colonizadores que han invadido y saqueado las tierras musulmanas durante los últimos 200 años? ¿Por qué compraríamos su relato? ¿Es acaso esta una conspiración neo-colonizadora?
Ciertamente, todas estas preguntas requieren discusiones mucho más extensas de lo que yo podría resumir en las 150 páginas de mi libro. Pero este pequeño gran libro pretende ofrecer un vistazo y cuestionar clichés, al elucidar ideas complejas con anécdotas personales, episodios históricos, y experimentos de pensamiento que estoy compartiendo por primera vez.
Así que invito a leer mi libro, ordenándolo en línea, o descargando el PDF gratuito disponible en Libertarianism.org.
También los invito a participar en el foro de presentación de mi libro en línea el 21 de noviembre. Tendremos al Profesor Vali Nasr, quien definió al libro como “una contribución importante al debate acerca del futuro del mundo musulmán” y “una lectura obligada para los musulmanes y no-musulmanes”.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 11 de octubre de 2021.